Soy Leyenda: Andy Irons
Foto de Brian Bielmann, Red Bull Illume

FYI.

This story is over 5 years old.

el antagonista de kelly

Soy Leyenda: Andy Irons

Niño prodigio, fiestero indomable, surfista irrepetible y enfermo drogadicto: la vida del hawaiano Andy Irons fue una montaña rusa que marcó, a pesar de todo, a toda una generación de surfistas.

Sigue a VICE Sports en Facebook para descubrir qué hay más allá del juego:

La serie Soy Leyenda baja por primera vez a la arena de la playa para recordar la figura del único antagonista de Kelly Slater, un mito del surf marcado por la tragedia, el irrepetible Andy Irons. Puedes encontrar el resto de entradas aquí.

Muerte y gloria

El punto y final siempre marca el destino de un individuo, pero en escasas ocasiones le sitúa en los designios de lo mitológico. Andy Irons, sin lugar a dudas, fue uno de esos pocos individuos. Su trágica y solitaria muerte en una habitación de hotel en Dallas, Texas, selló su condición de leyenda del surf, y quizás sea la mayor de todas ellas. Tenía 32 años y, según reveló la autopsia, falleció debido a un ataque al corazón. La causa secundaria fue "la grave ingesta de una mezcla de drogas", revelaba el documento filtrado al The New York Times por un publicista de la familia, que bloqueó la difusión del mismo durante casi un año.

Más leyendas: Nadia Comăneci

Publicidad

Cuando Irons murió el 3 de noviembre de 2010, su principal patrocinador, Billabong, explicó que el frágil estado de salud del surfista desencadenó el trágico desenlace. Nadie ha confirmado ni desmentido, todavía, si Andy padecía dengue. La rumorología entorno a su deceso, de todas formas, no hizo otra cosa que acrecentar la dimensión de la tragedia, y se sabe que la cocaína, la metadona y la metanfetamina estaban entre la sustancias que figuraban en la autopsia. Cuando Andy hizo el check in en el hotel, tenía una fiebre muy alta.

Andy Irons cabalga uno de los inmensos tubos de Teahupoo, Tahití, en el año 2000. Imagen vía Reuters

Días después de conocerse la noticia, Kelly Slater se alzó con su décimo título de campeón del mundo de surf en Puerto Rico. La gran familia del surf vivió ese campeonato consternada, aunque siguieron adelante cogiendo olas, "lo que hubiera querido Andy", como reconoció el hermano pequeño de Irons, Bruce, en la gala anual de la revista Surfer, que homenajeó a su miembro perdido.

El título de Kelly era una coda poética, un capricho del destino que cerró la rivalidad más grande del surf moderno. Mientras uno era aupado y celebrado por una horda de fans en la playa de Porta del Sol, el otro salía de una adusta habitación en silencio y empujado por una camilla. Detrás de todo ello, del surf y de las drogas que coparon los titulares de los medios, se escondía el verdadero Andy.

"La gente fue muy rápida a la hora de juzgar a Andy, y yo quería explicar por qué fue de la manera que fue, como se sobrepuso a tanto para conseguir las extraordinarias cosas que hizo", explica ahora Lyndie, su viuda, en el documental Andy, the Untold Story, que todavía no tiene fecha de estreno. Cuando Irons murió, su esposa estaba embarazada de ocho meses.

Publicidad

Un talento bipolar

Andy Irons fue un hombre de dos caras, aunque él no lo descubrió hasta que cumplió los 18, cuando los médicos le diagnosticaron su bipolaridad. De joven solo fue un surfista más —aunque rebosante de talento, claro— de las costas de Hawái, la cuna histórica del surf. Su relación con las olas fue natural, hereditaria. Su padre Phil, carpintero y surfista, se marchó de California para buscar las legendarias rompientes de la Polinesia, y allí se asentó para siempre tras conocer a Danielle. Andy, su primer hijo, nació en 1978 en Kauai, Oahu.

