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Esta selfie creó un movimiento para sobrevivientes de ataques con ácido

Esther Jiménez quedó desfigurada por un ataque con ácido, pero su presencia en las redes sociales ha ayudado a crear conciencia al respecto.
Esther Jiménez, de 27 años, víctima de un ataque con ácido
Esther Jiménez tenía 27 años cuando alguien le arrojó ácido en el rostro mientras trabajaba en un café. Foto de Jaclynn Ashly

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

BONAO, República Dominicana - “El hombre se me acercó y me dijo: ‘Esto es para ti, alguien te lo envió’ y luego me lo arrojó. No sabía qué era ni que existía el ácido”, recordó Esther Jiménez.

Tenía 27 años cuando el hombre le arrojó el “ácido del diablo” —un brebaje hecho con productos para limpiar y destapar cañerías— en el rostro cuando trabajaba en una cafetería local hace 10 años.

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“Pero luego sentí el peor dolor imaginable y mi ropa comenzó a derretirse y a desprenderse. Empecé a gritar y llorar”, contó a VICE World News la mujer, que ahora tiene 36 años. Estuvo hospitalizada durante tres meses como consecuencia de sus heridas.

Su rostro quedó desfigurado por el ataque y desde entonces se ha sometido a más de 20 cirugías reconstructivas, incluidos numerosos injertos de piel y la extirpación del ojo derecho.

Su madre, quien era una de las únicas cuidadoras de Jiménez y sus tres hijos pequeños, murió de un ataque cardíaco poco después de que Jiménez fuera dada de alta de la unidad de quemados.

“Mi madre me dijo que la estaba matando verme así”, dijo Jiménez. Con tres hijos y sin trabajo, junto con los costos de sus cirugías, Jiménez tuvo que recurrir a la caridad para sobrevivir.

El doctor Eddy Bruno, director de la unidad de quemados del Hospital Ney Arias Lora en Santo Domingo, dijo que el siete por ciento de las admisiones anuales a la unidad son pacientes que sufren quemaduras por ácido. Esto promedia aproximadamente un ataque de ácido por mes en República Dominicana entre los adultos que buscan tratamiento.

Si bien no existen estadísticas oficiales, los ataques con ácido ocurren con “cierta frecuencia” en el país y la mayoría “tienen sus raíces en una cultura patriarcal donde la violencia de género está normalizada y aún es tolerada, tanto social como institucionalmente”, según Sebastián Essayag, coordinador regional de Proyectos sobre Violencia contra Mujeres y Niñas en Latinoamérica y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

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Latinoamérica tiene las tasas más altas de violencia de género en el mundo. República Dominicana se encuentra entre los países con los niveles más altos de feminicidios, dijo Essayag. En una encuesta de 2018, casi el 70 por ciento de las mujeres mayores de 15 años del país dijeron haber sido víctimas de violencia en algún momento de sus vidas.

“El agresor desea causar un daño irreversible a la víctima, dejándola desfigurada, mutilada, con problemas de salud y viviendo una vida de máxima vulnerabilidad y exclusión social”, dijo Essayag.

El año pasado, otro ataque con ácido de alto perfil en República Dominicana dejó a Yocairi Amarante Rodríguez, de 19 años, parcialmente ciega y con el 40 por ciento de su cuerpo quemado. El incidente envió ondas de choque en todo el país y la rapera estadounidense Cardi B se involucró y ofreció una recompensa de 10.000 dólares por la captura de los perpetradores.

La desfiguración física prevalente que experimentan muchas víctimas conduce a un estigma social que las excluye de la sociedad y hace que se sientan demasiado avergonzadas para dejar sus hogares. La discriminación empuja a muchas a la ruina económica porque les resulta difícil encontrar trabajo.

“Durante años sentí que quería morirme”, dijo Jiménez. “Cuando mi hijo menor me vio, se asustó y me llamó monstruo. Quería esconderme”.

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Jiménez se trasladó diario a Santo Domingo, a unas dos horas de viaje en el autobús local desde Bonao, para recibir tratamiento. “Le recé a Dios durante años que si podía curar mis heridas, no me quejaría nunca más de mi apariencia física”, dijo Jiménez, quien es cristiana evangélica. “Lo único que podía sentir era dolor y solo deseaba no sentirlo más”.

Siete años después del ataque, Jiménez decidió hacer algo que ningún sobreviviente de un ataque con ácido en República Dominicana había hecho antes: publicó una selfie. Nunca pensó que la llevaría al estatus de celebridad e inspiraría a decenas de miles en todo el país a crear la primera organización en abogar por los derechos de los sobrevivientes de ataques con ácido.

