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vida universitaria

Pasamos un día con los estudiantes que tienen que recuperar en septiembre

Fuimos hasta la biblioteca María Zambrano de la UCM para saber lo que sienten los estudiantes más jodidos del verano: los de las recuperaciones.
DR
fotografías de Davit Ruiz

Fui una de las primeras hijas del Plan Bolonia, esa maravilla que prometía poner la educación universitaria en España al nivel de Europa. Siempre nos cuelan la misma, la de Europa.

Bolonia era un plan maestro que apostaba por lo práctico frente a lo teórico a golpe de Power Points y apuntes, por los grupos pequeños que luego resultaron ser de 100 personas, por la reducción de los años de estudio para primar la especialización, siempre previo pago de un master que, de paso, enriquece a las instituciones universitarias.

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La biblioteca María Zambrano es la más grande de la UCM.

Ser el conejillo de indias de los Ministros de Educación tuvo, aunque pocas, algunas cosas buenas. La más reseñable fue que algunos nos olvidamos para siempre de los exámenes de septiembre.

En mi universidad las clases terminaban a primeros de mayo y las recuperaciones eran en julio, lo que significaba un verano sin preocupaciones académicas, hubieras cateado o no. Pero ojo, no en todas era así: algunas instituciones decidieron quedarse con lo peor del "plan antiguo" y lo peor de Bolonia, lo cual significaba y significa que aún hay gente jodida—y bien jodida— que tiene que recuperar en septiembre.

El Plan Bolonia no acabó del todo con los exámenes de septiembre.

Es el caso de Henar, que estudia física y tiene 18 años. Le quedaron 3 para septiembre, "una de ellas ya la he dado por perdida, pero estoy estudiando para las otras dos", me cuenta mientras se bebe un café a las puertas de la Biblioteca María Zambrano de la Universidad Complutense de Madrid, hasta la que nos desplazamos para ver cómo es un día en la vida de los estudiantes más puteados del ocaso veraniego. No suele ir mucho.

Henar estudia Física y tiene que recuperar 3.

"Hoy he venido porque unos amigos tienen examen y estoy esperándolos para irme después a tomar algo con ellos, pero suelo estudiar en casa", me cuenta. También me dice que cogió los apuntes por primera vez a mediados de agosto, y se ríe cuando le respondo que si no se arrepiente de no haberse puesto a chapar antes.

Ana Victoria, por su parte, es más metódica. Estudia ingeniería matemática y está abonada a la biblioteca porque comparte piso y allí no se concentra. Si aprueba los tres exámenes que tiene este mes (suerte, Ana Victoria), habrá terminado la carrera.

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Si aprueba los tres exámenes que tiene, Ana Victoria habrá terminado Ingeniería Matemática.

También es más maniática en lo que a empollar se refiere: "en mis apuntes, para memorizar mejor las cosas, uso tres colores: rojo, negro y azul", me cuenta mientras señala uno folio con una ristra de fórmulas que hacen que la admire y me compadezca de ella a partes iguales.

Andrea estudia filosofía y le han quedado tres.

Me compadezco en la misma medida de Andrea. Al lado de sus esquemas descansa un libro fotocopiado que reza —nunca mejor dicho— "Filosofía de las religión". "Si no tuviera que recuperar, estaría viendo en bucle Rick y Morty", me confiesa esta estudiante de filosofía a la que le han quedado tres: Filosofía de la religión, Metafísica 2 y una parte de Materia y vida.

Una de ellas es Filosofía de la religión.

Manuel, por su parte, me asegura que estaría durmiendo si no le hubiera tocado ir a la María Zambrano, pero está ultimando su Trabajo de Fin de Grado —otra de las grandes ocurrencias del Plan Bolonia— para presentarlo el 28 de septiembre. Va sobre Energía de Fusión Nuclear y el proceso de entregarlo se complicó, apunta, porque lo ha hecho con una empresa en lugar de con la propia universidad, como suele ser habitual.

Manuel está con su TFG, que va sobre Energía de Fusión Nuclear.

Cerca de Manuel hay a un par de alumnas comentando emocionadas sus asignaturas. Están mirando un iPad y conjeturando sobre cuál les gustará más, así que asumo que son de primero. Quién pudiera volver a esa inocencia, a ese estado de gracia y despreocupación. A ese no saber qué significa ni qué implica el término recuperaciones-de-septiembre.

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María tiene 19 años y estudia Derecho. Le han quedado tres.

"Todo sería distinto si el sistema educativo no valorara solo nuestra capacidad de memorizar", opina María, que sí que sabe lo que es estudiar en verano. Es de Sevilla y ha pedido el traslado de expediente a Madrid, pero antes de que se lo aprueben tiene que recuperar tres asignaturas. Estudia derecho.

Pablo y Jaime son de los rezagados. Aparecen por la biblioteca a última hora y me cuentan que se han puesto a estudiar también a última hora. A Jaime le han quedado cuatro. A Pablo sólo una. "Al final, las recuperaciones de septiembre son una putada sobre todo porque las tienes presentes durante todo el verano. Todos los años me pongo a última hora, en las últimas semanas, nunca antes, pero el pensamiento siempre está ahí. Estás de fiesta y sientes que, joder, no deberías estar haciendo eso", me confiesa Pablo.

Estos son Pablo y Jaime. Estudian Química.

La biblioteca de la María Zambrano es, durante las primeras semanas de septiembre, un crisol estudiantil: los hay que acaban de empezar el curso y, muy aplicados, van a coger manuales para que no se acaben y los hay fumando porros y comiendo Doowaps en la puerta. Los hay sentados tranquilamente en el césped, relativizando su sufrimiento, y los hay que no se permiten ni un minuto de distracción.

Veruska empieza este año segundo de Ciencias Políticas.

Miriam pertenece a este último grupo. Está sentada en una de las primeras mesas de la María Zambrano, que acaba de abrir. Cuando me acerco y le pregunto su nombre, responde sonriente. Pero la sonrisa se le borra rápidamente cuando le pido hacerle unas preguntas y una foto.

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"Tengo una recuperación en dos horas, lo siento". "No lo sientas, mujer, todos hemos sido tú alguna vez en la vida", pienso, pero no le digo nada porque no me deja. Vuelve a sus apuntes sin opción a réplica. También están los que se niegan a hacerse fotos porque "mira qué pintas". "¿Pero a la biblioteca no se viene también a ligar?", le pregunto a uno de los estetas. "En la biblioteca se liga, pero no en época de exámenes jodidos. Y las recuperaciones son los más jodidos de los exámenes, los que menos apetece hacer", responde.

Amadeo tiene 22 años y está con la memoria de las prácticas.

Pablo, Jaime, Manuel, Ana Victoria, Veruska y María son cualquiera de nosotros en algún momento de nuestras vidas. Son los nervios, el agobio, el remordimiento por no haber estudiado lo suficiente cuando tocaba y las ganas de estar haciendo cualquier cosa menos la que están haciendo: chapar. Son los apuntes prestados y fotocopiados, la posibilidad siempre tentadora de la chuleta, el descanso de cinco minutos que se convierte en hora y media. Son, en definitiva, los más jodidos de septiembre. Ánimo con ello.

La María Zambrano amplía su horario de apertura en época de exámenes.

Cuando cae la tarde, el hambre aprieta.