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Cultură

Diez años después, el suicidio de Hunter S. Thompson aún genera polémica

El movimiento a favor del derecho a morir se ha afianzado, aún a pesar de que no se ha resuelto el debate sobre si los doctores deberían ayudar a los pacientes a morir.
Foto vía Flickr/Hrag Vartanian.

El pasado 20 de febrero se cumplieron diez años desde que Hunter S. Thompson se suicidó con un arma calibre .45 en su casa en Colorado. Desde entonces, el movimiento a favor del derecho a morir se ha afianzado en la consciencia de la gente, aún a pesar de que no se ha resuelto el debate sobre si los doctores deberían ayudar a los pacientes a morir.

"Las encuestas revelan que la mayoría de la gente cree que cualquier persona tiene el derecho de quitarse la vida bajo ciertas circunstancias y cada vez hay más personas que comparten esa opinión", dijo Matthew Wynia, director del Centro de Bioética y Humanidades en el Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado. Según Wynia, uno de los factores decisivos para este cambio es que "cada vez más personas dicen que se han puesto en este tema. Mientras más se tomen el tiempo para analizar la situación, es más probable que digan que están a favor del derecho a quitarse la vida, claro, bajo ciertas circunstancias".

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Lo difícil es definir cuál sería una razón válida para quitarse la vida o pedirle a un doctor que ayude al paciente en este proceso. En su caso, Thompson padecía de una herida en la espalda, una fractura en la pierna, una cirugía de reemplazo de cadera y una infección en los pulmones. No obstante, su esposa Anita asegura que las heridas eran graves pero no suficientes para justificar el suicidio de su esposo.

"A veces el dolor era insoportable, pero no iba a morir por ninguno de sus padecimientos", escribió Anita en un correo electrónico. "Ése es el problema. De haber sido una enfermedad terminal, su muerte no habría sido tan devastadora para mí ni para sus seres queridos. Todos estábamos contentos de poder cuidarlo".

A partir de ese momento se creó una serie de iniciativas culturales y legislativas que abordan el tema. En 2005, año en que murió Thompson, Jack Kevorkian seguía en la cárcel por haber ayudado a sus pacientes a quitarse la vida. En 2007 salió de la cárcel y poco después, HBO documentó su lucha por cambiar la opinión pública sobre el suicidio asistido en la película You Don't Know Jack, protagonizada por Al Pacino.

Al parecer, el año pasado fue el año en que el suicidio asistido en EU dejó de ser un tema que carecía de validez. Brittany Maynard, una mujer de 29 años que padece de una enfermedad terminal, apareció en la portada de la revista People con el encabezado "Morir por decisión propia". Este numero de la revista estaba disponible en todos los supermercados, por lo tanto, todos los que fueron a hacer sus compras tuvieron la oportunidad de verlo. A principios de 2014, la temporada más reciente de la serie Girls cerró con un episodio donde uno de los personajes principales aceptaba ayudar a su jefa anciana a quitarse la vida pero al final la mujer se arrepiente después de ingerir un puñado de píldoras y grita: "¡No quiero morir!"

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Después del suicidio de Robin Williams el verano pasado, los que se oponen al suicidio utilizaron la tragedia como una forma de demostrar lo mucho que dañas a tus seres queridos cuando te quitas la vida. "No entiendo cómo podrías suicidarte si tienes hijos que dependen de ti," escribió Henry Rollins en un artículo de opinión para LA Weekly. "No importa lo inteligente que sea tu hijo, quitarte la vida en lugar de quedarte y apoyarlo es terrible y traumático y confuso. En mi opinión, tener hijos significa renunciar al derecho a quitarse la vida. Ya no puedo tomar en serio a este hombre. Su vida no fue interrumpida, él mismo decidió abandonarla".

Los comentarios de Rollins podrían haber pasado desapercibidos hace diez años. Al igual que los de Shepard Smith, de Fox News, cuando se refirió a Williams como "un cobarde" por abandonar a sus hijos. Por supuesto, la opinión pública los castigó por haber sido tan groseros con alguien que sufría de depresión. "Estoy muy arrepentido", dijo Smith en un comunicado. Rollins siguió su ejemplo y se disculpó al decir: "Debí haber sido más sensato."

Una encuesta de 2013 del Centro de Investigaciones Pew reveló que el 38% de los estadunidenses cree que una persona tiene el derecho a suicidarse si "la vida se ha vuelto insoportable." Pero cuando se especificó que la persona "padece de mucho dolor y no va a mejorar", la cifra aumentó a 62%, lo cual representa un avance considerable en la opinión que tenían los estadunidenses sobre este tema en 1990.

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"El dolor mental es igual de importante que el dolor físico para determinar si una persona necesita o no que la asistan a morir".

Sin embargo, la encuesta que realizó el Centro Pew en octubre del año pasado reveló que sólo el 47% de los estadunidenses dijo que los médicos deberían estar autorizados a facilitar un suicidio. Esta cifra difiere apenas un poco de la cifra en el momento de la muerte de Thompson. Wynia cree que uno de los factores que siguen presentes es el temor del público a que el sistema de salud utilice el suicidio asistido como una medida para reducir costos debido a que ya se encuentra sobresaturado.

