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Esa foto de Uribe era lo que necesitábamos para superar la tusa

De pronto, en un momento en el que estábamos recordando al viejo Uribe, al poderoso, lo que más necesitábamos era verlo en ridículo.

La oportunidad fue perfecta. El país entero estaba atento a que el expresidente Álvaro Uribe volviera a la casa de Nariño a conversar con su sucesor y tender lazos que pudieran aliviar la crisis que vino después del 2 de octubre. Así lo hizo, a su mejor estilo: primero con una pantomima de llamada al conmutador de la Casa de Nariño para pedirle cita al presidente ––como quedó registrado en un video que él mismo subió–– y luego, un día después, llegando a ella lleno de gozo, pletórico, feliz, haciendo escaramuzas para las cámaras y el país entero.

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Fue increíble: así no haya reconciliación entre el Estado y las Farc ––acaso ni siquiera entre los del Sí y los del No–– nos sacó de otro enredo en el que estábamos bien metidos: la tristeza que no tolera un chiste.

El mismo Uribe que desplegó una campaña por el No (ya Juan Carlos Vélez, su alfil, gerente de la campaña, nos dijo cómo la hicieron), ese mismo que hizo que la mitad de Colombia quedara en una depresión auténtica y fatídica (revisen Facebook, revisen Twitter), fue quien desplegó un gesto con el que sentimos el alivio que nos permitió la dicha de la burla.


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Acá en VICE Colombia lo vivimos a través del ojo inteligente de Juan Pablo López, editor de Thump, quien, aparte de postear la foto en su muro luego de encontrarla en Twitter, dijo lo siguiente para adornarla:

El comentario, que pretendía ser en parte una reflexión de que "todo era un chiste", terminó desatando la risa de quienes integramos esta oficina. Pues es que véanlo: los ojitos dichosos puestos en la cámara, el gesto de apartar periodistas, las risas de todos los que estaban a su alrededor y, sobre todo, la suya: la de un niño de un carrusel incrustada en la cara del villano de piedra que enmudeció a medio país tan solo un par de días atrás.

Uribe, lejísimos, no es destinatario de nuestros afectos, pero, jueputa, su meme sí fue de amplio recibo. De pronto, en un momento en el que estábamos recordando al viejo Uribe, al poderoso, al que despachaba con rabia desde la Casa de Nariño, al que le acercaban todos los micrófonos, lo que más necesitábamos era verlo en ridículo. El combo entero al que nos acostumbró durante ocho años: hamburguesa, papas y gaseosa.

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Decíamos el día de ayer en esta misma página que el senador del Centro Democrático empezó a despuntar en las búsquedas que los colombianos hacíamos por Google los días posteriores al 2 de octubre. Uribe dejó de ser el loquito al que nadie la paraba bolas ––tal vez uno de los errores que cometieron los de la campaña del Sí–– y adquirió el protagonismo que tuvo en sus mejores épocas: cuando se lanzó al río a nadar, cuando "le doy en la cara, marica", cuando el tobogán, cuando el frac con el Rey de España, cuando hablaba inglés, cuando "otra pregunta, amigo".

Oro puro.

No nos cae tan bien el expresidente ––sus políticas, sobre todo, su forma de ejercer el poder, los argumentos que usa para hacerse de la "razón"––, pero esa capacidad para que los colombianos se activen y se burlen de él es impresionante.

Y antes de él, antes de que se escabullera entre los periodistas que registraban su llegada a la Casa de Nariño, el país estaba árido: Actualidad Panamericana, por ejemplo, no reaccionó sino un día después de la noticia del triunfo del NO; "HolaSoyDanny", el Youtuber de 42, hizo un video divertido aunque demasiado pesimista sobre el futuro de Colombia; las redes sociales estaban colmadas de mensajes de odio o de rabia o de tristeza o de solidaridad entre connacionales. Ni un chiste era válido.


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Y, además, estábamos repletos de noticias: que el uno dijo, el otro hizo y el otro reaccionó. Árido. Los últimos memes de los que nos habíamos reído tenían que ver con el avión que asustó a Timochenko en Cartagena cuando firmó la paz con Juan Manuel Santos.

Pero llegó Uribe a decir, por ejemplo, un día después de que el No ganara en las urnas (y ahí empezó su racha) que quería amnistía para los guerrilleros rasos. "Amnistía para los amnistiables", dijo en el Congreso. Nada novedoso: una consideración que ya estaba contemplada en el Acuerdo. Ese fue el primer paso (revisen la reacción, querido público).

Con odio o sin él, los colombianos volvieron a la senda del humor virtual que había estado ausente después del catastrófico 2 de octubre. Gracias a Uribe. No nos dio esperanza, pero al menos, sí, una risa a carcajadas sinceras.

Acá las mejores reacciones.