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Cultură

Cómo pasé de ser un gay de manual a aliado de la causa trans

Cómo me quité la venda de la maldita cishomonormatividad gracias a mi participación en un rodaje de postporno trans en Berlín.

Yo soy homosexual, cisgénero y blanco. Y a pesar de eso, me considero aliado de la causa trans y me encuentro ultimando los detalles de Grávido, un cortometraje con el que intento acercar al público la realidad del personaje de Tomás, el protagonista, un chico trans que se ve obligado a volver al pueblo del que siempre quiso salir. La película, que comienza su recorrido por festivales el próximo mes de enero, retrata algunos de los problemas a los que Tomás se encuentra durante su transición de género y con ella pretendo que el espectador se enfrente a sus prejuicios y su conciencia sobre sexualidad y masculinidad. Vosotrxs que me estáis leyendo, jugáis con ventaja.

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Pero yo no siempre fui tan consciente de la realidad trans. De hecho, nadie de mi entorno —ampliamente LGTB— lo era. Es más, en una sociedad como la española, donde se celebra ser gay y las fiestas del orgullo son un negocio, aún se oprime y obliga a declararse enfermas a personas cuyo género no se identifica con el sexo que le asignaron al nacer si quieren comenzar un proceso de transición.

A esas personas se les niega el derecho a ser y la autodeterminación de género. Es decir, se les niega a decidir por sí mismas si quieren comenzar un tratamiento para ajustar su fisiología al género que sobre ellas perciben. Poco o nada, sin embargo, se sabe de esto si no te ha tocado convivir con la realidad de una persona trans, y yo fui hace unos años muy afortunado encontrándome en mi camino a Kay que, además de ser la persona en la que me inspiré para crear al personaje de Tomás, fue quien me quitó la venda de los ojos. Una venda llamada cishomonormatividad.

Conocí a Kay en el rodaje de la película Mommy is coming, de Cheryl Dunye, donde había una enorme diversidad de géneros e identidades. Se trataba de una producción queer que mezclaba comedia de enredos y cine X. Y de todas las personas del mundo, me tocó a mí hacer la labor de ayudante de dirección. Y la cagué mucho, muchísimo. Y me di de bruces con mis prejuicios.

Pero lo que vengo a contaros, con mucho apuro pero con mucha alegría, son las cosas que aprendí gracias a estas personas que, muy lejos de juzgarme, me regalaron sus historias y me hicieron partícipe de ellas. En definitiva esta es la historia de aquel gay de manual que se fue de Berlín siendo otra persona. Una mejor persona.

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Hay hombres sin polla

Pongámonos en situación: estamos en el primer día de rodaje de Mommy is coming. Y en una marea de personas súper diversas, destacaba Kay. Destacaba porque era un chico de pelo rapado, barba, grandes patillas y camiseta de tirantes. Un macho, muy macho. Y, por cierto, muy sexy. Mis prejuicios hacia él no me dejaban darme cuenta de su realidad: Kay era un chico trans.

Una de mis labores como ayudante de dirección era organizar a lxs actores y lxs figurantes dentro del set. El día que me crucé con Kay rodábamos una secuencia de discoteca, y no teníamos figuración suficiente, así que todxs las personas del equipo tuvimos que caracterizarnos y aparecer en la escena. Y yo, no me preguntéis cómo, terminé con una máscara y un jockstrap de látex bailando, claro está, con Kay. Y acción, If you wanna ride, don't ride a white horse (White Horse de Laid Back) sonando, y la cámara dando vueltas a nuestro alrededor, y yo no paro de preguntarme qué hace un chico tan normativo en un rodaje tan queer. Y el cada vez más sexy.

Afortunadamente, poco tardé en dejar de pensar, y es que Kay me estaba mirando con una sonrisa irresistible, y se estaba acercando cada vez más a mí. A mí, que llevaba un atuendo que dejaba la mayor parte de mis carnes al descubierto. Todo esto, mientras una cámara nos grababa. En un momento dado, no se de quién de los dos fue la idea, estábamos besándonos. Frotándonos. Y en ese frote intuí que sus genitales eran diferentes a los mí os. Kay era un transexual: un chico sin polla.

