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Salud

Stoya y cómo las actrices porno evitan embarazarse

No recordaba que los embarazos en el mundo pornográfico hubieran sido tema de discusión en años pasados, así que decidí iluminarlos un poco con mi experiencia.
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por Stoya
Dibujo de un aparato reproductor femenino

Hace algunos meses alguien me preguntó cómo le hacíamos las actrices porno para evitar quedar embarazadas. Pelé los ojos y pensé, Obvio, igual que cualquier chica. Mi respuestas sarcástica no ameritaba ser compartida por Twitter. Una semana más tarde, otra persona preguntó lo mismo durante una sesión de preguntas y respuestas en una convención para adultos llamada Exxxotica. Durante los siguientes dos meses, la gente empezó a preguntar los mismo por Twitter y Tumblr. Una de mis compañeras de trabajo, Kayden Kross, comentó que también había recibido preguntas sobre métodos anticonceptivos. Ninguna de las dos recordábamos que los embarazos en el mundo pornográfico hubieran sido tema de discusión en años pasados. Quizá todo este alboroto sobre la Medida B (la ley sobre el uso de condones en la industria) despertó su interés. Así que, sarcasmo de lado, hablamos sobre métodos anticonceptivos.

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No soy doctora, pero estoy segura de que no te puedes embarazar si eres abstemia. Sí, está el tema de la Virgen María, pero si empiezo a incluir los actos de Dios, el tema se sale de control. También estoy segura que no te puedes embarazar si te limitas a la masturbación, eres una mujer que sólo tiene sexo con mujeres o tiene sexo de formas que evitan todo contacto entre el semen y tu vagina. Sin embargo, cuando tienes el tipo de sexo en el que un pene entra en tu vagina, o hay manos tocando penes y vaginas, existe un riesgo de embarazo que debe ser manejado. Esta útil gráfica proporcionada por el gobierno de Estados Unidos muestra los diversos métodos anticonceptivos disponibles.

Hacer porno hardcore involucra enseñar todo lo que se pueda frente a la cámara, incluyendo la eyaculación masculina. Esta se conoce como la “pop shot”, y los actores por lo general hacen pop sobre la cara, el pecho, el culo o el estómago. Hay algunas excepciones, pero en general no usamos condones en las películas pornográficas. Existe una posibilidad de que el esperma llegue hasta un óvulo, pero estoy segura que es mucho menor  a que te metan el pito hasta el fondo y se vengan junto a tu cérvix. Al evitar escenas de eyaculación interior o “cream pie” (¿a alguien más se le revuelve el estómago con esa frase?), usar condones en el mayor de los casos fuera del escenario, y tener un poco de suerte, he logrado evitar quedar embarazada. El espermicida me da comezón, lo que descarta la esponja, el diafragma, el gorro cervical, y el escudo. Aunque me fascina la idea de que mi cérvix tenga un gorrito. Lo ideal es estar en algún tratamiento hormonal, pero como voy a explicar, la Pastilla y yo no nos llevamos muy bien.

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Tratamientos hormonales

Mis periodos siempre han sido una pesadilla. Son extremadamente dolorosos, por lo general involucran migrañas, y son irregulares. Cuando era una adolescente, mi ginecólogo me dio a probar distintos tipos de Pastilla para intentar regular estos problemas, pero los efectos secundarios eran tan fuertes que decidimos dejar de usarla. Cuando empecé a grabar escenas sexuales con hombres, decidí darle al control hormonal otra oportunidad. Habían pasado algunos años desde mi último experimento. Era mas grande. Esperaba que mi cuerpo pudiera manejarlo mejor.

El problema con los tratamientos hormonales es que tienes que seguir probando con distintos tipos hasta encontrar uno que te acomode. Al menos eso es lo que dicen los doctores. También dicen que hay que darle al cuerpo de 3 a 6 meses para acostumbrarse.

A los cuatro meses de tomar Yaz, era miserable. Sangraba todo el tiempo. En lugar de tener migrañas una o dos veces al mes, las tenía varias veces a la semana. Sufría altibajos todo el tiempo y estaba constantemente mareada. Planeaba darle otros dos meses, con la esperanza de que mi cuerpo se ajustara, pero me desmayé en el banco. Desperté tirada en el suelo. Una de las personas a mi alrededor dijo que habían llamado a una ambulancia. Desmayarme a mitad del día ya era suficientemente vergonzoso. Pero lo peor era que no tenía seguro médico y no podía pagar un viaje al hospital, así que me paré y salí corriendo del edificio. Dejé de tomar la Pastilla y todavía me rehúso a regresar al banco.

