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"Hay perros que siguen vivos sólo porque esperan el día de visita"

Te contamos la historia de un refugio en el Gran Buenos Aires que rescata perros que no sólo fueron maltratados, sino muchas veces hasta torturados.
Fotos por Daniel Jayo

Artículo publicado por VICE Argentina

Cuando descubro lo de sus patas me detengo, es obvio que algo feo le pasó. Agacho la mirada, dudo en avanzar, tal no sea muy tarde para desviar mi camino, pero se menea tanto, parece tan contenta de verme aunque no me conoce, que me acerco.

Es un sábado de calor furioso y estoy en el día de visita de El Campito Refugio, un santuario no eutanásico en Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires, que rescata perros en su mayoría hechos mierda por alguien, por algún humano que en el mejor de los casos fue indiferente. Porque ahí hay uno al que usaron como pelota de fútbol, otro al que violaron, otro más que fue tirado adentro de una bolsa de plástico.

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Lupita, la perra que se menea, es blanca y una manchita negra le sombrea un ojo, como si se hubiera puesto un antifaz a la mitad; sus patas traseras me recuerdan a dos jirones de tela que cuelgan. Llegó a El Campito hace más de cinco años atropellada y con el vientre cargado de cachorros muertos. A estas alturas ya volvió a creer en la gente, en cuanto me tiene cerca apura su cabezota hacia mi mano.

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Este febrero El Campito cumplió 10 años. Desde su fundación, de la mano de Nani Salgado, su idea fue cambiar el concepto de los refugios, no quieren ser una cárcel ni un lugar de hacinamiento sino un espacio de verdadero rescate, recuperación y adopción. Todo este tiempo se han financiado a través de donaciones.

“Algo que no se veía en los refugios hasta antes de El Campito eran los perros discapacitados, ¿por qué no se los veía? Yo no llegué acá con las ideas que tengo hoy, yo aprendí acá a ser no eutanásico. De los discapacitados pensaba ‘pobrecitos’, pero cuando los ves cómo viven, mientras no tengan dolor, son un perro más”, el que habla es Sergio Moragues, director institucional del refugio.


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Hoy en día protegen a alrededor de 400 perros de los cuales entre 100 y 120 son “discas”, apelativo para los que tienen algún tipo de problema motriz o que están ciegos o que simplemente ya son viejos.

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Tienen claro que el fin del ciclo de esa recuperación debe ser la adopción, pero esto es más fácil si los hacen visibles. La página de Facebook de El Campito publica las fotos e historias de cada perro, tiene 2.8 millones de “me gusta” y la semana que yo la revisé había alcanzado los 237K de interacciones. Me llama la atención porque esos mismos perros cuando estaban en la calle ni siquiera recibían un poco de agua.

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Son pioneros en el concepto de refugio de puertas abiertas, esto quiere decir que el primer domingo de cada mes y los sábados que le siguen se realiza el día de visita.

En lo que consiste es que cualquiera puede ir, estar con un perro, tomar mate, llevarlo a caminar, acariciarlo mucho, recibir sus lengüetazos. Pero en un sentido más profundo están ayudando a esos animales a volver a confiar en las personas, lo que podría facilitarles su inserción en una familia adoptante.

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Cuenta Sergio que hay algunos perros moribundos, con todos sus niveles bajos y se preguntan ¿por qué siguen vivos?: "es que están esperando el día de visita".

La innovación en aras de que los perros progresen es la constante. Para mejorar la vida de los que tienen enfermedades renales, hepáticas y los discapacitados, las voluntarias del equipo de salud idearon una alternativa.


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Desde el año pasado Bettina Verdaguer y Lilian Rosso implementaron lo que llaman la Unidad de Cuidados Intensivos, UCI. Lo que hacen es reforzar las medicinas con suplementos alimenticios y vitaminas.

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“En la UCI no medicamos pero sacamos al perro, lo vamos viendo, lo monitoreamos. Para mí es un terrible orgullo ver que su recuperación es mucho más rápida y de hecho hemos logrado bajar los costos en análisis”, presumió Bettina.

