FYI.

This story is over 5 years old.

VICE World News

Crónica de cómo los jóvenes salvadoreños huyen, matan o son asesinados

Nadie está siendo tan afectado por el brote de violencia que recorre las venas abiertas de El Salvador, como su juventud. Los jóvenes del país están sucumbiendo a la violencia en sus colegios y en sus barrios, y muchas familias buscan enviarles a EEUU.
Foto di Salvador Melendez/AP
Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.

Luisa tiene miedo de estar sola, de salir sin su madre. Y está asustada por su hermano y por su padre. Luisa tiene 15 años y cuenta que le da miedo hablar con nadie por la calle.

"Tienes que tener mucho cuidado cuando hablas, incluso cuando te diriges a cualquier desconocido, porque corres el peligro de que te tomen por quien no eres", cuenta Luisa. "Controlan cada paso y cada acción".

Publicidad

Se refiere a las pandillas asesinas que han convertido El Salvador en uno de los países más peligrosos del mundo para vivir. Allí, cualquier palabra fuera de lugar y cualquier paso en falso en el territorio equivocado, en zona de pandillas, puede convertirse en una sentencia de muerte.

Claro que la consecuencia más nefasta de la guerra que enfrenta a las dos bandas principales del país — Barrio 18 y Mara Salvatrucha (MS-13) — es que ninguna franja de la población está quedando más afectada por el conflicto que los jóvenes. La juventud salvadoreña muere más deprisa que nunca. Y son los mismos jóvenes quienes están ajusticiando a sus iguales, los que aprietan el gatillo.

Captura de pantalla del documental de VICE News La guerra contra las maras dene El Salvador (Parte 4)

Las pandillas reclutan especialmente a niños y adolescentes. A veces sus sicarios apenas han cumplido los 10 años de edad. Según datos del ministerio de Educación, el 88 por ciento de las escuelas del país están salpicadas por la violencia pandillera. Los profesores son extorsionados por los estudiantes convertidos a la lucha armada. Y estos, a su vez, son extorsionados por sus compañeros.

Luisa explica que cada pandilla elige a un miembro para que se convierta en lo que ha convenido en llamar "su oreja", en cada escuela. Las "orejas" son jóvenes que siempre están escuchando, que observan la manera en que cada joven habla o en la forma que tiene de vestirse para calibrar si pueden ser potenciales miembros de a los que reclutar. Ellos son los "postes telefónicos" o "las antenas" que lo contemplan todo desde las esquinas de cada barrio.

Publicidad

Si te diriges a ellos, se entiende que quieres sumarte a su organización. Y una vez lo haces, no hay vuelta atrás. Puede suceder también, que si hablas con la persona equivocada, esta presuma que eres miembro de la banda enemiga. Así mueren muchos niños en El Salvador.

Según cuenta Luisa, algunos estudiantes se unen a las pandillas de manera voluntaria. Sin embargo, una vez estás dentro, ya no hay vuelta atrás. Un amigo suyo se arrepintió al poco de meterse en una. "Me decía: 'No me gusta cómo es esto, me iría, pero ya sé demasiado y no puedo dejarlo porque si lo hago, me matarán'".

En El Salvador de hoy hasta resulta peligroso vivir en un barrio controlado por una pandilla, e ir al colegio a un barrio controlado por otra. Tal es el motivo que explica que Luisa haya conocido tantas amenazas de muerte.

'Me iría, pero sé demasiado y ya no puedo dejarlo porque si lo hago, me matarán'

Tal y como cuenta la madre de Luisa, la realidad se convierte en "una vida de miedo, ansiedad y dolor", en la que ser padre equivale a estar desamparado.

Su familia está acostumbrada a los tiroteos en el barrio. Y a ver a los pandilleros escapar saltando de tejado en tejado. A la que escucha el sonido de un disparo ordena a sus hijos que se desplacen hasta la zona más protegida de la casa, donde es más improbable que las balas perdidas puedan alcanzarles.

En una ocasión vio como se derrumbaba el pútrido techo de su casa bajo los pasos de un pandillero de MS-13 que huía por el techo de su casa. El techo, de hecho, se vino abajo y el delincuente irrumpió en mitad de su cocina. La miró, agarró su pistola del suelo y salió corriendo. La madre de Luisa cuenta que la policía la alienta a que denuncie la situación, pero ella sabe que eso sería su sentencia de muerte. Es una mujer traumatizada. A la que rememora el calvario por el que ha pasado, se derrumba. Vive aterrorizada.

Publicidad

Recuerda el momento en que su hija dejó de hablar con la gente de la calle. Y se acuerda también de cómo bajaron sus resultados académicos. Se pasó mucho tiempo sin saber que su hija estaba siendo amenazada en el colegio. Los pandilleros se habían encargado de decirle que no dijera nada. Si lo hacía, estaba muerta. Cuando la madre de Luisa descubrió, finalmente, lo que estaba sucediendo, decidió cambiar a su hija de colegio. Sin embargo, la pandilla de la nueva escuela estaba al corriente de lo sucedido. Y ahí los problemas empezaron de nuevo.

