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Nunca me había enamorado de alguien con tanta intensidad y nunca he vuelto a sentir algo así. Todas las noches me iba a dormir pensando en cómo sería darle un beso. No tenía mucha experiencia en el sexo y no sabía cómo masturbarme bien. Tampoco sabía como iba a ser el sexo, así que me conformaba con imaginar el beso una y otra vez.Nunca le confesé lo mucho que lo amaba. Tampoco coqueteamos de forma muy explícita. Creía (y sigo creyendo) que demostrarle tu aprecio a alguien que te gusta es un signo de debilidad. Pero recuerdo que peleábamos como si fuéramos novios, a veces al grado en que uno de nosotros se salía y azotaba todo a su paso. Esa no es una relación normal entre maestro/alumna. A pesar de nunca se lo dije, él sabía que estaba loca por él. Estoy segura.Cuando salí de la escuela seguimos en contacto. Eso no era nada raro en la escuela. Muchos de mis amigos siguieron en contacto con varios maestros. En esa época, claro, me moría por ser una persona fuera de lo común pero obvio no lo era. Lo veía otra vez para cenar o tomar un café pero él nunca rebasó los límites.Durante las vacaciones de Navidad después de mi primer semestre de la universidad, me llamó por teléfono para invitarme a un bar esa noche. En cuanto colgó, corrí a bañarme y a rasurarme las piernas. Andaba muy optimista considerando mi falta de experiencia en el sexo. En poco tiempo salí para encontrarlo. Estaba muy emocionada y nerviosa. Tenía un presentimiento extraño. Acababa de cortar con su novia y ya estaba en el bar cuando me llamó. Algo en mi cerebro adolescente ingenuo y fantasioso me decía que esto no iba a terminar bien. Nadie toma decisiones acertadas en un bar.
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Y luego me besó. Para estas alturas yo ya estaba ebria y aunque llevaba mucho tiempo esperando este momento, estaba lo suficientemente consciente como para avergonzarme de besar a mi maestro en un bar demasiado iluminado.Pedimos un taxi y fuimos a su casa. Adentro hacía tanto frío que podía ver cómo se formaban nubecitas cada que respiraba, creo que hacía más frío que afuera. Nos metimos a la cama y fue la primera vez en mi vida que realmente disfruté una experiencia sexual. De pronto entendí por qué tanto alboroto por el sexo. Los chicos adolescentes nunca me llamaron la atención.En la mañana, me vestí rápidamente y corrí a la puerta antes de que me viera su madre. Sí, a los 27 años seguía viviendo con su mamá, y eso que fue antes de la recesión. Caminamos a la estación juntos y dijo "Voy a decir en la sala de maestros que les mandas saludos". Lo dijo de una forma tan casual que me dejó horrorizada. No podía entender por qué querría contarles lo que había pasado.
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El problema de cumplir la fantasía de cogerte a tu maestro es que la clase de maestro que se cogería a una alumna es generalmente un completo idiota. La clase de maestro que merece esa atención nunca se aprovecharía del poder que tiene sobre sus alumnos. A pesar de que ya no estaba en la escuela, el desequilibrio de poder seguía presente. Enamorarte de tu maestro es entonces una paradoja moral en la que estás eternamente frustrada porque el objeto de tu afecto vale la pena y por lo tanto nunca va a dormir contigo o es un pervertido que se va a aprovechar de ti y te va a arrebatar tu fantasía. Te vas a sentir traicionada de una forma que nunca antes creíste posible.Ahora que lo analizo, su comportamiento era calculador y predador. Esperó a que dejara la escuela para no violar la ley. Pero sabía que iba a estar ahí, lista y dispuesta. Me usó para sentirse mejor y no le importó lo mucho que me iba a afectar. Sospecho que lo ha hecho más de una vez. Sospecho que lo ha hecho muchas veces.Todos los días del semestre siguiente me tomaba mínimo media botella de vodka. Si por un breve instante me llegaba a sentir mal, se reproducía automáticamente una película en mi cerebro: la casa fría, mi propia respiración formando nubecitas, la prisa de llegar a la puerta antes de que su mamá me viera y la frase "¿Por qué no te buscas un novio y dejas de ser tan miserable?", una y otra vez.