La calle en su forma más elegante: Un encuentro con Robot

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Música

La calle en su forma más elegante: Un encuentro con Robot

El rapero de Mexicali radicado en Guadalajara, representa la nueva escuela de hip hop hecho en México.

Hambriento, flakito, brutalmente honesto y con un aura de candor espontáneo, Robot destapa dos cervezas y nos las extiende. “¿Y para ti?” “No, yo no tomo, me hace daño; no es lo mío, pero sí weed y otras cosas, ajaaa”. Robot dice en broma a los chicos y chicas que están en la sala que pongan algo que no haya escuchado. En una laptop suena “Tú o Satanás”, canción con la que hace un par de horas cerró su primer concierto como solista en la Ciudad de México. Ahora prepara un porro, es domingo y estamos en el departamento que su equipo rentó en la colonia Nápoles.

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Robot y DJ Lokiuno, su productor y cabeza creativa de Jamgle Records, recuerdan dos mitos fundacionales sobre cómo los astros del hip hop se alinearon para que terminaran en un estudio de Guadalajara y en menos de dos años, tanto Robot como West Gold (el grupo del que forma parte), irrumpieran en la escena mexicana del rap con el mejor rap estilo G-funk que se haya hecho en México y, quizá, el mejor que se esté haciendo actualmente en cualquier rincón del globo.

El primer recuerdo ocurre con Robot estudiando la carrera de negocios internacionales y rolando con sus primeras canciones en Mexicali —donde nació en 1995—, Ensenada y Tijuana. Antes de hacer música, escribía un diario, sin imaginar y tener como propósito que esas líneas se convertirían en canciones. “Expreso lo que siento y cómo creo que se siente mí alrededor. Lo que veo y vivo, sin más. Un apóstol de la vida, con tinta y papel".

Un día Robot dijo “quiero más, quiero crecer”. Y Mexicali y Bugambilias, el humilde barrio donde vivía y creció con sus padres y dos hermanas, no era el sitio para ello. En sus viajes por el desierto norteño buscando espacios donde tocar, había escuchado a KingZoo, un dúo de rap de Ensenada conformado por iQlover y Jarabe Kid. “Yo los admiraba, iba a su ciudad, ellos sabían que yo le daba y justo cuando decidí irme a Guadalajara, curiosamente resultó que ellos también, así que llegamos los tres Guadalajara a vivir a un cuartito”.

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El segundo recuerdo es del 2016, cuando Lokiuno atravesaba por un bajón luego de haber trabajado algunos años con Charles ANS, Hispana, Gera MXM y JB Entertainment. “Viejo, yo estaba deprimido, sacado de onda. Había dejado de trabajar con mucha gente y, te lo juro, pensaba que me habían hecho brujería. ¿Cómo era posible que hubiera caído así? Entonces fui con un brujo, que me dijo: 'Nah, tranquilo, en dos semanas llegará tu respuesta'”. En dos semanas Robot, iQlover y Jarabe Kid estaban en su estudio y a la tercia se le sumaría Poofer, originario de Colima, para darle forma definitiva a West Gold, el mejor grupo nuevo que ha dado el rap que se hace en México en estos dos últimos años y, decididamente, una de las cartas más importantes para el futuro de este género en el país.

“Solo fue cuestión de tiempo para hacer química y comenzar a pensar en un disco con los artistas que estábamos ahí. Cuando llegamos, las cosas se pusieron muy agradables: Santa Suerte, [una de las marcas de streetwear más importantes de México], se unió a la colaboración y nos presentó a artistas de talla internacional”.

West Coast vía Chicali

En “Papeles doblándose”, Robot rapea: “Solo pensar en que puedo hacer todo cuando estoy en mis sueños y no sé qué hacer para despertar en ellos/ he probado mi vuelo sin maletas al ayer para que por primera vez observe lo que estoy haciendo/ la realidad siempre ha sido un misterio”.

El estilo de Robot es el del cronista de su propio entorno, con una lupa para matar hormigas observando lo que sucede en la vida del barrio. Letras directas, crudas, que versan sobre su familia, sus amigos, su espiritualidad, las drogas y los vericuetos de la ciudad. Todo ello con un flow suave, onírico y totalmente original, sobre bases musicales que actualizan de la mejor manera el sonido West Coast de los noventa. En parte porque a estos raperos de la frontera, la tradición del rap nacional es más ajena que la del rap gringo: Crecer en Chicalli era escuchar a Nelly, Snoop Dogg, Shaggy, Dr. Dre, Outkast, 50 Cent, Kid Frost, MC Magic, Biggie, 2Pac y Bone Thugs-N-Harmony como algo mucho más propio.

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“Lo defino de una manera simple: mi estilo es la calle en su forma más elegante”.

