En domingo con Steelers Family México
Fotografías por Carlos Álvarez Montero

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En domingo con Steelers Family México

Fuimos con los Steelers Family Mexico para ver el último partido de su temporada. Y ni las derrotas ni las fisuras deshace el alma de acero.

Este artículo es presentado por Samsung.

Aquí se llega con el corazón abierto, dispuesto a saltar de felicidad. Se llega con la sonrisa en el rostro y se abraza a los que comparten el amor por la playera. A este lugar ellos arriban con la firme convicción de ser los vencedores.

El punto de reunión es en el centro de la colonia Condesa en la Ciudad de México, en uno de los lugares con más tradición en este barrio, el billar Malafama. El lugar estaba repleto y el encuentro era festivo. Son un ejército vestido de negro, negro y amarillo para ser más precisos, y cuyo alma está fabricado con hierro y carbono. Son un ejército de una disciplina férrea que nace del amor. Su estrategia es estar siempre juntos, en las buenas y las malas. Son guerreros que defienden la nación de acero, son los Steelers Family México.

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Es el partido de la final de conferencia. Los Steelers de Pittsburgh estaban en Foxborough, visitando a los Patriots de Nueva Inglaterra. Antes de la patada inicial, todo este ejército estaba seguro de que hoy dormirán con una sonrisa en el rostro. Pero Tom Brady no envejece y a sus 39 años de edad quiere liderar nuevamente a los Patriots hacia otro Súper Tazón.

Brady, envuelto en el escándalo de los balones desinflados y cuestionado por su amistad con Donald Trump, daba el primer golpe sólido del juego. Primero es un gol de campo, y luego con 2:48 restando del primer cuarto, Brady, con todo el tiempo del mundo y una protección de ensueño, encuentra solo a Chris Hogan para la anotación. Al final del primer cuarto, los Patriots lucían impecables, venciendo a los Steelers 10-0.

No importa, el amor es ciego, al juego le falta mucho, y la fe en tu equipo no se apaga hasta el último segundo del partido.

"Yo nací con corazón de acero", dice Selene. Cuando lo dice sus ojos se encienden y resaltan más, gracias a la oscura y lacia cabellera, pero también a la verdad que llevan sus palabras. Cuando platiqué con ella estaba segura que los Steelers ganarían a pesar de que ya iban abajo en el marcador. Selene jugaba tochito en la prepa. El primer partido que vio completo en su vida fue de los Steelers y desde ahí en adelante se dio cuenta que el peso de su corazón era el acero.

Las enmoladas, las alitas, las papas, las chelas, todo lo que se necesita para ver un juego de americano, a parte de los amigos y los cómplices, todo está dispuesto en las mesas.

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Los Steelers no tardan mucho en responder. DeAngelo Williams corre con el balón y atraviesa la defensa. Touchdown. Los latidos de acero se hicieron escuchar por toda la Condesa, pero fallaron el gol de campo y no llegó el punto extra. Una fisura moral en la superficie de metal, pero el marcador es 10-6 en el segundo cuarto, no va mal.

Para Andrés Sánchez Águila el partido más memorable ha sido aquella final de la temporada 2008-09, la edición XLIII del Súper Bowl. Esa noche imborrable, Ben Roethlisberger guió la ofensiva para avanzar 78 yardas que culminó con un pase teledirigido de 6 yardas a las manos de Santonio Holmes. Touchdown. Restaban sólo 35 segundos para que el partido dejara de existir, y los Steelers ganaban 27-23 gracias a ese último esfuerzo. Aquella noche las lágrimas fueron de felicidad.

El segundo cuarto continúa, Bill Belichick hace de las suyas, manda un flea flicker y a los Patriots parece que nada les sale mal. Brady de nuevo encuentra a Hogan para lanzar su segunda anotación.

Abajo 17-6, Ben Roethlisberger lidera los Steelers y encuentra a Jesse James, éste hace un esfuerzo mayor, arrastrando un defensivo de los Patriots mientras el safety viene a toda velocidad para taparle el espacio. Aún así, el réferi marca el touchdown. De nuevo estalla el Malafama. Segundos después, el réferi anula el touchdown, James no había cruzado la línea. Los Patriots solidifican su defensa y los Steelers siguen con sus problemas en la zona roja. Se tienen que conformar con un gol de campo. La segunda fisura moral, aunque con una desventaja de ocho puntos, el partido sigue apretado.

