¿Es racista el tenis?
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racismo en el deporte

¿Es racista el tenis?

Cuando a Serena Williams se le atribuye una "ventaja natural" en el tenis, ¿no será que en realidad este deporte sufre un problema de racismo?

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El año pasado, mientras hacía cola para comprar una entrada en el primer miércoles de Wimbledon, oí como una familia estadounidense conversaba animadamente sobre un tenista. No era difícil coincidir allí con gente diversa: el torneo británico congrega cada año a alrededor de 500.000 personas, esto es, unas 40.000 visitas por día. Durante dos semanas, Wimbledon se convierte en el área más densamente poblada de fans de tenis del mundo.

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Os cuento cómo funciona el sistema de entrada a Wimbledon por si no estáis familiarizados con él: te levantas a las 5:30 de la mañana, te arrastras hasta una de las estaciones del metro más cercanas al complejo, y finalmente te pasas unas cinco horas en una cola infinita junto a personas que, supuestamente, comparten la misma pasión que tú por el deporte.

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Esta pasión compartida se nota en la forma de vestir de los aficionados. Todos llegan con el uniforme: calcetines de color blanco porcelana hasta la pantorrilla y polos también blancos metidos por dentro de los pantalones cortos. La fragancia a protector solar de factor 30 flota en el ambiente como si de una suave niebla matutina se tratara.

A primera vista, la familia que oí discutir parecía amigable. Todos eran jóvenes y su piel sugería que llevaban años recibiendo la potente luz del astro rey, seguramente recogiendo pelotas en el club de tenis de una ciudad mediana en algún estado tipo Kentucky. Iban vestidos de pies a cabeza con ropa deportiva: Adidas, Nike, US Open 2013. Casi se diría que no iban vestidos para ver, sino para jugar.

Un grupo de británicos haciendo una de sus cosas favoritas: esperar en una cola larga y bien organizada. Foto vía PA Images.

Entonces, sin embargo, empezaron a hablar y la magia se rompió.

"Tenemos que ir a ver a la negrita esa," la madre dijo a sus hijos, tratando de recordar el nombre. "¿Serena?", uno preguntó. "¿Venus?, ¿Solane?, ¿Madison?, ¿Taylor?"

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"No, Taylor no," respondió la mamá. "Ella no es una negrita. Es más como una…". Y después el niño dijo la palabra que su mamá tenía en mente y todos se mostraron nerviosos, seguramente preocupados por la posibilidad de que los vecinos hubieran oído su crítica familiar.

La primera impresión puede ser engañosa. El comentario racista no me sorprendió, aunque no por ello lo encontrara menos denigrante. El tenis es un deporte monocromático, tal vez el último evento global que permanece blanco en su sensibilidad y participantes. Unos meses antes de que se celebrara el torneo de Wimbledon 2014 supimos que un joven jugador británico de etnia mixta llamado Isaac Stoute había decidido demandar a la LTA (Lawn Tennis Association, el órgano de gobierno del tenis británico) por discriminación en el financiamiento y apoyo que recibía. Esto se sumaba al episodio similar que había protagonizado Yasmin Clarke ocho años antes.

En los 28 últimos Grand Slams, sólo un jugador no blanco ha competido en una final de hombres: Jo-Wilfried Tsonga en el Open de Australia de 2008. Actualmente, solo hay dos jugadores negros en el top 50 masculino y únicamente un asiático. Desde el comienzo del Tour de la ATP en 1990, los únicos jugadores no blancos en ganar Masters 1000 han sido Michael Chang y el propio Tsonga.

Esta proporción es aún más preocupante si se amplía la perspectiva. En los 91 años transcurridos desde la integración de los cuatro Majors, sólo dos jugadores de etnia negra y uno asiático han ganado un Grand Slam: el estadounidense Arthur Ashe (que ganó un torneo de Wimbledon, un Open de Australia y un Open de los Estados Unidos en siete años), el francés Yannick Noah (que ganó el Open de Francia en 1983) y el estadounidense Michael Chang (vencedor del Open de Francia en 1989). Eso suma un total de 5 Slams de los 364 que se han disputado desde 1924, el año inaugural de los cuatro Majors: apenas un 1,37 por ciento del total. Estadísticamente, es más fácil ser admitido en la universidad de Harvard que ver a un jugador negro o asiático ganar un Grand Slam.

