¿Recuerdas cuando EUA lanzó cuatro bombas atómicas en España?

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¿Recuerdas cuando EUA lanzó cuatro bombas atómicas en España?

Aunque ha sido olvidado por las autoridades, el incidente de Palomares sigue repercutiendo en el medio ambiente y en la salud de los habitantes de la zona.

Acceso prohibido. Todas las fotos por John Howard

Seguramente todos coincidiremos en que el ejército de los EUA es una institución bastante jodida. Si no es noticia por la alta incidencia de violaciones y abusos sexuales a oficiales mujeres, como ilustra el documental The Invisible War, lo es por ocultar las muertes de civiles en Afganistán durante la ocupación del país (caso que trata profusamente Jeremy Scahill en su libro, Dirty Wars).

Con semejante reputación, no debería extrañarnos saber que, en 1966, el afamado ejército norteamericano soltó accidentalmente cuatro bombas atómicas en España y logró ocultar el incidente hasta tal punto que prácticamente se ha borrado de la memoria histórica. Gracias a una eficaz campaña mediática por parte del gobierno estadounidense y a la falta de información por parte de la prensa internacional, para la mayoría de nosotros este suceso ha pasado totalmente desapercibido.

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Esto es lo que pasó: el 17 de enero de 1966, un bombardero B-52 de la aviación estadounidense colisionó con un avión de abastecimiento de combustible en el espacio aéreo español. El accidente causó la caída de cuatro bombas de hidrógeno: dos de ellas impactaron a gran velocidad cerca de la ciudad almeriense de Palomares, implosionando y liberando una nube de plutonio que acabó depositándose en el suelo de la zona. Los paracaídas de las otras dos bombas se desplegaron a tiempo; una cayó en tierra sin detonar y la otra, también intacta, en el mar Mediterráneo.

El profesor John Howard, originario de EUA, es académico, escritor y fotógrafo, y ha pasado los últimos cinco años viajando a Palomares para fotografiar los vestigios de aquel accidente nuclear. Puesto que no es posible retratar los restos de plutonio que impregnan la tierra de la zona, John se ha centrado en plasmar las consecuencias de aquel terrible suceso en la economía, el paisaje y las gentes de Palomares.

Su proyecto, White Sepulchres, se publicó a principios de este año y cuenta la historia del encubrimiento del incidente y de su repercusión a través de una serie de imágenes espeluznantes y desoladoras que contrastan con las violentas y horribles escenas que se vivieron en Fukushima o Chernóbil. Hablamos con John sobre uno de los incidentes olvidados de la historia bélica del siglo XX.

El ganado sigue pastando en los campos afectados

Hola, John. Para empezar, ¿te importaría contarnos cómo te enteraste del incidente de Palomares?

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John Howard: Pues me enteré en 2010, pese a que la primera vez que viajé a Andalucía fue en 1995. Oí mencionar el tema brevemente y de forma muy imprecisa. Empecé a tirar del hilo y a investigar. A medida que conocía nuevos datos, crecía mi indignación por no haber sabido nada hasta entonces. Para mí fue muy mortificante, como ciudadano e historiador estadounidense. Por otra parte, cuanto más profundizaba en mis pesquisas, más cuenta me daba de toda la información que se había ocultado sobre el accidente.

¿Qué hizo el gobierno de EUA para encubrir el suceso?

El nombre en código con el que los EUA hacían alusión a la pérdida o fisura de una bomba de hidrógeno era "flecha rota". En la película Broken Arrow: Alarma nuclear, un tipo dice: "No sé qué es más preocupante: perder armas nucleares o que ocurra tan a menudo que hasta haya un código para describirlo".

Tela.

El gobierno de los EUA ha admitido la ocurrencia de 32 códigos "flecha rota". El periodista de investigación Eric Schlosser calcula que se produjeron unos 100 casos solo en la década de 1950 y por parte de las Fuerzas Aéreas de EUA. La actitud sistemática que adopta el Departamento de Defensa en estos casos es siempre la de negar lo sucedido, y si el incidente sale a la luz, restarle importancia. Fue lo que ocurrió con los informes redactados sobre el incidente de Palomares, en los que usan términos como "población diminuta" o "aletargada". También la prensa utilizaba un discurso muy banalizador.

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Agricultura en suelo radiactivo

Pero, ¿la gente no notó una gran explosión en el momento del impacto?

Bueno, hay un aspecto que es crucial para entender la reacción de los EUA al accidente. Les costó 80 días recuperar la bomba que cayó en el Mediterráneo. Para ello, usaron 32 barcos y precintaron toda esa zona costera. Prohibieron la pesca en esas aguas y hubo gente que murió de hambre. Toda la atención de la prensa internacional se centró en aquella bomba y, en una jugada muy astuta, las Fuerzas Aéreas dieron instrucciones a los fotógrafos navales para que distribuyeran imágenes a la prensa. La idea era darles una distracción para ocultar el impacto de la otra bomba en tierra. Desde aquel momento, esta última se convirtió en la bomba perdida. El entonces Ministro de Turismo, Manuel Fraga, incluso se bañó en esas aguas para demostrar que no había riesgo de contaminación, gesto que apareció en primera plana de muchos diarios internacionales, entre ellos el New York Times.

