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Ilustración de lenny_maya
Salud Mental

¿Qué podemos hacer cuando nuestra pareja tiene depresión?

Personas que han tenido parejas con depresión nos cuentan su experiencia y un experto nos da consejos para enfrentarlo.

Una de las representaciones más precisas de la depresión crónica la vi en BoJack Horseman con el personaje de Diane Nguyen. Y una de las representaciones más honestas de acompañamiento a una persona con depresión la vi en su pareja, Guy — sin duda, el hombre-bisonte más amable de la historia—. Diane presenta síntomas de depresión en todas las temporadas, desde la uno hasta la seis, y cuando tiene una recaída aguda, Guy le ayuda a reconocer que necesita apoyo profesional. Le expresa su preocupación con compasión, intenta ser paciente y respetar su proceso y le ofrece la escucha y el aliento que necesita.

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Así es como el psicólogo y sexólogo César Galicia define la depresión: “La depresión es un trastorno del estado de ánimo. Solemos pensar en ella como un estado de tristeza grande, pero en realidad la tristeza es sólo uno de sus varios síntomas, pues también se manifiesta en forma de falta de motivación, alteraciones del sueño, apetito y deseo sexual, falta de sentido de vida, cansancio, irritabilidad, ansiedad, entre otros. Lo que caracteriza la depresión como una enfermedad mental y no solo un bajón emocional es que estos síntomas se vuelven prolongados en el tiempo y lo suficientemente intensos como para afectar la calidad de vida de la persona deprimida, por lo que ‘salir’ de la depresión no se vuelve una cuestión de fuerza de voluntad sino de buscar un tratamiento médico.” 

Tener que lidiar con la depresión propia es suficientemente doloroso por sí mismo, y continuar atendiendo y procurando nuestras relaciones afectivas puede representar un reto doble. Y no solo eso: esto suele tener un impacto emocional profundo también en las personas que aman y cuidan a quien vive con depresión.

¿Cuáles son algunas recomendaciones para acompañar en esta situación? César comparte: “Mientras más se sepa sobre lo que es la depresión, más estrategias pueden surgir tanto para ayudar a la pareja deprimida como para evitar decir y hacer cosas que puedan ser contraproducentes. Además, informarse también es esencial para que la persona no deprimida entienda el proceso emocional que también experimentará.”

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Otro consejo es buscar ayudar. “Hablar con personas que hayan vivido algo similar, buscar foros, asistir a terapia individual o de pareja, es decir: si la depresión afecta la totalidad de la vida de quien la padece, tiene sentido que la relación también se vea alterada, por lo que es recomendable que la pareja no deprimida busque apoyo durante el proceso. Un libro que puedo recomendar para esto es ‘Neurociencia para vencer la depresión: La espiral ascendente’ de Alex Korb”, agrega. 

En esta ocasión platiqué con personas que han sido pareja de una persona que vive con depresión para que nos contaran cómo fue ese proceso, qué aprendieron y qué le compartirían a alguien que está pasando por la misma situación:

Ángela, 25

“Mi novia ya había recibido su diagnóstico de depresión severa desde antes de conocernos, cuando empezamos a salir un día ella tuvo un detonante muy fuerte y yo percibí que era difícil para ella comunicar que estaba teniendo una recaída. Y como yo tiendo a ser muy protectora y cuidadora debido a mi historia de vida, mi reacción inicial fue intentar cuidar, y fue complicado porque no tenía claro qué estaba sucediendo, ni tenía en cuenta mis límites, además para ella implicaba sentirse como una carga y eso le generó culpa. Tuve que aprender a no involucrarme más de lo que me era posible, pero lo fuimos trabajando juntas. 

Ella está tomando terapia y tratamiento psiquiátrico, y yo no tengo depresión pero tengo otros diagnósticos, entonces también tuvimos que entender cómo los síntomas de ambas se relacionan entre sí. Investigamos juntas, yo he rebotado muchas dudas con mi psiquiatra y hace poco compramos una guía que se llama “The Depression Project” que está muy padre, abarca muchos ángulos, desde recomendaciones para la persona que vive con depresión y para quienes acompañan. 

