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Fue un placer conocerlo, Tomas “Pequeño Mozart” Rosicky

Tomas Rosicky fue pieza fundamental para sacar al Arsenal de su crisis. Pero al igual que otros futbolistas, las repetitivas lesiones truncaron una grandiosa carrera.
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Era una terrible y fría tarde de enero en Anfield y el ambiente era temible. Los seguidores juntaban sus cuerpos para generar calor, y grandes nubes de aliento condensado cubrían sus rostros mientras cantaban. El viento era mordaz y se colaba por las chaquetas, los pantalones y bufandas de futbol. El partido que se desarrollaba ante sus ojos era un clásico pasaje invernal, tenso y cerrado; los jugadores fastidiados y rígidos.

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La tensión era aún mayor por el hecho que se trataba de un partido importante de eliminación directa, y el cruce más comentado de la tercera ronda de la FA Cup. Arsenal era el equipo visitante, Liverpool el defensor de la copa, y uno de los dos terminaría eliminado. El juego parecía avanzar hacia una segunda parte cautelosa conforme el descanso se aproximaba. Entonces, John Arne Riise fue despojado del balón en la banda izquierda. Seis pases después, Tomas Rosicky había encajado un gol que dejó a los espectadores perplejos.

A pesar de que había debutado tan sólo seis meses atrás, esta no era la primera vez que Rosicky dejaba a la grada del Arsenal con la boca abierta. En septiembre de esa misma temporada, le había anotado un portento de gol al Hamburg en la Champions League, colocando el disparo en la esquina superior desde casi 30 metros de distancia. Anotaría uno más aquella noche en Anfield, luego de soltar un latigazo a ras de piso para sellar una victoria de 3-1. Cuando no se la pasaba encajando golazos desde el medio campo, se encontraba jugando a la altura de su apodo, "El pequeño Mozart". Si de la musicalidad del futbol hablamos, Rosicky era compositor, director de orquesta, y pianista principal al mismo tiempo.

Luego de unirse al Arsenal proveniente de Dortmund, Rosicky añadió calidad al conjunto inglés. Ya había ganado la Bundesliga con el Dortmund y, ese mismo verano, se había convertido en el héroe de su nación, República Checa, por haberse echado el equipo al hombro y conseguir el pase a la Copa del Mundo de 2006. Los siete goles en 12 partidos de clasificación atrajeron la atención de Arsene Wenger y lo convencieron de negociar un acuerdo con el jugador de 25 años. A pesar que el Arsenal contaba con algunos jugadores de renombre —Ljunberg, Gilberto Silva y Thierry Henry—, la escuadra tenía un aire de esplendor añejo, y estaba necesitada de un jugador de la calidad, porte y clase de Rosicky.

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Rosicky tendría participación en 37 partidos en aquella temporada, consolidándose como el corazón del equipo. Formó una fructífera dupla con Alex Hleb, que continuaría hasta la siguiente temporada e impulsaría al equipo hasta la cima de la tabla. No perdió la costumbre de anotar goles cruciales, mientras que su manejo del balón era fresco, rápido e instintivo. Guiaba al equipo hacia delante, sabía manejar los momentos, y parecía ser la luz de esperanza de un Arsenal renovado. Pero entonces, en enero de 2008, se dañaría el tendón, lesión de la que no se recuperaría sino hasta una temporada y media después.

Regresemos al 2006; Rosicky se ha despedido finalmente del norte de Londres. Una década después de haber fascinado al Emirates, ha regresado a la República Checa y sumado a las filas del Sparta Prague. Ahora con 35 años encima, se espera que sus próximas dos campañas con el Sparta sean las últimas de su carrera profesional. Cuando mire en retrospectiva su recorrido como jugador, estará condenado a sentirse orgulloso y consciente de lo que pudo ser.

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Rosicky se unió a un Arsenal que enfrentaba una trayectoria prolongada y difícil en picada. Su llegada coincidió con una era del club para el olvido. Luego de gastar 390 millones de libras en la construcción del Emirates, las finanzas del Arsenal se encontraban gravemente restringidas. Esto coincidió con la cantidad ilimitada de dinero en la Premier League, encabezada por el ascenso del Chelsea y Manchester City hacia una posesión de poder y riqueza que nadie se imaginó. Fue justo en este clima financiero que, por primera vez en décadas, el Arsenal había perdido su competitividad.

