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Drogas

La increíble historia del doctor cannabis: el médico antiprohibicionista más detenido de Italia

Fabrizio Cinquinni ha sido objeto de una persecución judicial y policial desde que tiene uso de razón por investigar sobre el uso terapéutico del cannabis en Italia, algo que muchos otros países occidentales promueven.
Leonardo Bianchi
Rome, IT
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'Detenido en Seravezza por cultivar marihuana en invernaderos'. Tal es el título de un breve artículo publicado el pasado 14 de junio de 2012 en el periódico local Il Tirreno Versilia.

En el texto se relataba que los carabinieri "han efectuado un registro en el invernadero" de Fabrizio Cinquini, oriundo de Pietrasanta, que entonces tenía 49 años. Según sigue el redactado del artículo, "la policía se ha incautado de 601 plantas de marihuana de cerca de un metro de altura cada una. El posterior registro domiciliario también desembocó en la incautación de otros 260 gramos de marihuana, esta seca, y de 11 frascos que contienen semillas de la misma planta".

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Leído así, uno podría pensar que se trataría de la enésima operación emprendida por las fuerzas del orden para combatir el tráfico de estupefacientes. Sin embargo, la historia que subyace bajo la denuncia es otra; una, de hecho, completamente diferente.

Resulta que Fabizio Cinquini no es un autocultivador improvisado. Tampoco es traficante de drogas. Cinquini es un médico de la Toscana que lleva 20 años batallando por la legalización del cannabis con fines terapéuticos, una causa que le ha valido verse involucrado en los tinglados judiciales más insospechados.

Cinquini no solo no ha dejado de enfrentarse a la legislación de su país, sino que se ha convertido en un referente mundial de la lucha contra la prohibición de la planta, una batalla que le ha valido haber sido bautizado con el nombre: "doctor Cannabis", en su país. De tal manera, no es de extrañar, que tal haya sido también el título de la biografía que el incansable activista acaba de publicar en su país gracias a la editorial Dissensi.

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"La historia de Fabrizio Cinquini es una historia típicamente italiana. Si estuviéramos en cualquier otro país del mundo lo más probable es que Cinquini no hubiese conocido jamás el encarcelamiento", proclamó en 2013 el entonces consejero regional de la Toscana Enzo Brogi. Brogi fue, no en vano, el impulsor de una de las primeras leyes locales que regula "el acceso a los fármacos cannabinoides".

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"El médico de Pietrasanta", continuó Brogi, "considerado por muchos como un referente de la comunidad científica y como un pionero en la investigación de las aplicaciones terapéuticas del cannabis, deseaba pasarse meterse en una celda durante dos meses. Solo que en otro tipo de celda, en la de un centro de investigación que le permitiera experimentar sus estudios.

La experiencia de Cinquini con el uso del cannabis con fines terapéuticos se remonta al principio de los años 90. Entonces el facultativo transalpino trabajaba como médico aeronáutico estatal en la isla de Cerdeña. Fue allí donde empezó a experimentar con el hachís marroquí para combatir los trastornos alimenticios de los jóvenes del vecindario (nueve chicos y una chica), de común acuerdo con sus familias.

Posteriormente Cinquini se sometería a sí mismo a la terapia. A finales de los años 90, Cinquini se contagió de la hepatitis C cuando viajaba a bordo de una ambulancia en la que trabajaba. Entonces decidió someterse a una ciclo semestral de sesiones de quimioterapia con el objetivo de curarse.

Sin embargo, 18 meses después, habida cuenta de que su salud no había mejorado en absoluto y de que había perdido 14 kilos de peso, decidió abandonar el tratamiento. Entonces Cinquini opta "por cambiar completamente el enfoque y tratarse con una solución elaborada a base de cáñamo, aloe y papaya", que le hace sentirse infinitamente mejor.

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En vista de que los resultados fueron positivos, el médico decidió entonces continuar con su investigación del cannabis con fines terapéuticos. En aquella época escribió: "todavía no hemos descubierto cómo funciona el sistema cannabinoide. Pero por lo poco que estamos averiguando, nos sentimos obligados a restituir el respeto en esta planta sagrada".

Para este doctor, la "mala reputación [de la planta] es solo consecuencia de su uso inadecuado por parte de una panda de delincuentes que la han empleado para sus siniestros objetivos".

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Pese a todo, abastecerse de la materia prima es una tarea ardua, y como no quería participar del mercado negro, Cinquini resuelve cultivar la planta en sus propios terrenos.

Y es tal que así como lo refleja en su autobiografía: "durante unos cuantos años mi pequeña parcela de tierra en Strettoia di Petrasanta se convertirá en un centro de investigación y de desarrollo genético del cannabis".

Cinquini relata a VICE News que durante los primeros años del siglo XXI alojó en su casa a distintas personalidades llegadas de todo el mundo que llevan años investigando y averiguando las propiedades de la poderosa planta.

"Conocí a muchos cultivadores, auténticos apasionados. Todos vivían consagrados a participar en la creación de la nueva generación del cannabis. "Fueron años hermosos e intensos, donde cada uno traía sus propios cultivos para que entre todos desarrollamos y fortaleciéramos nuestros conocimientos. Conseguimos fusionar los conocimientos recabados en cuatro continentes distintos", recuerda.

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Paralelamente, Cinquini fundó asociaciones, organizó eventos públicos y se dedicó a viajar por Italia impartiendo conferencias. En el año 2005 publicó la primera edición del manual "Cannabis, Tipo Forte" en Pescia (Pistoia), cuyas ediciones sucesivas se seguirían publicando hasta el año 2008.

El título del libro, cuenta el mismo Cinquini durante una entrevista de la época, "es elegido para hacer hincapié en mi opinión personal sobre el uso del cannabis medicinal con un alto contenido de sustancias psicoactivas, debido a que en mi experiencia clínica directa, he descubierto que la mayor eficacia terapéutica proviene siempre del cannabis fuerte".

Todo el proceso —del cultivo— se hace a plena luz del día. No existe ni una intención de ocultar ni de traficar con lo investigado ilegalmente. "A lo largo de mi vida he trabajado en miles de actos deportivos como facultativo público", explica Cinquini, "y hasta los carabinieri sabía a lo que me dedicaba en los campos de mi casa".

Sin embargo, el clima general sobre la regulación del cannabis no tardaría en cambiar para peor en el país transalpino.

En 2006, la sentencia Fini-Giovanardi iba a recrudecer todavía más la consideración proverbialmente negativa de la planta. Fue una medida política oportunista y populista que fue proclamada subrepticiamente como parte de la regulación de los Juegos Olímpicos de invierno de 2006, que aquel año se celebraron en Turín.

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"Después de aquella ley, la consideración del cannabis dio un giro dramático. Entonces arranca la criminalización, arrancan las incautaciones y los encarcelamientos", afirma Cinquini.

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Así que en la primavera de 2007 Cinquni fue detenido por primera vez: entonces la policía se incautó de 319 de sus plantas y el juez le condenó a una sentencia de arresto domiciliario con permisos para salir. Al cabo de unos pocos meses volvió a ser perseguido en el marco de una operación de los carabinieri a la que se bautizó como Árbol Mágico, en la que la policía se incautó de otras de sus plantas y de 1.167 paquetes de semillas.

En este último alijo, tal y como informó en su día el periódicoLa Nazione, estaban contenidas las indicaciones para el tratamiento de la anorexia, la depresión unipolar, las náuseas y los vómitos (generados por los efectos secundarios de la quimioterapia), además de las contraindicaciones que sus años de dedicación le habían hecho concluir (y que entre otras consecuencias, contemplaba la posibilidad de desembocar en una crisis paranoica irreversible).

A pesar de la constante aplicación de medidas cautelares, Cinquini continuó tranquilamente con el cultivo de cannabis — y al hacerlo se autoimplicó. "Estaba violando plenamente una ley aprobada por un gobierno democrático", relata Cinquini a VICE News. "De manera que no tenía nada más para defender mi posición, más allá de los principios constitucionales, que he tenido el placer de denunciar gracias a las evidencias mediáticas".

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En julio de 2013 los carabinieri volvieron a arrestarle de nuevo. Fue justo después de que hubiese cumplido con su sentencia de arresto domiciliario y con la prestación de servicios sociales pertinentes. Entonces se le acusó de producción y cultivo de estupefacientes, una acusación por la que podría terminar condenado a la desproporcionada pena de 20 años de cárcel y a una multa igualmente draconiana.

En aquella ocasión le confiscaron 227 plantas más. Las fuerzas de seguridad denunciaron haber encontrado en el interior de su residencia "grandes cantidades de marihuana que se está secando y una infraestructura diseñada para seguir produciendo más plantas".

Imagen vía Facebook

Si bien las cantidades no eran tan importantes, el hecho de que acumulara antecedentes penales por su anterior detención, provocaron que no lograse eludir el confinamiento en un centro penitenciario. El investigador fue encarcelado entonces en la prisión de Lucca. Allí se encontraría con unas condiciones higiénicas y de alimentación deplorables, lo que le llevó a declararse en huelga de hambre. Cinquini extendió su ayuno durante 16 días.

"Estaba al corriente de que cuando un recluso se declara en huelga de hambre, requiere o bien ser ingresado en una institución mental o encontrarse en una prisión que cuente con una enfermería entre sus instalaciones", relata Cinquini a VICE News.

La prisión de Lucca estaba desprovista de enfermería, de tal manera que el médico terminó siendo trasladado al hospital psiquiátrico de Montelupo Fiorentino, donde permaneció ingresado durante una semana, antes de ser declarado mentalmente apto.

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"El psiquiátrico fue un oasis", recuerda Cinquini. "Después de mi experiencia en la cárcel de Lucca, de pronto me sentí como si estuviera de vacaciones. En Italia se trata infinitamente mejor al delincuente con trastornos mentales que al delincuente criminal puro y llano".

Llegados a este punto, el caso de Cinquene no tardó en despertar el interés de la opinión pública y hasta de la política. El dibujante de viñetas de sátira política Emmanuel y Fabrizo Vegliona, conquistó el premio de sátira ilustrada Forte dei Marmi con una viñeta a la que tituló: "¡Cinquini liberado!".

Por su parte, el consejero regional de la Toscana, Enzo Brogi, le visitó en la prisión de Massa, a la que fue trasladado tras haber sido dado de alta en el psiquiátrico. E incluso el diputado Lucio Barani del partido de derechas El Pueblo de la Libertad (PDL) — presentó en el hemiciclo italiano una declaración escrita en la que le pedía explicaciones al ministro de Salud y de Justicia sobre la situación de Cinquini.

Finalmente, tras varias semanas de encarcelamiento, se decide sentenciarle de nuevo a una nueva pena de arresto domiciliario "siempre que no exista peligro de reincidencia". De tal forma, para evitar la reincidencia, el juez dispone que Cinquini pase su encierro doméstica en la residencia de su madre "donde no dispondrá de terrenos en los que plantar marihuana".

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Sin embargo, en diciembre, Cinquini fue condenado a seis años de cárcel, a pagar 30 mil euros de multa y a la inhabilitación perpetua de su trabajo como médico y de su participación en la vida pública. El ministerio público sostiene que las repetidas infracciones del médico de las actividades que el ordenamiento italiano considera como ilícitas son un motivo suficiente para asesorar su inhabilitación.

"Yo sabía perfectamente que habida cuenta de mi currículum ningún juez osaría con condenarme a más de seis años de cárcel — que es la sentencia mínima establecida por la jurisprudencia a raíz de la sentencia Fini-Giovanardi —", explica Cinquini a VICE News.

"He trabajado como camillero voluntario, como médico misionero, he recibido becas para desarrollar investigaciones médicas, y me he deslomado para trabajar en primera línea, en ambulancias, al precio de un trabajador — lo cual me parece un currículum suficiente como para que me haya permitido lo que me he permitido hacer con mi vida".

A los pocos meses de su encarcelamiento, recibió la primera buena noticia en tiempo: finalmente el Tribunal Constitucional italiano decide invalidar definitivamente la sentencia Fini-Giovanardi. De tal manera, durante la audiencia que se celebró para permitir que interponga su recurso de apelación, se aceptó que su sentencia sea reducida a dos años y ocho meses.

El abogado de Cinquino, Carlos Alberto Zaina, declaró entonces al periódico local Il Fatto Quotidiano que "esperábamos una reducción de la condena que fuera proporcional a la ofensa cometida, por mucho de que estuviéramos hablando de una cantidad sustancial de plantas de marihuana (cerca de 300), además de los 14 kilos de la sustancia, y de un total de 900 gramos de principio activo". La sentencia sería entonces impugnada por el Tribunal Supremo.

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Claro que la odisea judicial no terminó aquí. Y por una razón muy simple: durante todo este tiempo Cinquini no ha dejado nunca de cultivar.