Fue entonces cuando la madre de Luisa tuvo claro que la única salvación para su hija era huir rumbo al norte. Decidió ponerse en contacto con los llamados coyotes, que es como se llama en el argot de El Salvador a los contrabandistas que viven de sacar a personas del país.

La madre de María sabe lo peligroso que es enviar a una chica de 15 años rumbo al norte. O sea, primero a Guatemala y luego a México, donde los migrantes son, a menudo, presa de las bandas y de los carteles, y donde los asesinatos, las violaciones y los secuestros están a la orden del día. Y también sabe que el dinero que exigen los coyotes por organizar el desplazamiento es más de lo que la mayoría de los salvadoreños gana en un año.

Sin embargo, la madre asegura que obligará a sus hijos a irse, incluso cuando estos no quieran. Dice que es la única alternativa que le queda como madre: intentar protegerles. "Yo creo que merece la pena que mis hijos se vayan porque aquí nunca estarán seguros", explica.

Publicidad

Muchas madres salvadoreñas han hecho exactamente lo mismo. Casi todas las personas con las que hablamos aseguran que si pudieran, se irían o mandarían a sus familias lejos de aquí.

Sin embargo, el desplazamiento, proverbialmente duro y peligroso, se ha complicado todavía más.

Mira el documental de VICE News 'La guerra contra las maras en El Salvador (Parte 1):

El año pasado, el presidente Barack Obama declaró que el repentino aumento del número de menores centroamericanos que alcanzan la frontera de Estados Unidos constituye una crisis humanitaria internacional. La ley estadounidense prohíbe la deportación inmediata de niños. La imposibilidad de devolverles a su país, provocó que los tribunales de inmigración se vieran desbordados. Al final, los niños terminaban apelotonados en improvisados centros de detención o eran puestos en manos de familiares que ya vivían en el país.

Pandilleros de El Salvador dicen estar preparados para la 'guerra' contra el Gobierno. Leer más aquí.

La situación desató una oleada de noticias. Sin embargo, el año pasado, cuando el número de migrantes que alcanzaban la frontera disminuyó notablemente, la noticia desapareció de los informativos.

La realidad, en cualquier caso, es que el problema ha cambiado de dirección: ahora la migración avanza hacia el sur en lugar de hacerlo hacia el norte.

México, presionado por Estados Unidos, arrancó un plan para combatir el problema sin contemplaciones al que bautizó como Southern Frontier Plan. Las autoridades mexicanas desplegaron una colosal operación que ha clausurado gran parte de las rutas habituales de huida y que ha provocado un masivo aumento del número de centroamericanos detenidos y deportados mucho antes de alcanzar la frontera de Estados Unidos.

Publicidad

Un informe publicado en septiembre por el Instituto de Políticas Migratorias desvela que el número de detenciones ha aumentado en un 70 por ciento en 2015. Mientras, en Estados Unidos las cifras han disminuido hasta la mitad.

'Nuestra política de migración consiste en ponerle una camisa de fuerza a una de las regiones más violentas del planeta'.

Las fuertes represalias que está aplicando México han provocado que el precio del trayecto haya aumentado y que las posibilidades de que el plan fracase se hayan multiplicado.

Ahora son ya solo unos pocos migrantes los que se aventuran a subirse a bordo del infausto tren de mercancías conocido como La Bestia.La Bestia acostumbraba a cruzar México de norte a sur con el techo y los lados cubiertos por migrantes aferrados agónicamente a su estructura.

Subirse a La Bestia fue siempre un negocio peligroso — bandidos armados y emisarios de distintos carteles deambulaban a menudo por el tren y el riesgo de morir o de lesionarse gravemente por desprendimiento era auténticamente real —, pero, al menos, los migrantes podían protegerse los unos a los otros viajando juntos. Ahora la necesidad de pasar desapercibidos ha provocado que la mayoría de migrantes estén buscando rutas menos visibles. El problema es que allí, son todavía más vulnerables al abuso de organizaciones criminales y de funcionarios corruptos.

Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal, una ONG que trabaja directamente con desplazados de El Salvador, dice que la actual política de Estados Unidos ante los salvadoreños que huyen de la violencia parece inspirada en el proverbio que dice que "ojos que no ven, corazón que no siente". Simplemente ya no llegan, así que problema finiquitado.

Publicidad

"Lo que significa, especialmente para los jóvenes que intentan huir de El Salvador, es que nuestra política de migración consiste en ponerle una camisa de fuerza a una de las regiones más peligrosas del planeta", ilustra Bullock.

Los periodistas de El Salvador temen por sus vidas y acusan a la policía de una masacre. Leer más aquí.

