Retratos de refugiados con sus pertenencias más valiosas

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Retratos de refugiados con sus pertenencias más valiosas

En muchos casos, ese objeto fue lo único que pudieron llevarse.

Igual que la mujer siria que metió su tortuga a su bolsillo y la llevó hasta Múnich a escondidas o la niña que llevó su gato al campo de refugiados improvisado en Idomeni, Grecia, todos los que se ven forzados a huir de su país se preguntan: "¿Qué es tan importante que no puedo dejar?".


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Gabriel Hill, un fotógrafo de Basilea, Suiza, invitó a (ex) refugiados a su estudio donde normalmente toma retratos corporativos y les pidió que llevaran el objeto más importante que cargaron durante su viaje. En muchos casos, ese objeto fue lo único que pudieron llevarse.

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Shireen, 21, huyó de Afganistán en 2010

"Llevo dos años viviendo en Suiza. A mi familia solo le alcanzaba para pagar un viaje fuera del país, así que vine solo. Como es muy caro salir de ahí, no creo que puedan reunirse aquí conmigo.

Antes de irme, mi papá me regaló un celular. Este celular y la ropa que traigo puesta fueron las únicas pertenencias que pude traer conmigo.

Gracias a este celular pude contactar a mi familia para avisar que había llegado bien. También me hizo sentir que no estaba solo. Es todo para mí".

Sejla, 33, huyó de Bosnia en 1992

"Cuando era niña, mi papá se iba muy seguido a África por cosas de trabajo. Una vez, cuando tenía tres años, le pedí que me trajera un mono de verdad pero en vez de eso me trajo un peluche de conejo que compró en una escala en el aeropuerto de Zúrich.

Llevaba ese conejo a todas partes. Cuando empezó la guerra, todo cambió tan rápido que no podía entender que estaba pasando ni pensar en qué quería llevarme. Por eso se me olvidó mi conejito. Mi papá se quedó y le escribí muchas cartas que decían: "¿Encontraste mi conejo? ¡Te extraño!".

No puedo describir lo que sentí cuando volví a ver a mi papá tres años después, en 1995. Mi cuerpo estaba temblando cuando vi su rostro en el aeropuerto de Zúrich y vi que traía a mi conejito".

Taghi, 27, huyó de Irán en 2011

"Tuve que huir de Irán hace cinco años. Lo único que traje fue lo que cupo en los bolsillos de mi pantalón.

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Meses después, llegué a Suiza. Casi todo el viaje fue a pie. De vez en cuando tuvimos que cruzar ríos en un bote inflable.

Estas tres fotos fueron lo único que me traje. Todas representan una época diferente de mi vida antes de tener que huir, épocas que recuerdo con mucho cariño. De haber tenido la opción, me habría traído más cosas".

Yosief, 20, huyó de Eritrea en 2014

"Escapar de Eritrea fue un proceso largo y agotador. Tuvimos que caminar por días, estuvimos cautivos en varios países y cruzar el desierto más grande del mundo no fue nada fácil. Pero, por suerte, todos sobrevivimos.

Al principio llevaba algunas cosas pero tuve que tirar casi todo antes de cruzar el desierto para poder llevar la mayor cantidad posible de botellas de agua. Sólo me quedé con una libretita que tenía números telefónicos y fotos de mi infancia.

Los números telefónicos fueron muy importantes porque las veces que me secuestraron, tuve que pagarle a mis captores para que me dejaran libre. Por suerte, tengo un tío que vive en Estados Unidos y él me mandó dinero para pagar mis rescates. Su numero telefónico salvó mi vida".

Nazim, 26, huyó de Afganistán en 2011

"Hace cinco años tuve que huir de Afganistán. Estaba preparándome para ser policía pero antes de empezar a trabajar, tuve que irme del país.

Llevaba una mochila con mis pertenencias pero los traficantes de migrantes me dijeron que la tirara. Lo único que me queda es este libro de la escuela de la policía y un collar que me regaló mi mamá.

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Siempre soñé con ser policía. Este librito es lo único que queda de ese sueño".

Ahmet, 23, huyó de Eritrea en 2013

"Abordé un barco en Libia que se suponía que nos iba a llevar a Italia. No podía llevar nada más que la ropa que traía puesta y un pedazo de papel con el número telefónico de mi familia. Me pidieron que me pusiera en contacto con ellos en cuanto llegara a Italia. A mitad de camino, el barco se volcó y se hundió. Mi ropa quedó empapada y se volvió tan pesada que tuve que quitármela. Desapareció en el mar junto con el pedazo de papel con el número telefónico de mi familia. Yo fui uno de los cerca de 200 sobrevivientes. Más de 250 pasajeros murieron ahogados.

