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Pulsiones plásticas: El imaginario erótico de Clara Tice

Cercana a Marcel Duchamp e influenciada por Robert Henri, esta artista plasma en colores y contornos el lado femenino de lo erótico

Cuerpos desnudos, escenarios suntuosos, intimidad desbordante. Puesta en escena sugerente que por medio de dibujos y aguafuertes evoca fantasías explícitas. Clara Tice (1888-1973) nos posiciona ante una perspectiva diferente de lo erótico. Obras pictóricas colmadas por la libre expresión de la sexualidad femenina abren la mirada a visualizaciones de todo tipo.

Todas las imágenes cortesía de Honesterotica

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Sin remordimientos ni prejuicios esta pintora americana plasma en colores y contornos una postura radical que rompió los estereotipos del avant-garde neoyorquino del siglo XX. Tice no sólo representó un papel muy importante en la escena artística del Greenwich Village, sino también formó parte del círculo de arte y poesía de Walter Arensberg, el cual era frecuentado por artistas como Marcel Duchamp, Jean Metzinger o Charles Sheeler.

Bajo la influencia artística de Robert Henri, Tice desarrolla un estilo pictórico propio, explorando gestos y líneas que transgreden las convenciones visuales representativas. Con una extraordinaria habilidad esta artista captura por medio de simples líneas la gracia y la agilidad del cuerpo en movimiento, aproximándose a éstos con irreverencia, travesura e ingenio.

Pasión por captar los más íntimos detalles del movimiento, los vestuarios y los personajes, el teatro es para Tice un estallido de sensaciones y sensualidad donde se despliegan movimientos y gestos donde converge el espíritu de la danza. Sus imaginarios pictóricos reviven la magia y la fantasía de la vida escénica del Nueva York de comienzos de siglo XX.

Signos que alcanzan la más profunda sensibilidad de un juego erótico, voluptuoso, conducido no por la consciencia sino por el ciego instinto de los órganos de un cuerpo soberano que expresa, sin pudor, movimientos obscenos y perversos. Movimientos exaltados, extraviados; manierismos corporales que a momentos nos sugieren esas prácticas dionisiacas plasmadas en los grabados griegos de la antigüedad, el arte oriental o el mágico mundo de Las mil y una noches en los que se revive la alusión erótica que provoca la ironía y a la vez la tentación por lo insólito.

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Tice nació en Elmira, Nueva York, pero desde pequeña se mudo con su familia a la ciudad de Nueva York, donde vivió en una casa de alojamiento para niños, lugar donde trabajaba su padre. No obstante, el panorama desolador que la rodeaba, Tice creció impregnada por el buen humor, y bajo una educación liberal esta artista fue impulsada por sus padres a seguir sus instintos creativos, lo que la llevó a explorar el alucinante mundo de la pintura desde muy temprana edad.

Su obra conformada por pinturas, ilustraciones y fotografías fue difundida en diversas revistas como Rougue, The Blind Man, Cartoons Magazine y Vanity Fair, la cual convirtió el Dada en algo chic para el mundo de la publicidad y la mercadotecnia, y en donde Tice trabajó como artista gráfica por un breve período.

Asociadas al movimiento dadaísta, las pulsiones pictóricas de Tice se caracterizan por rebelarse contra las convenciones artísticas de su época; imágenes que no son otra cosa más que una provocación abierta a lo establecido, cuya obsesión es interpretar lo febril. Pintura que es la ebullición del deseo y la pasión, Tice desvanece todo juicio y clasificación, exaltando en cambio el amor por la vida.

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