Sexo y locura: fotos del paraíso tropical de los mochileros

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Sexo y locura: fotos del paraíso tropical de los mochileros

"Aquí conoces a la gente más loca y tienes las experiencias más increíbles; es una experiencia única en un lugar mágico".

Mi mejor recuerdo de un festival fue un amanecer en el Goa Contact Festival. Los asistentes repartían amor y luz a diestra y siniestra al ritmo de trance de 140 PPM y yo todavía sentía los efectos de lo que había tomado por la noche. Me sentía increíblemente relajado, sentado frente a mi tienda y convencido de que había encontrado el sentido de la vida, de que todos los problemas y preocupaciones de los que había huido en una VW Lupo se habían evaporado. Mi momento zen acabó de forma abrupta cuando dos festivaleros madrugadores pasaron junto a mi tienda. No recuerdo muy bien de qué estaban hablando; era algo sobre coger en la cama de los padres de tu pareja porque la suya estaba hecha un asco. La chica llevaba el pelo teñido de azul, estética ciberpunk y una medusa azul y morada de papel sujeta a la cabeza con un palo. Al verla, me pregunté si la medusa también llegaría a conocer a los padres de la chica. Me reí solo y me quedé dormido.

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Al día siguiente, me perdí en un laberinto hecho en un campo de trigo (sí, hasta eso tenían), donde tropecé con los restos de una medusa, dejada ahí para que los que pasaran hicieran frente a sus demonios interiores. "Pero una medusa necesita agua", me dijo un tipo junto a mí, ataviado con un gorro de pesca y una mochila a la que había cosido infinidad de botones. Tenía razón. Y yo también necesitaba un poco de agua.

Mientras mi estancia de tres semanas en aquel paraíso tocaba a su fin, la fotógrafa Rebecca Rütten llevaba tres meses en un albergue en el que mucha gente había parecido encontrar su utopía personal. Su libro, Never-Never Land, arranca con imágenes idílicas de parajes naturales vírgenes y cerdos retozando en el mar. Luego, dos personas ponen el culo frente a la cámara, luciendo sus tatuajes recién hechos con la pregunta "¿POR QUÉ NO? El conjunto recuerda una escena de La playa, pero con montones de alcohol en lugar de cultivadores de mota fuertemente armados. Con su obra, Rebecca ha creado un retrato muy particular de la cultura mochilera en una isla de la costa de Centroamérica. Sus referencias del albergue resultaban muy vagas, ya que quiere evitar que al lugar acuda un aluvión de visitantes.


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Los personajes de sus fotografías parecen clichés del hedonismo mochilero, espíritus libres escasamente vestidos, procedentes en su mayoría de las latitudes más septentrionales del planeta. Coleccionan tatuajes y piercings de los lugares que visitan y es poco habitual encontrarlos sobrios. Estos niños grandes han logrado crear una utopía de la fiesta en medio de un país en desarrollo. Son Peter Pans con tutú que buscan el sentido de la vida en juegos de beber. La tierra de Nunca Jamás de Rebecca es un patio tropical de recreo para gente cuyo hedonismo no conoce límites.

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Hablamos con Rebecca para que nos contara cómo ha llegado a formar parte de este fenómeno.

Rebecca

VICE: Tu libro evoca la película La playa, entre el paraíso y la claustrofobia, siempre rodeada de un ambiente etílico. ¿Sentiste alguna preocupación antes de viajar al albergue?
Rebecca Rütten: La verdad es que no. Ya había estado ahí unos días en enero de 2014 y lo recordaba bien. Todo el mundo estaba disfrazado, había buena música y un ambiente muy de comunidad. Todo era muy intenso y la gente era muy interesante. Pero es cierto que en aquel momento no me cuestioné el tema del exceso de alcohol. Never Never Land fue como un experimento para mí. Quería averiguar si era un estilo de vida realmente tan despreocupado como parecía.

Cuando uno lee las entradas de tu diario, se aprecia claramente tu acercamiento a la comunidad. ¿Hubo algún punto en que te sentiste totalmente integrada en el grupo?
Me aceptaron de inmediato, pero yo siempre tuve muy claro que estaba ahí para hacer un proyecto fotográfico. Así que, por un lado me sentía parte del grupo y por otro, no. Con el tiempo, cada vez me costaba más mantener la distancia, porque internet solamente funcionaba a veces y casi no podía contactar con mi familia y mis amigos. Muchos de los que van se quedan mucho tiempo. Buscábamos a gente en quien pudiéramos confiar en esa situación de aislamiento y que contribuyera a aumentar la sensación de claustrofobia. El sentimiento de pertenencia y de identidad desempeñaban un papel importante, así como participar en los rituales de bebida. La sexualidad estaba siempre omnipresente: pese a que todos tenían pareja en sus casas, se acostaban con otras personas que conocían ahí.