La relación de sus padres, en gran medida, da pistas sobre su relación con las olas y también con su hermano pequeño Bruce. Ambos utilizaron las olas para evadirse de las peleas en casa, dejando atrás los gritos de sus padres. "Intentamos no hablar entre nosotros demasiado", decía Andy sobre su hermano. "De esta manera las cosas no se ponen demasiado irritantes". Andy cogió su primera ola con ocho años y pronto se convirtió en uno de los mejores amateurs de Estados Unidos, ganando ya sus primeros campeonatos en 1996, justo cuando se le diagnosticó su trastorno bipolar.

Andy, en el centro, junto a sus padres y su hermano. Imagen vía AI Forever

"Ya sabes como era Andy, todo a tope. Eramos mejores amigos y me tocaba una manga contra él… estábamos dentro del agua gritándonos el uno al otro. Tenían que pasar más de dos horas o incluso un día para que nuestra relación volviera a la normalidad", rememoraba Cory López, uno de los mejores amigos de infancia del hawaiano. Esa intensidad personal la trasladó a su estilo a la hora de cabalgar olas. Andy era un surfista heterodoxo, un tipo que lo mismo podía trazar finos giros sobre olas monstruosas y luego acometer con toda la agresividad del mundo una pequeña rompiente orillera.

Publicidad

"No puedes dejar de mirarle", escribía el periodista Chris Mauro sobre su estilo versátil e innovador. La revista Surfing tampoco se cortaba en elogios tras su irrupción en el profesionalismo con un triunfo en los imponentes tubos de Teahupoo: "Tiene una combinación milagrosa de locura para las olas grandes y excelencia técnicas para las pequeñas, mejor que la de cualquier otro surfista del mundo".

En 1998, Andy ya había entrado en el Championship Tour y, en el nuevo milenio, ya estaba dentro del Top 10 del circuito mundial. Tras dos años de demasiada fiesta y malos resultados, cuando muchos le veían ya como un juguete irremediablemente roto, Irons alcanzó la gloria y el título de campeón de la Asociación de Surfistas Profesionales (ASP, ahora WSL) tras escaparse en la clasificación con dos victorias en los primeros eventos de la temporada.

Andy Irons durante el Billabong Pro de Mundaka de 2004. Foto de Vincent West, Reuters

Andy contra Kelly

Después de su título en 2002, el mundo del surf se preguntaba hasta dónde podía llegar ese guaperas volátil e indomable. El límite de Andy, pensaban la mayoría de entendidos, tenía un nombre y apellido: Kelly Slater. El estadounidense ya tenía, por entonces, seis títulos de la ASP, pero Irons alimentó su sed de victoria y en 2003 mantuvieron un pulso mano a mano hasta la última ola del campeonato.

Ganó Andy, y así nació la mayor rivalidad del surf moderno. Kelly era el chico bueno y ejemplar, el atleta que nunca bebía y siempre tenía una sonrisa preparada para las cámaras; Irons, como buen antagonista, era el bad boy del circuito, un surfista con un largo historial de peleas y salidas de tono tanto dentro como fuera del agua. A pesar de las fiestas y las drogas, Andy canalizó sus demonios a través de la competición y encontró en Slater el saco de boxeo que necesitaba para dominar su naturaleza y ponerla al servicio de su talento.

Publicidad

Kelly Slater (izquierda) y Andy Irons (derecha) siempre mantuvieron una fina línea entre el amor y el odio, pero en 2009 protagonizaron una película juntos 'A fly in the Champagne'. Foto de Pat Stacy, Red Bull Media

Se llevó tres títulos consecutivos de la ASP (2002, 2003 y 2004) y, con la perspectiva del tiempo, se convirtió en la única persona capaz de batir a la mejor versión de Kelly Slater. La revista Surfing proclamó la llegada de la Generation Now (generación ahora), donde el ya treintañero Slater quedaba en fuera de juego ante la irrupción de Andy y otros jóvenes surfistas. En palabras de Andy, Slater solo era "un competidor más".

