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Comida

Oda a los blogs de comida asquerosa

No todo lo que comas puede lucir como salido de una cocina profesional —a menos, claro, que seas Donald Trump—. Si estás cansado del montón de fotos photoshopeadas de alimentos perfectos que circulan por internet, echa un vistazo a esta fantástica ola...
Image via Facebook

No puedo cocinar pasta carbonara. Cada vez que lo intento, busco a los Jamie Olivers y a las Nigella Lawsons de este mundo para que me guíen, pero siempre termino con una masa de huevos pegada en mi sartén. No lo entiendo, sigo estrictamente la receta, pero cuando está terminada parece un engendro entre Gordon Ramsay y Komondor —y sabe más o menos como se ve—.

Como me gusta autoflagelarme, la última vez que intenté hacer este platillo busqué en Instagram el hashtag #carbonara, solo para encontrar cómo debe lucir la pasta carbonara perfecta. Me encontré con imágenes tan sexys que comencé a llorar. Gracias a la atinada mezcla de buena iluminación, filtros artísticos y hermosos platos, los espaguetis con huevo y tocino parecían relucientes versiones de los Mármoles de Elgin.

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Cerré mi laptop, miré mi sartén con su horrible masa en forma de sesos y sentí el miedo consumiéndome por dentro. Pensé que quizás el food porn —en Instagram, Twitter, Pinterest, blogs, o donde carajo sea que la gente publique fotos de comida perfecta y hermosa— no está hecho para mí, sino para el placer esotérico de algunas cuantas personas que ya han perdido contacto con la realidad: la comida, a pesar de que es muy capaz de convertirse en arte, es antes que nada algo que usamos como combustible y que luego desechamos en forma de heces.

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Todo lo que comemos no puede –a menos que seas Donald Trump– salir de una fantástica cocina profesional, y no todo lo que cocinamos en casa va a parecerse a algo que Anthony Bourdain haya creado con sus diestras manos en sus días de apogeo. El pensar de esta forma te hace caer en un cénit inalcanzable. De hecho, lo siento como una maldita conspiración. Por eso, me he convertido en discípulo de una nueva iglesia: la de los blogueros de comida asquerosa.

Hay un creciente número de blogs que son la contracara reaccionaria ante lo inalcanzable y perfecto de esta nueva cultura de platos photoshopeados y verduras mejoradas con filtros. Estos blogs rompen con el supuesto de que la comida tiene que ser sexy para ser celebrada. Eso no es cierto. ¿Cuándo fue la última vez que miraste el fondo de tu tazón de cereal y dijiste 'sí, te cogería'?

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Exacto. Ya imaginé tu respuesta.

Hay algo infantil en la forma en la que cookingforbae, por ejemplo, presenta sus fotos de "las comidas que peor lucen" en Instagram. Tal vez nos reímos de los platillos que dan lástima, de los vegetales que se pasaron de cocción o de los macarrones con queso que algún idiota se va a comer después de sacarles una foto, pero al presentar las comidas que la gente se va a comer solo para llenar la tripa y presentarlas tal cual son —sin ediciones— se expone lo absurda que es nuestra falta de humor en cuanto a comida.

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Hay algunas joyas de ejemplos además de Instagram. En YouTube hay muchos canales de "shows" de cocina en tres minutos. Pero la verdad, creo que deberíamos ver a gente como Masaokis como un contraste ante los expertos de cocina en Internet que miden la temperatura del pollo y usan manteca en todo cuanto cocinan.

Masaokis nos invita a su cocina para que lo veamos cocinar y es una alegría absoluta, aunque tal vez le prenda fuego a algo —su cara de sorpresa cada vez que sucede es increíble—. El usa, sin problema alguno, el baño como extensión natural de su cocina. Tiene la bañera cubierta de sartenes —y hongos—, el retrete es usado como plataforma para descongelar alimentos y el lavamanos… bueno, ese es solo para lavar. Hay tanta honestidad en su forma de cocinar que realmente nadie puede imitarlo.

Mi episodio favorito es el del omelette que hizo en 2009 para "celebrar" a Obama. Dudo mucho que el hombre tenga un plato en su alacena, porque ¿quién que cocine salchichas con un encendedor necesita platos? Como los buenos artistas, él improvisa. En ese episodio, dirigió la cámara salvajemente hacie una vela cuando se dio cuenta de que ésta también puede usarse para cocer salchichas.

Sin embargo, hay algunos indicios de que Masaokis no es lo que parece. Primero que nada, desapareció. Su presencia en YouTuve es mantenida solo por un montón de seguidores y un difunto canal "nuevo". Además, está la creencia popular de que él es estúpidamente rico —idea respaldada por las referencias de Masokis a "su casa" (a los 8.30 minutos), a su "cocina de sótano" como lugar de entretenimiento moderno hecho solo para jugar a ser un idiota con una sartén, a la reveladora declaración (a los 10min) de que tiene un título en leyes y, finalmente, a su gran confesión de que siempre está fingiendo—.

Real o no, no se puede cuestionar la pasión de este hombre por la investigación culinaria. Masaokis es nosotros. Él es como yo. Es la persona que no puede hacer que la comida parezca pornográfica sin importar cuánto lo intente y me siento mucho más cercano a él que a cualquier chef "real". Es raro, familiar, e inocente. Porque eso es exactamente lo que pierde la comida cuando se fotografía y se la etiqueta como "food porn" en Instagram: su inocencia.