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Un día con los amantes de las armas en EU

En la feria de armas más grande del país, podrás llevarte a casa el kit completo con los implementos químicos para fabricar el poderoso y letal napalm.

Son las 8:50 de la mañana del primer día de los tres que durará la Machine Gun Shoot (MGS) en West Point, Kentucky. Un pequeño oasis para los gunlovers en medio de la América profunda. Faltan diez minutos para que empiece la mayor feria de armas de Estados Unidos y la expectación es tremenda. Hay largas filas para comprar los boletos de acceso. Familias enteras, motociclistas de la tercera edad, militares retirados, amas de casa, quinceañeros en pandilla, panzones cerveceros… todos parecen tranquilos pero apuran a los despachadores de entradas ya que "The start shoot is coming" (El inicio de los disparos está cerca).

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Una vez traspasado la puerta de acceso hay que caminar unos metros hacia una gran explanada donde en una larga hilera están apostados varios toldos: son los que tienen la mayor cantidad de armas automáticas por metro cúbico en todo el evento y creo que en todo el país. Sus puestos en el long range (una profunda y enorme montaña cerrada hacia la que se puede disparar sin riesgos) son costosísimos y cada año hay una larga lista de espera para las reservaciones. No les importa, son millonarios y tienen tiempo de sobra. Cada uno de estos stands alberga armas de diferentes calibres, formas, colores y sobre todo, tamaños. Desde ametralladoras que disparan diez mil balas cada 15 segundos, pistolas que con solo apretar el gatillo disparan 20 tiros de un solo toque, uzis, todas las numeraciones de los rifles M, kalashnikovs, glocks, magnums, colt, berettas, hasta cañones de la guerra civil americana.

Faltan cinco minutos para que den el aviso de que los gunlovers empiecen a disparar. Pero antes, por los altavoces se pide un minuto para orar por que todo en los siguientes días salga de maravilla en "el nombre de Dios todopoderoso". Después de esto, todos cantan con pasión el himno de EU con las manos en sus corazones. Se anuncia que faltan 30 segundos, los tiradores se ponen en posición, todos se colocan sus protectores de oídos, 5… 4… 3… 2… 1 ¡BOM! Millones de balas salen atronadoras hacia los blancos que han puesto en la montaña (autos viejos, refrigeradores, lavadoras, tanques de gas, muñecos de goma, bidones con gasolina…) y todo explota. El sonido de las balas es ensordecedor y si no tienes protectores para tus oídos lo pasarás muy mal. Están casi todas las marcas y tipos de armas existentes, calibres que yo sólo hasta ese momento vi en películas donde hay guerras o en los videojuegos más sangrientos. Pasados diez minutos de disparos, todo sigue igual: más disparos. Apretar gatillos será lo único que harán durante todo lo que queda del festival.

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Sarah Walls atiende la tienda de armas de Knob Creek Range, sede central de la organización de la MGS. Un lugar que alberga tanta diversidad de armamento y munición que sería capaz de surtir a cualquier país pequeño que desee hacer una guerra. Su angelical mirada, sus ojos azules y su silueta estilizada destaca de las demás mujeres que están en la tienda. A la pregunta de si le gustan las armas muy segura me responde "Por supuesto, las amo, mi madre y mi padre me enseñaron desde muy pequeña a tener amor por ellas, y a respetarlas". Le pregunté si tenía armas propias. "Claro, poseo varios rifles y una pistola". Y pienso que no debe haber nadie a la redonda que diga lo contrario. La conversación no tiene desperdicio.

