Cultură

Es hora de que 'Sálvame' entre en los libros de filosofía

Es fundamentalmente necesario que se empiece a hacer filosofía de 'Sálvame'.
SALVAME
Montaje por Eduard Taberner/VICE vía 'La muerte de Sócrates' de Jacques-Louis David/Wikimedia Commons y Mediaset

Resulta que, por culpa del confinamiento, cuando algo nos obsesiona lo hace de verdad: las redes sociales, plaza pública por excelencia, se vuelven un corrillo monotemático alrededor de tal o cual tema en particular. Lo que sacude ahora a la nación, o al menos a sus redes, y con ondas de mayor expansión que las del virus, son las diversas ramificaciones y derivadas del Merlos Place… y la reivindicación radical de Sálvame, o más bien de Jorge Javier Vázquez, como nuevo icono izquierdista sin parangón. El presentador vendría a continuar las labores de Marx, Lenin y Stalin; ahora que ya ha pedido subir el volumen de "Grândola, Vila Morena", la canción de la Revolución de los Claveles, lo próximo será el himno de la URSS, y todos nos sorprenderemos con la destreza de Jorge Javier para entonar sus versos en ruso, que al fin y al cabo no se compone de sonidos tan distintos a los del castellano.

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Ese hilo no es el hilo del que yo quiero tirar, claro; su incorporación al folklore izquierdista no es tan interesante, más allá de algunas agudas reflexiones sobre cómo, quizás, y esto tan sólo es un quizás (aunque yo lo afirmaría abiertamente), Sálvame puede influir más en el pensamiento de la población española y desmontar con más fuerza el poder mediático y redes de la derecha de lo que jamás pueda hacerlo un youtuber marxista-leninista, la enésima página web con ansias de reconstituir "el Partido" o nuestros más queridos think-tanks y filósofos posgramscianos de la hegemonía; y a lo mejor votan mucho más las espectadoras de Sálvame (porque, hay que decirlo, ha sido un programa despreciado: despreciado por la identidad de su público objetivo, femenina, de señora; en términos derechistas, compuesto de Charos) que los lectores de ocho diarios digitales.



Total. Un artículo de hace unos días decía que “ha tenido que llegar una pandemia para que la gente se dé cuenta de que Sálvame mola”. No sé si esta es la cuestión. Cosas que tampoco voy a debatir: si Sálvame va a construir un nuevo sentido común de izquierdas que otorgarnos entre todos, si Sálvame será la tumba del fascismo, si Jorge Javier Vázquez se plantea en un futuro ser el primer alcalde gay de Madrid (y sería el candidato del PSOE, no nos engañemos).

No, no: lo que me interesa aquí es la pertinencia del propio debate; esto es, ¿qué derecho tiene gente que antes menospreciaba el programa de intelectualizarlo y apropiárselo ahora que todo el mundo habla de él? Me exculpo: yo no estoy en ese colectivo, yo con Sálvame sólo he tenido palabras de admiración y afecto. ¿Y qué haremos con los hípsters twitteros de la telebasura, añorando el tiempo del simple disfrute?

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"Cualquier pensador relevante en (y para) su tiempo tiene que ocuparse de los asuntos propios de su tiempo"

Defiendo radicalmente que incluso los pollaviejas se incorporen: que hagan filosofía de Sálvame, que piensen en Sálvame, que lo intelectualicen. Es más: creo que es fundamentalmente necesario, ¡y que saquen un libro si quieren! Esto no vendría a decir que en Sálvame estén todas las verdades del universo, o que un programa de entretenimiento sea otra cosa que un programa de entretenimiento. ¿Por qué es tan importante, y trago saliva porque me da hasta vergüenza enunciarlo, que intelectualicemos Sálvame? Porque Sálvame importa.

