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Karim Hauser: Partiendo de que no todo debe tener una finalidad, la idea era absurda y surrealista: sacar al mariachi de su hábitat y colocarlo en latitudes extremas. Para mí, la finalidad era salir del "acartone" implícito en un trabajo de oficina, las ocho horas. También tengo un pasado como actor y locutor, y una vis cómica algo desarrollada, por lo que me apetecía poner a funcionar el engranaje histriónico con un experimento como éste. La fotografía es un medio fascinante por la facilidad que tiene de transportarte lejos en un instante. La magia de la instantánea. Es también lúdico y de alguna forma sabía que me iba a divertir haciéndolo.
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Me leí Cómo viajar sin ver. Latinoamérica en tránsito, de Andrés Neuman, y me identifiqué mucho con su idea de estar en tránsito. Al mismo tiempo vi un monólogo de Alberto García, un amigo hispano-mexicano, en el que exploraba su identidad vestido (y desvestido) de mariachi. Me gustó mucho la visión de un charro que reflexiona en solitario sobre la historia y la identidad. Sabía que yo tenía varios viajes por delante y decidí inventar, inspirado en estos dos encuentros artísticos, a un mariachi en tránsito.Eres mitad mexicano, mitad egipcio y vives en Madrid. ¿Por qué elegiste la figura del mariachi, de entre tantas otras figuras o personajes folklóricos de tus culturas, para recorrer el mundo?
Creo que además del porte impecable del uniforme del charro, que en este caso se usa para el mariachi, la figura es idónea precisamente para hablar del sincretismo que nos caracteriza en México. Pero también del enorme melting pot que es el mundo. Al leer un poco más sobre el origen del mariachi, me enteré de que no siempre fue vestido de charro. Tampoco fue siempre apreciado su estilo musical e incluso se le prohibió en Jalisco en tiempos del Porfiriato por desafinados y fachosos. Era más rural que urbano y vestía de manta con el sombrero de palma. Pero en el siglo XX se recrea y se construye una imagen diferente, un nuevo look, donde además se incorporan nuevos instrumentos, como la trompeta. El origen de la palabra puede que sea francés, pero puede que sea también indígena. No hay un consenso y esa indefinición me gusta porque le da más posibilidades. Y así podemos irle agregando otras capas o adentrarnos en otros espacios geográficos y culturales.
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Muchas más de las que imaginaba. Pero así son las cosas y muchas veces no sabemos hacia dónde nos dirigimos una vez iniciado un movimiento. Ya lo dice la canción: "Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar". Va la enumeración del tránsito mundial: Ciudad de México, Madrid, París, Estambul, Doha, Copenhague, Santiago de Chile, Buenos Aires, Barcelona, Tarragona, Marsella, Todos Santos (Baja California), Londres, Cambridge, Helsinki, Oporto, Tánger, Nueva York, Ithaca, San Juan de Puerto Rico, Beirut, Byblos, Sevilla, Córdoba, El Cairo, Asuán.
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Tengo un patrocinador involuntario que es mi empleador, una institución que desarrolla las relaciones hispano-árabes. De ahí salen mis viajes más exóticos. Los demás son producto de mis visitas familiares a México y de mi inversión personal en lugares cercanos a Madrid, que es mi base, y que son costeables. Sí me gustaría tener un patrocinador y de los buenos. Se me acercó una línea aérea para explorar una posibilidad, pero no se pudo concretar.
Desde luego. En el caso de tener amigos y conocidos en el destino elegido, ese siempre es mi primer recurso. En el mundo globalizado no es tan complicado preguntar por amigos de amigos, los famosos seis grados de latitud. Longitud o meridiano, da igual. Cuando no es el caso, mi ojo avizor busca a gente con cámaras semiprofesionales y les explico el proyecto de acompañarme un tramo de mi transit y registrarlo. En general aceptan con facilidad. En casos más extremos puede ser un simple transeúnte. Hasta la fecha no me he hecho una selfie, por principios propios del Mariachi in Transit y reglas básicas de convivencia, pero me acaban de regalar un palo de selfies y es posible que lo use en algún caso de emergencia, cuando no haya absolutamente nadie o un lugar donde se pueda estabilizar mi cámara.
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Depende mucho del conocimiento que tengan del mariachi. Aquellos que han ido a México lo identifican y evocan con nostalgia tal noche en Acapulco, tal atardecer en Oaxaca o alguna enchilada en la Ciudad de México. "Cántame 'El Rey' o 'Las Mañanitas'", me dijeron con acento danés y porteño, en Copenhague y Buenos Aires respectivamente. En Estambul pensaron que era torero. Solo en Nueva York una persona con toda seguridad me interpeló: "You're not a real mariachi". Al parecer un mariachi solitario y sin instrumento es demasiado obvio. La reacción general es de sonrisas y curiosidad. Se producen momentos de empatía que pueden ser aprovechados de distintas formas. La clave de la sorpresa de MiT es que también hablo cinco idiomas (español, francés, árabe, inglés, portugués) y eso descoloca a la gente y me permite ser irreverente y deconstruir las identidades rígidas y los estereotipos.
En París, tres jóvenes franco-argelinos sentados a orillas del Sena me interpelaron en francés para preguntarme de dónde venía. "Du Mexique", respondí. Uno le dijo al otro en árabe: "¿Ves? ¡Te lo dije!" Les informé en árabe que entendía lo que acaban de decir. Y entonces el segundo le dijo al primero: "¿Ves? ¡Te lo dije! Pero en serio, ¿de dónde vienes?" Les respondí en español, bueno en mexicano: "¿Qué pedo?" Se dieron la vuelta, confundidos, y me pidieron que continuara mi camino mientras examinaban el porro que se estaban fumando.
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