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Ficción: All songs composed, played and sung by myself

Un coctel maratónico para esas noches de sexo dignas de Ron Jeremy.

Mi cuerpo es el laboratorio más grande de Latinoamérica. Desde los cinco años, cuando mi madre me administró mi primer Mejoralito, fui condenado al mundo químico. A partir de entonces, he experimentado con diversas sustancias. Podría afirmar, incluso, que también me he convertido en un fan del excipiente. También he sufrido escarceos con el ámbito natural. Pero no es mi jit. A pesar de, son un metodista irredento. Pinches drogas, soy tan vulnerable a su amor.

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Mi curiosidad ha transitado por sendos estados. Desde el abuso de antigripales, combinados con alcohol, hasta el suministro indiscriminado de toda clase de vitamínicos. Poseo el pretexto idóneo: el dolor. Baste cualquier percance para atiborrarme de antiinflamatorios, Dolac, Ketorolaco, Naproxeno o Paracetamol. Pero no me refiero sólo al padecimiento físico. Hablo también del tormento mental y emocional. Es en este campo donde he tenido mis coqueteos con el medicamento controlado, exclusivo de uso psiquiátrico.

Pero no es objeto de este texto narrar mis parrandas de Tafil o Prozac, que combinados con alcohol me han resultado más místicos e iluminatorios que cualquier sublimación con LSD, ni aquéllas con metanfetaminas, anfetas (Losartán), benzodiacepinas (Rivotril), MDMA, tachas, peyote o psilocibina (derivada del hongo). Tampoco para describir mis prologadas inmersiones en la cocaína, con quien sostengo un profundo romance desde hace más de quince años. Ni mucho menos pretendo mi incipiente trato con la heroína, a quien no conocí plenamente por temor a la aguja. Sólo la fumé. Y ni hablemos del opio, quien merece un capítulo aparte, y no es este el momento oportuno para describirlo. Ni mencionar el crack, que es el responsable del deterioro actual de mi organismo. El capítulo de la ketamina me lo he saltado. Jamás le he atorado. Por la sencilla razón de que odio el embrutecimiento per se. Los estados autistas a los que arribé en la juventud debido al empleo de solventes: thinner, tinta fuerte, cemento 5000 y la lata de aerosol (el color Oro rico era mi favorito) me vacunaron contra futuros estados de paralización.

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De lo que aquí me ocupo es de mi relación con la Tadalafil. Pero antes de entrar en materia, permítanme contarles cómo es un día común de mi existencia. En cuanto al tema, es decir la cantidad y variedad de sustancias que me meto, una regla personal rige mi vida: siempre debo pucharme alguna vitamina. Ya sea Centrum, un producto Amway o la fuente de energía del proletariado: Bedoyecta. No importa si me siento débil o fuerte. Es una consigna que no he roto en diez años. Además, mi dieta incluye dos capsulas de omeprazol. Ustedes saben que el perico jode el estómago. Me ataca la gastritis consuetudinariamente. Por suertudo no he sido víctima de colitis o hernias hiatales. Después viene mi dosis de Omega 3. Ayuda a la salud del corazón. Y reduce triglicéridos y colesterol, a pesar de mi sobrepeso. Que no los tengo altos, pero es preferible la prevención. Por esa misma causa, tomo todas las tardes una Aspirina Protect. Que previene los ataques al corazón. Debe de comenzar a usarse a partir de los cuarenta años, pero mejor me adelanto. No quiero sorpresas.

Besides lo anterior, las horas de lectura y de exposición a la computadora me producen dolor de cabeza. Entonces me automedico Ibuprofeno. Esa misma actividad me provoca molestias en la espalda. Por lo que suelo dobletear las dosis. Y esto es en el ámbito cotidiano. Dejo fuera las ocasiones especiales, donde algún virus me empuja al jarabe para la tos u otras estaciones que siempre es delicioso visitar.

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Proclive como soy a los medicamentos, me casé con una representante médico. Una mañana, hasta la puerta de la casa llegaron varias cajas de muestras médicas. Ahí comenzó mi affair con la Vardenafil, al que después suplanté por el Tadalafil. Una torre de Levitra fue mi bendición. Después de una zambullida en los folletos de promoción y de una consulta en internet, deduje que debido a mi edad, me correspondían cinco miligramos. Entonces, una pastilla de 20 la dividía en cuatro partes y me servía para el mismo número de coitos. Confieso que para alguien que no sufre de disfunción eréctil, el aprovechamiento de este recurso es relativo. La irrupción del Viagra no fue tan revolucionaria como creemos. Más adelante explicaré por qué a partir de mi propio cuerpo. El slogan de las nuevas sustancias contra la impotencia rezaba que era “no para quien no puede, sino para el que quiere más”. Yo deseaba más pero no lo conseguía.

