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Identidad

El sexo ya no se lleva en las aplicaciones de citas gais

La tendencia ahora son los viajes, las actualizaciones de estados y las citas duraderas. ¿Cuáles son las motivaciones en los nuevos encuentros gais digitales?
MA
traducido por Mario Abad

La salida del armario de la estrella británica de los reality shows Ollie Locke debió de ser más como un paseo por una pasarela de cristal.

Como tantos otros hombres que han tenido problemas para aceptar su sexualidad, al principio Locke (29 años) tenía dificultades para identificarse como gay o bi. Pero a diferencia de la mayoría, él pasó por todo este proceso en público: después de declararse bisexual en 2011 en la serie de televisión británica Made in Chelsea, en 2016 finalmente dejó a su novia de entonces, Catherine Louise Radford, y se identificó como gay.

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Con los años, Locke recurrió a las redes sociales y las aplicaciones de citas gais como Grindr para conocer a otros hombres, experiencias que le hicieron llegar a la conclusión de que el colectivo necesitaba una nueva aplicación y que el panorama era bastante "anticuado y desolador".

"Aunque podías encontrar tíos que buscaban relaciones de verdad en las aplicaciones de citas, la inmensa mayoría de ellos solo buscaban un polvo", explicó Locke. "Obviamente, eso no es representativo de nuestro colectivo".

Locke no es el único que opina de este modo. Basta un vistazo por estas aplicaciones para ver que mensajes del tipo "A punto de borrar mi cuenta", "No busco polvo" o "No quiero fotos de desnudos no solicitadas" son cada vez más comunes. Esta insatisfacción también se refleja en la bajísima calificación de Grindr en la Apple App Store, con 2,5 estrellas y muchos comentarios de usuarios que coinciden con otro que le ha dado una sola estrella a la aplicación: "Hay demasiados tíos que lo usan solo para sexo". En Reddit también abundan los hilos con comentarios de gais lamentando el uso que se da a las aplicaciones de citas en general y la cultura asociada a ellas: conversaciones superficiales, usuarios maleducados, racismo descarado y actitudes que refuerzan la autoestima negativa. Por no mencionar los constantes spambots y frecuentes fallos de programación que pueden llegar a suponer un infierno para los usuarios. Esto, obviamente, no es exclusivo de Grindr, si bien esta aplicación fue la primera en utilizar la geolocalización; precisamente por ser la primera y la más importante, Grindr no puede eludir la enorme responsabilidad que tiene en la perpetuación de la cultura que fomentan estas aplicaciones.

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Movido por el descontento generalizado, Locke creó Chappy, una aplicación de citas que lleva un tiempo funcionando en Londres, Nueva York y Los Ángeles. Con un aspecto que recuerda a Tinder, esta nueva plataforma se ha diseñado gracias a la inversión de otra similar, Bumble; lo que cambia es que Chappy permite a los usuarios filtrar perfiles según las categorías "Mr. Right" y "Mr. Right Now", de forma que ya ni aparezcan en sus cuentas aquellos perfiles que no son afines a los suyos.

"El espacio gay se ha desarrollado y ha evolucionado muchísimo", señala Locke. "Las aplicaciones de citas gais tienen un gran potencial para cambiar la cultura homosexual; en el mercado hay sitio para marcas como Chappy, que pretenden cambiar algunas de las opiniones arcaicas que todavía perduran en el colectivo".

Pero Chappy no es la única plataforma que se desmarca activamente del estigma de la cultura del folleteo puro y duro. Ciertas aplicaciones consagradas, como Hornet y SCRUFF, también han ido por el mismo camino, añadiendo una serie de funciones que, según representantes de ambas aplicaciones, dan pie a nuevas interacciones más allá de la búsqueda de sexo. En el caso de Hornet, las nuevas funciones son un registro de actividad muy a lo Facebook y con el que se intenta alejar la plataforma de su aspecto de mero catálogo de perfiles y darle un aspecto más de red social; SCRUFF, por su parte, ha creado una interfaz similar a la de Tinder para los usuarios más interesados en las relaciones estables y una plataforma de eventos y viajes orientados a los gais.

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Incluso Grindr parece querer alejarse de la imagen que proyecta, como demuestra su reciente nueva categoría como "marca de estilo de vida gay". "Grindr siempre ha sido la forma en que nuestros usuarios se comunican con el mundo que les rodea", me dijo Sloterdyk, quien enumeró las nuevas prestaciones de la plataforma: INTO, una nueva página de contenido dirigida por el exeditor de Out.com, Zach Stafford; una ristra de "Gaymojis" y varias iniciativas, ya en marcha, encabezadas por Grindr for Equality, el proyecto social de la plataforma. "Nos vemos como el centro de un ecosistema en constante crecimiento", añade Sloterdyk, en referencia al papel de la plataforma en las vidas de los usuarios.

Lo que no queda tan claro es si esta evolución constituye un cambio fundamental o no están haciendo más que vestir a la mona de seda.

De lo que no cabe duda es de que estas aplicaciones hacen que echar un polvo sea tan fácil y predecible que hasta se ha perdido el encanto de lo ocasional y espontáneo.

Esa visión, sin embargo, no concuerda con el trasfondo histórico de las relaciones LGBTQ. Desde el cruising hasta el uso de "idiomas secretos" como el polari, hace mucho que los homosexuales se han servido de una serie de medios para identificar a los suyos, ya sea por necesidad o para facilitar los encuentros sexuales. En su libro Classified, el profesor de Historia Harry Cocks sugiere que las aplicaciones para gais representan una evolución moderna del anuncio personal, una forma de apareamiento que tiene al menos un siglo de antigüedad.

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Muy probablemente, esa cultura de los encuentros rápidos que ha contribuido a la aparición de las aplicaciones de citas ha existido desde hace mucho tiempo, pero simplemente se ha hecho más visible gracias al boom de los smartphones. Así al menos lo cree el demógrafo social Michael Rosenfeld. "En mi opinión, la cultura de las citas ocasionales es independiente de la tecnología", explica Rosenfeld, cuyos estudios en la universidad de Stanford se centran en las citas y las relaciones por internet. "Estas aplicaciones facilitan los encuentros ocasionales a la gente que los busca. A los que buscan compromiso, por su parte, estas plataformas les facilitan la posibilidad de conocer mayor cantidad de personas hasta que den con alguien apropiado".

En cualquier caso, quizá no se deba tanto a que la cultura del "aquí te pillo, aquí te mato" esté desapareciendo como a otros factores. Tal vez las nuevas funciones no sean más que un método de las plataformas para desprenderse de esa reputación y atraer a inversores. El año pasado, después del lavado de cara de Grindr, una empresa de videojuegos china propiedad de un milmillonario hetero anunció su intención de adquirir la aplicación de citas. Hornet también ha recaudado más de 7 millones de euros de capitalistas de riesgo chinos.

Otra posibilidad es que las aplicaciones de citas estén reaccionando a una amenaza lejana, representada por plataformas de la competencia como Tinder, que podrían optar por crear también aplicaciones específicas para el público gay. Ante ese panorama, lo más sensato es diversificar.

"La realidad de las citas en el siglo XXI es que la gente fluctúa entre querer algo serio y estable y buscar encuentros más superficiales, en función del estado de ánimo", afirma Locke. "Nosotros creemos que el futuro está en ofrecer alternativas y una plataforma con la que los usuarios se sientan cómodos para relacionarse con los demás".

Así, estas aparentes mejoras tecnológicas podrían también ser el preludio de una cultura de las citas en las que amor, sexo y amistad históricamente se han mezclado en el colectivo gay.

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