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Cultură

Celebrando el fin del capitalismo en el lago Titicaca

Mientras los yanquis hacían sus compras para sobrevivir al fin del mundo, el gobierno de Evo Morales organizó foros públicos sobre el cambio climático, crisis alimentaria y salud.

Mientras los norteamericanos iban corriendo a comprar agua embotellada y comida enlatada para el fin del mundo, yo decidí que lo mejor sería estar más cerca del cielo, por si las dudas. Así que escuché la llamada del primer presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, y junto a miles de personas de todo el mundo celebré el final del calendario maya y el comienzo de un nuevo periodo en la historia de la humanidad a 3.812 metros sobre el nivel del mar en la isla donde nació el sol, según los incas.

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Antes de zarpar rumbo a Isla del Sol en el Lago Titicaca (entre Bolivia y Perú), leí las noticias en busca de posibles eventos catastróficos, como la posibilidad de que Israel e Irán desataran una guerra nuclear, o el número de vistas que había recibido el video de Justin Bieber, “Baby”, en YouTube (813.602.242). Después, revisé el clima, olfatee el aire, miré el cielo, y todo me pareció… normal. Eso fue algo bueno, porque las tribus indígenas en Isla del Sol veían el 21 de diciembre de 2012 como el fin del capitalismo, el ego, y los prejuicios contra el número 13, no la destrucción de la tierra.

Estos males, entre otras cosas, según la tradición indígena aymara fueron parte de un periodo oscuro conocido como Macha o “sin tiempo”, que empezó cuando Cristóbal Colón se limpió el culo con hojas americanas por primera vez el 12 de octubre de 1492. El siguiente periodo, llamado Pachakuti, acabará con estos males poco a poco y traerá armonía entre la Pachamama (Madre Tierra) y la humanidad, según esta tradición.

“Es momento de encontrar respuestas para una nueva época en la que haya paz en lugar de violencia, amor en lugar de odio, alegría en lugar de tristeza”, decía un panfleto del gobierno. Para llevar estos sentimientos a la práctica, el gobierno boliviano organizó 13 foros públicos sobre temas como el cambio climático, la crisis alimentaria, la salud y el capitalismo para discutir soluciones concretas para estos problemas.

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La fecha (fiesta) para marcar el cambio el solsticio de verano (opuesto al solsticio de invierno en el hemisferio norte, ese mismo día) atrajo a 40 grupos indígenas de cinco continentes, pero principalmente sudamericanos, así como una gran variedad de tribus hippies, entre ellos los hippies sudamericanos que frecuentan el solsticio de verano todos los años en Bolivia por las hojas de coca y la actitud anticapitalista, las más grandes tribus de Europa y América, y, por extraño que suene, a los Hare Krishnas. Un tatuador sueco me dijo que fue a la isla en busca de un hogar para su esposa y dos hijos, y que eligió Bolivia porque tiene una política menos estricta y particularmente laxa con respecto a la marihuana. Creo que le rompí el corazón cuando le dije que las fuerzas bolivianas son conocidas por ser más duras contra la marihuana que la cocaína.

Unidos por una bandera multicolor (la cual no debe ser confundida con la bandera homosexual), que ondea en los estados andinos de Perú, Bolivia, Chile y Argentina, todos en el festival eran muy amigables. Esto fue en mayor parte gracias a que la administración de Morales anunció de manera oficial que Bolivia es un “estado plurinacional”, compuesto de decenas de grupos, y no tiene una única y solitaria identidad nacional como Estados Unidos, ni una binacionalidad como Canadá. Desde el anuncio, grupos como los armara, quechua y chimané, junto con otras 33 etnias bolivianas, se identifican con orgullo como parte de sus comunidades indígenas y, en general, no les avergüenza vestirse con sus prendas tradicionales.

