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Estos clavadistas sacan tus monedas del puerto de Veracruz

A pesar de la contaminación en el agua, los clavadistas en el puerto de Veracruz arriesgan su vida por sacar las monedas que avientan los turistas.
Foto por Jorge González.

Mientras se abraza el cuerpo tembloroso, Julián le da unos mordiscos a sus chicharrones. Después de tres horas de clavados y gritos continuos descansa su flaco cuerpo y lo nutre de su primera comida nocturna. Son las 9 de la noche, “la hora chida”, en palabras del quinceañero, sobre todo en sábado, día en el cuál el Malecón del Puerto de Veracruz se atiborra de turistas y locales que se mezclan y pululan sobre el extenso andador.

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Narra que su gusto por los clavados no es algo nuevo, que desde su pueblo natal, Coatzacoalcos, él tuvo un gusto por aventarse clavados. Cuenta que en los ríos cercanos a su tierra natal los pescados pueden sentirse en la planta de los pies. Mientras engulle sus chicharrones bañados en salsa, el adolescente, con rostro de infante aún, no pierde ni un segundo en platicar su experiencia como clavadista. Los intervalos fluyen entre lapsos de un ligero crujir constante que emana de su boca a la explicación de su trabajo. Cuenta que es nuevo en la materia y que su hermano lleva más tiempo que él viviendo y trabajando en lo que considera un “arte poco valorado por el turista”: sacar monedas del mar.

“La gente nos ve como un espectáculo y se divierte, pero lo que no saben es que también arriesgamos la vida. Debajo hay piedras, hay erizos, ha habido fracturados, raspados, incluso en una ocasión me tocó ver a un morro que se abrió la cabeza porque se votó en un lugar en el que no debía. El agua está contaminada tanto por el caño, como por la gasolina de los barcos y la basura; eso lo sabemos, loco, pero necesitamos unos pesitos más para llevar al cantón. Es cansado también, en temporada alta hay veces que nos vamos hasta las tres de la mañana”, explica el joven veracruzano, mientras a sus espaldas su hermano, junto con sus otros compañeros, se lanzan casi al mismo tiempo por una moneda de $10 pesos que avienta una turista.

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Los niveles de contaminación de las playas del puerto y de su municipio más próximo, Boca del Río, están ligados a las actividades comerciales de la zona que en 2012, según un estudio de la Secretaría de Medio Ambiente y de Recursos Naturales (Semarnat), alcanzaron niveles de casi 200 enterococos por cada 100 mil mililitros de agua, cuando el límite es de 100 enterococos por cada 100 mil mililitros, lo cual ocasionó que el gobierno catalogara de Alerta Sanitaria la situación. En la actualidad los niveles de contaminación no han disminuido sustancialmente y por el contrario se prevé incrementarán con el proyecto de Ampliación Portuaria Integral de Veracruz que se tiene planeado concluirá en 2030.

En la página de internet Ampliación del Puerto de Veracruz, se menciona que el proyecto contempla una inversión superior a los 60 mil millones de pesos, en la cual el 39% será por parte de los gobiernos federal y estatal y el 61% por parte de la iniciativa la iniciativa privada y que el objetivo principal es estar a la altura de proyectos económicos globales como El Tratado Transpacífico. Además se remarca que después del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ésta es la segunda obra más importante en términos de infraestructura en este sexenio, ya que traerá consigo beneficios para el desarrollo económico de los mexicanos.

Las cifras y las pugnas por las concesiones millonarias son algo que pareciera no preocuparle a Julián. Él solo tiene dos intereses en este momento, que expresa con mucha seguridad: recoger monedas para ayudar en casa a su madre y a sus otros dos hermanos —de cinco y 11 años—, y conseguir otro empleo. “Para conseguir empleo luego es un desmadre, porque te ven morro y te quieren pagar lo que quieren. Por eso aquí me siento cómodo, porque nadie me dice qué hacer o a qué hora hacerlo, pero de hecho mañana voy a ver lo de una chamba como chofer, a ver qué tal me va”, me dice.

