Estas ancianas bucean estilo libre para recolectar mariscos
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Estas ancianas bucean estilo libre para recolectar mariscos

Tendemos a idealizar grupos que mantienen viva la tradición, pero la realidad es que llevan una vida dura en una era de automatización.
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Este artículo apareció originalmente en MUNCHIES UK, en diciembre de 2015.

En una chocita llena de humo, se encuentran tres mujeres cocinando mariscos recién capturados en una plancha de metal sencilla colocada sobre las brasas de carbones encendidos. Las conchas de awabi (abulón), Ise ebi (langosta espinosa), sazae (caracol turban) y uni (erizo de mar) están ennegrecidas y sus jugos burbujean en el interior. El propósito del fuego no solo es cocinar mariscos frescos, sino calentar a las mujeres después de haber pasado la mañana sumergidas en el mar capturando la comida del día. Es noviembre y el agua está helada, ahora que tienen entre 60 y 70 años, necesitan más tiempo para que sus cuerpos ancianos se recuperen.

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Estas mujeres son parte de un equipo de buceo conformado por cinco mujeres, y a su vez son tres de las 700 buceadoras Ama que quedan en la zona de Toba y Shima de la prefectura de Mie; tres de las 2.000 restantes en todo Japón. Solía haber millares.

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La bahía de Ise-Shima ha sido afectada por las altas temperaturas, el mal cuidado ambiental y males como la marea roja.

Durante más de 2.000 años las Ama han buceado en estilo libre a lo largo de la costa japonesa. Las Ama, famosas por su energía, crearon una vida buscando perlas, conchas y algas. La leyenda dice que llegaron a Japón como una tribu de nómadas marinos. En realidad, son profundamente japonesas. Para los pobladores de Ise-shima, y gran parte de Japón, las Ama son eternas. Pero el tiempo las está alcanzando.

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Las perlas que solían recolectar, ahora se cultivan. El abulón y el erizo de mar pronto serán criados en granjas masivas. La mayoría de Amas tiene entre 60 y 70 años. Han cambiado los taparrabos y el buceo desnudo por trajes de neopreno y aletas de plástico. En cada generación, existen menos mujeres dispuestas a sortear el mar frío y menos incentivos económicos. Su estilo de vida está cada vez más cerca de formar parte de los mercados obsoletos gracias a la tecnología y el tiempo.

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En la choza cerca del muelle de Ise-shima nos sentamos a comer los alimentos del día. Sayuri Nakamura (64) y Shigeyo Nakayama (70) sirven los platillos en bloques de madera. Cambiaron sus trajes y máscaras en playeras y sombreros. Shigeyo lleva una toalla en la cabeza, cuyo perfil me recuerda a las mujeres pintadas por Vermeer. Su postura es impecable.

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Sayuri es la más vieja del grupo. Todos están de acuerdo en que ella es la mejor y más competitiva. Si no está hablando, está molesta por su pesca. Hoy está tranquila. Está comiendo un onigiri (bola de arroz) a la parrilla mientras me ofrece un bloque de madera con una langosta pequeña. No hay cubiertos. Comemos con las manos.

Junto a mí, se encuentra Yoshino Uemura (62), quien me muestra cómo exprimir el caparazón espinoso para retirarlo y conseguir la carne puri-puri (firme). Mis manos citadinas sufren. Ignorando las espinas, presiono ambos lados del cuerpo hasta que el abdomen se abre. Con el pulgar y el índice la abro aún más y saco la carne. El vapor emana del caparazón mientras como.

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Yoshino sonríe al hablar y toma el rol de vocera no oficial. Después de las preguntas básicas, le pregunto cómo el estilo de vida Ama es percibido por los demás; ¿se sorprenden o critican? Hace una pausa y dice, "Honestamente, nunca había pensando en cómo nos percibe la gente".

Sus hermanas Ama asienten y continúan comiendo en silencio.

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Sazae (caracol turban) y otras conchas marinas.

"Lo hacemos, porque es independiente. Salimos durante el día y traemos comida fresca para nuestras familias. El resto del tiempo es nuestro y lo utilizamos como queremos. Y ya está".