"Amé y odié al tipo, pero probablemente solo lo odié porque admiraba y envidiaba todo lo que era capaz de hacer", escribió Slater en The Inertia tras la muerte de Irons. Kelly retomó el pulso en 2005 y 2006, batiendo a su némesis y hundiéndole —sin pretenderlo— en la amargura de la derrota. "Si no puedo quedar primero preferiría quedar el último", se sinceró Irons en la revista Stab. "El segundo es el primer puto perdedor".

En 2007, Irons fue bajando en el ránking de la ASP y en 2008 decidió abandonar el circuito sumido en una profunda depresión y, desafortunadamente, tras haber caído de nuevo en la trampa de las drogas. Más tarde se conocería que el patrocinador de Andy, Billabong, le había instado a tomarse un año sabático e ir a rehabilitación.

Andy tuvo que controlar su enfermedad con varios fármacos, que combinados con su gusto por las fiestas y los excesos le situaron al borde de la muerte en más de una ocasión. Foto de Brian Bielmann, Red Bull Illume

El momento: Banzai Pipeline, Oahu, 14 de diciembre de 2006

Era el escenario perfecto, a la vuelta de la esquina de su casa en la isla de Oahu. Con el título decidido, y con Slater de nuevo en la cumbre del ránking, Andy Irons quería mandar un mensaje en el Pipeline Masters. Y vaya si lo mandó. Dicen que fue la mejor final de un evento de surf profesional, la mejor manga de la historia tanto por el escenario como por sus implicaciones y el resultado.

Todo se decidió en la última ola, que Andy "robó" a Kelly en el que quizás fue su último destello como profesional, su último rayo de luz antes del abismo que seguiría en los años posteriores. "Nunca me doy por acabado", explicaba Irons tras el evento que cerraba la temporada 2006. "Sé que Kelly es un surfista increíble, pero está allí en el mismo sitio que yo. Es difícil de expresarlo en palabras, salió a la perfección. Luché y en la última ola conseguí un 10. Kelly casi la pilla, y me hubiera tenido si lo hubiera hecho. Habría ganado, y estoy contento de no haberme echado atrás en ningún momento".

Publicidad

Los gestos de rabia y euforia, mezcladas a partes iguales durante su celebración en el agua, eran el mejor reflejo de los dos caras de Andy. "Él sabe que no me voy a marchar sin hacer ruido, y que de ninguna manera voy a desaparecer", añadía Irons, que siempre tiraba con bala contra Kelly. "Sigo aquí y sigo queriendo luchar. Con suerte, el año que viene las cosas irán a mí favor y no en mi contra".

Se equivocó y no fue así; esa manga quedará para siempre como el último y, quizás, mejor chispazo de Andy encima de una tabla.

Declaración final

Fuera del océano, todas las personas que lo trataron siempre destacaron su bonhomía, a pesar de que en cualquier momento podía estallar y mostrar su peor cara. Todos tenían claro, sin embargo, que detrás del "campeón del pueblo", como se le bautizó en la esfera del surf, había un hombre en constante sufrimiento. "Tengo muchos demonios interiores, y sin el surf me hubiera autodestruído. El surf es la única cosa que me mantiene activo en un estado normal, que me permite mantener el equilibrio", explicaba él mismo en la última entrevista que concedió, en verano de 2010.

"No me importa todo lo que ha hecho en el agua. No tiene ningún significado para mi. Él era una buena persona, un buen ser humano, un buen amigo. Ese es su legado".

Kai Garcia, surfista local hawaiano y amigo de Andy de toda la vida

El propio Andy lo sabía, y así cerraba su última reflexión ante una cámara, meses antes de su trágico fallecimiento: "Hago surf porque cuando salgo [del agua] siempre soy mejor persona".

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41