suicidios en asturias
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Dinero

La otra cara del aumento de los suicidios en Asturias

La región es una longeva víctima de esta particular epidemia​.

Vamos en dirección a uno de los mil quinientos puentes que, según el Ministerio de Fomento, se encuentran en Asturias. Un dato que, por sí solo, apenas tiene importancia. No guarda, claro, una relación directa con el número de suicidios de la región, y, aún así, estos números llegan a resultar inquietantes al pensarlo. Desde hace unos años, Asturias tiene el porcentaje de suicidios por habitante más alto de España y es a su vez uno de los más altos de Europa. Unas cifras,que la hacen situarse cerca de los niveles de los países nórdicos.

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Sí hay, sin embargo, otros datos de incidencia directa. Entre ellos se encuentran el desempleo (que ha vuelto a subir a finales de 2019), el endémico envejecimiento (según las estadísticas, cuanto más mayor, más probabilidades se dan) y la escasa inversión en salud mental. No es, de todos modos, ningún secreto: los puentes son, a veces, tristes y circunstanciales protagonistas de estos sucesos.

Nos desviamos de la autopista a una carretera secundaria ligeramente destartalada. Hay alguna señalización en posición diagonal, luchando por no derrumbarse. Parte de la vegetación pugna, a su vez, por conquistar los guardarraíles: Asturias es, según su famoso reclamo turístico, un paraíso natural.



A ras de suelo, el puente al que hemos ido parece partir en dos el cielo, hoy una enorme lámina ya agujereada en diversos tonos grises y azules. Todo parece mucho más grande desde abajo. Los pilares del propio puente son como gigantescas cariátides sin rostro.

Cabe hacer una precisión léxica: el término exacto, en realidad, no es puente, sino viaducto. El punto concreto se sitúa en la zona norte de Asturias, a donde se llega a través de una de las muchas carreteras destartaladas de la región: es el Viaducto de Les Curuxes, palabra asturiana para "lechuza".

Es un vecino de Llordal, un pequeño pueblo situado en el interior de la parroquia de San Miguel de Quiloño, municipio de Castrillón, el que nos cuenta la historia por teléfono. Prefiere mantenerse en el anonimato, ya que le es más cómodo: el asunto es escabroso, y el pueblo es pequeño. “Pues nada, aquí se mataron dos o tres personas tirándose puente abajo”, comenta con absoluta serenidad. El asunto realmente particular es la localización de su finca familiar, situada casi bajo el propio viaducto.

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“El viaducto tiene una altura considerable, yo diría que casi sesenta metros. Ahí la caída no tiene otra solución”

Otro hombre, un ingeniero agrónomo que también prefiere mantener una condición de anonimato, nos provee de multitud de detalles. Llegó a trabajar, durante años, en la propia zona. “El viaducto tiene una altura considerable, yo diría que casi sesenta metros. Ahí la caída no tiene otra solución”, dice mientras damos una vuelta por la zona.

Su trabajo le lleva a muchas áreas remotas de la región, por lo que actúa casi como nuestro guía. Apenas quedan restos ya de la actividad ganadera, antaño dominante en la pequeña parcela. No es solo que ya no queden vacas, sino que ahora todo parece incluso ligeramente descuidado. La hierba, por ejemplo, alcanza una altura superior a la de los tobillos. Otras zonas están ligeramente embarradas, con la tierra envuelta en una textura gelatinosa.

“La nave”, comenta el ingeniero señalando a uno de los pequeños edificios, “primero fue una sierra tradicional. Ya sabes, para cortar madera y hacer tablones”. Ahora apenas hay nada que se pueda usar allí dentro. Algunos cristales de las ventanas están cubiertos de una pátina de polvo. Otros están rotos, partidos a la mitad.

“Luego lo intentó convertir en una nave dedicada a la ganadería y metió a las vacas aquí dentro, aunque también estaban por el prado. Puro pastoreo. Llegó a tener un proyecto para construir una nave mucho más moderna, pero fue cuando el sector se vino abajo y terminó abandonando la actividad”. Ahora, sin embargo, el recinto se ha convertido en una suerte de cementerio de tractores, con un montón de vehículos destrozados, apilados unos encima de otros.