Ya con Jamgle, el colectivo que se formó en Guadalajara cuando llegaron estos raperos de Baja Cali y Colima, Robot dio forma a Bugambilias, una recopilación de los sencillos que había maquetado luego de su primer disco 1995, y de su EP debut Rosa María. “El hip hop es una manera asombrosa de expresión, que significó para mí una puerta a un mundo que desconocía y al que estoy y estaré agradecido como no imaginas”.

Robot tomó su nombre de rapero de una anécdota local, cuando con un grupo de amigos de la adolescencia traían el trip de “no querer ser como el resto, como un simple humano”, así que todos se hacían llamar “robots”. Era un chiste local. Finalmente fue a él, Kevin Gutiérrez, a quien se le quedó el mote.

A Bugambilias y a su participación en el disco homónimo y debut de West Gold, siguieron los sencillos “Lo sabe”, “Cuentas claras”, “Wake & Bake” y “Llamadas perdidas”, este último su pieza más pop y melosa, y uno de sus videos más reproducidos en YouTube, junto a “High so high” y “Tú o satanás”. “Tenemos terminado el siguiente disco, se llamará Chocolate blanco y si todo sale bien estará listo en julio".

Le pregunto porque no cantó “Como es” en el concierto. Se trata de uno de sus más recientes estrenos, que solo está disponible en Spotify, y en el que sale de su propio registro con un ritmo más apegado a un reggae-trap suave e ideal para derretir pistas de baile.

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“Es una pieza que ya está arriba, pero que creo se merece un buen video y más tiempo. Lo que quiero hacer es música. Así, a secas. No solo rap, salir a otras gamas, así que no te asombre que venga más de eso. Incluso tengo ya otro disco listo además de Chocolate blanco. Es una sorpresa, ya verán. Hacer música. Sí, eso”.

Mientras Robot limpia más mariguana, me explica que el wax es un aceite de hachís, que concentra dosis elevadas de tetrahidrocannabinol, sustancia activa del cannabis. Luego saca una especie de vaporizador y me lo muestra. Sobre su relación con la mariguana, un tópico expreso en varias de sus canciones, explica que el tema es súper importante para un cambio en el país. “En mi caso, mucha gente piensa que solo se trata de salir con un porro en un video y ya, por moda o para apantallar, pero llevo bastante tiempo conociendo los poderes de la mariguana y creo que es necesario que la población se abra al respecto. Me gusta tocar el tema pero no así, de rápido, porque tiene demasiada importancia, podríamos extendernos horas, así que solo diré: mantente medicado y legaliza”.

No quiero perder, vine para ganar

El pasado domingo 3 de junio por la noche, mientras la nación se sentaba frente al sillón para ver el más reciente capítulo de la serie de Luis Miguel, salieron algunas hordas de adolescentes y seres de la noche, de los callejones y desde las entradas del Metro, hacia el Salón Bolívar junto al circuito interior de la CDMX, para atestiguar el nacimiento de un mito: Robot, un morro flacucho de 23 años que reventó las bocinas de este que, más que un salón, parecía una piquera de mala muerte, sucia y con un sonido improvisado.

De vuelta al subterráneo. Ahí está. Un reptil elegante. Robot suda a litros, cambia de lentes, rapea con grasa y mantequilla, con bajos potentes: “A mi nada me incomoda, sé que pronto seré la moda, por mientras ando caminando so high”. Las manos se mantienen arriba de un lado a otro. Hay morritas, locos y adolescentes que ya portan las playeras Vida Robot. Desde las tornamesas, Lokiuno reparte las pistas como pan y pescados. “En la calle solo hay una opción, matas o te van a matar/ mamá tenía razón: unos se quedan otros se van”. Pum, pum, pum, manos arriba o qué.

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Los raps de Robot nos electrifican. Hace lo suyo con entrega total, como si estuviera tocando en el Estadio Azteca ante cien mil personas. No hay bajón, pura crema que sube. “Solo hay respeto para quien ha respetado”. Humo verde se escurre entre la carne. Y suena “Llamadas perdidas” para desgarrar gargantas. “Otra vez el amor…” El rap, ¿qué es el rap? Esta mierda frente a ti, hijo. Rap es el groove que alimenta a los outsiders. De vuelta al subterráneo. El Salón Bolívar se convirtió en el templo desde el que Robot disparaba rezos.

La apoteosis llega con “Tú o Satanás”, que abre con la batería y un sonido de palo de lluvia que le da una atmósfera marina. “No quiero perder, vine para ganar/ Hoy me desperté, con ganas de luchar/ Me cansé, de siempre empatar/ Solo lo prendí y empecé a jugar…”

Arriba, el apóstol de la vida, con tinta y papel, nos dejó claro que dice la verdad: su música es la calle en su forma más elegante.

DJ Loki

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