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Viajes

Las hienas de Etiopía comen de tu boca

'El Rey León' nos ha mentido todo este tiempo, así que les traemos un perfil de cómo viven estos bichos en Harar.

El autor dando un bocadillo nocturno a una hiena.

Por mucho tiempo, a pesar de horas de Animal Planet, mi concepción de las hienas venía principalmente del Rey León. Shenzi, Banzai y Ed hicieron a las hienas personajes raros, torpes y cómicos (es difícil asustarse con villanos que tienen la voz de Whoopi Goldberg y Cheech Marin) que ocasionalmente estallan en canciones con coreografías. Pero ahora, mientras me intento quedar quieto, arrodillado en el piso mientras una hiena adulta me mira fijamente a los ojos y camina de atrás para adelante, sus dientes a unos 30 centímetros de mi cara, comienzo a pensar que Disney me mintió de nuevo.

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Las hienas, contrario a lo que se cree, son cazadores activos y no carroñeros. También son muy musculosas; con su masa cargada en los hombros y su fornido cuello dan la impresión de estar a un segundo de embestir, morder y arrancar sin esfuerzos cualquier pedazo de carne que esté frente a ellas. Una pequeña parte de mí teme que esta criatura, impulsada por sus hermanos y hermanas burlonas caminando al rededor de nosotros, pueda estar menos interesada en el pedazo medio podrido de carne suspendido de un palo entre mis dientes, y más interesada en mi cara. Pero alejo ese pensamiento de mi cabeza, porque alimentar a las hienas boca a boca es lo que uno hace cuando viene a Harar, Etiopía.

En cualquier otro lugar del mundo esto sería una idea terrible. A sólo unas decenas de kilómetros, en la frontera con Somalilandia, las hienas son una amenaza severa. Dominan el campo, cazando el ganado y alejando a los conductores del camino y corriéndolos de su territorio cuando los ven en el atardecer. En Somalilandia sólo a los hombres más feroces se les dice warabi ("hiena" en somalí). Los ataques también ocurren en una región a los alrededores de Harar, casi siempre contra niños. Pero Harar, un bastión de tradiciones e ideas singulares, ha desarrollado una simbiosis única con la población de hienas, para transformar al villano de la región en el portador de una profecía y luego en una institución cultural y una vaca de dinero.

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La tumba de Nur ibn Mujjhid.

La relación de Harar con las hienas comenzó hace cinco siglos, mientras se hacían las paredes que dan a esta ciudad su forma actual. En ese tiempo, Harar, una capital regional de comercio y el centro del islam en África del Este, había presenciado la derrota del sultanato Adal islámico por la Etiopía Cristiana y la subyugación de muchas ciudades musulmanas por el poder cristiano. En respuesta, el emir de Harar en ese tiempo, Nur ibn Mujahid, ordenó la construcción de una pared para aislar la ciudad del mundo exterior.

Agujero de hiena.

Contra los humanos, las paredes funcionaron tan bien que Harar permaneció como ciudad estado independiente y fomentó la creación de un lenguaje, cultura y etnicidad únicas hasta su conquista por Egipto y luego Etiopía en 1875 (desde ahí la ciudad ha perdido su fuerza comercial y lentamente se fue haciendo cada vez más marginal y pobre). Contra las hienas, sin embargo, la pared falló miserablemente en los primeros cinco días, cuando las criaturas descubrieron que podían escabullirse a la ciudad en la noche por la coladeras en la base de las paredes para buscar comida antes de volver a sus vidas en las colinas afuera de la ciudad. Sin embargo, en lugar de ir tras humanos o ganado, las hienas se contentan con sobras y desechos animales que se apilan afuera de las carnicerías. Dado que eso resolvió un problema de planeación urbana mayor —qué hacer con un montón de carne podrida— para la ciudad medievalmente aislada, los ciudadanos de Harar sólo siguieron la corriente.

