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Es muy fácil ser dealer en la universidad

Una laptop, un préstamo para estudiantes y un poco de conocimiento de los bajos mundos de la red son suficientes para convertirte en un Pablo Escobar del panorama universitario.
Max Daly
London, GB

Liam Reynolds y parte del cannabis que le confiscó la policía.

En un mundo en el que las drogas fueran totalmente legales, Liam Reynolds y sus compañeros universitarios habrían sido proclamados empresarios del mes.

Mientras los demás estudiantes de Comercio Internacional de la Universidad de Leeds Beckett en Inglaterra pasaban los ratos muertos calculando el número de cervezas que hace falta tomarse para acabar vomitando, Reynolds y compañía se dedicaron a crear y dirigir un lucrativo negocio de venta de drogas.

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Después de asistir a sus clases de Marketing Digital o Gestión de Cadenas de Suministros, atendían su negocio desde un departamento de estudiantes en Leeds, en el que vivían cuatro de ellos. Desde esta base de operaciones, compraban éxtasis, LSD y cannabis a través de la ya difunta Silk Road, realizando las transacciones con la divisa digital Bitcoin. Los paquetes con la droga les llegaban al buzón y luego simplemente tenían que entregar la mercancía a sus clientes.

Por desgracia para Reynolds y su equipo de emprendedores, el negocio se les acabó cuando la policía descubrió su operación. Tras una investigación, las autoridades concluyeron que se trataba de una "organización delictiva muy sofisticada y sumamente organizada que, durante un periodo de tiempo ininterrumpido, estuvo introduciendo en el Reino Unido una cantidad considerable de sustancias controladas y suministrándolas a la comunidad estudiantil de la ciudad".

La semana pasada, Reynolds, el líder de 21 años de la red de narcotráfico, inició su condena de cuatro años de prisión tras haber sido declarado culpable de una conspiración para importar y suministrar drogas controladas. A los otros nueve acusados, con edades entre los 20 y los 22 años, se les imputaron cargos de importación y suministro de sustancias y de blanqueamiento de dinero, aunque finalmente se extinguieron sus penas y no fueron a prisión.

Este caso viene a demostrar que cualquiera —hasta un estudiante imberbe de Leeds— puede montar un negocio de importación y venta de droga. Una laptop, un préstamo para estudiantes y un poco de conocimiento de los bajos mundos de la red son suficientes para convertirte en un Pablo Escobar del panorama universitario. Por supuesto, podrías perder todo tu capital, acabar vendiendo unas pastillas mortales a alguien o dar con tus huesos en la cárcel durante una larga temporada, pero no deja de ser una opción en caso de que prefieras correr esos riesgos a tener que acabar trabajando en el sindicato de estudiantes.

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El mercado de la droga de internet es conocido, obviamente, por ser el lugar al que los consumidores de estas sustancias van a comprarlas. Sin embargo, un informe publicado el año pasado con el título Not an "Ebay for Drugs": The Cryptomarket "Silk Road" as a Paradigm Shifting Criminal Innovation reveló que entre un tercio y la mitad de las ventas totales de Silk Road correspondían a transacciones masivas por valor de entre 1,300 y 2,800 euros y no al gramo o dos de mefedrona de un consumidor ocasional.

"Estos datos ofrecen pruebas evidentes", concluye el informe, "de que muchos de los clientes de Silk Road eran traficantes que adquirían su suministro por esta vía. Desde el punto de vista de las ganancias, este tipo de ventas 'entre empresas' constituían el pilar del negocio de Silk Road".

Estos hallazgos dan una idea de los patrones de negocio a los que tiende el mercado ilegal de la red. Dada la creciente inclinación de los narcotraficantes a utilizar la internet profunda para conseguir sus suministros, este negocio tan lucrativo ha pasado a ser una actividad muy accesible.

Por eso no resulta sorprendente que Reynolds y sus colegas, sobre todo aquellos que estaban estudiando cómo montar un negocio internacional, vieron en el narcotráfico una oportunidad para ganar dinero fácil. Es perfecto para el estudiante medio: suele tener un buen conocimiento de internet, no tiene que tratar en persona con ningún importador de aspecto amenazante y suele moverse en un entorno en el que hay miles de personas dispuestas a gastarse una buena parte de sus becas y créditos en drogas.

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Hace menos de una década, el contrabando y la compra de droga a gran escala estaban reservados a unos pocos grupos de delincuentes de elite con muy buenos contactos. Ahora, gracias a la internet invisible, esa posibilidad está al alcance de cualquiera.