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Un chico trans que se sentía atraído por mí, además, otro hombre. En su momento esto me sorprendió muchísimo, ¿pero acaso no es absolutamente normal ser un hombre y que te gusten otros hombres? Pues claro que lo es. Poco tiempo más tarde descubrí que Kay no sólo era más macho masculino que yo, sino que podía elegir la polla que quisiera, cuando quisiera. Es decir, que también tenía más pollas que yo.

El género no está en los genitales, sino en la cabeza

Otra de mis personas favoritas del rodaje fue Jiz Lee. Jiz era una persona de género fluido. Es decir, a veces se había sentido más cerca del masculino, otras del femenino, otras de un género no binario. Esta idea podría parecer rizar el rizo, pero no lo es. En definitiva, es la no asociación de tu género con un rol preestablecido y, sobre todo, desvincularlo de tu sexo. En el momento en el que rodamos se identificaba con el género masculino. No tomaba hormonas, se mostraba a gusto con sus pechos y sus curvas, pero se sentí a un chico. Era un chico. Pas é muchísimo tiempo con Jiz ensayando su diálogo en la peli hasta que estuviera perfecto, hablando de nuestras vidas y riéndonos muchísimo a escondidas en un día en el que el ambiente estaba realmente tenso. Lo más importante que me llev é de Jiz, además de su cariño, fue la total convicción de que el g énero no está en los genitales, sino en el cerebro.

They, their, them

Una de mis mayores cagadas vino relacionada con el idioma, un arma muy potente que tenemos para incluir y también para excluir realidades de género en nuestro día a día. En la comunidad trans, en inglés, lleva mucho tiempo utilizándose el pronombre personal they para referirse a alguien sin usar el masculino ni el femenino, haciendo posible referirse a personas que no se identifican con ninguno de estos géneros.

Y claro, mi gramática inglesa del instituto y la falta total de conocimiento sobre transexualidad y transgénero que tenía entonces me jugaron la peor pasada del rodaje. El día que nos reunimos para la lectura crítica del guión, no había nadie en el universo más nervioso que yo. Lectura crítica y a mí temblándome el bolígrafo con el que me iba apuntando las anotaciones de la directora. Y sin nada que decir. Yo abrumado por los comentarios interesantísimos de todo el mundo y las páginas pasando y pasando, y sin que se me ocurriera nada, nada que decir. Y de repente, ahí estaba, un error gramatical grave. Levant é la mano y dije… "aquí se está hablando del personaje de Papi Coxx en plural, y claramente es sólo una persona". Fail. Masterfail. El resto de personas sentadas a la mesa sabía algo que yo no sabía, y así me lo delataron sus miradas de recelo. La directora tardó un segundo y medio en desmontar la tontería que yo acababa de decir y pasamos a otro tema. Yo escondí mi vergüenza detrás de mi copia del guión hasta el final de la lectura. Nada que añadir, señoría.

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Fue Papi Coxx quien, al terminar la jornada, vino y me explicó qué significaba. Era una persona que te ponía a menudo en tu sitio si no le hablabas en neutro. Afortunadamente y gracias a esta explicación, después de mi gran cagada inaugural nunca volví a equivocarme con esto, pero a mitad de rodaje recuerdo a Papi con un post-it en la frente en la que ponía they, their, them, de muy mala leche.

Recientemente se hizo oficial el reconocimiento del tratamiento Mrx., en lugar de Mr. y Mrs. en inglés. En Español se ha comenzado a extender también un pronombre neutro que contiene una -x en lugar de -o, -a [recientemente también se ha empezado a utilizar el pronombre "elle" y el uso de la "e", como en "les", para generalizar]. Por ejemplo, lxs englobaría masculino y femenino, o bien podría referirse a un tercer género. Desafortunadamente, eso sí, todavía estamos muy lejos de la inclusión del género no binario de manera oficial en nuestro idioma.

