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Música

Metal cristiano: Entre lo blasfemo y lo sagrado

Al buen Lucifer primero lo expulsaron del Cielo y ahora le robaron la música. No se vale.

Ilustración por Curzi.

La primera vez que vi una banda de metal cristiano cayó una lluvia de piedras y botellas. Fue en el Parque del Arbolito, que queda cerca al centro de Quito, capital de Ecuador, durante el Quitu Raymi, un festival alternativo de metal, rock y punk que se hace en la ciudad todos los años. Desde que empezó el evento, el público estaba emputado con la idea de que este grupo se atreviera a salir usando corpse paint en sus rostros a tocar black metal pero hablando de Jesús. La idea era evitar que se presentaran, no importaba si había que quemar todo el parque. Antes de la presentación de esta banda (cuyo nombre no recuerdo), se respiró un ambiente tenso en el Arbolito y todo se fue al carajo cuando el maestro de ceremonias, un tipo flaco vestido de negro que llevaba una cruz invertida en el cuello, los anunció diciendo algo así como: “A continuación viene una banda que representa a esa maldita cruz que nos esclavizó”. El odio se sentía en el aire.

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Antes de empezar, el vocalista intentó calmar a la gente diciendo que ellos estaban ahí solo por el metal. Pero ya no había vuelta atrás. Apenas sonaron los instrumentos, empezaron a volar las botellas y las piedras. La gente chiflaba e insultaba furiosa a la banda que esquivaba los proyectiles mientras intentaban tocar. Varias personas alzaron unas cruces invertidas y se armó una pelea entre el público porque unos tipos empezaron a poguear y cabecear con la música. El grupo a duras penas alcanzó a interpretar unas tres canciones antes de que los bajaran entre insultos.

El plan salió a la perfección, esa noche a esos pobres infelices casi los crucifican junto a su dios y se llevaron la lección de que ni ellos ni los suyos pueden pararse frente a los trues.

Años después de este episodio, me pregunto si ese ataque desmesurado en el Parque del Arbolito fue un acto necesario que se debía hacer para que esos casposos aprendieran su lección, o simplemente fue un berrinche de un montón de greñudos ultra cerrados y hechos los malos.

Esa noche, después de todo el despelote y mientras nos felicitábamos los unos a los otros por nuestra proeza colectiva, los organizadores hicieron un llamado a la tolerancia, la unidad y el respeto. Obviamente en ese momento todos nos reímos burlonamente del asunto, pero años después se me ocurre que el metal admite todo menos a Jesús. En el basto mundo de la música pesada hay temáticas para lo que quieran. Terror, existencialismo, filosofía, culturas antiguas, necrofilia, homosexualidad, nihilismo y cualquier cosa. Excepto estar a favor de Jesús.

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Pero el metal es tan rebelde, que se sabotea a sí mismo y desde los 80 existen bandas que alzan sus voces a los cielos. En verdad el rock y los delirantes seguidores de Jesús han estado juntos desde el principio, ya que muchos rockeros de la vieja escuela como Elvis o Little Richard empezaron sus carreras en las iglesias de sus pueblos cantando góspel antes de que decidieran meterle picantico al asunto.

A pesar de que el metal cristiano nunca ha sido muy popular y la mayoría de las bandas se quedan en sus iglesias (menos mal), el género más bastardo de la música extrema tiene su escena sólida con ídolos y toda la cosa. Es más, incluso se puede decir hay dos ramas.

Una está muy ligada a la escena del metal core que explotó con mucha fuerza durante los dosmiles y se acabó rápidamente, sobre todo porque muchas bandas se separaron o se fueron más por el lado del emo. Pero durante unos años, los adolescentes deliraban con los ritmos de guitarra extremadamente elaborados y la mezcla entre los gritos y las voces melódicas. Este género era como un metal alternativo: muy poco crudo, muy poco extremo, casi nada oscuro, pero que igual venía cargado con una fuerza arrolladora. Bandas como Poison The Well, Between The Buried And Me o Shadow Fall le metían un sentimiento especial a la cosa, lo cual creó una música que te hacía brincar, saltar y cantar coros con lágrimas en los ojos.

Un deliro en el que se respira pura hermandad.