“Estaba harta de vivir escondida, así que decidí subir una foto mía a Instagram”.

Junto con la imagen de su rostro y pecho llenos de cicatrices, escribió: “Wow, mi Dios, siento como si mi corazón se estuviera carcomiendo, siento que todos mi esfuerzos por salir adelante son en vano, tanto deseo de superarme y salir adelante con mi hijos, [pero] siento un aguijón”.

Su bandeja de entrada estaba inundada de mensajes empáticos o expresiones de gratitud por su honestidad. “Cuando todos me escribieron mensajes, me sentí muy bien [...] y luego muchos comenzaron a seguirme”, dijo Jiménez. “La reacción de la gente ante mí fue muy positiva y me hizo sentir menos triste por mi apariencia”.

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Su influencia creció constantemente y su cuenta ahora tiene más de 88.000 seguidores.

“Decidí que no iba a permitir que este ataque definiera quién soy. Voy a seguir siendo la persona que era antes del ataque. Soy alguien a quien le encanta vestirse bien y verse bonita y lucir zapatos nuevos. Así es como siempre he sido y seguiré siendo yo misma”.

Para los sobrevivientes de ataques con ácido, muchos de los cuales continúan viviendo en las sombras de la sociedad dominicana, las publicaciones de Jiménez tuvieron un efecto profundo.

Mercedes Taveras Frías, de 35 años, conducía cerca de su casa en la ciudad nororiental de San Francisco de Macorís en 2017, con su hija de 12 años sentada detrás de ella. Dos hombres de unos 20 años condujeron junto a Frías en una motocicleta y le arrojaron ácido, provocándole quemaduras en el 22 por ciento de su cuerpo. Su hija también resultó levemente herida debido a que el ácido salpicó pequeñas áreas de su piel, dijo Frías. 

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Dos hombres arrojaron ácido sobre Mercedes Taveras Frías cuando conducía cerca de su casa con su hija de 12 años en 2017. Foto: Jaclynn Ashly para VICE World News

Más tarde se supo que el exnovio de Frías había ordenado el ataque y les había pagado a los hombres 35.000 pesos dominicanos (cerca de 613 dólares). La agresión tuvo lugar un mes después de que Frías se casara con su actual esposo.

“La primera vez que vi mi reflejo, estaba en shock”, dijo Frías. “No pude reconocerme. Fue muy difícil”.

“Cuando vi a Esther (Jiménez) en las redes sociales, me sentí muy feliz de verla tan cómoda consigo misma y tan abierta con su vida”.

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Con el tiempo, otras sobrevivientes de ataques con ácido se acercaron a Jiménez y comenzaron a comunicarse y brindarse apoyo emocional.

Tanto Jiménez como Mercedes dijeron que han gastado “muchos millones de pesos” en cirugías desde los ataques. Jiménez, que ahora tiene una pequeña tienda de ropa de segunda mano, pagó 375.000 pesos dominicanos (alrededor de 6.570 dólares) en una de sus muchas cirugías de injerto de piel. Ambas han tenido que depender de donaciones de ciudadanos privados para pagar los tratamientos, incluidos los costos de los psicólogos.

El año pasado, las supervivientes decidieron organizarse. Comenzando con cinco miembros, lanzaron el primer grupo dirigido por y para sobrevivientes de ataques con ácido en República Dominicana, llamado Fundación Sembrando Esperanza.

El grupo ha exigido sentencias más severas para quienes realizan ataques con ácido y organizó una manifestación frente al Congreso en Santo Domingo. Jiménez dijo que es raro que los perpetradores pasen más de unos cuantos años en prisión. El exnovio de Frías y quienes cometieron la agresión solo pasaron un año y siete meses en la cárcel. La policía nunca arrestó a nadie en el caso de Jiménez.

“Estamos abogando para que las víctimas (de ataques con ácido) sean reconocidas y protegidas en el país, para que puedan conseguir trabajo y asistencia y sean nuevamente aceptadas en la sociedad”, explicó Frías.

A pesar de su terrible experiencia, Jiménez disfruta de su estatus de celebridad. “No tenía idea de que la foto produciría tal efecto”, dijo, con una sonrisa. “Aún no puedo creerlo. Solía ​​odiar cuando la gente me miraba. Pero ahora me miran fijamente, me saludan con la mano y se toman fotos conmigo. Sigo llamando la atención, pero es por razones muy diferentes”.