Shock de alcachofa

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La hora mágica

Shock de alcachofa

No he tocado una alcachofa en veinte años. Seguro te preguntas por qué no he tocado una alcachofa en veinte años. ¿Quieres saber por qué no he tocado una alcachofa en veinte años?

¡Ohhh! ¿Qué tiene tu ensalada?

¿Aguacate? ¿Pollo? Qué rico.

¿Ésas son alcachofas?

Uy, chale. Me comería tu ensalada si no tuviera alcachofas.

No he tocado una alcachofa en veinte años.

Seguro te preguntas por qué no he tocado una alcachofa en veinte años. Me es difícil hablar de ello.

¿Quieres saber por qué no he tocado una alcachofa en veinte años?

Cuando era niño sufrí un trauma relacionado con una alcachofa.

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Era septiembre de 1995, mi primer día en sexto grado, y mi mamá me estaba preparando el lonche.

—Mierda, todo está cambiando por aquí —dijo—. Prácticamente eres un adulto, así que de ahora en adelante tú te harás tu propio lonche. Yo estaré ocupada peleando con tu papá en la mañana y no tendré tiempo de hacértelo.

Pero yo no quería.

—Hazme el lonche, porfiiiiiis —dije.

—Bueno, seguiré haciéndote esa madre. Pero debes darte cuenta de que algunas mañanas estaré demasiado ocupada pelando con tu padre como para poder hacerte un lonche bueno y nutritivo. Te vas a tener que comer lo que te ponga.

Dije que estaba bien. Grave error.

Las primeras dos semanas de escuela mis lonches eran lo mejor: sándwiches de jamón, papitas, juguito —el que me gustaba—, todo chido. Seguro fueron diez nutritivos lonches seguidos.

Pero un día abrí mi bolsa y encontré un refresco light y una vara de apio con mantequilla. Ése no es un lonche nutritivo.

Mis amigos se burlaron de mí y me dijeron pobre. Se rieron tanto que la adjunta vino a callarlos.

Al día siguiente, mi lonche era mucho peor: otro refresco de dieta (esta vez estaba a la mitad y tapado con un plástico) y un chicle. Un chicle no era tan malo ¡tal vez por veinte segundos! En cuanto se le fue el sabor, me deprimí. Estaba tan deprimido que la adjunta vino a preguntarme qué pasaba. Dije que no tenía nada.

Esa noche le dije algo como: —Ma, ¿qué onda con esos lonches? ¿Un chesco a la mitad? ¿Chicle?

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—Mira, últimamente he estado muy ocupada peleando con tu papá en la mañana y no he tenido tiempo de hacerte lonches nutritivos. Te invito a que te los prepares tú mismo—. Yo estaba como Nah, gracias.

Al día siguiente abrí mi bolsa y encontré una alcachofa rancia. Eso era todo: una alcachofa. Tal vez alguna vez la alcachofa estuvo buena y ahora estaba pasada, o tal vez siempre estuvo rancia y nunca maduró en la viña o en la rama o en donde sea que crecen las alcachofas, pero en ese momento yo no sabía distinguir alcachofas buenas de las echadas a perder, y aún sigo sin saberlo, así que nunca sabremos si estaba pasada o no.

Aún así, una alcachofa, podrida o no, no es un lonche nutritivo. Yo estaba desconcertado y deprimido. Mis amigos se burlaron y me llamaron Niño Alcachofa. Hicieron tanto relajo que la adjunta se acercó.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Mi mamá me puso una alcachofa de lonche y se están burlando de mí. Pero está bien, me lo merezco. Debería empezar a hacerme mis propios lonches porque ya soy un adulto.

—Ven —dijo—. Te daré algo nutritivo.

Me llevó a su oficina y me dijo que pusiera el seguro y lo hice. Ella abrió un cajón del escritorio y sacó un Snickers, un frasco de hummus y pan pita. —Come, come. Eres puro hueso—.

Se quitó el suéter y su escote reveló demasiado. Acarició mi cachete y me dijo:

—Mmm, ¿acaso veo barba?

—Sí, prácticamente ya soy un adulto.

Me sirvió un vaso de whisky.

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—Bebe —dijo—. Esto hará que tengas más pelo en la cara.

Puso su mano debajo de mi camiseta y acarició mi espalda. —Tal vez también tengas vello en la espalda. Tal vez en el cuello también. Por mí está bien. Me gustan los hombres con pelo de sobra. Sólo no tengas pelo en las manos u hombros. Eso no me gustaría.

—Ok, no tendré.

—Mi esposo, ugh, casi no tiene pelo. Por eso lo llamo marsopa: sin cabello, sin principios, sin dinero. Ése es mi Lionel. ¿Tienes novia?

—No.

—¿Te gusta alguna niña de la escuela?

—No.

—Qué bueno. Las niñas juegan con tu mente. Sólo una mujer te puede liberar.

Se tomó un shot de whisky y se quitó la blusa.

—Tal vez sólo soy una adjunta y no una maestra de verdad, pero aún así les puedo enseñar una o dos cosas sobre nutrición.

Y así fue como perdí mi virginidad.