Moscas en la cara, moscas en la sopa: así invadieron las moscas todo un barrio de Bogotá
Foto: Mateo Rueda | VICE Colombia

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crónica

Moscas en la cara, moscas en la sopa: así invadieron las moscas todo un barrio de Bogotá

"De Doña Juana. De allá viene todo este mosquero que nos traga vivos". Fuimos a conocer la crisis sanitaria que hoy viven en El Mochuelo.
Mateo Rueda
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11:30 a.m., Mochuelo Alto

Moscas. Brillantes y húmedas. Flotando en nubarrones negros por la cocina. Sobre la cama. Nadando inmunes en el café. Zumbando en los oídos. Haciendo espirales. Dibujando círculos. Moscas que dan ganas de rascarse. De enterrarse las uñas hasta que duela. Moscas obsesas, moscas tiranas. Paseándose repugnantes sobre la carne. Cayendo violentas sobre el azúcar del pan. Untadas de dulce, untadas de podredumbre. Ponzoñosas, infectas, serviles. Moscas altaneras en la nariz de los niños, en los bajalenguas de los médicos, en los párpados hinchados de Julia.

Es La Juana, me dice. De allá viene todo este mosquero que nos traga vivos. Y es la hora, también es la hora. Se alborotan cuando calienta el sol. Pero siga, entre con confianza. No le digo mentiras porque para qué. Se me va la tarde espantándolas a escobazos. Se pegan a las ollas, a la mesa. ¿Ve esa mancha negra del rincón? Son moscas. Ya no puedo dormir porque me muerden la cara. Ya no puedo comer porque me caen en la sopa. Ya no puedo salir porque tengo setenta y siete años y no tengo a dónde.

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12:30 p.m., puesto de salud, Mochuelo Alto

¿Que qué tengo, señorita? ¡Qué no tengo! Ardor en los ojos, en la garganta, diarrea. Míreme las manos, todas rojas de tanta piquiña. Uno debe hablar con lo que es. Los medicamentos sirven y se me quita, pero vuelve y me da. Yo sí creo que es por La Juana, por los malos olores y por los animales que salen de allá. ¡Y el alcalde diciendo que no! Que venga, que venga y se quede una semana a ver cómo se siente después. Y es que no son solo moscas. Usted no se imagina, también son ratas y culebras. Ayer maté una, la agarré a escobazos por la cabeza. Prendí la luz de mi casa y ahí estaba, la culebra, enroscadita, como mirándome. Me provocó gritar de los nervios. Pero, ¿a quién le grito si yo soy sola?

Aquí nos dan unos platos con pegante para las moscas. Biotrampas, les dicen. Tienen una feromona que las atrae y la deja ahí pegadas y muertas, pero son tantas que a las dos horas ya están llenos. Para las ratas, dan unos cartones. Esos sí que no sirven para nada, ni el animal más bruto se acerca por allá. Uno habla lo que escucha. Que van a fumigar y acabar con toda esa plaga. ¡Quién sabe si será cierto! Yo sí sabía que esto era un basurero, pero dígame usted: ¿Qué hace uno cuando no tiene casa?

1:15 p.m., vía Mochuelo-Quiba

Lo que pasa es que con John me fui volada, me explica Xiomara. Mi papá nos decía: "No se casen hasta que terminen el colegio, que se llenan de hijos y hasta ahí llegaron". ¡Pero qué va! Uno enamorado es muy bruto y no oye a nadie. Ya tenemos dos niñas. Él es un buen papá. Eso sí que es verdad. Les regala ropa y no perdona la torta en los cumpleaños. ¿Usted lo vio? El alto, mono, que estaba en la puerta de la ladrillera. Los dos nacimos aquí, en el Mochuelo, así que me conozco la vida de la Juana mejor que la mía.

Vea, cuando el derrumbe del 97, yo tenía nueve años. Primero dijeron que se había explotado por tanto gas. Después, cuando llegaron los ingenieros, resultó que era la basura, que se había resbalado y estaba por toda la orilla del río Tunjuelo. Dizque era casi la de medio año. Qué cochinada. Yo vi jeringas y desechos hospitalarios tirados en montañas. John dice que vio unos muertos del Cementerio Central, pero eso sí no sé. Lo peor era el olor. Es que usted no se imagina. Nos despertábamos por la noche con ganas de vomitar. Yo me enfermé. Aquí vinieron de una universidad, la del Valle, dijeron que el aire estaba contaminado con unas partículas que se llaman PM10 y que respirar eso era malísimo para los pulmones.