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Arthur Ashe se convirtió en el primer campeón negro de Wimbledon en 1975. Foto vía PA Images.

Se trata de un hecho sorprendente, máxime cuando se trata del cuarto deporte más popular del mundo.

El tenis femenino parece vivir una situación algo mejor, principalmente a causa de la presencia de la que posiblemente sea la mejor tenista de todos los tiempos, Serena Williams, y de su hermana mayor, Venus. Entre ambas han sumado 113 trofeos en los últimos 20 años. La china Li Na ganó el Open de Francia en 2011 y el de Australia en 2014.

Pero no todo el éxito de las hermanas Williams ha sido recibido con la admiración que merece: hay un grupo de presuntos "expertos" que asegura que sus triunfos tienen que ver con su sexo y etnia. Serena rehusó jugar en Indian Wells durante 14 años después de ser víctima de cánticos racistas en la final contra Kim Clijsters a manos de una grada predominantemente blanca. Se cuenta que un hombre del público llegó a asegurar que "desearía que estuviéramos en el 75" para poder "desollar viva" a la tenista afroamericana.

Los abusos racistas no son una novedad, pero sí un continuo crimen —la víctima del cual es nada menos que una de las mejores atletas del planeta. Es un problema institucional en el que todos tienen (tenemos) parte de responsabilidad, de los fans a los ex jugadores pasando por los organizadores del torneo.

Hablando de las hermanas Williams, Martina Hingis aseguró que "ser negras las ayuda", lo cual suena a dos cosas: por un lado, a excusa muy mala; y por el otro, a un preocupante racismo velado. Ese mismo año, Shamil Tarpischev, la presidenta de la federación femenina de tenis de Rusia, describió a Venus y Serena como "los hermanos Williams".

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Este es el tipo de problemas que Serena, y los demás tenistas no blancos, han tenido que sufrir a lo largo de sus carreras. Basta ver un partido entre Tsonga y Gael Monfils para oír a los comentaristas describir sus habilidades como "atléticas" e "impredecibles", dos palabras comodín con un deleznable tufo a cliché racista.

Serena Williams ha ganado 20 Grand Slams y muchas veces su éxito ha sido explicado, de una forma totalmente injusta, como el resultado de una "ventaja natural". Foto vía PA Images.

Quizás por tratarse de un deporte de origen británico (o quizás esto sea otro cliché, quién sabe), lo cierto es que muchos tenistas actuales parecen obsesionados en mostrar un aspecto plano, no dejarse llevar nunca por las emociones e intentar mantener la cabeza fría como un témpano en los momentos importantes. La mayoría de los tenistas de élite presentan personalidades tan coloridas como las de una hoja en blanco.

Históricamente, el lenguaje asociado con los atletas de etnia negra se opone directamente a este patrón. Tomemos como ejemplo la forma en la que se suele explicar la creatividad de Monfils sobre la pista. El analista Ben Carrington, en su ensayo sobre la representación de los atletas negros en los medios, calificó la mayor parte de descripciones hechas por los periodistas como un producto del estereotipo de "negro irracional": "Los atletas negros son descritos como atletas fuertes, poderosos y rápidos, pero con momentos irracionales y 'salvajes'. De algún modo, se supone que carecen de capacidades cognitivas, al contrario de sus camaradas blancos, que sí serían capaces de mantener la compostura en momentos críticos." Cualquier acción espontánea similar de Roger Federer se calificaría, en cambio, de genialidad.

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A Tsonga, un personaje con una fuerte personalidad y que precisamente es amado por ello, se le ha comparado constantemente con Mohamed Alí. El francés, sin embargo, jamás tuvo al boxeador estadounidense como ídolo de juventud y nunca ha sugerido que hubiese relación alguna entre su tenis y el boxeo. Esta no tiene por qué ser necesariamente una comparación ofensiva, pero sí descuidada y potencialmente dañina: al fin y al cabo, a Novak Djokovic no se le compara con Beaker de los Muppets a pesar del obvio parecido. No, a 'Nole' se le compara con Terminator aunque finja lesiones y grite en casi todos los partidos. Es evidentemente injusto.