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De las estrellas consagradas con las que Rosicky se acoplaría después de fichar por el Arsenal, dos se marcharían el siguiente año. Ljungberg y Henry se fueron al West Ham y Barcelona, respectivamente, y así fue como el cuadro de "Los invencibles" de la temporada 2003/04 llegaba a su fin. Una campaña después, Mathieu Flamini, Alex Hleb, Jens Lehmann, y Gilberto Silva dejaron el club; Flamini y Hleb las salidas de mayor impacto. La doble despedida marcaría el inicio de un remolino de talento que se iría drenando en el club.

En 2009, el Arsenal perdió a Emmanuel Adebayor y Kolo Touré ante un renovado Manchester City. Al club le sucedió un período de respiro, antes de que en 2011 Cesc Fábregas y Samir Nasri se marcharan, precipitando al club hacia una crisis casi destructiva. La fuga de talento continuó hasta el 2012, y sólo se pudo arreglar con el fichaje de Mesut Özil en 2013. Para aquel entonces, el Arsenal había dejado de ser un serio contendiente en todas las competiciones para convertirse en el mediocre cuarto lugar al final de la temporada. La gradas estaban plagadas de angustia y desesperación; el mismo sentir que prevalece hasta nuestros días.

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A lo mejor, Rosicky habría sido uno de los tantos jugadores en dejar el club de no haber sucumbido al mismo destino que truncó tantas carreras en el Arsenal. Muy parecido a Abou Diaby y Robin van Persie, Rosicky nunca pudo mantenerse saludable. El daño en su tendón fue tan grave que le provocó una seguidilla de lesiones. Al igual que Diaby, quien no logró recuperarse completamente de la tremenda fractura en su tobillo, Rosicky sufrió para reajustarse físicamente después de lesión inicial.

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Ya que sus minutos en la cancha se vieron limitados a partir de su segunda temporada en adelante, la trayectoria personal de Rosicky comenzó a reflejar la situación del club. Luego de haber llegado como todo un ganador talentoso, sus habilidades parecían esfumarse poco a poco. Había sido una maravilla estética sobre la cancha, un director del mediocampo capaz de escribir una sinfonía con el balón a sus pies. Más pronto de lo esperado, Rosicky empezó su flagelo con desgarres y molestias en los músculos de la misma forma que el Arsenal sufría con las finanzas y su estatus como un "club en venta".

Si las cosas hubiesen seguido el mismo rumbo, Rosicky habría sido una trágica historia. Pero no fue así, ya que experimentó un renacimiento tardío. Al mismo tiempo que el club recobraba el ímpetu de antaño, Rosicky se las arregló para regresar a su nivel. En la misma temporada que el Arsenal compró a Mesut Özil, su otro maestro del medio campo logró 39 participaciones y redescubrió el sublime talento que poseyó en el pasado.

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Al ya no ser considerado como el hombre principal del medio campo, Rosicky aprendió alguno que otro truco audaz que le permitió colarse entre líneas. Rosicky fue un complemento crucial, un hombre capaz de construir la jugada en crescendo frente a la portería, para un equipo que pasaba demasiado el balón en el centro de la cancha sin muchos resultados. Al igual que Mozart en sus último años, Rosicky fue muy productivo y nos regaló algunas de sus mejores actuaciones. Era el director, y el medio campo prosperó bajo sus instrucciones una vez más.

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Como si no fuera suficiente, Rosicky nunca se olvidó de cómo marcar un golazo. Su tremendo disparo en White Hart Lane nunca será olvidado, a pesar de ser inferior, en cuanto a calidad, al grandioso sombrerito que le anotó a los Spurs en la FA Cup dos meses antes. Para el final de la temporada 2013-14, había ganado su primer trofeo con el Arsenal. Había inaugurado una racha triunfal que culminaría con la medalla de ganador colgada de su cuello y un recorrido victorioso arriba del autobús descubierto.

Los últimos años de Rosicky en el norte de Londres fueron testigos del regreso de los trofeos a las vitrinas del club luego de haber conquistado la FA Cup y el Community Shield. A pesar que su campaña final fue algo silenciosa —en realidad nada del otro mundo para un jugador pasado de los 30 años— su legado en el Arsenal es significativo y sus años en Inglaterra valiosos. Rosicky logró mucho a pesar del sufrimiento y los tropiezos que sufrió en el camino. Similar al hombre que inspiró su apodo, seguiremos apreciando a "El pequeño Mozart", incluso mucho tiempo después de su partida.

Sigue al autor en Twitter: @W_F_Magee