El éxito del Tadalafil o el Vardenafil consiste en la elaboración de cocteles. Bien administrada, una pastilla de 20 miligramos puede servir para ocho horas de sexo continuo. Obvio, hay que evitar la eyaculación. Antes de ofrecer los detalles del coctel maratónico, les comparto el del ciudadano de a pie: cinco miligramos de Tadalafil, una bebida energética rehidratante, ojo, sin taurina. Recuérdese que no se debe cargar de trabajo extra al corazón, con el ejercicio cardiovascular que va a realizar es suficiente. Entonces, puede tratase de un Gatorade, Powerade o un suero pediátrico. Yo he utilizado los tres. Y me han resultado igual de efectivos. El siguiente ingrediente es una vitamina de acción rápida. Ejemplo: los antigripales Dual’s Nordin contiene dos pastillas: una tableta y una capsulita vitamínica. Debe tomarse una o dos de estas últimas. Esto depende del peso o grado de intoxicación que posea, es decir de qué tan contaminado esté el cuerpo por el uso de medicamentos. Y por último: dos rayas de cocaína. O en su defecto, una Cafiaspirina Forte. La coca inhibe la libido, por eso no debe excederse la medida. La cafeína en dosis elevadas puede resultar inconveniente, pero una dosis de 500 miligramos es tolerada por el cuerpo. Nota: no combinar con las bebidas que contengan taurina, como Red Bull, Boost o Monster.

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El coctel maratónico es una variante del mismo, que consiste en continuar metiéndose coca durante el acto sexual si se tiene problemas de eyaculación como es mi caso. El problema aquí es que la sobre exposición a la cocaína puede inhibir todo deseo sexual. Por eso es muy importante no atascarse y recurrir a ella sólo cuando el cuerpo la requiera. Cuando te encuentres de verdad cansado. Un rush de una raya promedio te puede ayudar a unas dos horas más de penetración, esto por la combinación con los otros componentes. Si sientes que la erección pudiera verse en peligro por exceso de coca, puedes recurrir a un shot de whisky. Pero sólo uno. Esto una vez avanzado el trance. Todos los elementos mencionados, hasta la cocaína, deben ingerirse al mismo tiempo, con la variante de que la coca puede esperar quince minutos, la debes esnifar al momento exacto de la penetración. La bebida rehidratante debe de ser de medio litro. Pero no olvidar tener a la mano otra por si hay que pegarle tragos esporádicos. Esto te lo dicta el cuerpo.

El dominio del campo me arrastró a probar los otros productos de la competencia. Mi acercamiento hacia el Viagra (Sildenafil) fue infructuoso. Fue el primero en invadir el mercado. Fue diseñado para hombres mayores. Con cierta incidencia en diabéticos. Las dosis son demasiado agresivas. Existe una presentación de 50 miligramos. Para meterme eso necesitaría tener sesenta años, padecer altos niveles de azúcar y ser impotente. Aún así, me llegué a autorecetar hasta 25 miligramos en una sola emisión. Fue inútil. No obtuve los mismos resultados. Ahora ha salido al mercado una versión juvenil. No la he probado. Desconfío. Es la misma sustancia activa. Así que me mudé al Cialis, de Lilly Icos. El procedimiento fue el mismo. No excedí los cinco miligramos. Pero la diferencia fue radical. Tuve un mejor nivel de erección. A pesar de tener en casa Levitras gratis, me aficioné. Había encontrado a uno de los amores de mi vida. Una sola cosa me inquietaba del Cialis. Corre la leyenda urbana de que produce priapismo.

Mi contacto con el Tadalafil hasta el momento había sido recreativo o terapéutico. Y me había ocasionado severos problemas en mi matrimonio. Mi esposa permanecía literalmente clavada a la cama toda la semana. Y los fines resultaban peor. Entonces fui un paso más allá. Comencé a consumir el Levitra como agua de uso. Ingería cinco miligramos todas las noches antes de dormirme. Es importante mencionar que el estado de ánimo es fundamental para el funcionamiento de la sustancia. La pastilla no es la responsable de todo. Necesita un catalizador. Pucharme los cinco miligramos y no coger no me originaba ningún conflicto. Tenía el medicamento domesticado. A las dos semanas comencé a tragarme cinco miligramos por la mañana. Y obvio, cuando practicaba el coito me rifaba otros cinco más. Un año después de cumplir esta misma cuota diaria, me divorcié. Y me alejé para siempre del Levitra.

Pero no del Cialis. Ya no me salía gratis. Pero seguí con la misma rutina un año más. Se presentara o no una relación sexual. El motivo, además de que era evidente que me había convertido en un adicto, era que me había corregido mis problemas de eyaculación. Ya no recuerdo a qué edad comenzaron mis problemas para tener orgasmos. Una ocasión, una chica con la que compartí la cama afirmó que yo no conseguía venirme a causa de tanta cocaína consumida a lo largo de mi vida. Con la ayuda del Tadalafil logré volver a expulsar semen. Por supuesto, todo este conocimiento ha sido empírico. Nunca he consultado a algún médico al respecto, ni lo haré. Uno de los mitos comunes es que el abuso puede provocar ataques al corazón. Mi inclinación  al mundo químico me convierte en una presa fácil de los laboratorios. E ignoro todo lo que un matasanos me pueda decir en contra de la propia memoria de mi hígado.

Un año después renuncié al Cialis. A partir de esa fecha, despierto cada mañana con una erección tremebunda. Sólo en ocasiones especiales vuelvo a mis cinco miligramos. He dejado de consumirlos a diario. No sufro problemas de erección. Nunca. Y tampoco de falta de orgasmos. Que según dicen también es una forma de impotencia. El tiempo de mis relaciones rebasa el tiempo promedio que debe durar un coito. Pero al final lo consigo. No importa que pasen dos horas. Me vengo. Y no importa cuántas veces. Me he provocado priapismo. Vivo con el pito parado.