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Millennials

"No tengo ni pareja ni vida social": hablamos con millennials que mantienen a sus papás

A pesar del relato popular de que los millennials somos "vagos egoístas", son muchos las personas que no superan los 30 años y que le costean toda la vida a sus papás.
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Collage: Jimmy Palacio | VICE Colombia

Artículo publicado por VICE Colombia.


Ser identificado con la etiqueta de “millennial” significa haber sido llamado en los últimos años vago, sensible, egoísta, débil, poco ambicioso, pobre, delicado. Básicamente un imbécil. El relato popular es que los que nacimos entre 1981 y 1997 somos babosos que solo nos preocupamos por divertirnos, hacer plata fácil, trabajar poco y no sentirnos retados por nada ni nadie.

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Otro típico ejemplo de otras generaciones quejándose de “los jóvenes de ahora”.

Pero como no se puede identificar a una masa de gente de forma obtusa y homogénea solo por haber nacido en una época, es importante recordar que dentro de esta generación hay de todo. Eso incluye jóvenes que no superan los 30 años y que invierten gran parte de su sueldo en mantener a otras personas, puntualmente en sostener económicamente a sus papás.

No es nuevo, muchas generaciones antes han tenido que mantener económicamente a sus papás. La cuestión es que a diferencia de las generaciones anteriores, los millennials sí parecemos ser más pobres. En comparación a otras generaciones como la X (de mediados de los 60 hasta comienzos de los 80) o los Baby Boomers (de mediados de los 40 hasta comienzos de los 60) tenemos menos ingresos y más deudas. En esas condiciones, responder económicamente por los papás antes de superar los 30 años puede ser toda una proeza de vida.

Esto fue lo que seis millennials con papás económicamente dependientes nos contaron de su vida.

Gabriela* — 27 años

Yo soy la cabeza de la casa. Vivo con mi mamá, mi abuelita y mi hermano y desde hace cinco años, desde que mi mamá se quedó sin trabajo, respondo económicamente por ellos. Mi mamá trabajaba en una cooperativa de trabajo que tuvo que acabar por el TLC y otras reformas laborales. Mi abuelita siempre fue ama de casa así que no tiene pensión ni nada. Por eso soy yo quien se encarga de cosas como los servicios y el mercado. Hay otras cosas que me turno con mis tíos, como la salud de mi abuelita cada tres meses. En el caso de mi hermano solo me encargo de la comida, es decir del mercado, él se paga su universidad y las cosas que necesita. De mi mamá sí me encargo de todo lo que necesite.

Lo más difícil es no poder ahorrar para cosas como viajes largos. Tengo un viaje aplazado a Madrid, por ejemplo, para visitar a una amiga. Sé que no lo puedo hacer porque no es viable económicamente, tengo otras cosas por las que responder. Y por otro lado es duro ver que mucha gente a esta edad, muchas de mis amigas, ya se van a vivir solas, ya tienen esa independencia o se van a vivir con el novio. Yo no puedo hacer eso porque técnicamente si me voy a vivir sola tendría que responder por lo mío y por lo de mi casa. Esa es una carga que no tengo cómo sostener.

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Santiago — 30 años

Yo soy hijo de una mujer campesina que pudo estudiar hasta quinto de primaria. Ella salió de su pueblo hacia Bogotá, tuvo varios oficios hasta que se consolidó como manicurista. Yo fui el primero de mi familia en ir a la universidad y convertirme en profesional. Mientras estudié tuve que trabajar para mantenerme con la ayuda de unos familiares y, una vez me gradué, asumí la responsabilidad económica de mi mamá. En este momento trabajo como contratista y procuro hacer la mayor cantidad de aportes para que mi mamá en el futuro pueda tener una pensión, algo que ella empezó a pagar pero luego no pudo continuar.

Ella vive en otra ciudad cerca a su mamá y a sus hermanas. Yo hago como el papel de gerente con ella, por eso tenemos una comunicación muy fluida sobre su salud, sus finanzas y su estado emocional.

Antes de entrar a la universidad me resistía a asumir esa realidad, a la de encargarme de mi mamá, me molestaba. Pero una vez empecé a estudiar entendí lo que significaba el esfuerzo de ella para mantenerse en esta ciudad, el esfuerzo que hizo por sacarme adelante y sobre todo las dificultades por las que pasó por ser mujer campesina sin estudios. Entonces esos gastos no me molesta hacerlos, siento que es un gesto de gratitud y mucho amor por ella.

Juliana — 27 años

A mí no me toca sostener económicamente a mi mamá, ella tiene su propio trabajo y su sueldo. Pero por tenerme y criarme a mí, y además porque mi papá se desapareció, no pudo avanzar mucho profesionalmente, entonces ahora que yo estoy bien económicamente le ayudo. Del mercado, de los servicios, de la administración y de las vacaciones me encargo yo.

Al principio empecé a ayudarle solo con algunos servicios, porque quería ayudar pero mi trabajo era muy malo. Apenas conseguí un trabajo mejor, el que tengo ahora y que inicié hace tres años, le dije que yo me haría cargo de la casa como ella se había hecho cargo tantos años, que mejor guardara su dinero. Así fue que se pudo comprar una finca que ahora está pagando.

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Siento que mi salario es lo suficientemente bueno para no tener que sacrificar cosas que quiero hacer por tener esas responsabilidades económicas. Además hay otras cosas que no pago, como arriendo, porque vivo en su casa. De hecho también ayudo a mi abuela y a una tía, que viven en otra ciudad, les costeo la persona que las cuida y les hago el mercado por internet. No siento que sea una situación difícil para mí. Es más, por ejemplo mi novio actual entiende eso, con él hemos hablado de vivir juntos y él me ha dicho que sabe que no puedo dejar a mi mamá sola, y que en cualquier caso podríamos vivir con ella.

Lina — 26 años

A finales de 2017, mi papá, mi hermana y yo éramos quienes sosteníamos financieramente a la familia, que en total somos cinco. Pero en ese año no le renovaron el contrato a mi papá, así que mi hermana mayor y yo fuimos las que asumimos todos los gastos. Sin embargo hace unos meses todo el peso recayó en mí porque mi hermana renunció a su trabajo, que odiaba, y decidió empezar a trabajar como freelance. Todos la apoyamos, pero eso significa que por estos meses yo respondo por todo, porque a ella le pagan a 30, 60 o 90 días.

No es una situación sencilla porque uno empieza a asumir responsabilidades que en teoría no le tocan, y por otro lado hay amigos invitándote a viajar o a rumbear y es una libertad que ya no tienes, es un dinero que ahora tienes que invertir en mercado, por ejemplo. Y las relaciones familiares cambian, a veces el ambiente se pone tenso porque cambian las relaciones de poder. Si uno sale, por ejemplo, hay cuestionamientos, como por qué uno sale a gastar plata si hay cosas que se necesitan en la casa. O a veces un conflicto cotidiano se lee como que uno está haciendo lo que quiere porque es el que pone la plata.

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Ha sido difícil porque uno a veces tiene que aplazar sus sueños. Mi hermana, por ejemplo, ya quisiera vivir sola, y yo quisiera hacer una maestría, pero son cosas que por ahora no podemos hacer. Pero siento que también ha sido bueno porque he aprendido a organizar sus gastos y en parte también siento que les estoy retribuyendo por todo lo que han hecho por mí.

Andrés — 21 años

Hace unos tres años yo asumo todos los gastos de mis papás. Yo estudié gastronomía, me especialicé en panadería y pastelería, y al final de mi carrera terminé trabajando en una panadería durante tres años que al final decidí comprar. Son las ganancias de esa panadería las que nos sostiene a los tres. Al principio mi mamá me ayudaba, pero ella ya es una mujer mayor a la que le cuesta tener este ritmo de trabajo. Y a mi padre le diagnosticaron hace 10 años una enfermedad que le afecta la movilidad y el habla, por lo que hace tres años tuvo que dejar de trabajar.

Son muchas las responsabilidades que tengo encima —los servicios, la cuota de la casa, préstamos bancarios, el arriendo del local de la panadería— y por eso evidentemente mi vida social se ha visto reducida, constantemente me veo obligado a rechazar invitaciones y esas cosas, pero aún así busco tener mis espacios de esparcimiento.

He tenido que dejar de darme gustos en cosas que a veces son innecesarias pero que igual uno quiere, aunque a veces, según cómo le esté yendo al negocio, me alcanza para esas otras cosas. Pero hasta ahora lo más difícil para mí fue dejar de estudiar, yo estaba estudiando administración de empresas pero no pude continuar por estas responsabilidades económicas.

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Daniela — 24 años

Mi mamá y mis hermanos se vinieron a vivir a Bogotá hace tres años, yo llevaba acá seis años desde que llegué a estudiar. Arrendamos un apartamento que al principio pagábamos ella y yo, hasta que ella se quedó sin trabajo. Yo estudio Lingüística y al mismo tiempo hago varias cosas para tener dinero: trabajo como freelance, vendo productos por internet, hago auxiliaturas en la universidad. Ella me ayuda con lo que puede, a veces vende tinto y logra tener sus pesos, pero en general me toca rebuscármelo a mí.

Yo venía de vivir sola, de trabajar para mantenerme a mí misma, y ha sido complejo pasar ahora a pensar en ellos. Hay momentos en los que me veo muy alcanzada, y en los que mi mamá también se preocupa en medio de su impotencia, esa situación crea conflictos y tensa el ambiente.

Desde que me encargo de ellos yo tengo una vida social muy reducida, la mayoría de mi tiempo se va estudiando o trabajando. Siempre me tengo que estar moviendo hacia ese objetivo. Hace mucho tiempo que no salgo, no tengo ni pareja ni vida social. Eso también ha sido una decisión mía, pero sí ha influido que para mantener este tipo de vida tenga que sacrificar cosas como la diversión y la vida social.

*Todos los nombres fueron cambiados.