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Mujer con pulgar levantado

Pasaron cuatro años antes de que decidiera darle a la Pastilla otra oportunidad. Esa vez fue Ortho Tri-cyclen Lo. Una vez más, mareos todo el tiempo, migrañas, sangrado excesivo, y altibajos. No sabía como tomarme una broma. Mi roommate me dijo que quizá la razón por la que la Pastilla ayudaba a evitar el embarazo era porque nadie quería estar junto a mí el tiempo suficiente para tener sexo. Tuve una erupción en la piel que resultó ser herpes. Mi doctor y dermatólogo me dijeron que era coincidencia, pero aún así… Mi experimento con Ortho Tri-Cyclen Lo duró tres meses. Le di a mi cuerpo el resto del año para nivelarme.

A principios de enero, mi doctor me sugirió que probara con Loestrin 24 Fe. Las primeras dos semanas transcurrieron sin problema. A los 16 días, empecé a sangrar. Técnicamente, sin importar cuanta sangre haya, los doctores se refieren a esto como “punteo”. Creo que hablar de punteo cuando hay tanta sangre que hay que cambiar de toalla cada tres horas, es menospreciar el problema. Este sangrado/punteo/pseudohemorragia continuó hasta el día 32.

Mi sangre olía diferente. No olía a sangre menstrual, ni a sangre de una herida. No estaba segura si era la sangre en sí lo que olía diferente, o si mi sentido del olfato había cambiado con las hormonas. Empecé a olerlo todo. Olfatee al gato. Varias partes de Daddy (mi novio). Antes amaba el yogurt de fresa, pero ahora el olor me revuelve el estómago. Camino a la radio de Playboy con Kayden para una entrevista en su programa Krossfire, le pedí a todos que guardaron silencio mientras olía la pared del elevador. Aunque siempre me ha parecido que la madera en el elevador del edificio de Playboy huele raro. Me reventé un granito en el baño del aeropuerto y el pus olía raro. Después me pregunté si esa baba que se acumula en lo hoyos de mis viejos aretes en los pezones olía distinto. Una mujer entró al baño y me vio parada frente al espejo con una chichi de fuera, oliéndome los dedos.

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Una noche, empecé a llorar en silencio; unas lágrimas diminutos se escurrían desde mi ojos y caían por mis mejillas. Alguien me preguntó que tenía. Respondí: “Nada”, y estallé en un llanto inconsolable durante diez minutos, sólo porque había estado llorando por nada. En algún momento entre las pastillas número 20 y la 25, pasé dos días completos sintiéndome gorda. Todo el tiempo estaba consciente de que era ilógico sentirme gorda. Pesaba lo mismo que en diciembre. La ropa todavía me quedaba igual. Le dije a Daddy que me sentía gorda, y me dijo que estaba loca, y empecé a llorar (de nuevo) porque mis sentimientos se rehusaban a alinearse con los hechos.

El día 29, me empezaron a doler los senos. Un par de días más tarde, me di cuenta que los bras ya me quedaban ajustados. Esta fue una gran noticia porque ahora evitarían que mis chichis rebotaran cuando  caminara. No estoy hablando de dos melones inmensos, pero si visiblemente más grandes, lo cual me pareció genial. La parte menos divertida fue cuando no pude sacar una pluma de un compartimento en mi bolsa y terminé mentando madres sola en mis departamento por que me parecía una injusticia que la ropa y los accesorios para mujer no funcionaran adecuadamente.

Saltamos al día 38, cuando sólo pararme de la cama se había vuelto una tarea titánica, y la idea de bañarme o lavarme los dientes me abrumaba. Todo se sentía trágico y desesperanzador. Era un inútil saco de carne humana, incapaz de escribir un cheque para pagar la renta sin tener otro incidente melodramático con la pluma. Lo más productivo que había hecho en semanas era reflexionar sobre el olor de una pared y los restos de una galleta. Lo única que había sacado de todo esto eran mis tetas, las cuales no eran tan geniales comparadas con las que hay en todo el mundo. Estaba enloqueciendo, y esta preocupación se complicaba aún más por esta bastadización del Catch-22  de Joseph Heller: Si estás consciente de que estás perdiendo la cordura, es obvio que todavía la tienes. Empecé a creer que el tratamiento hormonal era un complot patriarcal para mantener a las mujeres bajo control. Incluso llegué a formular la siguiente pregunta: “¿Cómo podemos romper las barreras, si no podemos dejar de llorar y asquearnos con la comida de todos los días?”

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Hoy es el día número 41. Todavía me siento loca, pero tengo que entregar una columna y estoy segura que hay algo en la casa que no he olfateado. En fin… al menos ya soy copa B de verdad.

@Stoya

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