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Música

"Te pagamos con chelas" es la forma perfecta de aniquilar la industria de la música

“Siempre cobren por su trabajo, si no lo hacen sentarán el precedente de que ustedes trabajan gratis”.
Foto por Marcelo Quiñones

Hace unos meses asistí a una charla que ofreció un afamado fotógrafo mexicano que ha centrado su trabajo en registrar lo que acontece alrededor de la música y los músicos. Al final de su intervención surgió una buena cantidad de preguntas en torno a su labor: qué cómo fue la experiencia de haber estado cerca de tal o cual rock star, sobre cuál equipo utilizó al principio de su carrera, lo cuestionaron también sobre cómo fue la transición que experimentó del agitado mundo del rock a la escena intimista del jazz, entre otras interrogantes. Casi para concluir la plática, una joven fotógrafa le preguntó sobre cómo lograr que un proyecto de arte sea redituable cuando se es un perfecto desconocido. La respuesta del artista fue larga y tendida, pero soltó una frase que me pareció la más relevante de su argumento: “Siempre cobren por su trabajo, si no lo hacen sentarán el precedente de que ustedes trabajan gratis”.

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La situación que expuso el fotógrafo aplica por igual al mundo de la música, sucede tanto en el rock como en la electrónica: dicha práctica la siguen al pie de la letra tanto los dueños de bares y clubes, así como promotores de fiestas o festivales. Muy pocos le pagan al músico, al productor o al DJ de escasa trayectoria por la chamba de entretener a sus clientes, por el contrario, en muchos de los casos le hacen creer al novel artista que es un privilegio poder tocar en su club, y que por ende, no habrá ni un centavo partido por la mitad, si acaso, y dependiendo de la generosidad del empresario, le obsequiaran algunas chelas a modo de gratificación.

Algo debe quedar claro en todo esto: la gente frecuenta un club, antro, venue o cómo le quieran llamar, por dos razones: “la música y los precios atractivos de las bebidas”, ¡no hay más! A menos que el cliente lo único que busque sea saciar su sed y beber por beber como vikingo, y le dé lo mismo escuchar minimal techno, cumbia, trap, banda, baladas, reguetón, o todos esos géneros juntos programados en una rocola de tres canciones por 10 pesos.

Hace unos seis años incursioné una breve temporada en el mundillo VJing, las ganas de exponer mi trabajo rebasaron mi capacidad de tomar decisiones frías y acertadas, por lo que me di a la tarea de contactar por Facebook a organizadores de fiestas de electro dark, género que entonces me volaba la cabeza. De unos cinco o seis mensajes privados que envié, me respondieron uno. Conseguí que me abrieran un espacio, y expuse mis visuales en un festival de synth pop, post punk y future pop. El evento lo organizaron en el centro de la Ciudad de México, con una asistencia de por lo menos unas 300 personas con boleto pagado, la fila para entrar al lugar rodeaba media manzana.

A lo largo de las cuatro horas que estuve mezclando imágenes, ninguno de los miembros de la organización se acercó conmigo a hablar de honorarios, aunque debo aclarar que yo di pie a esa situación, dirían los clásicos: “Me puse de a pechito” desde el primer momento en que contacté al promotor. Si de mí no surgió la iniciativa de preguntar cuánto me iban a pagar, mucho menos salió del organizador. Esa ocasión, al no ver nada claro, desinstalé mis cosas y me moví pasada la medianoche desde luego el regreso a casa en taxi corrió por mi cuenta.

Luego de esa fiesta me invitaron a dos o tres más. Justo como lo afirmó el fotógrafo: había sentado el precedente de que yo no cobraba y que lo hacía por amor al arte. Por lo menos así lo entendió y muy bien, la gente detrás de esas fiestas.

Lejos de escarmentar con la experiencia narrada, continué aceptando invitaciones de los mismos promotores, sin embargo, “la fructífera relación de trabajo” se acabó un buen día que la organizadora me contactó para invitarme a proyectar visuales en la presentación de una banda alemana de EBM. Cansado de la situación, le pedí dinero y me salió con el argumento de que “a nadie se le iba a pagar porque no estaba cobrando cover”, le contesté que “siendo así no iba a participar poniendo dinero de mi bolsillo”. Luego de ese episodio nunca más me volvieron a invitar a sus fiestas. Si bien, no gané nada, por lo menos puse punto final al que sin duda, evidentemente era un mal negocio, obvio, para mí.

Alejandro Arámburo está Twitter @AlexAramburo.