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Especial Moda 2012

Libros

LA ORUGA

Suehiro Maruo

Glénat

Las de Maruo e Hideshi Hino son las dos voces más particulares del manga de terror. El discurso de cada uno es un poco el mismo que el del otro, la decrepitud del alma a partir del cuerpo, pero desde esa concurrencia se replican y complementan. Esto es una apreciación de occidental poco leído, que acaso ha leído lo que ha ido llegando. Hino tiene un funcionar tosco que le lleva a alcanzar cumbres terroríficas muy elocuentes, mientras Maruo, de dibujar mucho menos interesante, consigue la elevación por refinamiento de trazo, ornamento macabro y poética forzada. Pero la analogía entre autores no sé a qué viene, porque se trata de hablar de Maruo, de su historieta La oruga, basada en un relato del famoso Edogawa Rampo, seudónimo de Taro Hirai—1894-1965—que, no por casualidad, si se dice deprisa os sonará a escritor ilustre de Boston. El dibujante vuelve a poner en página sus acostumbrados desplazamientos del deseo, con los que aspira a la extrañeza y a la colisión psicosentimental, sea eso lo que pueda ser. Porque Maruo ejerce un terror, más que de escapismo, de auténtico espanto, muy bello, capaz de templar a la luz sus propios excesos y envolvernos con ellos como en un abrigo helado. Una cosa muy rara y muy apreciable. La historia aquí es la de un  matrimonio infernal, donde la parte actante pasa a ser ella pues el consorte ha vuelto del frente hecho un higo, sin extremidades y medio tonto, a disposición. Trama simple pero de alcance simbólico, entre cuyos atractivos está el ver saltar la liebre del sacrificio. Tal vez no se trate del trabajo más notable de su autor, pero su capacidad de maravillar desde lo grotesco y la tiniebla que emana su narrativa son mucho más que suficiente para comprarlo, leerlo de noche y no prestárselo nunca a nadie.

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PARA VER, CIERRA LOS OJOS

Jan Svankmajer

Pepitas de calabaza

El cine de animación, en palabras de Antonin Liehm que se citan en alguna parte de este libro, es un mundo en el que es difícil que penetren los perros guardianes de la cultura. Esto no siempre es así, pues los perros guardianes meten el hocico en todas partes, pero es cierto que la animación, en principio, parece inofensiva y es herramienta muy útil para la subversión, les despista. Jan Svankmajer sostiene que la imaginación es de por sí subversiva ya que proclama lo posible sobre lo real, y así lo demuestran sus obras, hechizos en forma de cine, dibujo o escultura, magia siempre, que el cinéfilo y el crítico conocen muy poco porque ambos, como indica Jesús Palacios en su excelente introducción al libro y al artista, son, por lo corriente, individuos “cuyo lamentable cerebro contiene una inmensa colección de datos e imágenes pura y estrictamente cinematográficos”. El cinéfilo y el crítico son incapaces de correlacionar disciplinas porque no tienen ni criterio estético ni puñetera idea de nada, por ello la obra de Svankmajer les resulta tan molesta y pasan a ignorarla. Los que estáis leyendo esta revista, sin embargo, este Fashion Issue, sois muy listos y muy guapos y seguro que os interesa la obra de este checoslovaco loco, ¿eh? Claro que sí. Para ver, cierra los ojos, es una magnífica edición ilustrada de diferentes textos del propio Svankmajer, seleccionados por Eugenio Castro y Julián Lacalle, y en sus páginas trae, además de una completa entrevista con el checo a cargo de Peter Hames, ceremonias de iniciación al tactilismo (porque el tacto es anterior a la vista y su experiencia más fundamental), escritos sobre dibujo mediúmnico, collage, máquinas ipsatrices, apreciaciones de la vida de las marionetas y hasta consejos para la creación, entre los que refulgen líneas como aquella donde se recuerda que nunca jamás debes poner tu creación al servicio de otra cosa que no sea la libertad. Pero eso ya lo sabéis vosotros, los chicos de la moda.

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RUBÉN LARDÍN

YO DISPARÉ EN LOS 80

Marivi Ibarrola

Munster

¿Qué tal si por una vez nos ahorramos el debate sobre la Movida? No, en serio os lo pido. Apestase mucho—o muchísimo—musicalmente hablando, y esté uno mucho—o muchísimo—hasta los cataplines de oír hablar de ella, eso no quita que, según infinidad de testimonios, ese Madrid fuera una de las ciudades más salidas de madre del mundo (una “Gomorra de cartón piedra”, que escribe por aquí Jaime Gonzalo). Pues bien, Marivi Ibarrola, ahora profesora de fotoperiodismo en la Carlos III, estuvo en todos los fregaos y ha decidido cribar 89 fotos de su archivo personal y pedir a personajes de la época (de camareros a fans, pasando por periodistas e incluso el afortunadamente inimitable Mariskal Romero) que se curren un texto con sus impresiones. El tomo no se centra exclusivamente en la Movida ni en Madrid: por aquí uno se topa tanto con los Zarama en el Egin Rock como con el bigotillo hitleriano de Iñaki de Glutamato Ye-yé, o a May Paredes poniendo palote al Rock-Ola entero con su look “Campanilla con tachuelas”, los Radio Futura en su época puerco espín, al Iosu de Eskorbuto en un sidecar, Parálisis Permanente decorando con sogas su último bolo, Warhol poniendo su célebre cara de nada, Pepe Risi de Burning fardando de gafas de sol, Kiko Veneno y los Barricada (no) dando vergüenza ajena, los Ángeles del Infierno echando unos billares en Donosti, Tere de los enormes  desechables haciéndome querer tocarrrla, Alaska y Rossy de Palma sintiéndose alguien ante un cuadro, y Loquillo siendo… muy alto. Un viaje la mar de intenso y entretenido, que te sirve tanto para empaparte del sudor de una época que no viviste como para tener tema de conversación con tu padre. Y, en el caso de mi compañero de piso, para traerle recuerdos del hermano mayor al que “un caballo llamado muerte” se llevó por delante.

SANTIAGO SALVADOR