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Sin embargo, conforme los pueblos se desarrollan y los miembros de las tribus se mudan a las ciudades, muchos comienzan a vestir prendas occidentales. Por lo tanto, el 21 de diciembre fue un espectáculo muy especial para turistas, la prensa y otras tribus, durante el cual se pudieron apreciar ceremonias ancestrales de una amplia gama de culturas, todo de forma gratuita: entrada, exposición a canciones y bailes tradiciones e incluso comida. Sin embargo, el plato tradicional boliviano de carne, arroz y papas estaba protegido por una gran fuerza anti yanqui y me hizo vomitar pequeños trozos amarillos después de probarlo como forma de sacrificio a la Pachamana.

Todo el día y toda la noche, las tribus bailaron, cantaron y rezaron a la Pachamama. Los incas realizaron la elaborada ceremonia, Matrimonio, equipados con hachas de madera e instrumentos hechos con conchas, las mujeres quechua cantaban con sus voces agudas e hipnóticas y bailaban en círculo mientras ondeaban sus faldas multicolor, y los Hare Krishnas bailaban al ritmo de su “Hare, Hare, Hare…”

“¡Ya basta de Coca-Cola!” gritó uno de los líderes contra la bebida que todos sospechan contiene extractos de la hoja de coca boliviana (Coca-Cola lo niega, pero también se niega a publicar la receta de su “fórmula secreta”) y contribuye 270 millones de dólares anualmente a la economía boliviana, según la revista Forbes. En julio, el canciller boliviano, David Choquehuanca, declaró: “el 21 de diciembre tiene que marcar el fin de Coca-Cola y el comienzo de Mocochinchi [una bebida local]”, pero más tarde se retractó y dijo que había sido sacado de contexto.

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Quizá el gobierno tema perder la venta de su preciada coca. Como antiguo líder del sindicato de productores de coca, Morales dice que los bolivianos tienen derecho a crecer coca sin importar su situación legal en otros países. Según el gobierno, la coca ha sido utilizada durante siglos como una fuente espiritual e incluso de “vitaminas y para saciar la sed y el hambre, pero cuando el hombre occidental, siempre en busca de oro, la usa de forma no natural, ocurre lo contrario, y su jugo se vuelve desagradable y vicioso”.

Todos los miembros de las tribus tenían una mirada alegre durante el evento y las ceremonias, con los cachetes llenos de coca. Si les hacía falta coca, un miembro del ministerio de cultura estaba ahí para darles más.

“Es coca”, me dijo el líder de un tribu envuelto en su poncho rojo mientras me acercaba para fotografiar una cama con cientos de pequeñas dosis verdes. “Ya sabes, cocaína”, me dijo. Aunque la coca se usa abiertamente en todo Bolivia y Perú, en especial por los indígenas, la sustancia blanca y refinada está dirigida a los yanquis que frecuentan los majestuosos sitios turísticos como Machu Picchu, el desierto de sal y el conocido bar Ruta 36, famoso por la cocaína que allí se mueve.

Hace poco, Morales nombró a Sean Penn embajador honorario de Bolivia de la coca, pero no está claro si la celebridad estadounidense ha aceptado el nombramiento, en especial después de que acusara a Bolivia de corrupción a principios de mes, por mantener bajo arresto a Jacob Ostreicher, un empresario neoyorquino, durante 18 meses sin juicio.

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Aunque los líderes tribales hablan de la necesidad de acabar con el capitalismo, el mercantilismo y la avaricia corporativa, el capitalismo se abrió paso hasta la isla -¡bastardos! Había hileras con ropa de alpaca (parte esencial del turista yanqui), arte indígena y literatura de izquierdas en lo que parecía un mercado multicolor, gracias a los colores brillantes que vestían las cholitas (mujeres aymara o quechua). Incluso se vendían DVDs copiados con los tres bailes incas del Matrimonio, por cinco pesos bolivianos (unos 0,50€).

Incluso Entel, el proveedor de internet propiedad del gobierno, regalaba calendarios para celebrar el fin del oscuro periodo “sin tiempo”. Entel está detrás de algunos de los anuncios más extremistas en La Paz, y pagan a la gente por pintar edificios de azul con su logo. No es lo que yo llamaría marxismo.

@JoelBalsam

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