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fútbol y conflicto

Sudán del Sur, o cómo el fútbol acalló la guerra

El mes pasado, el país más nuevo del mundo debutó en las Eliminatorias de la FIFA... y el ruido de la pelota acalló, aunque solo fuese por un instante, el de las bombas.
Imagen vía AP

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El 9 de julio de 2011, después de una larguísima lucha de independencia, Sudán del Sur consiguió la emancipación. Un nuevo país, una escisión de lo que hasta ese día había sido el gran Sudán, nacía así en África. Una de las primeras acciones que emprendió el nuevo gobierno, que tenía por delante la titánica tarea de construir una nación destruida tras años y años de combate, fue la de crear la Asociación Sursudanesa de Fútbol.

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Unos meses después de ello, el 10 de febrero de 2012, la Confederación Africana de Fútbol aceptó entre sus miembros a la nueva federación; el 25 de mayo de ese año, también la FIFA le abrió las puertas. El 10 de julio se jugó en el estadio Nacional de Juba el primer partido oficial de la historia de Sudán del Sur: un empate 2-2 contra Uganda que le permitió a la selección entrar en el Ranking Mundial de la FIFA. Comenzando desde el puesto 199, y con una perspectiva que irradiaba optimismo, lo único que quedaba era empezar a crecer.

Pero, entonces, y como muchas veces suele pasar en África, estalló la guerra. Una guerra terrible. Tantos años de lucha, de buscar la independencia de Sudán, habían generado también resquemores internos entre los combatientes. Solo fue cuestión de conseguir la tan ansiada soberanía para que, en cuestión de días, los rencores apareciesen de nuevo… y esta vez con un enorme botín de por medio: el gobierno de una nueva nación.

Para cuando comenzó el conflicto civil, yo estaba en el norte de Uganda, muy cerca de las bombas. Tuve la suerte de no estar en Juba sólo porque el visado de entrada, unos 85 euros, me pareció muy caro. Era diciembre de 2013 y faltaba muy poco para Navidad. Recuerdo que recibí un mail de una monja argentina que trabajaba para la ONU en Sudán del Sur: me contó que en los campos de refugiados en los que ella estaba "olía a azufre" y que las atrocidades que había visto en estos días "serían difíciles de olvidar".

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Por las rutas de Uganda pasaban camiones repletos de personas que huían de la guerra y así salvaban sus vidas; camiones apiñados de gente, cerdos, gallinas, muebles, donde habrían podido caber 15 y cabían 100. Era una visión terrible. Una médico alemana, que había logrado escapar, comentaba: "La gente se juntaba alrededor de las radios a escuchar las noticias; el aire se cortaba con cuchillo. No existe nada más terrible en el mundo que la atmósfera de guerra".

El fútbol, pese a que pocos días antes la Selección había participado de la Copa CECAFA —un torneo que reúne todos los países del este de África—, se vio relegado a un segundo, tercer y hasta cuarto y último plano. Comparado con el ruido de las bombas, el de la pelota quedó totalmente silenciado.

La selección sursudanesa antes de un partido frente a Mali. Imagen vía AFP.

A día de hoy, la guerra civil sigue; aunque se acordó un alto el fuego, las atrocidades perduran. Se trata, a la vez que de una lucha por el poder político entre el presidente y su vice, de un choque entre etnias: los Dinka luchan contra los Nuer. Los tiempos actuales, aunque sigan siendo terribles, son algo más estables… y al calor de esa relativa tranquilidad, los sursudaneses pudieron darse un enorme gusto.

El 8 de octubre pasado, en el estadio de Juba, el equipo nacional jugó su primer partido de las eliminatorias del Mundial de Rusia 2018. Sudán del Sur empató 1-1 con Mauritania. A los 10 minutos de juego, la torrencial lluvia que caía en Juba obligó a que el partido se suspendiese, pero al día siguiente se reprendió. Un mes antes, la Selección de Sudán del Sur había conseguido la mayor victoria de su corta historia al vencer 1-0 a Guinea Ecuatorial, semifinalista de la última Copa Africana de Naciones. La esperanza de llegar a Rusia, después del empate ante los mauritanos, todavía seguía viva.

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Más allá de la igualdad, de todas formas, los futbolistas sursudaneses ya se sentían victoriosos desde antes de comenzar el partido. "Nuestro equipo es un gran ejemplo de unidad", declaró el capitán Richard Lado, que antes jugaba para la Selección de Sudán.

"Los jugadores venimos de diferentes grupos étnicos, a lo largo y ancho de todo el país, y compartimos equipo en armonía. Ahora que la guerra parece haber finalizado, tenemos que sacarle el mayor provecho a lo que estamos viviendo", prosiguió Lado. En una entrevista con el sitio web de la FIFA, el capitán sursudanés agregó lo siguiente: "Todos los integrantes del plantel hemos estado hablando, y tratamos de ser conscientes de que el fútbol es una herramienta enorme para reparar todo el daño causado por la guerra. Nunca me voy a cansar de repetir eso".

El surcoreanoLee Sung-Jea es el seleccionador; Lado es su capitán. La mayoría de los jugadores milita en conjuntos locales; los más importantes son El Nasir y Al Hilal Juba. También hay algunos jugando en equipos de Sudán, donde el fútbol es profesional. Ladule Lako LoSarah, que juega en el Inter de Leipzig de la quinta división de Alemania, es uno de los únicos futbolistas que se desempeña en el extranjero. De muchos otros futbolistas ni siquiera hay datos y no se sabe muy bien en qué equipo juegan.

Según comentóLado, el estilo que quiere imponer el entrenador asiático se basa en una férrea defensa y una rápida salida al contraataque. Para un país recién nacido y que desde hace dos años se desangra en conflictos internos, los resultados de la selección no han sido para nada malos: además del empate ante Uganda y Mauritania y el triunfo ante Guinea Ecuatorial, los sursudaneses consiguieron también otra igualada frente a Mozambique en 2014. Sin embargo, no todo pueden ser alegrías.

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Una selección recién nacida, igual que un equipo recién formado, necesita un lógico proceso de crecimiento que en un principio siempre deja más sabores agridulces que éxitos. A pesar de sus buenos resultados, el combinado nacional de Sudán del Sur no es una excepción; el pasado 13 de octubre, la creciente selección de Mauritania venció a Sudán del Sur por 4-0 en la ciudad de Nouakchott. Con la derrota, se terminó el sueño mundialista para la selección más nueva del mundo, que tendrá que esperar hasta Qatar 2022 para jugar su primer Mundial.

En 1969, la guerra de Biafra —una de las más cruentas del Siglo XX— se interrumpió por dos días debido a que el Santos de Pelé, la mayor estrella del fútbol en ese momento, se presentó en Nigeria para jugar un partido de exhibición. En el caso que nos ocupa, y pese a la derrota final, el fútbol también sirvió en Sudán del Sur para detener la tragedia de la guerra y empezar la reconstrucción; para que, al menos durante 90 minutos, todas las etnias del país se sintieran hijas de la misma patria y la misma sangre.

El grito de gol no es más fuerte que el del horror, pero a partir de él se pueden construir muchas cosas. Quizás algún día pueda servir para construir la paz y la felicidad de un pueblo.

Sigue al autor en Twitter: @Ferduclos