Podemos favorecer una división clasista del conocimiento pensando que la tarea histórica del filósofo se tiene que reducir a hacerse pajas con los Elementos de Euclides, leer la Introducción a la lectura de Hegel de Kojève o divulgar en la universidad la palabra sagrada de Plotino, o podemos comprender que cualquier pensador relevante en (y para) su tiempo, más allá de la observación de pajaritos metafísicos (que calificaremos como metaornitofilia), tiene que ocuparse de los asuntos propios de su tiempo, de aquello que afecta e impacta a la gente, de sus preocupaciones y placeres: ¿quién será nuestro Aristóteles, quién hablará de la poética de Sálvame? Bueno, quizá no tiene que ser tan así, pero se me entiende.

La deuda pendiente de la filosofía con Sálvame no existe, es una ilusión, un trampantojo, una mentirijilla. Todos estos fenómenos, dentro del tan trillado concepto de la sociedad del espectáculo, ya han sido analizados por un montón de gente: entre algunos de mis analistas patrios preferidos, los de Homo Velamine, y recomiendo a cualquier lector interesado en estos temas que profundice en su concepto del Empleo y Gol y la mitología clasemediana. Los situacionistas han dicho cosas, la Teoría Crítica ha dicho cosas, cualquier análisis interesante de lo audiovisual tiene que decir cosas. ¡Hasta Gustavo Bueno tiene un libro sobre la telebasura! De su calidad o interés no puedo hablar, porque no me lo he leído y porque a Bueno lo conozco, más que otra cosa, como meme; pero el libro, lo que es existir, la verdad es que existe, aunque a todo el mundo se la traiga al pairo.

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La teoría no puede vivir de espaldas al mundo. Desear o aspirar a que algo sea recuperado por la teoría no lo va a pervertir o corromper, no se preocupen: a absolutamente todo el público de Sálvame le da igual lo que se pueda teorizar sobre Sálvame; y al resto de gente, que no ve Sálvame, le da más igual todavía. Pero que esas ideas surjan y que esos diálogos y debates se establezcan es absolutamente fundamental para comprender una multiplicidad de dinámicas y estructuras sociales: sostengo que Sálvame puede explicarnos a nosotros, puede darnos claves sobre nuestras relaciones con los demás, puede funcionar como retrato perfecto de los modos de vida de algunos sectores muy, muy particulares… y de otros que no lo son tanto.

"'Sálvame' puede explicarnos a nosotros, puede darnos claves sobre nuestras relaciones con los demás, puede funcionar como retrato perfecto"

La filosofía o el pensamiento no vienen a revelar ninguna verdad a los gilipollas: su objetivo es comprender las cosas más allá de la percepción inmediata, ¡y un texto teórico sobre Sálvame sería divertidísimo (según los estándares filosóficos), aunque probablemente cien veces más aburrido que un Deluxe!

Una de las conversaciones más fascinantes que he tenido con un buen amigo mío iba sobre cómo Aquí no hay quien viva constituye la puesta en escena más perfecta posible de la ideología y sociedad según la óptica del PSOE: todo son aparatos de reproducción social y determinación, con distintas dinámicas sociales haciendo eco en los personajes y manifestándose.

¿Obedece esto a que los genios detrás de Aquí no hay quien viva estuvieran pensando cómo reflejar esa correa de transmisión? Bueno, pues en muchos casos no, ni de lejos: lo que pasa es que los medios nos dicen cosas sobre las sociedades que consumen sus productos, ¡sorpresa! Y alguien tendrá que analizarlas. Ninguna producción audiovisual se ha muerto porque alguien con mucho tiempo libre haya sacado un ensayo al respecto: ¿quién lee libros ni siquiera en este país, comparado con el goce que implica ver Telecinco?

En fin: por mí, que lo peatonalicen todo, como dice mi amigo Rodrigo, y en esa peatonalización está la intelectualización. Esto ha sido mi manifiesto por la intelectualización de Sálvame: vayan inscribiéndose, firmantes.

@lysduval