¿Por qué ya no se habla del incidente en Andalucía?

Quienes tienen intereses económicos en la zona terratenientes adinerados que siguen practicando la agricultura no quieren que los migrantes que les trabajan la tierra se enteren de que están cultivando en suelo contaminado con plutonio. Hoy día también se ha desarrollado mucho el turismo en la zona, y tampoco interesa que los visitantes sepan que hace años se tuvieron que llenar miles de barriles con tierra contaminada de la zona y llevarlos a un cementerio nuclear en EUA. Aunque mucha de la tierra contaminada se enterró en España.

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Exactamente, ¿qué riesgos para la salud implica un accidente de estas características?

No sabemos con certeza qué cantidad de plutonio ha quedado. Algunos cálculos apuntan a que se derramaron diez kilos. Para que nos hagamos una idea, un miligramo de plutonio en los pulmones provoca cáncer de pulmón. Ese es el nivel de gravedad. Si todavía hay un kilo o dos de plutonio en el suelo, cualquiera en la zona podría inhalarlo. Sabemos que es un material que se encuentra en la cadena alimentaria, pero la ingestión no es tan grave como la inhalación, que dicen que garantiza el cáncer. No solo me preocupa la gente que lleva mucho tiempo viviendo en Palomares, sino los que están de paso y que no saben nada.

El descenso de la actividad agrícola ha dado paso al turismo naturista

¿Alguien ha estudiado los efectos a largo plazo de la contaminación del suelo?

Aparte de un grupo de 150 personas que viajaban en autocar a Madrid para someterse a pruebas, no. Todavía siguen estando controlados, pero como la mitad de la población se ha marchado de la zona 1.000 personas, cuesta acceder a sus historiales médicos con regularidad. Sabemos que algunos han muerto y que hay casos de leucemia y de abortos no deseados, pero no se ha incentivado una investigación de los efectos a largo plazo. Yo creo que hace falta una intervención internacional y multilateral, del Tribunal de Justicia Internacional, por ejemplo, o incluso de la Comisión Internacional sobre Protección de Radiaciones No Ionizantes. Tanto EUA como España han gestionado muy mal el incidente durante décadas. Hace falta ponerlo en manos de una institución internacional fiable.

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¿Palomares sigue exportando sus productos?

Sí. Cuando ocurrió el accidente, Alemania y Reino Unido dijeron que importaban muchos productos de la zona. Se perdieron seis cosechas de tomates consecutivas, lo que se tradujo en una ralentización de la economía, pero hoy día la actividad agrícola sigue.

¿No podría este proyecto haber afectado a todo el asunto?

Es contradictorio. ¿Saco a relucir el tema y pongo en riesgo el buen funcionamiento del mercado agrícola de nuevo? No. Y por otro lado, me preocupan todos esos trabajadores inmigrantes, que están todo el día tocando la tierra con las manos. Ellos son los que más posibilidades tienen de inhalar plutonio. Y dentro de cinco años, si desarrollan cáncer, no sabremos dónde estarán, por lo que será muy difícil atribuirlo al suelo contaminado.

Una discoteca gay de la zona

¿Cómo ha afectado el incidente a la economía de Palomares en los últimos 50 años?

Ha aparecido una creciente industria sexual. La zona se ha convertido en un destino preferente para nudistas, la comunidad LGBT y heterosexuales que buscan sexo. En los postes hay muchos anuncios de trabajadores sexuales. La zona se ha convertido en una especia de distrito sexual rural. Incluso hay un hotel nudista de cuatro estrellas que tiene la carta del restaurante en cuatro idiomas, así que tienen clientes de todas partes.

Bloques de apartamentos a la venta

¿Te costó mucho decidir qué fotografiar? Parece que has querido capturar la ausencia que reina en la zona. ¿Cómo has determinado qué retratar?

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Quizá de lo que más me arrepiento con este proyecto es de que no haya más retratos. Soy muy precavido con el tema del consentimiento a la hora de hacer retratos. Por eso solo tengo fotos de gente a la que he conocido bien. Para este proyecto, hacía fotos desde cierto ángulo y determinada distancia para preservar la intimidad de los trabajadores. Estaba documentando algo que no es visible, así que supongo que buscaba dar visibilidad al aspecto conmovedor. El club de intercambio de parejas, el bar gay, el de drag queens… todos hablan por sí mismos con su osadía.

¿Te preocupaba tu propia salud mientras hacías el reportaje?

Al principio, sí, pero luego descarté el pensamiento porque decidí que era más importante que esto se supiera.

Gracias, John.

@MillyAbraham

Traducción por Mario Abad.