Si bien el debate sobre los migrantes y los refugiados está ahora mismo concentrado en lo que sucede en Europa y en partes del sudeste asiático, Bullock considera que la política estadounidense está atrapando a menores en escenarios extremadamente violentos. De manera que ahora que la violencia en El Salvador está alcanzando registros históricos, cada vez hay más gente que decide que huir hacia el norte es mejor opción que quedarse.

"Cada vez hay más menores que se van con sus madres y muchos varones menores de 25 años", relata un coyote que vive en un pueblo de las afueras de San Salvador. "A veces es porque han matado a un hermano. O a un hijo. O porque han sido amenazados. Hay montones de personas en situaciones límite por todo el país".

Nos encontramos con el coyote en una gasolinera. Llega en una flamante jeep metalizado. Al poco rato, me enseña la Glock que lleva en la guantera. Dice que nunca sale sin ella. Dice que antes vivía en Estados Unidos, pero no quiere hablar de por qué ha regresado, ni de si fue deportado.

Al igual que Bullock, el coyote achaca el aumento del flujo de salvadoreños que parten hacia Estados Unidos, a la escalada de la violencia en El Salvador. Asegura que el negocio se ha disparado en los últimos 6 meses.

Publicidad

La gente llega a él recomendada por otra gente, cuenta. Dicen que es de confianza y que es bueno llevando a gente al norte. Muchos migrantes le confiesan lo que les preocupa y lo que les asusta del viaje.

"Es muy duro. He visto muchas lágrimas. Irse no es fácil para nadie. Dejar atrás el país en que has crecido para empezar una nueva vida es duro". Para él las causas y las consecuencias de la migración están muy claras. "Se lo quiero decir al gobierno de Estados Unidos. Nadie quiere ver a sus hijos muertos en manos de las pandillas. Y esa es la razón por la que migran a Estados Unidos".

Una familia deja su vecindario tras las amenazas recibidas. (Imagen por Salvador Menéndez/AP) 

El coyote asegura que desplaza a alrededor de 20 familias al mes. Las tarifas son de 7.000 dólares por adulto y de 4.000 por cada mujer o por cada niño. Aunque a veces se pueden negociar.

El precio incluye tres tentativas de entrar en Estados Unidos. Viajar por el resto de Centroamérica es fácil, cuenta. Atravesar México es duro, pero se puede hacer.

"Tienes que trabajar con alguien que pague a las mafias y a los funcionarios de migración para que todo vaya como la seda", explica. Y añade que los agentes federales roban a los migrantes y les exigen 300 dólares por persona para pasar. Después de hacerse con el dinero les dejan avanzar, y al poco, les asaltan de nuevo y les roban todo lo demás.

Durante nuestra conversación el coyote subraya que él es uno de los buenos. Y explica que muchos migrantes que caen en manos de los coyotes equivocados terminan siendo violados, asesinados o secuestrados. Lo mismo les sucede a los que deciden viajar por su cuenta e ignoran el código".

Publicidad

Normalmente los coyotes facilitan el código a los migrantes antes de que emprendan el viaje. Nuestro coyote lo ilustra con ejemplos: jaguar, F1, zorro. Cuando los migrantes son interceptados por los carteles o las fuerzas del orden tienen que facilitar su código. Si el código es válido, pueden seguir. Si comparten el código con otros migrantes que no han pagado, "se meten en problemas".

Puede que el negocio le vaya mejor nunca, pero el coyote contempla seriamente enviar a su familia rumbo al norte.

"No se trata de que nos queramos ir ni de que queramos arrastrar a nuestras familias hasta allí. El problema es el índice de criminalidad y el gobierno que tenemos", razona. "Mientras sigan habiendo violencia y pobreza la migración no va a detenerse".

Estados Unidos está invirtiendo grandes cantidades de dinero en detener a niños y adolescentes que intentan cruzar la frontera para pedir asilo. La política les está dejando en tierra de nadie, a expensas de toda clase de peligros.

Lo más irónico es que se trata de una situación que Estados Unidos generó tras financiar la guerra civil de El Salvador de los años 80. Y que siguió estimulando a partir del acuerdo de paz suscrito en 1992. Entonces la política estadounidense consistió en orquestar una masiva deportación de miembros de peligrosas organizaciones criminales, rumbo, de nuevo, a El Salvador. Una idea de lo más inadecuada para un país todavía renqueante por la violencia de la guerra civil. Las instituciones, como es de imaginar, fueron incapaces de lidiar con la situación. Así que el mensaje que Estados Unidos le manda a Luisa y a su madre es bastante claro: Apañáoslas solitas.

Tal y como un estudiante universitario salvadoreño comentó en alusión a los Estados Unidos y su abominable política: "Invertiste 6 mil millones de dólares en nuestra guerra… ¿Es esto todo lo que podés hacer en tiempos de paz?"

El Salvador celebra la beatificación de Oscar Romero mientras las bandas criminales avivan la guerra. Leer más aquí.

Sigue a Danny Gold en Twitter: @DGisSERIOUS

Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs