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Foto de Mireya González
Identidad

Cinco mujeres nos cuentan su experiencia con el sangrado libre

No usar toalla, tampón, ni copa porque aprendiste a controlar tu flujo y le perdiste el miedo a las manchas. ¿Es posible? Te contamos cómo.

La toalla y el tampón, que durante décadas han regido la oferta de productos menstruales, se están quedando atrás. En los últimos años se ha diversificado la oferta de productos que las personas menstruantes elegimos usar durante los días de sangrado.

La copa menstrual va ganando terreno por ser un medio más autónomo para conectar con el ciclo, también las toallas de tela o calzones absorbentes se han vuelto una opción para contrarrestar —al menos en lo individual— la agresiva industria capitalizadora de los procesos menstruales.

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Más allá de toda esta oferta, hay una práctica que se ha ido adoptando como una de los caminos más directos de comunicación, aceptación y conocimiento del ciclo menstrual: el sangrado libre.

Quienes practican el sangrado libre logran detectar cuando es el momento de expulsar el flujo o incluso son capaces de retenerlo hasta que puedan ir al baño. Lo saben a través de señales que les da su cuerpo, algunas lo describen como un pequeño cosquilleo cerca de la vulva. Otras más, describen esta sensación muy parecida a cuando tienen ganas de orinar

¿Cómo comenzar a practicar el sangrado libre?

Conscientes de que todos los cuerpos son diferentes, algunas mujeres nos contaron su experiencia con el sangrado libre y cómo ha cambiado la reapropiación de su ciclo menstrual a partir de esta práctica que les permite ser conscientes de su flujo.  

Para Itzi comenzó como un proceso natural y totalmente intuitivo: 

“En casa no me gustaba usar toallas y me daba cuenta que cuando iba al baño podía liberar [el flujo] o que incluso sentía que quería ir o que podía aguantar unos segundos para llegar al baño. Eso fue hace como 10 años y pensaba que era como algo mágico que solo me pasaba a mí y en ese tiempo me daba mucha pena hablar de cualquier cosa íntima. Hace como tres años no recuerdo cómo me enteré que se le llamaba freebleeding y dije: ah, so, it is a thing”.

Para Nallely todo comenzó cuando fue más consciente de su cuerpo en los días de sangrado, incluso, cuando aún usaba toallas desechables:

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“Si pones atención, aunque traigas toalla te das cuenta de que te está bajando el flujo, no todo el tiempo estás mojada, si aprendes a escuchar eso, cuando decidas retirar la toalla será mucho más fácil saber cuándo debes de ir al baño. Incluso, antes de que venga ese bajón, se siente, entonces es cuando puedes apretar como si estuvieras aguantando la orina y poder llegar al baño. Todo está en que esos días de sangrado estés bien atenta a lo que sientas en tu cuerpo”. 

Aunque es algo que no se logra de un mes para otro, incluso quienes llevan años en la práctica coinciden en que es cuestión de mucha escucha, tiempo y observación como han podido hacerlo.

“Los cólicos son mi comunicación con mi cuerpo de alguna manera. Y a medida que lo he practicado más conscientemente puedo percibir una sensación de calor que me ayuda a comunicarme. Sin embargo no logro saber exactamente si va a venir flujo. Lo que hago es ir al baño y pujar hasta sacar coágulos y también he aprendido a retener un poco el flujo algunos minutos, apretando el suelo pélvico, pero me cuesta trabajo caminar y apretar al mismo tiempo”, cuenta Itzi

Para Laura, en cambio, es muy fácil saber cuando viene el flujo:

“[Puedo] retener la sangre por un tiempo hasta que vaya al baño y [...] eso ya lo puedo hacer casi en automático”. 

Thelma se ha ayudado con algunos ejercicios que le permiten retener mejor el flujo al fortalecer el suelo pélvico:

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“A través de la escucha puedo controlar un poco más las descargas. A mí me ha ayudado mucho comenzar practicando con baño en casa, y haciendo ejercicios de Kegel, pero sobre todo perder el miedo para dejarlo salir en donde sea, [también] me funciona practicar apnea, contrología y yoga”.

¿Se puede practicar el sangrado libre fuera de casa?

La pandemia, entre muchas otras cosas, cambió incluso la relación con el ciclo. A estas mujeres estar más tiempo en casa les permitió comenzar a practicar el sangrado libre, pues representó una oportunidad de manchar libremente prendas y muebles en un espacio seguro, como fue el caso de Laura

“Comencé un poco antes de que iniciara la pandemia, pero el estar en casa me hizo sentir más cómoda de seguirlo practicando”.

La reducción de las jornadas fuera de casa también les brindó la seguridad de hacerlo fuera de, como lo comenzó a hacer Itzi

“A partir de la pandemia salgo de casa sin toalla o tampones. Soy maestra de idiomas, entonces ir de una empresa a otra a veces no me permitía prescindir de usarlos, pero ahora salgo por gusto, no por necesidad o si voy al súper no me importa mancharme. He llegado a manchar pantalones de mezclilla o pants, pero no me parece trágico y se mancha de un lugar muy poco visible”.

