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New Orleans Pelicans

Pájaros en el alambre: el emocionante y angustioso futuro de los New Orleans Pelicans

Los New Orleans Pelicans tienen una estrella única con Anthony Davis, figura que puede derrotar a cualquier equipo, pero primero debe aceptarse como la estrella que es.
Photo by Derick E. Hingle-USA TODAY Sports

Algún equipo tiene que arrancar la temporada jugando contra los campeones defensores; los Pelicans de Nueva Orleans recibirán dicho honor incierto este martes por la noche. Es solo un juego en una campaña de nueve meses, y solo significará eso. La temporada de los Pelicans puede que no termine como la de los Warriors el año pasado, pero ya es ganancia decir que los Pelicans —un equipo que podría ser muy bueno, y que podría llegar lejos gracias a los hombros fornidos de Anthony Davis— y sus fans ahora pueden soñar en grande.

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Porque podría suceder. Todo puede pasar. Davis es el tipo de estrella que hace ver cualquier meta, si bien no alcanzable, sí razonable.

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Por supuesto, no todo depende de Davis, aunque se encuentre en el centro de todo lo que los Palicans intenten hacer. Necesitarán al resto de su plantel para permanecer saludables —lo cual parece algo serio después de las noticias de la lesión de Tyreke Evans la semana pasada—. Necesitarán la afinada ofensiva de Alvin Gentry para ser exitosos y, aún más importante, la defensiva del nuevo asistente Darren Erman para aguantar. Necesitarán que Quincy Pondexter vuelva a anotar de tres puntos, y no haría mal si alguien pudiera romper la maldición que ha convertido las manos de Omer Asik en piedra. Pero al final del día, es Davis y solo Davis quien pone las esperanzas realistas del éxito en playoffs. Mientras siga estando en el plantel, su mera presencia significa que no hay sueño, incluyendo el campeonato, tan grande como para no ser alcanzado.

Davis renovó este verano por una cantidad de 145 millones de dólares por cinco años. Claramente posee todas las intenciones de ser un Pelican en el futuro. Los Pelicans y el resto de la liga vieron como los Timberwolves de Minnesota están atorados en una fea situación con Kevin Love. Unas 577 millas al noroeste, el Thunder de Oklahoma City están pasando por lo mismo con Kevin Durant. Por dios, los Pelicans ya han perdido un caso similar con el ex heredero de su legado organizacional, Chris Paul. Cuando un jugador estrella pierde fe en su equipo, no hay forma de que regrese. El desafío más grande para los Pelicans esta temporada es ganar suficientes juegos para mantener a Davis interesado y como inversión —tener todo listo en caso de que algo inesperado suceda—.

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Davis trae victorias, highlights, diversión y esperanza, pero también un tipo de presión que es extraña y difícil de definir. Es el tipo de jugador que toda franquicia sueña tener, lo cual hace que la posibilidad de marcharse sea más palpable. Cada victoria es también una bala más esquivada. Cada derrota es un recordatorio más de que el futuro del equipo es tan seguro como su habilidad para satisfacer el deseo de Davis por contender y mantener su creencia de que puede hacerlo con Nueva Orleans. Si los Pelicans lo pierden de vista, el castigo será sombrío para una estrella frustrada con el corrosivo efecto del remordimiento interminable. Imaginemos al LeBron zombie al final de su primer período en Cleveland, pero con cejas más prominentes. Para ese entonces, lo único que nos queda es intercambiar un peso por un tostón, para después comenzar una reestructura mientras Davis se ocupa de su magia en algún otro lugar.

No mires atrás, no mires abajo. — Foto: Derick E. Hingle-USA TODAY Sports

Es bueno que los Warriors sean los primeros en la lista de los Pelicans en su búsqueda por acercarse a ganarlo todo en lugar de perderlo todo. Golden State ya ha pasado por las mismas; ahora se la pasan, de alguna forma detestable, dándose palmadas en la espalda. Tienen lecciones que ofrecer a Nueva Orleans: encuentren al entrenador apropiado, sean flexibles con el estilo, no tenga miedo de dejar a su estrella ser quien realmente es. También ofrecen un espejo, donde se reflejan las pobres y desastrosas opciones. Davis es el único jugador de los Pelicans que fue seleccionado por Nueva Orleans; todos los demás fueron adquiridos a través de intercambios y agencias libres. Por otra parte, los Warriors son en su mayoría —con algunas excepciones de veteranos— jóvenes talento seleccionados que crecieron juntos.

Aún más importante, Golden State es un recordatorio que la suerte es una de las fuerzas más poderosos en la NBA. Mientras que la rotación de los Pelicans ha sido muchas veces un hospital, los Warriors han aguantado juntos dos increíbles y saludables temporadas. Todo equipo es mejor cuando sus buenos jugadores están disponibles. Este es un obstáculo que sigue limitando a los Pelicans, y del cual los Warriors se aferraron con regularidad durante la temprana carrera desafortunada de Stephen Curry.

En términos de organización, el desafío más básico para los Pelicans esta temporada es el ritmo —tal vez no a la par de los Warriors, pero al menos seguir algunos de sus pasos—. Nuevos sistemas realizados por nuevas voces optimistas; una superestrella en crecimiento; un cuadro que empuje y que no haga mucho sentido hasta que el contexto cambie a su alrededor. Añádele a todo un poco de suerte —y algo de ayuda de los milagros de la medicina moderna— y los Pelicans puede que tengan una chance real de llegar a la cima de la NBA. Hasta que eso no suceda, seguirán jugando baloncesto sobre un cable a gran altura. La clave está en siempre ver hacia delante, y nunca ver para abajo.