Con Cinquini, Dottor — Enzo Brogi (@enzobrogi)June 30, 2016

***

En la tarde del 5 de junio de 2015, la policía de Forte dei Marmi se personó para detenerle en un campo de cultivo, donde Cinquini fue sorprendido regando una plantación de marihuana.

El doctor fue trasladado entonces hasta las dependencias policiales y terminó siendo liberado horas después, habida cuenta de que estaba pendiente de otro procedimiento judicial.

"Estaba trabajando en un producto derivado de la marihuana para curar a mi madre", explica entonces Cinquini a Il Tirreno tras su enésima detención. "Se trata de una sustancia que combate la pérdida de la memoria, al tiempo que hace las veces de analgésico, es decir, de calmante para el dolor".

Cinquini no es demasiado optimista con su nueva causa. "Me temo que esta vez me va a caer un castigo ejemplar para desalentar a todos los que se planteen utilizar de nuevo el cannabis con fines terapéuticos".

Sin embargo, este mes de junio de 2016, el juez de primera instancia de Lucca decide absolverle al considerar que "no concurre ningún delito".

Zaina, el abogado defensor de Cinquini y de su colega Stefano Franchi reacciona a la sentencia con un comentario entusiasta en su perfil de Facebook: "hemos demostrado gracias a varias pruebas realizadas a 16 de las plantas, que la concentración de THC de las mismas es extremadamente baja y que, por tanto, su uso no podía merecer la consideración de conducta ofensiva. Quedaban otras 8 plantas por analizar, y estas han revelado contener un porcentaje del 5 por ciento de THC, el equivalente a 19 gramos, una cantidad inofensiva. Es hora de que termine ya esta interminable pesadilla".

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Cinquini, por su parte, declara entonces encontrarse tan contento como desconcertado. "Espero que esta sentencia sirva para legitimar y alentar a todas las miles de personas que este año podrán aprovecharse de consumir cannabis con fines terapéuticos para combatir sus enfermedades. Y también para deshacerles del angustiante temor a ser perseguidos con el que llevan conviviendo desde hace años".

Más tarde en declaraciones a VICE News, su abogado, Zaina, tampoco oculta su entusiasmo: "esperemos que este fallo pueda convertirse en un punto de referencia para las sentencias venideras".

A día de hoy, Cinquini es un hombre en libertad. Él, sin embargo, no quiere ni oír hablar de ser un símbolo de la lucha antiprohibicionista. "Es evidente que habida cuenta de todos mis padecimientos, de todo por lo que he pasado, muchos me han convertido en un emblema de esta lucha, en un símbolo demasiado importante", confiesa a VICE News.

Para Cinquini"ha llegado un punto que si las cosas no cambian y continuo mereciendo esta consideración, me pensaré muy en serio cambiar de nombre. Yo no me siento preparado para ser el ejemplo de una juventud italiana que necesita modelos mucho mejores que el mío para ser inspirada".

Claro que por mucho que Cinquini quiera ser humilde y escapar a los focos, lo cierto es que su experiencia ha sido determinante para cambiar el rumbo del anquilosado y conservador debate sobre la marihuana en Italia.

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Después de los años de oscurantismo y represión que desató la sentencia Fini-Giovanardi, el parlamento italiano se ha sobrepuesto a toda clase de obstáculos y de dificultades, y se dispone ahora a empezar a sentar las bases para arrancar un debate que hubiese sido impensable hace solo unos meses: el de redactar el primer proyecto de ley que permita la legalización de la marihuana en el país transalpino.

La esperanza de un futuro en el que la tolerancia sea mayor contrasta con la realidad de un país donde se siguen sucediendo los casos como el de Fabrizio Pellegrini, un pianista que ha sido condenado y encarcelado por haber cultivado cannabis para su uso personal, un uso terapéutico antes que recreativo. Casos como el suyo hacen que el camino parezca más largo y tortuoso de lo que muchos esperan con anhelo.

"Para que una idea funcione, para que sea aceptada por la mayoría de la gente, hace falta tiempo, mucho tiempo", opina Cinquini.

"A día de hoy a la gente le parece de lo más normal tomarse una aspirina o conseguir morfina intravenosa. Y sin embargo, social y culturalmente, muchos están convencidos de que curar su dolor con cannabis es una idea estrambótica e inadecuada. Se trata de una cuestión de mentalidad y la mentalidad cambia con el paso del tiempo. Actualmente somos uno de los países más cerrados y conservadores de Europa. Claro que lo bueno es que solo tenemos una opción: ir a mejor".

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