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Bailar mal

Hablamos con gente que baila extremadamente mal

Nivel: no saber ni dar palmadas en los conciertos.
pareja bailando vals
Laura LaRose vía Flickr/CC BY 2.0

Algunos dicen que es un tema de actitud. Yo sinceramente creo que algo ha ido mal en mi aprendizaje psicomotriz. Soy una auténtica descoordinada bailando o moviéndome en general. Torpe, patosa, negada… llámame como quieras, pero hay gente que sabe apreciar el arte de la gente que es como yo.

Ayer hice un ridículo espantoso al ir a mi primera clase de Shabam, que es como una especie de Zumba pero más sensual. Marlon, el profe, se metió tanto conmigo —siempre de broma, claro— que me motivé y acabé por exagerar aún más mi torpeza. Cuando intentaba bajadas y subidas a lo Moulin Rouge con las manos en mis pantorrillas parecía más bien como si estuviera meando en el bosque, más ortopédica que la garra esa de las ferias con las que coges un juguete que siempre se cae. Pero bueno, al menos me lo pasé bien e hice algo de deporte.

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El caso es que siempre he admirado a la gente que baila bien, pero aún más he reconocido a aquella gente que sabe reírse de sí misma. Por eso he hablado con otros negados del baile que, como yo, tendrían serios problemas para dar un paso de baile. Para compartir experiencias y echarnos unas risas.

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Olga

Olga Pérez tiene 22 años y asegura que es tan arrítmica que no atina ni al dar palmadas en los conciertos. “Mis amigos me suelen imitar moviendo los brazos en el aire y moviéndome como si estuviera sintiendo mucho la música a la vez que muevo la cabeza a contratiempo”. Explica que si está muy motivada, se limita a saltar y a animar a la gente.

“Estoy convencida de que la descoordinación es genética. Mi hermana también es arrítmica. Yo tengo hasta problemas en el gimnasio cuando hay algún ejercicio en el que hay que coordinar piernas y brazos. Lo paso extremadamente mal”, me dice. Aunque sus referentes de baile son las Haim, dice que se la suda bastante no bailar bien, que se lo pasa igual de bien o incluso mejor.

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Ricc

Dicen que el ritmo se lleva en la sangre y que los latinos son los que mejor dominan este tema. Ricc tiene 25 años, vive en Barcelona pero nació cerca de Cali, en Colombia, la capital de la salsa. Desde pequeño ha tenido claro que el baile no es lo suyo. “Por ser colombiano la gente espera que sea muy bueno en ello, pero cuando me ven bailar me dicen que el ritmo lo tengo perdido”.

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Ricc me asegura que cuando vivía en Medellín todos sus amigos bailaban reguetón y demás, pero él siempre era el que menos bailaba. Ahora no le da vergüenza bailar. “La salsa y el merengue son lo que peor se me da, quizás porque es lo que más movimiento de cadera y técnica tiene”.

Y es que hay dos puntos críticos para la gente que baila extremadamente mal. El primero son las caderas y el otro punto son los hombros.

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Para Edurne, de 28 años, mover cualquier parte del cuerpo de manera coordinada le parece complicado: “Los que bailamos mal parecemos Robocop. Es el conjunto de los movimientos los que provocan que no bailemos bien”, me dice.

“El problema es que soy completamente arrítmica. Me estresa mucho ser la cabeza de las típicas congas de bodas y fiestas de pueblos. Para una mala bailarina como yo, guiar y dirigir a tanta gente da mucha pereza. Siempre espero que llegue el momento en el que dicen “y media vuelta” para dejar de tener esa responsabilidad.

Edurne también intenta ser mainstream con sus movimientos para pasar desapercibida. “Ni pongo demasiada energía ni hago la más mínima expresión. Soy más de hacer algo intermedio. Analizo un poco al resto de la gente y me intento camuflar”, explica.

La motivación puede ser de gran ayuda, y si no que se lo pregunten a Mimi, pero el exceso de ímpetu también puede provocar la reacción contraria. El principal problema de Annaïs, según me confirman sus amigas es que quizás se motiva demasiado. “Mi estilo de baile es un poco masculino, como muy vasto y un poco alocado, a lo Phoebe de Friends cuando hace footing”. Y para muestra, un botón:

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Pero todo tiene una explicación: “Una vez, un osteópata me dijo que el hemisferio derecho del cerebro no me funciona correctamente. Desde entonces, me di cuenta de que siempre bailo con el lado derecho. Sé mover el pie derecho pero no puedo hacer lo mismo con la izquierda. Creo que la gente no lo nota”, explica Annaïs.

“Soy tan feliz cuando bailo y desprendo tanta emoción que nadie se atreve a cortarme el rollo. Bailar consiste en moverse como te lo pida el cuerpo, y a mí me gusta mi peculiar forma de bailar”, sentencia.

chico joven sentado

Otro perfil de mal bailarín sería la gente que todo el mundo ve que baila realmente mal pero que ellos no se dan por aludidos. Este es Kevin. “Mi estilo de baile es como el de un viejecito en una verbena, consiste en mover brazos y hombros. Los hombros arriba y abajo. Los brazos flexionados”.

“Creo que el problema es que nadie me ha enseñado a bailar y que no tengo a nadie con quien compararme. Me gusta bailar delante de un espejo o delante de la cámara, hago lo que me sale en ese momento y poco más”, asegura.

Este perfil de personas son fácilmente convertibles en un meme. Su baile es tan característico que hasta anima a la otra gente a repetir tus movimientos que normalmente consisten en una marcha militar, balancearse de izquierda a derecha, un desfile a lo Spice Girls, tirar flechas o hacer una especie de ola con los brazos.

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Joaquín

A veces cuando bailas realmente mal estando de fiesta, puedes incluso marcar tendencia. La gente suele acercarse más a ti, puedes caer bien y te pueden pasar cosas como las que le pasaron a Joaquín. “Una noche estaba de fiesta y se me acercó un chico pidiéndome un vídeo mío bailando. Acabamos liándonos y siendo novios”.

A pesar de que Joaquín confiese que baila realmente mal y que el único baile decente que se ha marcado es “La Macarena”, le encanta bailar como lo hace y asegura que forma parte de su personalidad. “Me gusta mucho bailar. Al menos una vez a la semana necesito salir de fiesta y hacerlo porque siento que descargo el estrés de la semana. Es difícil definir cómo bailo. Simplemente me limito a pegar unos saltos sin despegarme completamente del suelo y muevo los brazos sin ningún tipo de lógica ni coordinación”.

Si de una cosa me he dado cuenta sobre la gente que bailamos extremadamente mal es que además de que resultamos simpáticos y graciosos, normalmente somos gente extrovertida que no tenemos ni miedo ni vergüenza de mostrar nuestras nulas habilidades. Y es que, ¿quién no ha bailado haciendo el tonto y se lo ha pasado cien mil veces mejor que cuando lo haces en serio?. Porque lo importante es bailar, da igual cómo lo hagas.

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