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En el tercer cuarto los Steelers no encuentran ese último toque, el ritmo para concretar, los Patriots sí. De repente ya no son ocho puntos la ventaja, son dieciocho, luego veinticuatro.

A estas alturas había un silencio que iba colándose en cada una de las mesas, en las gargantas de los que vestían el uniforme negro. La defensa de los Patriotas no les permitía hacer mucho a los Steelers. El marcador mostraba un 36-9. Y estos Steelers mexicanos ya no veían ningún horizonte que los pudiera sacar de este estadio con el triunfo en las manos. Pero tampoco se iban.

La noche estaba marcada para los Patriots que defendían su casa. Otro gran juego para Brady: 384 yardas, 3 envíos de touchdown. Su mejor cómplice fue Hogan: nueve balones atrapados para 180 yardas y dos anotaciones. El partido de la final de conferencia ha terminado. Hoy han vapuleado la cortina de acero. Los Patriots fueron contundentes y entre las mesas de billar cubiertas por una lona para proteger el paño verde, palpita un silencio sepulcral, el silencio de los latidos de un corazón triste. El marcador final es 36-17.

Las botellas de cerveza y los tarros se estrellan con desgano. Apenas se tocan, y el líquido que las habita parece carecer del espíritu festivo del alcohol. Sergio Carrasco, el administrador de este grupo de fanáticos, dirige los últimos gritos de aliento, que tendrán que esperar hasta la siguiente temporada para hacerse escuchar, "Steelers, here we go".

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"Muchas gracias a todos por acompañarnos toda la temporada. No importa el resultado, somos el mejor equipo de la NFL", dice Sergio a través del micrófono. El canto reafirma su postura, el amor por los colores, lo cantan con el orgullo que brinda la pertenencia. Hay lágrimas en el suelo de este lugar. Las toallas amarillas, the terrible towel, se agitan en círculos, se agitan con coraje, con la bravura de una derrota que no ha terminado de ser asimilada, pero tampoco con la pasión que se tiene para los Steelers.

Recargado en una mesa, con el rostro enfundado en una bufanda negra y amarilla, y en una aura de rabia y tristeza, un hombre llora. Llora y lo consuela una mujer vestida con el uniforme de los victimarios, una mujer enfundada en un jersey que lleva los colores de los Patriotas de Nueva Inglaterra y el número 12. Lo consuela una mujer vestida de su verdugo. Él porta el jersey de Antonio Brown. Las derrotas y las victorias dejan cicatrices.

Por todo el lugar las miradas son de incredulidad. Como si algo hermoso y delicado se les hubiera caído de las manos. Algo roto sin remedio. Ya no hay nada qué rescatar de aquí, y muchos de los aficionados lo saben. Algunos soldados comienzan la retirada. Lo hacen despacio, arrastrando los pies, despidiéndose, dándole a los feligreses de su misma parroquia un abrazo de consuelo. Sólo ellos saben qué tan alto soñaron, sólo ellos saben qué tan larga fue la caída.

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Como muchos grupos que se reúnen en honor a un equipo de la NFL, los Steelers Family México tendrá una de sus primeras causas altruistas como grupo. Cada ocho días se sientan a ver a su equipo a lo largo de la temporada, pero esa tarde además entregarán dos sillas de ruedas al Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral A. C. Sergio dice que es algo que planean fomentar más como grupo, aprovechar la fuerza que tienen como equipo y usarlo para apoyar a otros.

No era nada descabellado pensarlo. Ya se veían en el juego contra Atlanta. Ya se veían celebrando otro anillo más. Por eso las quijadas apretadas, los pequeños tintes de rabia, las miradas perdidas, varias con tristeza. Afuera sigue el vocho mexicano de los Steelers, con los colores bien puestos y esperando fielmente como todos los demás la siguiente temporada. Nada los hará dejar de ser Steelers, ni las derrotas ni las fisuras. El acero se mantiene firme.