Valoran la autosuficiencia que les permite su estilo de vida y la felicidad que provoca la comida que consiguen para sus seres queridos. Pero su independencia está menguando. Sus madres y abuelas podrían pasar la mayor parte del tiempo en el agua, pero la pesca industrial ha hecho que el buceo sea insostenible y, si bien el buceo es esencial para las Ama, casi todas necesitan dos o más empleos para complementar sus ganancias; algunas manejan ryokan (hostales japoneses) y granjas familiares.

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Photo by Lancer Henderstein.

Las Ama trabajan en restaurantes temáticos sirviendo mariscos frescos y ejecutan danzas para los turistas.

Muchas también trabajan en el restaurante temático cerca del muelle, que sirve a los turistas y donde se ejecutan danzas tradicionales vistosas. Una de las empleadas del restaurante explicó este acuerdo tácito: "Estamos profundamente agradecidos de recibir comensales. Nos permite seguir buceando y compartir la cultura. Pero antes podíamos solo bucear".

Son los resultados del gobierno japonés y local por atraer extranjeros a Ise-shima, un lugar sin shinkansen (tren bala) y ubicado en un sitio que a menudo pasa desapercibido entre Tokio y Kioto.

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Antes de comer, viajo junto al equipo de Sayuri para el turno matutino. El equipo llegó en dos camionetas blancas y rápidamente transfirió el equipo al barco: aletas, máscaras de buceo, tampo (salvavidas con redes para atrapar su presa) e iso nomi (una herramienta plana, parecida a un cincel que usan para desincrustar mariscos del lecho marino). Capturan ise ebi y otras criaturas a mano. Sin tanques de oxígeno o snorkels. Las Ama son buceadoras de estilo libre. Aguantan la respiración.

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El barco pesquero, capitaneado por Masumi Nakamura, el esposo de Sayuri Nakamura, nos llevó a la bahía que recorre la costa de Mie. Mientras aumentaba la velocidad, las mujeres aseguraban y revisaban sus cinturones de buceo, atados a sus cabezas cubiertas de blanco y gritaban entre sí para hacerse oír por encima del motor diesel. En la cabina, Masumi me explicó que él nunca lleva a la gente a hacer inmersiones reales, solo demostraciones; hoy es una excepción. Y habla emocionado sobre las habilidades de su esposa. "Mi Sayuri es la mejor. No tengo ninguna duda. No hay nadie que siquiera se acerque a mi Sayuri".

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En el sitio de inmersión otros grupos de Ama ya estaban en el agua, flotando en la superficie, sosteniendo sus tampo antes de sumergirse nuevamente. El ambiente de la zona era ruidoso y enérgico.

Las Ama silban para vaciar sus pulmones completamente mientras suben a la superficie. Quienes no pueden silbar gritan con voz profunda mientras exhalan. Algunas se quejan del frío o de presas que escaparon, mientras que otras se molestan o juegan entre sí.

El equipo pasa la mañana realizando inmersiones de 50 segundos con profundidades de hasta 4 o 5 metros, 20 o 30 veces seguidas, antes de regresar al puerto para vender la pesca a los pescaderos para venderla en el mercado. Las Ama más viejas son capaces de estar más tiempo bajo el agua, pero tardan más en recuperarse después de un día de buceo.

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Una por una, las buzas suben solas al bote junto con su pesca. Transfieren los pepinos de mar desde las redes de sus tampo hacia las cubetas azules. El barco regresa a toda velocidad hacia el puerto y el equipo se ríe mientras comparan las capturas del día. Cuando llegamos al muelle descargan la pesca, regatean con los vendedores que las esperan y se cambian antes de ir a comer.

Muchas Ama también se encargan de sus hogares, preparando la comida para sus esposos y mandando a los niños a la escuela antes de ir a bucear otra vez. El buceo les ofrece un ingreso extra y comida de buena calidad para sus familias y la comunidad local donde son respetadas, pero no alabadas como estrellas de rock. Tendemos a crear una mitología alrededor de grupos que mantienen tradiciones como las Ama, pero su realidad es vivir una vida dura de labor manual en una era de automatización. Al igual que los trabajadores en fábricas o encargados atendiendo el mostrador, las Ama están viviendo tiempo prestado.