FYI.

This story is over 5 years old.

cuidado que hay visitas

Vivos con la toalla: cómo ha cambiado la intimidad del vestidor

Antes el vestidor era el espacio en el que se creaban los mitos y se arengaba en privado; ahora, es el territorio del selfie celebratorio.
(Foto via Kate Ter Haar/Flickr)

"Me parece inadmisible, muchachos, movilizar a un pueblo y decepcionarlo. Ténganlo bien claro y no lo tomen como un dibujo: el responsable soy yo y así lo siento. Pero ustedes no ignoren que no se puede decepcionar a un pueblo tan ingenuo. Tan ingenuo que va perdiendo tres a cero con una herida abierta, ustedes hacen una jugada mínimamente positiva y se les aplaude al minuto ochenta. Es un pueblo extraordinario, muchachos, y ustedes son un desprendimiento de ese pueblo. Ustedes son ese pueblo. Son la misma clase de gente: extraordinaria. Pero lamentablemente, muchachos, no estuvimos a la altura".

Publicidad

Marcelo Bielsa pronunció tales palabras en el corazón del Estadio Vicente Calderón. Había perdido la Final de la Copa del Rey en apenas veinticinco minutos contra una de las mejores versiones del Barcelona guardiolesco. El discurso se filtró a través de la prensa, y provocó una avalancha de aficionados rojiblancos en el Casco Viejo de Bilbao que pedían la continuidad del estratega argentino; por vez primera, decían, alguien comprendía el sentido de pertenencia e identidad que se respira cerca de la catedral del fútbol español. Sin embargo, no siempre fue tan fácil saber qué se decía en la antesala del purgatorio.

Eran otros tiempos cuando Obdulio Varela arengó a los suyos en las mismísimas profundidades de un Maracaná atiborrado por 200,000 brasileños. Los de afuera son de palo, muchachos, dicen que dijo; pidió más sangre en el entretiempo y la encontró a diez minutos del final con el mítico gol de Alcides Ghiggia. El vestuario era entonces un espacio sagrado: se gritaba allí lo que afuera se mascullaba. Vamos a ganar; ellos no son nadie; vamos, carajo. Los partidos se ganan desde el vestuario, dice el Cholo Simeone.

No obstante, en un mundo donde la intimidad es un escenario utópico, el misticismo del vestuario parece haber quedado en ruinas. Quizá todo comenzó en 1994, cuando el Real Madrid visitó el Camp d'Esports de Lleida y recibió el pitazo final con un dos a uno en contra. Las cámaras de El Día Después, programa dedicado precisamente a hacer públicas las conversaciones y discusiones de futbolistas dentro del campo —tal vez a ellos le debemos ese detestable acto de ver cómo se lanzan improperios con una mano cubriéndose los labios— decidió introducir una cámara al vestuario merengue.

Publicidad

¿Dónde están esos cojones, la calidad y las ganas de jugar?… ¡He dicho 'maricón el que la pierda'!… ¡Son el Real Madrid hijos; haced lo que les salga de la polla, pero ganad, coño!… Entre otras joyitas, ello fue lo que lanzó el técnico blanco Benito Floro, y que se transmitió en horario estelar el día siguiente. No pasó mucho tiempo para que fuese destituido.

Podríamos citar mil ejemplos más: desde Rafa Márquez llevándose algunos euritos —y algún zape de Carles Puyol— tras entregar a la prensa imágenes de la celebración blaugrana tras ganar la Copa de Europa en Saint-Denis, hasta la viralización del discurso realizado por Luis Fernando Tena a dos horas de que México ganase la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres —se le agregaron violines, una voz en off que hablaba de la hermandad y fue vendido como parte de un documental—. Lo que sucede en las cuatro paredes del vestidor se queda pocas veces ahí.

Hace poco ocurrió la que quizá sea la última gran historia de misterio en el vestuario: aquella protagonizada por Marcelo Gallardo en la última Final de Copa Libertadores que enfrentó a River Plate con Tigres en el Monumental de Núñez. El Muñeco, expulsado en el juego de ida, habría recorrido cualquier cantidad de pasadizos secretos en las venas del inmueble hasta llegar a un vestidor que, según la Conmebol, estaría custodiado por no pocos guardias. Parece relato de príncipes y princesas. Gallardo se habría colado por alguna ventana para arengar a los suyos en el entretiempo y celebrar más tarde la consecución del título.

Publicidad

Al día de hoy, a miles de kilómetros de distancia, podemos visitar los vestidores del Stade de France o del Parc des Princes antes de cualquier partido de Eurocopa. La cámara, tímida, se escabulle para mostrarnos la ropa de los héroes: perfectamente doblada, flanqueada por botines fosforescentes y con dorsal siempre a la vista. Parecen piezas de museo.

La aparición de las redes sociales y su nuevo papel como medio informativo ha desatado avidez por la información inmediata. Observamos hace poco cómo varios seleccionados de Argentina trasladaron en muy poco tiempo el éxtasis de haber pasado a la semifinal de la Copa América a su teléfono celular. Los futbolistas han comprendido su papel y lo han aprovechado como un medio de acercamiento a su público. No son pocas las fotos que circulan en internet tras una gesta heroica, con todos los protagonistas sin camiseta, con pulgar arriba y sonriendo a la cámara.

Quizá el último gran creyente del vestidor como recinto íntimo fue Carles Puyol: podemos afirmar que al salir de la ducha sin más que una toalla, lo que menos esperaba era encontrarse con trescientas cámaras de televisión y la reina de España ahí afuera.