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Finalmente, esta simbiosis higiénica se convirtió en ritual. Algunos dicen que cada año en Ashura (el décimo día de el mes de Muharram en el calendario islámico), uno de los sheiks de los cuatro santuarios rotantes llamarían a las hienas para alimentarlas con un tazón de puchero de trigo para bendecir el futuro de la ciudad en el año siguiente. Si la hiena come mucho, será un año de abundancia. Si no, no. Otros dicen que las ceremonias de alimentación eran más pragmáticas, como intentar calmar a las hienas en años de sequía y escasez para evitar que hostiguen al jugoso ganado. Como sea que haya empezado, la tradición sigue hasta hoy.

La Antigua Ciudad de Harar.

Luego, hace como 60 años, un miembro de una de las familias que alimentaba a las hienas para mantenerlas satisfechas y alejadas del ganado, comenzó a alimentarlas regularmente, desarrolló un lenguaje de persuasión de hienas, y les dio nombres.

Pronto, el granjero se convirtió en domador de hienas con un show nocturno que era atendido por muchos hararíes. La gente del pueblo se reunía bajo el sicómoro justo detrás de la reja al final de la Calle Makina Gargir para ver cómo dejaba que un montón de hienas se apiñaran a su alrededor viendo el pedazo de carne negra rojiza en sus dedos mientras brincaban como perros contentos. Pasó la habilidad a su sobrino, Youssef Mume Saleh, quien continúa alimentando a una de las familias de hienas (cada una como de dos docenas) que viven al rededor de la ciudad. Inevitablemente, los turistas extranjeros se unieron esta diversión.

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En 2006, Harar se sumó a la Lista Mundial de Herencia, lo que daba a la amurallada ciudad un auge turístico y la profesionalización de guías turísticos (necesarios para moverte por las 368 calles, 82 mezquitas, más de cien santuarios, y 40 mil personas apretadas en más o menos un kilómetro cuadrado). Si estás en la región de Harar y estás buscando encontrar más extranjeros, ir a una alimentación de hienas es un buen lugar para empezar. Aunque, al menos en las ocasiones que yo he ido, el montón de extranjeros no puede no tiene el valor para ir al campo oscuro y divertirse con un carnívoro. Eso sería entendible si hubiera una razón para sospechar que las hienas sólo son amables con las personas de la comarca que conocen de toda la vida. Pero, además de los ataques ocasionales por aquí y por allá, siglos de puchero y profecía han hecho a la población local de hienas tan dócil que los niños Harari vagan ágilmente por los campos alimentando con la mano al animal espiritual de la ciudad.

Justo como en El Rey León.

Eso no significa que sea un proceso amable. Por ningún motivo. En mi noche de alimentarlas, las hienas se acercaron con cuidado. Cuando una decide que está hambrienta, se acerca cautelosamente; parece sospechar que al último minuto la carne puede ser retirada. Se adelanta, se hace para atrás, mira fijamente, y camina en la oscuridad. Luego, finalmente, después de minutos de oler el aire y ver mis movimientos, la bestia se lanza con toda la velocidad y fuerza de su fuerte cuello, mascando tan duro que saca el palo de entre mis dientes, y me deja con la boca raspada y con ampollas. Luego, en cuanto consigue la comida, se escabulle en la oscuridad en lugar de quedarse por más.

Las hienas de Harar están engordando. Comparadas con las flacas y maniáticas entes que me encontré en el campo, aquellas en la ciudad han desarrollado un saludable intestino para turistas. Para ellas, la alimentación se ha hecho una cosa común. Pero para algunos Hararis las hienas siguen manteniendo la significancia profética, y por las reglas de las adivinaciones Ashura, los grupos de gordas y bendecidas hienas son sólo señal de que vienen buenos tiempos. Incluso si no es un signo de la gracia de Dios y de buenos tiempos en los próximos años, la cultura única Harar ha curtido la conquista, la marginalización y la pobreza para llegar a los tiempos modernos, aún ansiosos de besar a una hiena.