Como dice San Andrés, el que parece marica lo es

Sin duda una de las personas que más me sorprendió fue Juan. Juan era excéntrico, hablaba el español latino que enseñan en EE. UU. en el instituto, era drag queen (Anita Drink, ¿podría en la vida existir un nombre mejor?) y tenía un grupo de punk. Magia. Y, claro, tenía mucha pluma, una pluma verdaderamente envidiable. Yo le hablaba en femenino. Él a mí también. Los "guapa", "chocho" y "cariña" se escuchaban de una punta a otra del set.

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Él se encargaba del vestuario, a través de su marca Juan of a Kind. Y s í, desde luego no podría haber otro Juan como él, en ninguna parte del mundo. De repente, un día, me habló de su mujer, Mad Kate. Ella estaba también en el elenco de la peli y tenía una escena en la que penetraba con un strap on a Paulita Pappel, de quien vais a saber más ahora mismo. Y flipé, obvio.

Porque claro, este refrán de "como dice San Andrés, el que parece marica lo es", este refrán de mierda, me lo había inventado yo mismo una noche de cervezas, muchos años antes, pensando que era una persona llena de ingenio. Y en realidad lo que estaba era lleno de prejuicios, que de un plumazo se llevó Juan. Y me explicó lo siguiente, que se me grabó a fuego. "Yo crecí en San Francisco. Todos mis amigos eran gays y mayores que yo. Cuando empecé a salir tenía 14 años y, claro, aún no había despertado sexualmente, pero cogí todas las referencias de mi círculo de amigos y de la comunidad LGTB. Todo el mundo piensa que soy gay. Tanto, que en los primeros años pensé que era yo quien estaba equivocado y lo intenté… pero es que no me gustan los hombres. Me gustan las mujeres."

Ahí es nada.

Vender mi cuerpo libera mi alma

Otra de las enseñanzas que me llevé de esta peli no tiene directamente que ver con el transgénero, pero he prometido hablaros de Paulita. A pesar del diminutivo de su nombre, Paulita un mujerón que vive en el cuerpo y en los ojos de una adolescente. Es dulce, cariñosa, se mueve con magia por el set. Y, además, es española.

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Se convirtió enseguida en una de mis personas más queridas del rodaje, y entre otras cosas me habló de las dudas que tenía cuando decidió hacer pornografía. Se sentía bien con la idea, le apetecí a, quería hacerlo, pero siempre había visto la pornografía como lo que es, una herramienta del patriarcado que oprime y cosifica a las mujeres y desnaturaliza el rol femenino. Hasta que descubrió la postpornografía. Me contó que gracias a producciones de este tipo, podía hacer porno sintiéndose libre y cómoda. Y disfrutarlo. Sus gemidos en el set y su cara de placer nunca se me van a ir de la cabeza. Nos agregamos a Facebook y, tiempo má s tarde, leí una actualización que también se me quedó grabada para siempre: "Mom, selling my body frees my soul ".

Con este arranque en el universo postporno queer, nunca volví a dar por hecho absolutamente nada en lo que a género se tratara. A menudo me daba miedo hablarle a alguien en femenino o masculino, asumir desde mi absurda normatividad cis la identidad de la gente que me rodeaba. Y recuerdo lo que me pasó con Wiebke, que también trabajaba en la peli pero a la que conocí más tarde. Cuando me la presentaron, le pregunté si debía hablarle en femenino, masculino o neutro, muy apurado, con mucho miedo. Ella se rió a carcajadas y me contestó: "Háblame en femenino, soy una machorra de la vieja escuela".

Y con el cambio de mentalidad, nació la necesidad de contar esta experiencia, de dar vida a un personaje como algunas de aquellas personas que conocí, de celebrar la diferencia. De aprender, de dejarme enseñar. Y así, tras más de dos años de documentación en los que he conocido a personas trans que han sido clave en el proyecto (como Aitor, Silvia o Rubén) y con el esfuerzo desinteresado de un equipo estupendo, mi corto está a punto de ver la luz.

Alejandro acaba de finalizar el rodaje de Grávido, inspirado en el personaje de Kay, que se va a presentar en diversos festivales.