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suicidios en asturias

Fotografía por Lía Fernández

Hay también todo tipo de chatarra dentro del terreno, esparcida por distintos puntos del campo, casi como si una gran cantidad de personas hubieran decidido huir de repente. Varias láminas metálicas, de la misma débil consistencia que la hojalata, están tiradas en lo que es ya un ingente amasijo dentro de una estructura semiderruida, semejante a un pequeño porche cubierto. Dentro también hay algunos palets de madera, un objeto metálico cilíndrico, similar a una bombona de oxígeno, y un soporte horizontal oxidado, con tres huecos de distinto tamaño.

Un tractor, sin ruedas, completamente cubierto por la herrumbre, la hierba y pequeñas plantas, yace justo al final del almacén, al lado de un panel metálico con relieves uniformes. A lo lejos, cercano al puente, hay otro tractor ligeramente hundido en el suelo, dispuesto en una posición tal como si se lo intentara tragar la tierra. Hay, incluso, un columpio infantil de tres plazas, con la pintura roja y amarilla descascarillada. El óxido también cubre ya parte de sus postes.

"La región es una longeva víctima de esta particular epidemia"

“Hace poco se tiró otro desde un viaducto cercano al aeropuerto”, nos explica el dueño de la finca. Es difícil no asombrarse de la singular memoria que posee en relación a esta clase de sucesos. También habla de otro suicidio acontecido hace unos cuatro años, cerca de la ciudad de Avilés. En cierto sentido, la región es una longeva víctima de esta particular epidemia.

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Los números de esta clase de defunciones han sido cada vez más preocupantes durante los últimos años, algo probablemente relacionado con el prolongado estancamiento demográfico y económico de la región: Asturias ha sido, durante el tercer trimestre de 2019, la comunidad autónoma con menor tasa de actividad. El Principado se ha vuelto un triste (y aparentemente crónico) líder de esta clase de estadísticas: al año se produce en este territorio, aproximadamente, un suicidio cada tres días.

Los datos de 2017, último año con información disponible del INE, indican que sus 134 defunciones en este ámbito llevan a Asturias a encabezar la lista de las provincias con mayor tasa de suicidios por cada 100 000 habitantes. A nivel nacional, los cálculos indican 72 muertes por cada víctima de violencia de género, así como 2 por cada muerte en accidente de tráfico. Es la principal causa de muerte externa en España.

Hoy en día la zona situada bajo el viaducto ya no es propiedad del dueño de la finca, es de dominio público. Años atrás, sin embargo, sí lo era. “Los que yo vi en persona fueron entre 1999 y 2001. Menos mal que no vi más. Un día vi a uno porque fui a atender a las vacas, que estaban debajo del puente. Al principio pensábamos que era un muñeco, uno de estos muñecos hinchables, con una chaqueta… pero al final resultó ser un hombre de verdad”.

"A veces, simplemente llegaban del juzgado y levantaban los cuerpos a las dos horas. Tú ni siquiera lo sabías”

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Habla también, sin embargo, de un aspecto de este asunto aún más lóbrego si cabe. “En cosa de dos o tres años se tiraron muchos. No sé si fueron tres o cuatro de aquella, porque muchos no los veíamos. A veces, simplemente llegaban del juzgado y levantaban los cuerpos a las dos horas. Tú ni siquiera lo sabías”.

El ingeniero también recuerda ciertas historias que son, sin duda, desagradables. Mientras paseamos entre la hierba, nos cuenta que una de las personas que se tiró desde el viaducto llegó a hundirse hasta 15 centímetros en el barro. “En invierno es todo un llamargal [término asturiano con el que se denomina una zona embarrada], está todo lleno de barro y, bueno… fue una impresión muy fuerte”. Tras contarnos esto, se hace un pequeño silencio: caemos en la cuenta de que ya no hay mucho más que ver y explicar.

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Fotografía por Lía Fernández

Lo único que hay en el horizonte es, prácticamente, un enorme manto de hierba verde. Cuando hablamos días más tarde con el dueño de la finca, éste también recuerda haber visto a una persona, ya fallecida, encima de una bola de silo (o, lo que es lo mismo, una bola de paja). Se limita a recalcar sosegadamente el mal estado en el que, por desgracia, le encontró.

En su parcela, mientras tanto, ya no hay ningún animal, pero sigue habiendo varias bolas de silo. Están todas debajo del puente, algunas de ellas resguardadas por un plástico de un profundo e insondable color negro. De pie, en medio del campo, apenas se oyen ruidos. Hoy, probablemente, vuelva a llover.

Si necesitas ayuda, puedes llamar al Teléfono de la Esperanza: 902 500 002.