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Al terminar su bolsa de chicharrones, sin decir nada más, Julián se reincorpora junto con sus compañeros a gritar para tratar de llamar la atención de los curiosos que frenan su caminar para voltear a ver de qué se trata el espectáculo: “¡Vóteme la moneda patrón, patrona!”, “¡güera, güero vótame un diente de ajo, una monedita!”, gritan mientras aplauden enérgicamente.

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“La mota me relaja, me aliviana a la hora de hacer esto también. Es cansado estar ocho horas en el agua, bajo el sol y votándote clavados. Pero el que es mariguano es mariguano, carnal, aquí y en dónde sea. Por aquí cerquita hay puntos donde la consigues. Yo la consigo por mi casa, pero aquí igual se puede y no solo se puede conseguir eso hay varias cosas más”, narra Oscar después de prender la bacha de un cigarrillo de mota y darle un breve fume. Una estatua de un refugiado español, que hace alusión al puerto como el primer punto de México que pisaron los refugiados de España hacía México durante la Guerra Civil Española, actualmente les sirve a ellos como refugio para resguardarse de los ojos del turista y la policía marina, ya que asegura a pesar de que no todos los que trabajan ahí fuman, no todos los turistas o locales comprenderían.

A sus casi cuarenta años Óscar es padre de dos hijas de, 21 y 11 años, y un hijo de 16.

"Mi verdadero trabajo es de albañil, yo me dedico a eso principalmente, a veces le hago a la plomería igual o a algunas otras chambas que salen, pero pues no siempre hay por eso me vengo al Malecón”, me explica. Le da otro fume a su cigarrillo de forma cuidadosa y me cuenta que su esposa vende volovanes. Desde temprano recorre todo el Malecón, a veces hasta llegar a las playas de Boca del Río.

"La clave está en aferrarte a la moneda, no parar desde que llegas hasta que te vas", me explica Óscar. "A veces puedes llegar a sacar hasta 200 pesos en una hora, aunque ya no es lo mismo. Uno ya está viejo. Ve a esos morritos, la gente generalmente le da más a los chiquitos que a uno".

Óscar se avienta clavados para rescatar las monedas que avientan los turistas desde hace casi 20 años, desde que estaba joven. Por lo mismo, su salud se ha visto afectada: "Mis ojos principalmente. Ya no veo bien, tengo carnosidad. Pero es por lo mismo de que cuando sacas la moneda tienes que abrir los ojos, más si es de noche. Por eso mi moneda favorita es la de a diez pesos porque brilla más por su color y la puedo atrapar más rápido. Igual mi cuerpo se cansa, llevo 20 años yendo y viniendo de mi casa hasta aquí en bici, pero ya me voy a sacar una moto de Coppel en pagos, por eso ando ahorrando".

Actualmente, el 32 por ciento del comercio nacional se realiza por el mar. El puerto veracruzano pertenece a lo que se conoce como Zona Metropolitana de Veracruz y es el principal punto de comercio marítimo del país, junto con el Puerto de Lázaro Cárdenas en Michoacán, con un flujo de mercancías que en 2017 tuvo una movilidad comercial de 27 millones 800 mil toneladas de productos, en comparación con los 22 millones de toneladas de 2012. Las mercancías que se transportan e importan desde este punto van desde granel agrícola proveniente de la India, hasta automóviles ensamblados que se envían directamente hasta Europa, esto según datos de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte (SCT) y la Administración Portuaria Integral de Veracruz (Apiver).

Hoy, mientras Veracruz es considerado el tercer estado con más ejecuciones ligadas al narcotráfico, de acuerdo a la base de datos de la empresa Lantia Consultores, así como el epicentro de todo un drama político que involucra al ex gobernador Javier Duarte, acusado de asesinatos de periodistas, vínculos con el narcotráfico y malversación de fondos por 500 millones de pesos, al actual presidente de México Enrique Peña Nieto y al gobernador electo de la entidad Miguel Ángel Yunes Linares, las construcciones millonarias, el flujo mercantil y la contaminación del mar siguen funcionando con normalidad. De igual manera la dinámica cotidiana de las vendedoras de volovanes y de los niños clavadistas se repite de forma coreográfica, nada ha cambiado al parecer, en un puerto y una sociedad en el cuál aferrarte a la moneda es la consigna con que funciona todo.