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Tienes que estar primero bien tú para poder ayudar a alguien más. He aprendido a identificar los detonantes que tiene ella y a comprender que no me lo tengo que tomar personal: existe una línea súper delgada entre confundir personalidad con síntoma.

Yo percibo que lo más doloroso para ella es darse cuenta que es cansado, para mí, hacer una labor de cuidado, y eso la frustra porque ella quisiera no tener depresión para no sentir culpa por eso. Siento muchísimo cariño y amor por ella, y sí, puede ser muy cansado a veces, pero al mismo tiempo siento mucho amor. Es bonito ver que hay confianza y que ella sabe que se puede apoyar en mí y en sus otros vínculos, como sus amistades. También ha sido muy lindo verla mejorar, entenderse un poquito mejor y tener más claridad. Hemos crecido muchísimo, y hemos construido una intimidad y comunicación increíble.

Lo más importante para nosotras ha sido reflexionar y comunicar nuestros límites, y pienso que como comunidad debemos reconocer el trabajo de cuidado.”

Imanol, 25

“Vic y yo estamos juntes desde 2016. Ella tuvo un diagnóstico de depresión y ansiedad en 2017, y otro de síndrome bipolar en 2019. Creo que cuando tuvo su primer diagnóstico fue una suerte de alivio, porque le ayudó a entender que lo que le había estado pasando los últimos meses eran crisis de ansiedad y también pudo entender cosas que le sucedían desde que era niña, que en su momento no entendía pero que ahora hacían mucho sentido; y a la vez fue algo que nos dio miedo, por ser desconocido y estar muy estigmatizado. 

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Fue un proceso de aprendizaje muy largo, yo al principio no sabía mucho al respecto y las primeras veces que me tocó acompañar a Vic en una crisis de ansiedad estaba muy espantado porque no sabía cómo ayudarle a sentirse mejor. Creo que poco a poco fui comprendiendo más sobre salud mental al vivir con ella y acompañarla en su proceso, que me platicara lo que había investigado sobre sus medicamentos, sobre los síntomas más recurrentes, sobre su propia historia familiar; y también gracias a que me puse a investigar al respecto y empecé a leer a pensadorxs que hablan desde la neurodivergencia.

Poco a poco fui aprendiendo a acompañar, cuidar y contener de la mejor manera que me es posible. Y creo que eso es algo muy lindo que he aprendido de vivir con Victoria: me hizo darme cuenta cuánto puedo cuidar a quienes amo y que soy bueno en ello, aprendí a amar desde la empatía y el cuidado.

Creo que la herramienta que sí me faltó al comienzo de todo este proceso fue la terapia. No para Victoria, sino para mí. Porque, aunque veía directamente cómo el ir a terapia psicológica —junto con el tratamiento psiquiátrico— le ayudaba a Vic a sentirse mejor, no se me había cruzado la idea de que ir yo a terapia me ayudaría a lidiar también a mí con la carga de trabajo emocional que significa cuidar, acompañar, contener. Al principio no pensaba que fuera trabajo, que me implicara un esfuerzo, que me costara, sino que simplemente era algo que hacía desinteresadamente por mi pareja. Y creo que también hay un peligro en ello: el peligro de perder de vista los cuidados que también une, como acompañante en un proceso de neurodivergencia, requiere. Justo ahora cumplo un año en terapia y eso me ha ayudado montones a darme cuenta de lo que ha implicado para mí el diagnóstico de Victoria. Creo que acompañar no es cualquier cosa, tiene un impacto sobre mi vida y puede llegar a ser difícil y cansado: procurarme es súper importante para poder seguir acompañando y teniendo un efecto positivo sobre la vida de los otres.”