"Se teme que las compañías de seguros van a cubrir los medicamentos para quitarse la vida, pero no los tratamientos para prolongarla", dijo. "Entonces, la familia tiene que decidir entre usar el dinero para prolongar la vida del paciente o dejar que se suicide. Es mucha presión tanto para la familia como para el individuo. Además, también existe la posibilidad de que los médicos actúen en beneficio propio antes que cuidar y buscar lo mejor para el paciente".

"Algunas personas tratan de suicidarse pero fallan en el intento y a veces terminan mucho peor de cómo estaban", añadió Wynia. "Una vez atendí a una persona que bebió líquido destapacaños para quitarse la vida. Al beber este líquido se te quema el esófago y, si sobrevives, quedas en muy mal estado".

Una encuesta que realizó Gallup en 2014 reveló que cada vez hay más personas que están de acuerdo en que los doctores ayuden a un paciente a quitarse la vida. Cuando la pregunta fue si los doctores deberían contar con la autorización para "terminar la vida de un paciente de forma legal y sin dolor", el 69% de los encuestados respondió que estaban a favor del procedimiento. Sin embargo, cuando se les preguntó si los doctores deberían tener la autorización de "ayudar al paciente a suicidarse", la cifra bajó a 58%. Desde entonces, muchos grupos defensores adoptaron el término "ayuda para morir" en vez de "suicidio asistido".

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La organización Compassion and Choices declaró en su sitio web: "Es un error comparar el 'suicidio', una salida a la cual recurren cada año cerca de 30 mil estadunidenses que padecen de una enfermedad mental, con la opción de la 'muerte con dignidad', a la cual recurrieron 160 enfermos terminales con pleno uso de sus facultades mentales en Oregón y Washington el año pasado".

De acuerdo al Acta de muerte con dignidad, en la cual se basaron para autorizar al médico de Brittany Maynard a darle una dosis letal de fármacos, los pacientes deben ser mayores de edad, estar en pleno uso de sus facultades mentales y padecer de una enfermedad terminal con menos de seis meses de expectativa de vida para poder recibir el atención médica para terminar con su vida.

En la actualidad hay cuatro estados en EU donde se tienen propuestas de ley similares a las de Oregon. Sin embargo, el suicidio asistido está prohibido en otros 39 estados. A principios de mes, los legisladores de Colorado trataron de aprobar su propia versión de esta ley para el suicidio asistido pero perdieron al momento de la votación.

En 1995, el Territorio Norte de Australia legalizó la eutanasia por un breve periodo de tiempo a través del Acta de los Derechos de los Enfermos Terminales. El doctor Philip Nitschke fue el primero en administrar una inyección letal a un paciente de forma voluntaria. Después, tras otras tres inyecciones, el Parlamento Australiano anuló la ley en 1997. Nitschke decidió dejar la medicina ese año y se dedicó a enseñar al público cómo terminar con su vida sin supervisión médica. El año pasado, el Consejo Medico Australiano suspendió su licencia médica. Por el momento, el doctor sigue luchando por que le devuelvan su licencia.

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Nitschke dice que dos estados de Australia imponen cadena perpetua a cualquier persona que ayude a otra a suicidarse. También mencionó que la policía británica lo contactó para notificarle que está violando las leyes de suicidio asistido de Reino Unido al organizar talleres para enseñar a los ciudadanos cómo quitarse la vida. La organización de Nitschke llamada Exit International no teme usar términos como "suicidio", a diferencia de otros grupos menos radicales como Compasión y Opciones, y cree que el derecho a morir debería extenderse a todo el mundo.

Thompson era partidario de la justicia social que proponía la izquierda y de la retórica sobre las libertades personales que proponía la derecha. Creía que el gobierno desempeñaba un papel importante en nuestra vida diaria, en especial en materia de lo que podemos hacer con nuestro propio cuerpo.

Las leyes en la mayoría de los países que permiten el suicidio asistido bajo ciertas circunstancias no consideran que las enfermedades psicológicas como la depresión son una razón válida para quitarse la vida. Nitschke opina que es una hipocresía y sostiene que todo el mundo debería tener el derecho a quitarse la vida, sin importar su condición de salud, y que los que padecen de una enfermedad mental son capaces de informarse y dar su consentimiento.

"El dolor mental es igual de importante que el dolor físico para determinar si una persona necesita o no que la asistan a morir", dijo Nitschke. "La mayor parte del consejo médico [en Australia] cree que los trastornos mentales no permiten que el paciente de su autorización. No obstante, cualquier persona que quiera suicidarse, por cualquier motivo, debe padecer algún trastorno mental".

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Hoy en día, Nitschke se mantiene fuera de prisión porque se limita a dar información sobre técnicas efectivas para quitarse la vida. Por lo tanto, mientras no le administre ninguna sustancia letal a nadie, es probable que nunca pise la cárcel. Por cierto, a Kevorkian lo acusaron de homicidio en segundo grado y pasó ocho años en la cárcel por haber administrado una sustancia letal a una persona.