Sarah tiene 23 años, y el porqué de tener armas para ella está claro: es su cultura. De eso se trata. Ver a un niño de 11 años disparar una ametralladora como si de un juego de la Xbox se tratara es algo que muy pocos en nuestro barrio entenderían o aprobarían. Pero Ray Bertram, su padre, sí. El chico se llama Conner, y Ray observa de cerca los empujes que una ametralladora Uzi provoca en el pequeño cuerpo de su hijo. En la MGS todo aquel que quiera vivir la experiencia de disparar armas de diferentes calibres lo puede hacer a cambio de dinero. Si deseas experimentar cómo era tener una gigantesca ametralladora como las que usaban en Vietnam, check, o si quieres convertirte por unos minutos en "Harry el sucio" y decir "Go ahead, make my day" con una enorme magnum 44 en tus manos; doble check. Para Ray y Conner, es su primera vez en la Machine Gun Shoot y hasta el momento han pasado "un día inolvidable" en palabras de Ray, que apostilla "es la primera vez que pasamos un día padre e hijo alrededor del amor que tenemos por las armas. Conner aún no tiene edad para tener pistolas propias pero puede usar todas las que tengo yo". El chico tiene a disposición el variado arsenal que papá posee en casa y el cual enumera orgulloso aunque deja un espacio para la reflexión "tengo siete fusiles de asalto, cinco pistolas, tres escopetas y cuatro rifles de alto poder, y jamás pensaría hacerle daño a nadie con ninguna de estas armas, y sé que la mayoría de los propietarios piensan igual que yo, cuando una persona decide tomar la vida de otra, incluso si no tiene acceso a un arma de fuego, va a encontrar una manera de hacerlo". Me animo a pedirle su opinión acerca de esas masacres en donde las que han atacado a niños en colegios o en cines: "El mundo en el que vivimos está muy mal. Si aún no hay leyes más duras contra el tráfico de drogas, el alcohol, los asesinatos, violaciones, pedófilos y muchas más, nuestro estilo de vida no va a cambiar en absoluto, porque tenemos un corazón y una brújula moral que nos guía lejos de esas cosas".

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"Las armas no son malas"

Eso me dice Kenny Summer, dueño de la Knob Creek Range máximos organizadores de la MGS. Y añade seriamente: "Son malas cuando gente equivocada las posee". El evento, que se inició en la década de 1970 y se anuncia como el más grande del país, muestra la atracción de miles de personas por ver a otros disparando artillería pesada. Estos gunlovers tienen la oportunidad de poner (y disparar) en sus manos armas automáticas, que son difíciles de comprar bajo las leyes federales.

Kenny creció con un rifle bajo su cuna. "Creo que ponían pólvora en mi biberón por las mañanas", dice bromeando. Su padre empezó vendiendo armas antiguas que conseguía en las ventas de garaje y poco a poco vio que lo que tenía entre manos era un negocio donde el dinero brotaría como hierba en el monte. Llegó la era moderna y se adaptaron a ella creando un pequeño imperio rodeados de balas, pólvora, dinamita y las pistolas y rifles más potentes, suaves y dañinos que pueden existir. En la actualidad Kenny es el encargado de todo: "Mi padre ya no quiere saber nada de estas reuniones, está cansado, aunque sigue vendiendo y comprando armas antiguas, es su mayor hobby".

A un costado de la extensa planicie donde los tiradores disparan sin descanso hay una enorme nave donde cerca de 225 proveedores autorizados, comerciantes independientes, activistas de Tea Party, organizaciones radicales republicanas y clubes deportivos que venden armas de cualquier modelo, viejas o nuevas, municiones de todo calibre, cuchillos de todos los tamaños, accesorios y membresías, recolectan firmas para campañas opositoras al gobierno de Obama.

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Llama la atención varios puestos donde por precios asequibles ofrecen cascos, pistolas y rifles de la segunda guerra mundial pertenecientes a las SS alemanas, textos nacionalsocialistas y banderas nazis. Pero quizá lo más extraño es tener la posibilidad de comprar libros que enseñan cómo hacer una bomba y justo al lado tener disponibles los ingredientes para hacerlas. Puedes comprar todo lo necesario para hacer las famosas "cherry bombs", las "bombas de tubos" o las "bombas coca-cola" y si crees que no es suficiente, por precios ridículos podrás llevarte a casa el kit completo con los implementos químicos para fabricar el poderoso y letal napalm.