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Pero también toda esa luz que brotaba de esta música permitió que por ahí se colaran grupos cristianos, los cuales predicaban con sus guitarras y le decían al público en los conciertos que cristo los ama. Cuando tocaban se descontrolaban en el escenario como esas señora poseídas por el espíritu santo que se arrastran por el piso durante las misas evangélicas. Killswitch Engage, The Chariot y Agust Burns Red son algunos de los grupos con mayor hinchada y con las propuestas musicales más interesantes de esa ola. Sus canciones técnicas, sus gritos sublimes y su música matemáticamente perfecta les dio un sonido único que por más que hablara de Jesús tenía lo suyo y por lo menos era original.

La otra rama del metal cristiano es la problemática. El metal core tenía su público claro y su propuesta concreta, pero existen bandas que tocan thrash, heavy y black metal dedicadas a cristo. Lo cual viene a ser una especie de contradicción, ya que estos son los sonidos más extremos del metal, por su música y por su contenido. La mayoría de retractores del cristianismo están enmarcados en está música, sobre todo el black metal, que literalmente le declaró la guerra al cristianismo y cuenta con una gran número de bandas que son abiertamente satanistas. Pero a diferencia de lo que muchos piensan, el satanismo no es hacer sacrificios y adorar al Diablo; en verdad es una creencia muy espiritual, centrada sobre todo en el culto a la naturaleza y al propio ser humano, que critíca la forma en que el cristianismo coarta y castiga la libertad.

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Resulta que existe un género llamado unblack metal o white metal (!), en donde se destacan grupos como Horde, Antestor o Crimson Moonligth, quienes pueden pasar fácilmente por una banda maldita, pero cuando se mira las letras, es puro evangelio camuflado de maldad.

En canciones como “Invert The Inverted Cross”, Horde usa elementos clásicos del black como incorporar un lenguaje refinado, académico y poético con una construcción gramatical que denota oscuridad, pero para hablar de Dios: "Christ stormed the gates of hell/ To take the keys thereof/ Now the keys of death and hades/ Belong to the Eternal One/ Hell awaits the demonic forces/ Who seek to prevert the cross/ Flaming hellfire destruction/ Is their final dwelling place". Una letra que fácilmente podría pasar como cualquier sermón de domingo pero es puro grito. Aparte estos grupos usan estéticas idénticas a las del metal extremo, lo que se refleja en sus portadas, logos, composiciones y apariencias.

Son una trampa.

Alex Oquendo, vocalista de Masacre, dice que si vemos a este tipo de bandas desde un plano meramente musical, la cosa no es tan grave, el problema es lo que está detrás y las verdaderas intenciones de estos grupos que buscan ganar adeptos para sus iglesias a través de la música pesada mientras predican discursos más afines a los del procurador que a los del metal.

Pero, ¿todo este movimiento que suena como una gran contradicción es un plan sucio para arrastras incautos a las puertas del cielo, o es una genuina expresión de un grupo de personas que simplemente y por alguna razón le cantan a Dios a los gritos?

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Creo que vale la pena preguntarse si a la larga importa más el sentimiento que produce la música o el mensaje. Para la gente que se reunió en el Parque del Arbolito valía más el mensaje, pero para muchos seguidores del metalcore lo que importaba era la música. A larga, el metal cristiano puede ser un triunfo de la tolerancia, la libertad y hasta de la democracia. O simplemente es una blasfemia de metaleros de plástico que predican un falso testimonio y buscan joder al verdadero metal.

Pareciera que Satán tiene que cuidarse de que Dios no le robe la música porque, aparte de todo, existen iglesias que predican al ritmo del metal. En Brasil un cura basa sus sermones en las canciones de Iron Maiden y tiene todo el cuerpo tatuado con la imagen de Eddie. En la localidad de Bosa en Bogotá, está la comunidad Pantokrator que básicamente es una iglesia cristiana metalera, donde la gente poguea y toda la cosa y donde el éxtasis divino llega con la distorsión.

¿O sea que según esta gente Dios es metalero? ¿Eso significa que Lemmy Kilmister está en el Cielo y no en el Infierno?

¡Maldita sea! No.

La ventaja de que a Jesús le guste el headbanging es que hay un espacio en el otro mundo para nuestras almas pecadoras en donde están todos los metaleros que han vivido. Y eso no suena mal.

Ojalá el Diablo también esté allí.