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Nos iban a indemnizar, pero el 27 de septiembre van a ser veinte años y todavía nada. Mi papá fue de los que más peleó. Mandó cartas, habló con los ingenieros, les mostró exámenes del cáncer corriéndole por dentro. Y vea usted, le tocó morirse esperando su plata. ¡Cómo es la vida de mierda!

1:40 p.m., panadería y pastelería Paticos, Mochuelo Bajo

Una mano espanta las moscas y la otra amasa el pan. Que tiene afán, me dice Alfonso, el panadero. Que si no termina antes de las tres de la tarde la epidemia se hace insoportable. Una mano espanta las moscas y la otra amasa el pan. Que limpiar ya no sirve, que el baño hay que lavarlo diez veces al día, que en las vitrinas del primer piso, las de los pasteles y las galletas, pusieron huevos. Una mano espanta las moscas y la otra amasa el pan. Que el día en que pasó todo aterrizaban con rabia sobre las cabezas, se pegaban a las puertas de los hornos, ennegrecían las barandas de las escaleras. Que cerraron cuatro días, que no vendieron nada, que a los clientes les daba asco. Que cómo no, si es que son las mismas moscas que salen del botadero. Una mano las espanta y la otra amasa el pan. Que los viejos necesitan de a tres inhaladores para respirar, que los niños amanecen en urgencias con la piel llena de úlceras, que los vecinos aprendieron a vivir entre retorcijones y náuseas. Que ya están llegando, que mire al techo. Que es el calor. Una mano espanta las moscas y la otra amasa el pan.

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2:10 p.m., parada única del SITP, Mochuelo Bajo

Hasta aquí solo llega un bus: el de la ruta 796A. Pasa cada cuarenta minutos y es el único que recorre Ciudad Bolívar. Lagunitas, Paticos, Lucero, Meissen y los dos Mochuelos, el Alto y el Bajo. Casi los mismos barrios que rodean La Juana. Quien lo ve subiendo avisa con señas a los demás para que salgan a encontrarlo. "Nos vemos en la parada", me dice Jazmín Muñoz, una de la líderes comunitarias. "Tengo que bajar a una reunión y si no estoy pendiente llego tarde". Cuarenta minutos tarde. Bajar. Subir. Subir a Mochuelo. Bajar a la ciudad.

Mire, mi niña, esto no se ha acabado y tampoco empezó ayer. Llevamos treinta años con el basurero al lado. Hay casas a un kilómetro y medio. No le miento: lo vemos desde la ventana. Nos hemos acostumbrado a las ratas y a las babosas. En la panadería pedimos el tinto sin moscas, como quien aclara que no quiere azúcar. Por eso protestamos, por eso bloqueamos la vía. Porque la basura no se compacta, no se tapa con arcilla. Porque el Distrito no nos oye. Porque no hemos visto el primer peso de las indemnizaciones que nos prometieron cuando el derrumbe del 97. Porque ahora, dicen, le van a comprar los terrenos a los vecinos para seguir enterrando la basura por más de cuarenta años.

El paro lo levantamos, sí, pero porque vamos a reorganizarnos para llegar con más fuerza. Yo no sé qué hacen los operadores del relleno con la plata que les pagan, ni por qué la Unidad Administrativa no les cancela el contrato. Tampoco por qué la interventoría se queda callada. Pero estoy segura de que la solución no está en esos platos amarillos, ni en matarnos a veneno de tanto fumigar. Está allá, en el relleno. Ese es el bus. ¿Usted baja? ¿O sube a la iglesia del Alto otra vez?

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3:20 p.m., rueda de prensa, Uaesp

Los micrófonos encendidos, los periodistas en sus libretas, las grabadoras en rec.

Buenas tardes a todos, dice Beatriz Cárdenas. Como directora de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos, Uaesp, notifico que, luego de finalizar la audiencia en contra del operador del relleno sanitario Doña Juana CGR, resolvimos sancionarlos con 150 salarios mínimos por su indebida gestión técnica en el control de vectores.

Los micrófonos encendidos, los periodistas en sus libretas. La CGR tendrá que pagar una multa de 110 millones de pesos por la proliferación de moscas.