Al otro lado de la gran nave hay una tienda que tiene en su entrada varias camisetas con imágenes y mensajes inquietantes. Uno de ellos es "Yeap, I´m a racist…" (Sí, soy racista) en la parte delantera pero si la volteas el mensaje continua con "…de acuerdo al gobierno, porque apoyo a nuestras tropas en las guerras, apoyo la constitución, apoyo el capitalismo, apoyo las fronteras cerradas y apoyo el discurso libre". Dean, uno de los vendedores en la tienda me explica "no queremos que Obama ni los demócratas gobiernen nuestro país, son socialistas disfrazados de demócratas, y el socialismo es el mal de este planeta". Me señala otra de las camisetas, donde aparecen las fotografías de algunos líderes de países comunistas, algunos vivos, otros recientemente fallecidos, que dice "El control de armas funciona" y me dice "irónico ¿no? si en esos países existiera libertad para comprar armas el pueblo se rebelaría contra estos tiranos".

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Pero aún hay más, otra de las más llamativas del lugar dice "Todo lo que tenía que saber sobre el islam lo aprendí el 9/11".

Algunas estadísticas

Según datos de Smalls Arms Survey, organización sin fines de lucro con base en Suiza, la cual se encarga de medir la cantidad de armas de fuego que poseen los habitantes del planeta, al menos 280 millones "ruedan" por todo Estados Unidos. Son 90 armas por cada cien personas. Esto quiere decir que hay casi un arma de fuego por habitante. Allí viven 311 millones de personas y aproximadamente 30 mil mueren al año en episodios relacionados con armas. En palabras claras: 82 personas son asesinadas al día. Es verdad que tomando en cuenta su enorme cantidad de habitantes, la tasa de crímenes es baja con respecto a otros países con menos, como por ejemplo Venezuela, que con 30 millones, casi 25 mil personas murieron en 2013. Es decir, cada 25 minutos es asesinada una persona en ese país.

En el más reciente informe de la Oficina de Drogas y Crimen (UNODC) organismo que depende de la ONU, las cifras globales son demoledoras: cuando usted cuente un minuto habrá una persona menos en el planeta. Asesinada. En ese mismo reporte, la tasa de homicidios en 2013 en México fue de casi 18 mil en un espectro de población de más de 120 millones de habitantes.

Regresemos a Estados Unidos. Cada vez que sucede una masacre como la que ocurrió en el mes de diciembre de 2012 en la pequeña localidad de Newton, a cien kilómetros de Nueva York y donde 27 personas, entre ellos 20 niños, fueron asesinadas por un joven con problemas mentales, inmediatamente el mundo alza su voz en contra de la política armamentista norteamericana. Para casi nadie es un secreto que el gobierno estadunidense es un gran promotor de casi todos los conflictos armados que suceden en el mundo. El negocio de las armas es más poderoso que los gritos de los niños que fueron asesinados en Newton. Y cuando llegamos al ciudadano común, el que puede ser su vecino, el que va caminando junto a usted por cualquier calle de cualquier ciudad de esa nación, el que le sirve un café en un restaurante y se le pregunta su opinión por este tipo de masacres tan repetidas y absurdas, su respuesta será siempre de apoyo y de consideración con los familiares que perdieron a su ser querido, pero, cuando se le plantea una hipotética abolición de la libertad para comprar un arma, sin dudarlo esgrimen la mayor de las defensas: la segunda enmienda de la constitución: "La necesidad de una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido".

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Volvamos a la Machine Gun Shoot, donde Drew Rodney sorprende en la competencia de tiro al blanco. Su arma es un poderoso pesado y antiguo Rifle Garand M-60 proveniente de la segunda guerra mundial y que pasó por otras guerras como de la Corea o Vietnam. Ha sido el ganador, difícil por cierto ya que las dianas son minúsculas esferas apostadas a 70 metros. Tiene mérito ya que su rifle no tiene mira telescópica, pesa diez kilos y Drew no se apoyó más que en sus pies.