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Daniela, 26

“A mi pareja le dieron dos diagnósticos: depresión crónica, es decir que llevaba ya varios años con ella, y trastorno de déficit de atención. Al inicio yo buscaba tal cual “cómo apoyar a una persona con depresión”. A veces el cuidado que yo ejercía era el de recordar “oye, no olvides tu cita”, “oye, no olvides comer”. Y solo puedo describirlo como que es tan difícil como bonito. Yo veía cómo él iba mejorando poco a poco, y eso me enseñó a tener paciencia. Aunque es súper agotador, porque a veces una consecuencia de la depresión es que se te dificulta hacerte cargo de tus relaciones con otras personas, y en mi caso fue un proceso de mucho perdón. Para la persona con depresión puede ser complicado aprender a poner límites, porque puede pensar “bueno, tú ya me estás cuidando, ¿cómo te voy a pedir esta otra cosa?”, pero al final establecerlos es súper necesario para ambas partes.

Después de un tiempo solo nos veíamos de vez en cuando, dejamos de tener citas y de hacer planes como los teníamos antes, esto duró bastantes años. Llegué a sentirme un poco descuidada, y concluimos que la relación empezaba a ser unilateral y no era sano. Después de eso fuimos amigues, y eso fue bonito porque pudimos acompañarnos ya con un poco de distancia de por medio.”

Sergio, 26

“Ella estaba muy reacia a recibir medicamento, su forma de lidiar con ello era aislarse y negar el apoyo, porque no quería sentirse una carga y no sentía que merecía el cuidado. Esto fue lo más duro porque yo no sabía cómo ayudarla si no me permitía estar cerca de ella. Yo tenía problemas emocionales propios que no exteriorizaba, no me atrevía a compartirlos para no darle más carga a ella. Y eso me hizo falta en su momento: tomar distancia y tener momentos de respiro cuando estamos cuidando de alguien más, dejar que nos cuiden también en ese proceso. 

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Ambxs aprendimos que no necesitamos estar “sanxs” para recibir amor. Tenemos esta idea inoculada de ‘tengo que amarme primero para ser dignx de merecer amor’ y no es así, merecemos ese cariño también cuando no estamos bien. Acompañar es emocionalmente pesado, pero no me arrepiento en lo más mínimo, lo volvería a hacer. Después de que terminamos la relación comenzó un tratamiento psiquiátrico y la está llevando mejor.”

Julio César, 30 

“Tenemos una amistad desde hace 8 años, y apenas el año pasado empezamos a salir de forma romántica, yo ya sabía que ella vive con depresión, pero no se estaba tratando porque no estaba contenta con los terapeutas con quienes había acudido antes. Ella me compartió que una vez intentó suicidarse y yo la acompañé en ese momento. Cuando la diagnosticaron formalmente con depresión severa me confesó que sintió un alivio de tener un nombre para lo que estaba sintiendo. Yo le pregunté qué podía hacer por ella y me dijo que solo apoyarla. Empecé a consumir mucho contenido sobre este tema de profesionales de la salud mental: en YouTube, Instagram, podcasts, en todos lados. 

Nunca pudimos formalizar la relación, ella me decía que no estaba lo suficientemente bien como para ese tipo de compromiso, no se sentía lista. Eso me dolió, pero respeté su decisión. Sentí mucha impotencia de no poder ayudarla, además estuvimos lidiando con todo esto en pandemia y todo fue a distancia, así que no podía siquiera darle un abrazo. Le mandaba mensajes y no me los respondía, o me decía que estaba tan mal que no podía hablar, a veces pasaba 3-4 días sin saber nada de ella. 

Duele mucho ver a alguien que amas pasarla así de mal y aislarse, lo único que puedo decir es que procuren ser cuidadosxs con sus palabras, priorizar la escucha, porque no siempre tienes que decir algo, a veces la otra persona solo necesita ser escuchada. Tuve que dejar ir la culpa, por ejemplo, por yo pasarla bien mientras ella no la estaba pasando igual. Es un equilibrio complicado: disfrutar tú mientras estás al pendiente de la otra persona en momentos difíciles.”