FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Lo que he aprendido al ver el historial de mi navegador

La diferenciación entre deambular por la red y el territorio real.

El mapa no es el territorio. Eso decía el psicólogo y lingüista Alfred Korzybski en su estudio General semantics sobre el conocimiento que tenemos sobre el mundo en que vivimos, delimitado peligrosamente por nuestro sistema nervioso y el lenguaje. Ya lo decían los surrealistas y supongo que esta historia —que muchos de vosotros tendréis colgada en casa con un elegante marco para fingir que sabéis algo sobre arte, semiótica y semántica— os sonará de algo. Realmente yo de esto no tengo ni puta idea y fue a través de un cómic de Sergi Puyol que conocí a Korzybski. La frase que une los conceptos e ideas de "mapa" y "territorio" me disparó directamente hacia el título de esa novela de Houellebecq llamada "El mapa y el territorio" que sin ningún tipo de duda tiene un vínculo con todo este asunto de la representación y los representado, de la relación entre el símbolo y su referente. Saltando de Puyol a Korzybski y de Korzybski a Houellebecq me pregunto quién es esa persona representada en el lienzo virtual. ¿Soy yo? ¿Somos dos entes distintos?

Como dice Korzybski, confundir el objeto (en este caso "nosotros") con su abstracción (nuestro rastro en internet, el "nosotros digital") es la causa de muchas características nefastas y de carácter insano de nuestra sociedad actual, donde la realidad queda totalmente pervertida por una imagen distinta e incluso opuesta de ella. Con esto, los niveles de manipulación de la información en cuanto a su referente en "la realidad" son imposibles de esquivar. En el caso que nos atañe, nuestro "yo" en la red deambula tranquilamente y a cada paso —digital— que da deja una huella —digital—, una constancia de por dónde ha pasado y qué ha sido. ¿Siguiendo este rastro llegaremos a comprender la totalidad del individuo? Cojamos por ejemplo los procesos judiciales abiertos contra toda esa gente que hace comentarios ofensivos en redes sociales. ¿Corresponde esa acción digital a esa persona? En el fondo, una cuenta de Twitter es una representación de esa persona, por lo tanto, NO es esa persona. Podríamos decir que el cerebro que ha ocasionado esa enumeración de palabras es el mismo "dentro" que "fuera" pero, ¿estamos seguros de que a nivel ético no diferenciamos entre estos dos planos a la hora de actuar en cada uno de ellos? ¿Escribiría ese tipo una frase ofensiva similar en una pared de una avenida, en una ciudad? El "yo" digital no tiene por qué estar vinculado al "yo" real. El primero es una extensión del segundo, muy probablemente una extensión manipulada, exagerada, mutada del individuo. Entendemos que hay una diferencia social y lingüística. Te todos modos, ambos mundos se están complementando y actualmente la gracia del puto internet es que se solape con la realidad, formando capas y más capas de significados. En las redes sociales estamos informando constantemente sobre nuestros movimientos en la vida real y, de hecho, dependiendo de internet para generar nuestras acciones en la vida real. La exposición que ofrece la red manipula nuestro comportamiento y al final no sabemos qué realidad es la imperante.

Pero vayamos al grano, qué coño muestra mi historial del navegador, ya está bien de hablar de tanta mierda sin sentido. ¿Cuál es el rastro con el que me encontré? Básicamente búsquedas de descargas de torrents, páginas de Bandcamp, páginas pornográficas, la jodida página de la RAE, páginas de Wikipedia, búsquedas de vídeos en Youtube y cientos de páginas de Facebook. Lo que vendrían a ser más o menos los intereses de la gran mayoría de nosotros en la red. ¿Refleja esto mi realidad? Es cierto que me gusta ver películas, escuchar música, masturbarme o saber qué coño significa "zontear" pero en la realidad pocas veces me verías escuchando el "Diamonds" de Rhianna, cosa que he hecho varias veces en internet. Entonces, realmente sí que existe una diferenciación en la actitud que asumimos en cada uno de estos mundos. El problema es cuando solapamos estas dos realidades. Si nos centramos en las coordenadas que nos da un mapa que no se asemeja a la realidad, nuestros pasos por esa realidad quedarán deformados, alterados, ya que los puntos de referencia del primero (el mapa, internet, la representación de la realidad) nos harán deambular por espacios incongruentes. Con todo esto quiero decir que centrar la vida en la experiencia digital (a través de redes sociales en las que compartes tu vida) genera monstruos, el lenguaje de internet interpretado en la realidad —que es lo que se nos está proponiendo actualmente— puede extremarse y anular el individuo (ya no es solo el tópico de la gente en el metro concentrada en sus smartphones, es ese "vivir" para poder compartir).

La tendencia de los algoritmos a vincular nuestros intereses a través de sugerencias es el elemento que más distancia la realidad de su representación virtual. En internet todo encaja, todo está hecho para que te guste. Pasas de A a B por posibles afinidades y te quedas anclado en un espacio donde la sorpresa apenas existe. Enlazando con el principio, yo nunca me habría encontrado con el librito de Puyol y nunca habría descubierto a Korzybski ni lo habría vinculado con Houellebecq si no fuera por la casualidad que ofrece el territorio real. La belleza del azar, de toparse con cosas que en un principio nunca te habrías cruzado por ser poco afines a los gustos de uno es lo que nos diferencia de nuestro "yo" digital. Lo grotesco y lo deforme no existe en la red, solamente lo cómodo, lo que ya sabemos. La realidad, el territorio, por otra parte, está lleno de grutas no trazadas que quizás no pisaremos nunca pero que, al menos, tenemos la posibilidad de descubrir.