Su amor por las armas viene desde su infancia, transmitido a través de su padre. "Me gusta la competencia, nunca he pensado en las armas como una manera de defensa aunque claro, tengo un par de pistolas, pero de colección. Para mí disparar es algo similar a la meditación mezclada con mucha adrenalina y orgullo, por eso no creo que deba existir en el mundo algo que tenga que ser usado para defenderte, la humanidad debe ser madura para llevarse bien". ¿Y si algún día te prohíben exhibir o usar tus armas?, le pregunto, después de una sombría expresión en su cara reflexiona. "Creo que en el país se generaría un gran dilema, al igual que en mi cabeza". A su lado Larry Stanley, de 62 años y un acento cerrado del sur de Missisipi también utiliza las armas como deporte. Aunque en la competencia de tiro al blanco no hay premios materiales, sólo el hecho de ser el mejor tirador de la feria y que los miles de asistentes a la feria lo sepan, anunciado por los altavoces del recinto, es un honor gigantesco para estas personas que vienen de diferentes puntos del país mostrar sus habilidades. Al contrario que Drew, su rifle es un RO50 calibre 273 (balas grandes) de última generación y que tiene mirilla telescópica adaptada a sus dioptrías. No es tan buen tirador como aquél. Y parece molesto por su "falta de concentración". Le hago la misma pregunta que a Drew sobre una hipotética regulación estricta hacia el derecho de portar y usar armas y muy seguro de sí mismo como si hubiese estado esperando esa pregunta por años responde "Sólo los hombres armados son iguales".

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"Yo odio a Obama, ¿y tú?"

El 98 por ciento de los que asisten a la Machine Gun Shoot coinciden en algo: odiar a Obama y defienden a ultranza la segunda enmienda. "Toda persona que tenga una licencia de conducir, sea mayor de edad y no posea antecedentes penales puede adquirir cualquier tipo de arma en nuestra tienda", nos dice Kenny, el dueño de Knob Creek Range. Millones de personas en todo el país apoyan esa libertad de elegir. El presidente Obama en la toma posesión de su segundo mandato (un mes después de la tragedia de Newton) advirtió que usaría todo lo que tuviera a su disposición para regular la tenencia de armas de asalto. Hasta el día de hoy esas regulaciones no han avanzado positivamente.

La Machine Gun Shoot finaliza. Desde el primer día de la feria, un hombre bastante obeso y con dificultades para caminar al que llaman cariñosamente "Old Bob" ha llevado en sus hombros una bazooka con un letrero de "se vende". El último día todavía la lleva a cuestas. No parece triste por no haberla vendido: "La podré tener en mis manos un tiempo más quizá, o a lo mejor se tiene que quedar conmigo hasta que yo muera". Millones de disparos y cientos de kilos de pólvora gastada para rendir culto a las armas.

Diana Walls, madre de la dependienta Sarah me ha visto caminar de un lado para otro hablando con la gente, haciendo fotos y mezclándome con la masa. Me dice que soy muy valiente por haber sido respetuoso con ellos y con su forma de vivir y puntualiza: "Sé que es difícil entendernos a nosotros los estadunidenses, pero hay que ir al fondo del asunto. Yo me casé por amor con un hombre que es militar, ahora retirado, y desde que lo conocí las armas han estado en mi vida. Me acostumbré y mis dos hijos, que ya son adultos, fueron criados para que tuvieran respeto y admiración por ellas". Pregunto por qué las tiene y me dice: "Muy simple: para proteger a mi familia". ¿De quién?, repico. "Bueno, el gobierno no siempre nos protege, por eso es vital que tengamos la posibilidad de defendernos con nuestros propios métodos. Jamás la he usado contra nadie, pero si alguien de mi familia es atacado, no dudaré en hacerlo. Ése es mi más preciado derecho".

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