Meses después, encontré a una persona en Suiza que pudo contactar a mi familia. Creyeron que había muerto en el accidente. Ese pedazo de papel con su número telefónico era mi posesión más valiosa".

Marie-Therese, 62, huyó de la República Democrática del Congo en 2008

"Tuve que dejar mi hogar en cuestión de segundos. Por desgracia, no tuve tiempo de llevarme nada".

Rohulla, 24, huyó de Afganistán en 2010

"Huí de Afganistán hace cinco años. Cuando me fui, no pude llevarme nada aparte de la ropa que traía puesta.

Era muy pequeño cuando mi papá fue asesinado y casi no lo recuerdo. Siempre traía puesto una cadenita de oro y, cuando murió, mi mamá me la regaló.

Viajé solo a Suiza y esta cadenita es lo único que me queda de mi familia y de mi tierra natal. Es todo para mí. Me hace sentir que no estoy solo y que mi padre siempre me acompaña".

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Farhad, 27, huyó de Afganistán en 2007

"Empaqué algunas cosas de mi casa pero los traficantes de migrantes nos dijeron que tiráramos todo. No tuve el valor de tirar la foto de mí mamá, así que la escondí bajo mi ropa. Esta foto es muy importante para mí porque no he visto a mi mamá desde que me fui".

Vinasithamby, 64, huyó de Sri Lanka en 1984

"Tuve que abandonar mi hogar en Sri Lanka en 1984. Casi todo el viaje fue a pie. Sin embargo, para llegar a Suiza, tuve que tomar un bote, un avión y un tren.

No pude llevarme nada aparte de la ropa que traía puesta. Como tuve que dejar a mi familia, estas fotos son lo más importante para mí y tuve suerte de poder traerlas conmigo. En las fotos salen mis padres, mi hermano y mi hermana, quien ya falleció".

Migmar, 59, huyó del Tíbet en 1959

"En 1959, mi papá, mi mamá, mi hermana, mis abuelos y yo huimos de Tíbet con la intención de llegar India. En ese entonces yo tenía dos años, aunque no sé mi fecha exacta de nacimiento. Llegué a India con mi papá y mis abuelos. Perdimos a mi mamá y a mi hermana en el camino.

Las cosas más importantes durante nuestro escape fueron las antorchas para iluminar el paso por el Himalaya".

Suleyman, 18, huyó de Afganistán en 2014

"Tardé casi nueve meses en llegar a Suiza. Quería tomar un barco de Turquía a Grecia pero la guardia costera siempre nos interceptaba y nos mandaba de regreso a Turquía. Lo intenté cinco veces y en una de esas, el barco se volcó y se hundió.

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De todas las cosas que me llevé, lo único que sobrevivió fue este celular. Mi mamá me lo compró antes de salir de Afganistán. Se gastó 3 mil afganis en él (alrededor de 810 pesos). Eso es la mitad del ingreso mensual de mi familia.


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Ese teléfono era la única forma de comunicarme con mi familia para avisar dónde estaba y si estaba bien. Como mi mamá estaba muy preocupada, le hablaba de vez en cuando para tranquilizarla. Además, tener el teléfono me hacía sentir más seguro y menos solo".

Mahmoud, 20, huyó del Líbano en 2014

"Soy palestino pero huí del Líbano. Hace unos años me convertí del Islam al cristianismo y un sacerdote me regaló esta Biblia. Durante mi viaje, el barco en el que iba tuvo problemas y los mecánicos del barco nos ordenaron que tiráramos todo por la borda. Lo único que pude guardar fue mi Biblia porque la escondí. Es mi posesión más valiosa y me da fuerza en tiempos difíciles. Se mojó con agua de mar y está muy sucia pero no quiero una nueva.

Aquí en Suiza, vivo en un asilo con puros musulmanes. Mis familiares son los únicos que saben que me convertí al cristianismo. Por eso no puedo mostrar mi rostro. Estoy viviendo una vida doble".

El proyecto de Gabriel, ImPORTRAITS, fue seleccionado para el los premios Swiss Photo Award 2016 como uno de los siete mejores series fotográficas de categoría libre. Puedes ver más de su obra en persona hasta el 31 de agosto en la Galería Parzelle 403, ubicada en Basilea, si es que andas por allá.