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Tenías el proyecto en mente pero nunca estabas lo suficientemente sobria como para llevarlo a cabo. ¿Cómo le hiciste para capturar esos momentos tan locos?
Bueno, siempre llevaba una cámara pequeña en la bolsa. Era difícil capturarlo porque también quería disfrutar el momento, quería formar parte.

Al principio estaba motivadísima, pero cuando empecé a sentir que el patrón se repetía, lo dejé de lado. Cada vez veía a más gente que no lo estaba pasando bien y que pasaba el tiempo medio atontada, sin enterarse de nada. Se parece mucho al ambiente de los clubs de Berlín, con tanta droga. La gente pierde la cabeza.

El albergue parece estar ubicado en medio de la jungla…
Está en una isla muy tropical y abarrotada de escorpiones, loros y monos. Una vez pisé una boa constrictor [Risas]. También había muchas mascotas. La estampa era increíble: un montón de gente joven vestida como Peter Pan y rodeada de todos esos animales. Pero todo esto tiene una faceta peligrosa. Los había que cuando se ponían hasta la madre molestaban a los animales y acabaron mal. Y estábamos en medio de la nada, así que no es que hubiera un hospital cerca. Se limitaban a atiborrarse de analgésicos y a esperar a que el dolor desapareciera.

¿Los que estaban ahí —en especial los que llevaban más tiempo — creían que habían sido "los elegidos"?
Todo el mundo estaba tocado. "Aquí conoces a la gente más loca y tienes las experiencias más increíbles; es una experiencia única en un lugar mágico". Algunos incluso creen que se han distanciado de las personas "normales". En parte lo entiendo, porque llegas a entablar relaciones muy extrañas.

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Pero aquello no es la realidad, e incluso "los elegidos" deben volver al mundo tangible en algún punto. No hacen más que huir de sus problemas mientras éstos se hacen más y más grandes. Muchos de ellos regresan a casa el tiempo justo para ahorrar dinero y volverse a ir. Cuando se van, reciben una bofetada de realidad que no esperaban. Pero bueno, más o menos todos consiguen adaptarse de nuevo.

En las comunas muchas veces hay alguien que se erige como líder del grupo. ¿Ocurre lo mismo ahí?
Yo lo veo como una obra de teatro. Cuando el elenco de autores no es el adecuado, cada uno asume su papel en el drama. Quien está ahí quiere huir de las normas sociales pero irónicamente crean su propio sistema. Allá no se aceptan las reglas que rigen en nuestra sociedad, como el compromiso en las relaciones.

En el proceso de generar esa utopía anárquica, siempre acaban volviendo a los patrones de comportamiento social de siempre. En el libro también planteo la cuestión de hasta dónde puede llegar la gente para disfrutar de su libertad sin acabar perjudicándose. Además de los viajes, los excesos son otra vía de escape para muchos, y quizá de forma moderada pueden ayudar, pero en la isla era exagerado.


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¿Cómo ha cambiado tu opinión sobre los viajes después de esta experiencia?
Esto me ha hecho plantearme por qué quienes buscan crear utopías en países en desarrollo suelen ser jóvenes blancos de clase media y nunca incluyen a las gentes autóctonas. ¿Por qué eligen países débiles políticamente? ¿Porque hace buen tiempo? ¿Porque ahí nadie los molesta?

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Antes, el mochileo era mi religión, el único modo auténtico de vivir la vida, pero ahora soy más crítica. He aprendido a apreciar el concepto de hogar y que las raíces y la reflexión son necesarias.

Actualmente busco más intercambios con la gente y tratar de entender las cosas que aún no comprendo. Quiero salir de mi burbuja, porque ese albergue es una burbuja en la que todo lo que sirva para entretener es bienvenido, mientras que todo lo que plantee cuestiones es rechazado.

Háblanos de las entrevistas de las que tomaste nota a mano.
Escogí personajes interesantes de la isla para saber más sobre sus vidas. Casi todos escribían cosas como "La mejor experiencia de mi vida" con letra muy pomposa. Y luego miras las fotos y ves pitos y gente vomitando. No estaba segura de si debía incluir los mensajes, pero me parece que al estar escritos de su puño y letra, le dan mucha personalidad al libro.

¿Cuál fue la experiencia más agradable que tuviste?
Pese a todo lo negativo, mucha gente recuerda su paso por la isla con cariño. Se quedan con los buenos momentos y las dinámicas de grupo positivas, o con las conversaciones profundas sobre el sentido de la vida; los momentos en que alguien sacaba una guitarra y todos cantaban juntos.

Gracias por todo, Rebecca.