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El alfabeto (ilustrado) del narco mexicano

L de "levantón"

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad.

Éste es uno de 29 testimonios que he recogido entre gente metida en la Guerra contra el Narco. Los nombres y locaciones específicas han sido omitidas por seguridad. Lo he acompañado de un dibujo y mi definición sobre alguna de las 29 palabras que he escuchado mentar a esta gente. Aquí les dejo la palabra de esta semana: Levantón.

Ilustración por Gabriel Escalante.

I. “He estado deprimida desde antes de que me levantaran; mi estabilidad, el sentirme más o menos bien, depende de antidepresivos desde niña. La gente cree que me vino por el secuestro, pero no: desde antes, desde la época en que estuvo más violenta la ciudad, desde que vivía con tus tíos en la colonia pudiente, esa donde había ejecutados todos los días. En las noches me daba terror escuchar tanto balazo, no dormía y toda la noche me la pasaba mirando el cerro (yo creo que esperando ver un muerto). Una madrugada vi unas luces que salían de la loma, cinco luces que daban vueltas y se detenían a unos tres metros del nivel del piso; parecía que las luces estaban mirando hacia mí y después de un rato se iban. Seguí viendo las luces varias noches, le conté a tus tíos (les conté muchas veces) y siempre me tiraron a loca; era la época, también, en la que ellos se la llevaban de pleito. Una noche las luces se posaron cerca de la casa. Vi que tenían forma de platillos voladores. De la luz de en medio salió una cosa con forma de humano. Se acercó hasta la ventana. La cosa esa era cabezona y con unos ojos bien grandes. Verás cómo tenía miedo. Salté de la cama, aferrada a mi almohada y a mis cobijas. Corrí al cuarto de tus tíos. Les grité para que se despertaran, los moví, pero nada. Era como si estuvieran muertos. Me acurruqué a los pies de su cama. Me tapé toda con la almohada y mi cobija. Sentí que la cosa esa ya se había metido a mi cuarto. Sentí que estaba ahí.  Vi la puerta del cuarto de tus tíos abrirse despacito. Y vi que estaba ahí la cosa esa. De repente no me pude mover. No podía gritar. Me quedé toda tiesa. La cosa se acercó y me desmayé o algo, porque no me acuerdo qué pasó después. No me acuerdo de nada, hasta lo que pasó al siguiente día. Amanecí en mi cama, sudando y triste. Es la primera vez que sentí ganas de morirme. Desde entonces estoy deprimida. Tus tíos siempre han pensado que estoy loca. Después de que se divorciaron, tu tío me llevó al psiquiatra y desde entonces tomo antidepresivos. No puedo dejar de tomarlos. Cuando me levantaron y me tenían en esa bodega cochina, le dije a los hombres que necesitaba medicamento. Al principio no me creyeron, hasta que me escucharon gritar y patalear. Se asustaron: dijeron qué trae esta vieja loca, yo creo, luego me vieron llorar y les conté que estaba enferma. Yo creo que por eso no me mataron. A quien querían matar era a tu tío, sabe. A mí al final no me hicieron nada. Ni cobraron rescate.”

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II. El levantón es abducción; es decir, extracción del firmamento cotidiano de la víctima que lo desplaza a una realidad más bien trascendental. El secuestro del narco es más que modo de financiamiento veloz durante las crisis de armas o mercancía, es una operación de venganza entre grupos enemigos con sesgo moralista: secuestro que termina en ejecución debido a la traición de un miembro del propio organismo —o autoridad en su nómina— en base a un código de valores presuntamente universal.

        En un levantón, el cuerpo de la víctima retuerce las leyes del mercado para señalar en él las faltas de la contra. Si bien el narcotráfico contempla el secuestro en el horizonte capitalista (un horizonte en el que se disipa cualquier frontera ética y se elimina cualquier tipo de integridad humana en aras del lucro por sí mismo), su fin es expiatorio.

        Para una guerrilla de izquierda al secuestro es una “retención” que tiene como fin de expropiar bienes para el provecho colectivo “justo”. Para el narcotráfico mexicano esta mercantilización del cuerpo humano precisa una relación más subjetiva con el secuestrado: la víctima permanece sujeto en cuanto a que se establece con él un diálogo de reclamos. En la mayoría de videos en los que el cártel publica entrevistas con sus secuestrados, víctimas y victimarios anticipan la inminente ejecución enumerando los males cometidos para merecer la muerte: en un video subido a internet, www.mund0narco.com miembros del cártel de Sinaloa advierten a los “jóvenes” que no traicionen por unos cuantos dólares (“decapitan con una sierra a sicarios del Chapo Guzmán”), mientras que en otro, Zetas ejecutan a familiares de operadores del cártel del Golfo después de una suerte de juicio oral en el que enumeran sobre todo sus faltas morales: traición, abusos, traición a los acuerdos (Zetas degollan—sic—a dos mujeres y un hombre del CDG). En el primero son la víctimas quienes enumeran sus pecados, en el segundo son los victimarios. Unos y otros se unen a una o más faltas que precisan redimirse; el secuestro se presenta, pues, como oportunidad de inmolación ante la necesidad de someter nuestra humanidad y sus deslices mundanos.

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        A diferencia de la mercantilización del sujeto en el horizonte ideológico de la guerrilla, el narco no contempla al ser humano como un medio puro de extorsión o embargo de bienes; para el narco el levantón posee un sesgo de castigo: el verdugo es el ejecutor de las expiaciones del cártel, una Santa Inquisición en el que traidores y enemigos son ajusticiados en aras de una moral regida paradójicamente por un régimen económico.

        En este sentido, el levantón también es un dispositivo meta moderno, un más allá barroco en el que las leyes del mercado se retuercen para reinterpretar el paradigma capitalista y convertirlo en fervor sentencioso. El cuerpo es objeto, pero objeto de martirio, objeto expiado, sacrificio.

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K de "kilo"

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