Perros de la calle

Según una encuesta financiada por una marca de alimento para perros, Argentina es el país de la región con más mascotas por habitante, sin embargo no todos permanecen en la familia que los adquirió.

Una publicación de la fundación proteccionista española Affinity detalló que el abandono de mascotas junto a la falta de castración redunda en el aumento de la fauna callejera.

Una perra sin castrar, datos de ONG’s en Red, en siete años puede dejar una descendencia de 5 mil 432 cachorros, mientras que una gata en el mismo periodo de tiempo dejaría 509 mil gatitos.

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Por eso estiman que en Argentina hay 20 millones de mascotas, entre los que viven en las casas y en las calles. Esto plantea retos sanitarios para los gobiernos.

“El Estado siempre se relacionó con la fauna callejera a través de la rabia, los animales siempre fueron vistos como vector de una enfermedad potencialmente mortal y siempre la directiva fue: matemos a los perros. Pero esa matanza indiscriminada que a un genio se le ocurrió llamar eutanasia nunca dio resultado”, reflexionó Moragues.

Para Sergio la castración es la forma más eficiente de aumentar la calidad de vida humano/mascota. Sin embargo, no es tan sencillo, reclama que hay un contubernio entre los gobiernos y los colegios de veterinarios que traban las políticas públicas en esa materia.

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“Una castración en un consultorio privado te sale tres mil pesos, eso podría resolverse de otra forma. El veterinario se acostumbró a que vende pelotitas, vende alimentos y lo último que hace es medicina. Ni castran ni dejan castrar”.

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Argentina es un país con realidades diferentes. Al menos en Capital Federal sí se realizan jornadas de castraciones gratuitas por parte del gobierno y el cronograma está publicado en el portal de Mascotas de la Ciudad. Sin embargo, Moragues contextualiza que el mayor problema de la sobrepoblación de perros y gatos no es en la ciudad sino en las villas.

No es un asunto de perros

Muchos de los camperitos, la forma cariñosa en la que denominan a los perros de El Campito, no sólo han sido maltratados, fueron torturados. Juana, por ejemplo, es una perra ciega a la que no les bastó con abandonar, la tiraron adentro de un pozo. Cuando los rescatistas la encontraron estaba exhausta de tanto intentar trepar.

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Donde hay un perro maltratado, explica Sergio, generalmente hay una persona maltratada.

“El problema para llegar a la gente es que creen que un refugio es un tema de perros. Entonces el mensaje que usan es cuanto más conozco a los humanos más quiero a mi perro y terminan odiando al humano y odiando al mundo. No, el tema de los perros es un tema eminentemente social”, recalcó.

Y así es la vida adentro de El Campito, tanto los voluntarios como asistentes asiduos a las visitas trabajan como grupo. Nélida, por ejemplo, de 68 años, acude todos los fines de semana como visita, para llegar se toma dos colectivos y un tren. Estar ahí le da fuerzas para, durante la semana, tratar de ganarle la batalla a la depresión.

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“Aquí encontré una familia, cada cual viene y hace lo suyo. Nos vemos, si no venimos nos extrañamos, nos une el sentimiento, pero te puedo asegurar que todos estamos aquí por algo”.

Soledad, por su parte, es una chica joven. Cuando llegó de Corrientes a Buenos Aires no tenía muchas actividades más allá de su trabajo. Un día llegó al El Campito y se quedó. Es voluntaria del equipo de los demodéxicos, un tipo de sarna que le implica pasar sus fines de semana bañando camperitos.


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“Literalmente descubrí que no soy la única loca de los perros”, bromea con todas las piernas rasguñadas porque un tal Oscarcito no se dejaba bañar.

Por este tipo de experiencias es que Bettina, la de la UCI, afirma que en esa historia los únicos héroes son los perros. No considera que los humanos sean los redentores de esas pobres vidas en desgracia, al contrario.

“A la gran mayoría de los que estamos acá estos perros nos salvaron la vida. Vos ves perros acá que han sido destrozados no sólo en su cuerpo sino en su alma, sin embargo vos te acercás y ellos te besan. Es la prueba de que el amor siempre puede más que el odio. Su nos amor reconstruye”.