Reivindicar la mancha 

Quienes practican el sangrado libre coinciden en algo: es importante reconciliarte con las manchas —aunque es algo totalmente natural—. Desde la menarquía se nos enseña como algo primordial no manchar la ropa, la cama, las sábanas o los sillones. Resulta lógico que en un sistema que oculta la menstruación como un proceso fisiológico, las manchas sean algo que, a toda costa, debe permanecer en secreto.

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Para Thelma, incluso, fue una cuestión de duelo: 

“Esa relación con la mancha fue mi primer proceso. Diría que es como un duelo. Antes tiraba todos mis calzones manchados, ahora no. Ahora sé que mi sangre puede manchar pero no lo veo como algo malo, sino como parte de mi práctica”.  

Itzi encontró la manera de conservar los calzones manchados y no tirarlos como lo hacía. 

“Mi madre siempre tuvo flujo abundante y nunca nos enseñó que nuestros calzones tuvieran que estar impecables, sólo limpios. Incluso nos enseñó a mi hermana y a mí que poniéndolos al sol desparecían un poco las manchas. Tengo calzones designados para menstruar, pero he llegado a manchar calzones nuevos que no eran «menstruables» según mi categoría. Al final eso de la lencería bonita e impecable no siento que sea para mí, me parece también algo capitalista hasta cierto punto y en mi caso, mi vida sexual y erótica la comparto con personas a las que no les importa si mi calzón es nuevo, está manchado o es impecable”.

Para Jessica ha sido un proceso también de enseñanza a los demás, ha tenido que platicar de su práctica para que las manchas dejen de ser mal vistas.

“A mi mamá le saca mucho de onda ver mis sábanas o cobijas manchadas esos días, piensa que debo lavarlas de inmediato. No la culpo, es normal que después de tanto tiempo de aprender que la sangre menstrual era algo antihigiénico, es totalmente entendible que no acepte que todo esté manchado, pero poco a poco ha ido relajándose más respecto al tema”.

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Del sangrado libre a la reapropiación de la menstruación 

El sangrado libre también ha representado una oportunidad de reivindicar la menstruación a través de generaciones. Itzi se siente más privilegiada que su madre por poder elegir la forma en que quiere vivir su ciclo.

“Me siento muy privilegiada por poderlo practicar, pues mi madre aún usando toallas llegó a manchar su carro, su ropa, y solía tener una muda de ropa en su trabajo y en su carro”. 

Liberarse de las toallas y otros productos para contener el flujo es un paso que viene con esta práctica, no depender de ellos al menstruar es uno de los gestos más autónomos y poderosos del sangrado libre, pues además de no invertir dinero, también se reducen los desechables, así como lo experimenta Laura:

“Me hace sentir libre en cuanto a no tener una toalla todo el día por 4 días, y aparte los olores de químicos. Nunca he probado la copa menstrual, así que en ese aspecto no puedo compararlo, pero creo que el sangrado libre también es una buena opción de alternativa a las toallas desechables”.

Thelma también coincide en algo, la decisión de vivir de esta forma su menstruación, le ha traído libertad y conocimiento de su cuerpo de una manera más profunda, pero sobre todo consciente: 

“La verdad desde que lo practico me siento mucho más libre y responsable. Disfruto conocerme más a partir de mis fluidos. Me gusta descubrirme más consciente y empoderarme al tomar esa decisión, pues también tiene repercusiones con mi entorno y las personas que me rodean”. 

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El sangrado libre también desecha creencias o prejuicios que siguen existiendo sobre la menstruación; quizá una de las cosas más importantes de esta práctica es el conocimiento y aprendizaje de un proceso que se relegó en manos de educadores, comerciales o médicos y que poco a poco quienes lo viven lo recuperan. Nallely lo cuenta: 

“Lo más importante que me ha traído el sangrado libre es el conocimiento de mi cuerpo, yo antes creía que en los días de sangrado todo el tiempo existía un flujo, como si fuéramos una llave abierta, pero no, jamás imaginé que el flujo sólo viene en algunos momentos del día y que contrario a lo que nos hicieron creer, podemos controlarlo, claro, a través de mucha práctica, observación y, claro, me he tenido que informar mucho sobre este proceso. [...] ¿Qué pasaría si a todas nos dijeran eso desde niñas? Pues entonces no necesitaríamos más toallas, no las compraríamos cada mes, y esto, obviamente, no le gusta al capitalismo”.   

El camino para reivindicar el ciclo menstrual como un proceso fisiológico del cuerpo y no como algo capitalizable o peor aun, como algo vergonzoso impuesto en el silencio, aún es largo —así como los derechos menstruales que se busca defender ante la ley— pero prácticas como el sangrado libre demuestran y nos recuerdan que la menstruación no debe ni tiene que depender de algún producto para poder hacerlo libremente y con seguridad.