Ni los partidos de Tsonga ni los de Monfils, además, son exactamente impredecibles: ambos jugadores llevan un lustro entre los mejores 20 tenistas del planeta y todos sabemos la clase de tenis que vamos a disfrutar cada vez que les vemos entrando en la pista. No olvidemos que Tsonga ha ganado múltiples títulos de Masters 1000 y alcanzado una final de Grand Slam en una época dominada por cuatro de los diez hombres con más títulos de todos los tiempos.

Jo-Wilfried Tsonga en Wimbledon en 2014… y no, no se le ve cara de Mohamed Alí por ningún lado. Foto vía PA Images.

Reducir el triunfo de los tenistas negros a una presunta "ventaja física" también implica que los mejores jugadores –Novak Djokovic, Roger Federer, Rafa Nadal, Andy Murray, Stan Warwrinka—, blancos todos ellos, están ahí debido a otros procesos refinados. Y no: la cosa es que todos los atletas de élite son atléticos. Si no fueras atlético, no serías un atleta. Es puro determinismo nominativo.

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Serena Williams recibe críticas constantemente por una presunta falta de trabajo y por aprovecharse de una supuesta "ventaja natural", como si su increíble habilidad no tuviera nada que ver con sus éxitos. Después de su victoria ante Lucie Safarova en el Open de Francia este año, un imbécil la llamó "gorila" (entre otras lindezas) en las redes sociales.

Este no es un caso aislado en el mundo del tenis femenino. Cuando la estadounidense Madison Keys sorprendió con un ataque sensacional y dejó fuera a Venus Williams este año en el Open de Australia, la prensa le preguntó inmediatamente sobre su origen étnico. Keys se limitó a responder: "Realmente no pienso en eso. No me identifico como negra o blanca. Soy sólo yo, Madison."

En un artículo publicado por el periódico británico The Telegraph en 2011 se describe la forma de jugar de Heather Watson de la siguiente manera: "Su estilo es similar al del francés Jo-Wilfried Tsonga por su servicio y atletismo. Su crecimiento la puede llevar al top-100 de la clasificación de la WTA."

No hace falta que diga a qué etnia pertenece Heather, cuyo tenis en realidad no tiene nada que ver con el de Tsonga. Partiendo de la base, además, de que el propio Tsonga no juega como el artículo asegura, imitarle sería ciertamente difícil para Watson.

Watson está clasificada actualmente en el lugar 47 del mundo, la mejor posición para una tenista británica. Foto vía PA Images.

Watson es una tenista equilibrada y veloz, pero como Tsonga y ella son de etnia mixta, se les describe como si fueran iguales. Su perfil en Wikipedia asegura que ella misma hizo esta comparación, aunque la única fuente disponible de la cita es de The Telegraph.

Los argumentos para explicar las razones de la "blancura" del tenis van desde la carencia de pistas fuera de los países occidentales hasta la reputación ricachona del deporte. Este es el caso particular de la Gran Bretaña, donde los mayores eventos se llevan a cabo en las áreas tradicionalmente más adineradas de Wimbledon, Kensington y Edgbaston.

Por otra parte, la historia de los grandes jugadores afroamericanos se lleva en las venas en el US Open, otro de los cuatro Slams en el calendario que se juega cada año en el Billie Jean King National Tennis Center. Si llegas lo suficientemente lejos en el torneo o directamente eres uno de los mejores, podrás jugar tus partidos en el Estadio Arthur Ashe.

La gente podría señalar a Estados Unidos y Francia —dos países que tradicionalmente promueven el deporte para niños de todos los orígenes — como ejemplos de naciones que han producido un plantel diverso de jugadores estrella. Pero hasta que el deporte no corrija la forma en la que trata y explica la diversidad de sus atletas de élite, el molesto fantasma del racismo seguirá planeando a su alrededor.