La grabadoras en rec.

Es importante resaltar que el pasado 9 de mayo ya fue sancionado el operador del relleno tras comprobarse que no se cumplían varias de las condiciones acordadas, entre ellas la construcción de chimeneas.

Los periodistas en sus libretas: esta es la segunda sanción para la CGR. Una más y se cancela el contrato.

El operador está obligado a tener un sistema energético de respaldo para seguir funcionando en caso de que se presenten fallas en la ciudad. Hasta el momento, no se ha iniciado la construcción de dicha planta y, por esta razón, existe una tercera sanción en proceso que aún no se ha hecho efectiva.

Si la ciudad se queda sin luz, el relleno deja de funcionar porque la CGR no tiene planta eléctrica. Otro error. El tercero que faltaba.

Los micrófonos encendidos, los periodistas en sus libretas, las grabadoras en rec.

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Al teléfono: Carlos Vega, director técnico y operativo de la CGR. Sin lugar

¿Aló? Bueno, mira, CGR es una empresa privada que se ganó la licitación para operar el relleno sanitario hasta el 2022. Adecuamos las terrazas; conducimos los lixiviados, o sea los líquidos que se forman con la basura, y cubrimos los residuos. Y, sí, hemos incumplido, pero la discusión alrededor es larga. Este es un relleno que opera con seis dólares por tonelada de basura. Menos de 18.000 pesos. En Medellín tienen nueve dólares y son menos habitantes. En Estados Unidos hasta sesenta. Y eso no es todo, la exigencias son muy altas porque está muy cerca a la población. Nos estamos quebrando y no estamos haciendo las cosas bien. Estamos amarrados por una cláusula que nos compromete a operar bajo cuenta y riesgo. Es decir, si no alcanza, el problema es nuestro.

A eso súmale que las exigencias de la Uaesp han aumentado porque ahora hay más gente viviendo alrededor del relleno. Tengo vistas satelitales y te las puedo mostrar. En el 2005 había muchas menos familias que las que hay ahora. La Uaesp nos aumenta las obligaciones, pero no nos aumenta los recursos. ¿Qué hacemos entonces?

Dame un segundo… (Que ya salgo, que estoy al teléfono)… ¿Aló? ¿En qué iba? Sí. Hace poco pasamos un documento pidiendo el incremento de la tarifa y justificando por qué. Todavía no es público, pero ya está en el Ministerio de Vivienda, esperando el aval de viceministro de Agua. O nos aumentan recursos o nos bajan la exigencias. Si no, no vamos a poder… Claro, pero lo que dices no es tan sencillo. No puedes perder de vista que somos una empresa privada y necesitábamos competir como licitantes. De ahí que nos acogiéramos a la tarifa de operación más baja. Pero son culpas compartidas. Los barrios siguen creciendo alrededor sin que Planeación Distrital haga algo. La gente no recicla, y todos los días recibimos 6.300 toneladas de basura. La interventoría se amarra a una cláusula absurda. Si se trata de señalar culpables, tal vez haya que apuntar con varios dedos.

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3:50 p.m., Comisión Quinta de la Cámara de Representantes

El año pasado contratamos un estudio de la Universidad Nacional que mostró que no hay más sitios en Bogotá para hacer rellenos. Con un buen manejo, Doña Juana puede operar sin problemas hasta el 2040, dijo el alcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa.

Usted, señor alcalde, quiere condenar al sur con cincuenta años de basuras, dijo Inti Asprilla, representante de la Alianza Verde.

4:30 p.m., iglesia, Mochuelo Alto

Santa María, madre Dios. Moscas descreídas en las heridas del Cristo resucitado. En el atrio, en las rejillas del confesionario de los que piden perdón. Ruega por nosotros, pecadores. Moscas obscenas que zumban en los oídos de los arrodillados. Caminando impunes por los brazos de las mujeres. Blasfemas a la hora del rosario. Santa María, madre de Dios. Moscas que dan ganas de pincharse hasta reventarse la piel. De salir corriendo. De arrepentirse para salvarse. Ruega por nosotros. Ponzoñosas e infectas, que desaparecen en la noche y regresan con el sol. Que se levantan del suelo como plagas bíblicas. Moscas sobre el perro que duerme en el portal de la iglesia, sobre el niño en el coche, sobre el agua bendita. Moscas sobre el mismo Dios.


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