La máquina de eutanasia de Philip Nitschke. Foto vía Wikimedia Commons.

"Creo que nuestra sociedad no sabe lo que es la libertad", escribió en 2012 Andrew Solomon, Autor de El demonio de la depresión: Un atlas de la enfermedad. "No tiene sentido obligar a las mujeres a tener hijos si no quieren, así como no tiene sentido evitar que una persona se suicide si eso quiere. Al igual que el haberme casado con mi esposo no daña los matrimonios de las parejas heterosexuales. Por lo tanto, la gente que pide ayuda para quitarse la vida no amenaza las vidas o las decisiones de los demás".

A pesar de que la oposición a las leyes que permiten el suicidio asistido viene principalmente de grupos religiosos conservadores y de aquellos que no confían en el sistema de salud que administra el gobierno, la opinión de que el gobierno tiene autoridad para decidir la atención medica para quitarse la vida viene de la filosofía de izquierda.

"Se tenía la teoría de que al estado le interesaba la salud y el bienestar de sus ciudadanos", según Wynia. "Por eso, uno como ciudadano no posee el derecho de quitarse la vida porque a final de cuentas eres propiedad del estado".

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Esta teoría choca con la filosofía de Hunter S. Thompson. Él era partidario de la justicia social que proponía la izquierda y de la retórica sobre las libertades personales que proponía la derecha. Creía que el gobierno desempeñaba un papel importante en nuestra vida diaria, en especial en materia de lo que podemos hacer con nuestro propio cuerpo.

"Una vez me dijo: 'Ralph, si no supiera que tengo la opción de suicidarme cuando quiera, me sentiría atrapado en este mundo'", dijo Ralph Steadman, uno de sus amigos más cercanos y colaborador de toda la vida, durante una entrevista para la revista Esquire.

Thompson describió que sentía una angustia existencial que se reflejaba en su trabajo un día que estaba escribiendo la introducción de La gran caza de tiburón, una colección de ensayos periodísticos publicada en 1979. "Tengo la sensación de que podría estar igual sentado aquí cincelando las palabras de mi lápida… y que, al terminar, la única salida decente sería bajar directamente desde esa jodida terraza a la calle, 28 pisos y 200 metros, por lo menos, de aire sin obstáculos hasta la Quinta Avenida. […] En realidad la única manera de solventar este asunto es llegar a la razonable conclusión de que ya he vivido y terminado la vida que planeé vivir (me pasé por 13 años, en realidad)".

Anita, la viuda de Thompson, estaba hablando por teléfono con su esposo cuando él se suicidó. Hasta la actualidad, Anita cree que aún había esperanza, que sus heridas aún podían sanar y que todavía le quedaban muchos años de vida.

"Estaba a punto de volver a someterse a una cirugía, eso significa que su problema iba a resolverse e iba a poder empezar con sus recuperación", me dijo. "En mi opinión, apoyar el 'derecho' que tiene una persona a quitarse la vida porque está sufriendo o está deprimido es completamente distinta a tener una enfermedad terminal. Aunque ya lo superé, aún me afecta el hecho de que haya tomado su decisión basándose en una serie de eventos y personas que después admitieron haberlo apoyado".

En septiembre de 2005, la revista Rolling Stone publicó lo que se conoce como la carta suicida de Hunter Thompson. A pesar de que Thompson escribió la carta cuatro días antes, en la carta se puede leer la desesperación de un hombre que no era capaz de darse fuerzas para vivir:

No más juegos. No más bombas. No más paseos. No más diversión. No más natación. 67. Son 17 años más pasando los 50. 17 años más de lo que necesitaba o quería. Aburrido. Siempre soy grosero. No más diversión para nadie. 67. Ya es demasiado. Compórtate de acuerdo a tu edad. Relájate, no va a doler.

Thompson era un icono del hedonismo de la década de los 60 y los 70 porque vivió como una anomalía política indefinible. Además, como tenía su membresía de la Asociación Nacional de Rifles, es lógico que la forma de partir de Thompson haya sido de la forma más controversial y confusa posible.

"Las creencias fundamentales que subyacen nuestra sociedad a veces entran en conflicto una con la otra. Estos problemas provocan algunas de las principales tensiones que valoramos como estadunidenses", dijo Wynia. "Valoramos nuestras libertades individuales, valoramos nuestro derecho a tomar decisiones propias. No obstante, también somos una comunidad religiosa y desconfiamos de la autoridad. Muchos se ponen nerviosos cuando se toca el tema de otorgar poder a los doctores o a cualquiera que pueda ayudarte a quitarte le vida. A pesar de que todos creemos que deberíamos tener la libertad de decir: 'Como tengo el derecho a hacer esto o aquello, deberían permitirme pedirle ayuda al doctor'. Tengo el presentimiento de que este tema va a seguir causando controversia por mucho tiempo".

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