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Cultură

¿Vivimos en un mundo post-cura?

Eso podría aludir al hecho de no tener que enfrentar a la muerte solo.

Timothy Brown es uno de dos casos conocidos de personas que han sido curadas del VIH. Imagen: Heidi Schumann/The New York Times.

Muchas de las enfermedades de las que morimos en la actualidad no tienen una cura, al menos no en el sentido histórico de la palabra. Piensa en los grandes asesinos del mundo desarrollado: problemas cardiacos, cáncer, diabetes, derrames cerebrales. Todas estas son enfermedades post-cura, es decir, que pueden ser curadas por un tiempo, luego el paciente recae. La gente con cáncer puede intentar erradicar para siempre el cáncer de sus cuerpos, pero el elevado riesgo de recurrencia de muchos tipos de cáncer hace que sea difícil poder decir que el cáncer fue “curado”. Más bien se habla de tasas de erradicación a cinco años: ¿el cáncer ha estado ausente durante cinco años? ¿Sí? Felicidades, eso es el equivalente a un cáncer curado.

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El VIH/SIDA es todavía más extremo. La tasa de erradicación de cinco años para el cáncer es acertada en un 50 por ciento de los casos (promedio incluyendo a hombres y mujeres) mientras que la tasa de erradicación de cinco años para el VIH es acertada en un .000005 de los casos. Es decir, dos curas exitosas de entre las estimadas 34,000,000 infecciones en el mundo. Esto no quiere decir que las otras 33,999,998 vayan a morir (aunque muchas sí fallecerán) pero podemos ver por qué la palabra “cura” es un término cada vez más complicado.

Los doctores en ambos casos (Timothy Brown hace dos años, y una bebé en Mississippi reportada la semana pasada) seguro preferirían hablar de “erradicación a cinco años” más que de una cura, dado que estamos hablando de los primeros dos pacientes, quienes forman parte de una epidemia global masiva, con una enfermedad cuya más grande habilidad es su capacidad para no ser detectada.

Es muy importante reiterar que en ambos casos de personas “curadas” de VIH, la cura en sí fue algo fortuito. En el caso de Brown, se trató de un serie de brutales, y extremadamente peligrosos, trasplantes de células madre realizados para tratar su leucemia y quizá, sólo quizá, su VIH en el proceso. Parece haber funcionado para ambos. En el caso de la bebé, se trató de un tratamiento para VIH estándar administrado a un recién nacido en una etapa mucho más temprana de lo normal, antes de que la infección fuera propiamente confirmada. Y eso es todo. Ambos casos abren nuevas opciones para estudiar tratamientos, pero en ninguno se descubrió una cura universal.

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Las enfermedades curables todavía existen en el mundo, en especial en el mundo subdesarrollado, donde la tuberculosis y la malaria siguen causando estragos. Pero es sólo cuestión de tiempo antes de que estos países conozcan una nueva faceta de las enfermedades mortales. No dudo que las cosas sean mejor en el primer mundo. Por más agraviante que sea la idea de pasar toda una vida sometido a un tratamiento costoso para una condición potencialmente letal es mucho mejor que… morir o ver morir a otras personas constantemente.

¿Cómo ver este tipo de enfermedades en un mundo post-cura? No podemos simplemente decir que los enfermos han sido curados. Todavía viven en el cuerpo y, si el tratamiento se interrumpe, es probable que ese cuerpo muera. ¿Entonces qué palabra usamos? ¿Tratado? ¿Erradicado? Parece que seguimos queriendo encajonar nuevas enfermedades (producto de nuevos estilos de vida) en el viejo modelo de enfermedad. Las nuevas enfermedades involucran una especie de daño que se inflige contra el cuerpo por el cuerpo mismo (a través de células inmunes o mutadas) y no un agente externo como una bacteria que envenena tu sangre. (Aunque, conforme la resistencia a los antibióticos aumenta, esta sigue siendo una amenaza latente).

Seguro sabes más sobre los dos casos de VIH antes mencionados que de los múltiples avances que se hacen prácticamente cada mes en el ámbito de los tratamientos y la prevención. Quizá esto sea sólo miedo. Pregúntale a un sobreviviente de cáncer sobre las curas contra los tratamientos a largo plazo, y el énfasis mediático sobre las curas tienen mucho sentido. La idea de contraer algo letal que no puede ser erradicado es aterradora, en especial en Estados Unidos, donde eso de lo que dependes por el resto de tu vida proviene de una corporación ruin, motivada por dinero.

Timothy Brown vivía en Alemania cuando se curó del VIH y, en el artículo de la revista New York, menciona que no estaba particularmente preocupado por erradicar su VIH, sino en resolver su problema de leucemia. No se trata de una persona particularmente adinerada ni de un trabajador del estado, pero probablemente esté inscrito en un programa de salud público. Es fácil imaginar lo diferente que debe sentirse ser parte de un programa social, y no de una organización que preferiría no tener que pagar por tus tratamientos, cuando hay que enfrentar una enfermedad como el VIH. Quizá eso implique un mundo pos-cura, no tener que enfrentar a la muerte solo.

Contacta al autor de este texto en michaelb@motherboard.tv