A la policía no le resulta fácil detectar a estudiantes que se dedican al narcotráfico, ya que están menos expuestos que los traficantes que operan al margen de la burbuja estudiantil. Pero estos chicos de Leeds no han sido los únicos universitarios a los que han atrapado.

Gramos de speed y una báscula de precisión (foto por Andoni Lubaki).

En enero del año pasado Michael Thompson, un estudiante de Historia de la Universidad de Sheffield de 22 años, fue condenado a tres años de prisión después de que la policía interceptara un paquete a su nombre procedente de Holanda que contenía pastillas de éxtasis por valor de 800 euros. Durante el registro de su departamento, situado en el campus, hallaron casi 2,000 euros en efectivo, 46 bolsas de pastillas de éxtasis, resina de cannabis, mariguana, ketamina, valium y LSD. Lo había comprado todo por internet y luego lo había vendido a un grupo de 50 estudiantes de la universidad.

El pasado mayo, Dylan C. Soeffing, estudiante de la universidad de Oswego, en Nueva York, fue arrestado por la policía después de que hubiera ganado casi 148,000 euros vendiendo a sus compañeros cannabis y Xanax, que a su vez había comprado en el mercado negro de internet. Soeffing reconoció que llevaba un año intentando dejar la venta de droga, pero el negocio era demasiado lucrativo. Aseguraba que los empleados de la sucursal de correos en la que recibía los paquetes no sospecharon en ningún momento. En su declaración incluso afirmó que estaba esperando un paquete con casi 500 gramos de hierba de la costa oeste.

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En los mercados aislados como los de Australia o Nueva Zelanda, proliferan los traficantes que se surten de mercancía por internet. Estos dos países están repletos de personas ansiosas por evadirse de sus propias mentes pero que solo tienen acceso a drogas caras y de mala calidad. El negocio está servido para los que tengan el conocimiento y la disposición para navegar por la deep web, comprar drogas a bajo precio y venderlas a gente que no quiere molestarse en adquirir su dosis en la red.


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Por ello no sorprende que el primer narcotraficante al que atraparon en Silk Road fuera un australiano. En 2012, la policía interceptó dos paquetes procedentes de Alemania y Holanda, con 46.9 gramos de MDMA y 14.5 gramos de cocaína, dirigidos a casa de Paul Howard, en Melbourne. Allí, Howard guardaba toda la parafernalia propia del negocio: básculas digitales, bolsas de autocierre, 2,000 euros en efectivo y dos teléfonos móviles con mensajes como: "PROMUEVE EL LSD, ME LLEGÓ MÁS" o "TENGO CINCO DE LOS GRANDES EN MERCANCÍA, SI QUIERES".

Al igual que ocurre con su vecino, en Nueva Zelanda se han producido bastantes arrestos de traficantes-importadores en línea.

El año pasado, Nicholas Heatley, un estudiante de 22 años de Dunedin, fue condenado a cuatro años de prisión por haber importado LSD y MDMA por valor de 41,000 euros, mercancía que después vendió a estudiantes del campus. En mayo, a otro estudiante de Dunedin, Daniel McKechnie, le dieron siete años por importar todo un "supermercado de drogas" para su posterior venta, cuyo valor casi alcanzaba los 96,000 euros. Y la lista continúa. Aduanas de Nueva Zelanda reconoce que diariamente se producen intercepciones de alijos de droga comprada en internet destinada a campus universitarios.

"Supongo que Silk Road y sus sucesores allanaron el terreno para un nuevo tipo de capo de la droga", explica Eileen Omsby, periodista australiana y autora de Silk Road. "Los que se dedican a la compra masiva para después revender ya no tienen que comprar a la banda criminal de turno a cargo del mercado. De esa forma, se crea un nuevo perfil de narcotraficante en comunidades más reducidas y cerradas en las que el negocio prospera, como una universidad".

Ante el creciente número de traficantes estudiantes que usan la deep web, las universidades podrían llegar a convertirse en los nuevos campos de batalla de una guerra de narcos en la que los objetivos cambian con rapidez.

El mes pasado, tres estudiantes de Química de la Universidad de Victoria, en Wellington, crearon su propia internet invisible, la NZ Underworld, y retaron a la policía a que los atraparan. El sitio web todavía sigue en funcionamiento. Con ello, este grupo pretende demostrar que, gracias al comercio en línea, la autoridades policiales la tienen difícil para hacer cumplir la ley. Según ellos, tienen todo el derecho del mundo a traficar con drogas al margen de la policía y de otros delincuentes. Es el turno de la policía, aunque no apostaría demasiado por su éxito.

@Narcomania