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Noisey

Aprender a decir que no: un par de cosas sobre No Trend

​A veces, para que un grupo musical esté realmente bien no basta con la música. Pensemos por un momento en Black Flag, Residents, Psychic TV o Crass y veremos como esas ideas pueden aplicarse con éxito garantizado.

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A veces, para que un grupo musical esté realmente bien no basta con la música. La música está bien, claro, pero el que a estas alturas aún crea que es lo único importante no se entera de nada. En ocasiones hace falta una imagen corporativa, una personalidad, una moto que vender al receptor. Algo que dote al conjunto de uniformidad y favorezca la identificación del oyente con el artista. Un logotipo impactante e instantáneamente reconocible, un uniforme, la idea de presentar a la banda como una secta, una corporación multinacional, o una organización de militantes poniéndose al entero servicio de una causa o cualquier cosa que dé la sensación de que ahí hay algo más que algo tan pedestre como cuatro tíos con instrumentos. Pensemos por un momento en Black Flag, Residents, Psychic TV o Crass y veremos como esas ideas pueden aplicarse con éxito garantizado.

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No Trend siguieron estas teorías, pero al revés y con un leitmotiv clarísimo: el desprecio total por su público, por las expectativas que el mismo pudiera depositar sobre ellos, y por las normas no enunciadas de la escena de Washington DC de la que formaban parte -más por defecto que por afinidad, todo sea dicho-, y sobre la que tantos ríos de tinta se han vertido. Una escena a la que No Trend declararon guerra abierta, y que ha quedado para la posteridad como una feliz comunidad basada en la inclusión, la creatividad libre y el compromiso con ciertos valores "positivos" un tanto difusos, pero que en la práctica parecer haber sido más bien un concurso de popularidad gobernado por una camarilla de líderes y formadores de opinión calvos, abstemios, e irritantes, a los que es fácil imaginarse como los típicos pijos sabelotodo que siempre tienen las zapatillas guapas y los discos caros que tú no te puedes permitir. Si los conciertos de punk eran un lugar donde el público -el público masculino, claro- podía dar rienda suelta a sus necesidades de desfogue atlético, llegar a un concierto de nuestros amigos significaba encontrarte con un potentísimo foco apuntándote a la cara, con el grupo aparcando su repertorio habitual para tocar "Free Bird" de Lynyrd Skynyrd o con Jeff Mentges (vocalista y gurú espiritual) empotrando un espejo en la cara de los asistentes, mientras los insultaba abiertamente y reflexionaba a berridos sobre la miseria moral del género humano. Una fiesta.

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El problema de definirse como un agente de la alienación y el desprecio es que, a algunos más que a otros, a casi todos nos gusta que nos traten un poco mal a veces. Y por tanto es inevitable, incluso hace 35 años, caer en la paradójica situación de convertir el abuso al público en un atractivo, la atracción de pista central del circo del mal rollo en el que se convierte la pose desafiante y de oposición de la que parte el artista. Y esto, en un ámbito tan amigo del culto al feísmo y lo desagradable como es el punk, es una estrategia de fracaso garantizado. GG Allin pretendía ser el espectáculo más extremo del rock & roll, y se convirtió en una atracción de feria (bastante extrema, eso también), mientras que No Trend se percataron rápidamente de que vestirse de mamarrachos y utilizar sus discos como arma arrojadiza (literalmente: gran parte de la tirada de su primer LP terminó así) no hacía sino alimentar la pulsión masoquista de sus seguidores, convertirles en una parodia de la misma idea de la que se habían alimentado. Podríamos entender esto como el fin de su primera etapa, plastificada en un LP y un 7" de post punk abrasivo, una especie de versión americana y white trash de P.I.L. con himnos del calibre de "Mindless Little Insects", o el alegre "Mass Sterilization Caused By Venereal Disease".

Muy merecidamente, se habían convertido en el grupo del mal rollo porque sí, de las letras de sal gorda y la música explícitamente irritante. Da la impresión de que urgía encontrar otra vía, una identidad para la banda que mantuviera la confrontación, el riesgo, sin caer en la provocación gratuita y adolescente. Subvertir el cliché de fascinación por lo grotesco en el que se habían convertido.

La solución pasó por convertir a la banda en una especie de cajón de sastre musical, donde el público nunca sabía a que atenerse. Tras un breve y casi podríamos decir que bonito coqueteo con los psicodramas afectivos de la mano de Lydia Lunch (bastante grotesca y alienante de por sí, dicho sea desde el respeto y la admiración), el salto al vacío definitivo llegó cuando el grupo cercenó completamente cualquier parentesco musical con el punk y similares, y se entregó a una confusa miasma de influencias: psicodelia, ska, polka, baladas country, guiños a Frank Zappa, funk blanco, musicales de Broadway…La reacción del público no se hizo esperar y toda la animosidad que habían pretendido despertar en sus inicios se manifestó al fin multiplicada un centenar de veces. Los oyentes devolvían enfurecidos sus discos y abandonaban sus conciertos, perplejos al encontrarse a unos tipos enfundados en las mejores galas del más elegante poliéster de los años 70, sacudiendo coreografías al ritmo de una burda parodia/homenaje a James Brown. Algo, por cierto, bastante similar a lo que unos años después explotarían con gran éxito Beck o Jon Spencer.

Irónicamente, al adaptar su música a un sonido más aparentemente popular y accesible, No Trend habían conseguido al fin convertirse en la banda anti-público por excelencia y, de paso, sabotear definitivamente su carrera. "More", su último LP, fue grabado en 1988 y rechazado sistemáticamente por todos y cada uno de los sellos a los que se envió. Ni siquiera SST, que en aquella época se distinguía por un descontrolado ritmo de edición -cerca de cien referencias sólo en 1987- de material compuesto en un un 95% (tirando por lo bajo y siendo muy benévolo) de auténtica bazofia inescuchable, quiso acercarse. Finalmente, y por causas a todas luces inexplicables, vio la luz en 2001 y sí, es un despropósito absoluto.

El legado de No Trend es tan vasto como desconocidos fueron en su momento, tanto en lo musical como en su inicial actitud de rechazo y hostilidad a la relación habitual entre artista y público. Sería muy difícil entender sin ellos a grupos como Killdozer, Rapeman o Cop Shoot Cop, y por tanto a la situación actual, cuando podemos disfrutar de Pissed Jeans autoflagelándose con sus letras sobre fracaso moral, sexual y social en los mejores y más bonitos festivales del globo. La idea de la extrema alienación y desafección como forma de diversión y objeto de deseo es una paradoja de tomo y lomo, pero también un producto que parece funcionar bastante bien.