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ESPAÑA

Esclavas domésticas en España: las víctimas invisibles de la trata de seres humanos

En 2013 la policía identificó por primera vez a tres trabajadoras domésticas víctimas de trata de Paraguay a España con fines de explotación laboral. Los traficantes habían pagado el billete de avión, por lo que habían contraído una deuda con ellos.
Imagen vía captura de Youtube

Aadab tenía 36 años cuando aquel hombre le ofreció ayuda. Le pagó porque le prometió que le encontraría trabajo en España. "Vine de Marruecos porque quería buscarme la vida y ayudar a mi hijo y mi familia. Siempre había soñado con poder vivir en España me imaginaba una vida tranquila, y un buen sueldo", explica.

Cuando llegó a la finca donde le encontraron empleo en Andalucía, comenzó el horror. El hombre que supuestamente la iba a contratar la encerró en la casa. "Cuidaba a sus caballos, la finca, a su madre… Él no me daba comida, ni me dejaba salir de la casa, ni hablar con mi familia por teléfono", recuerda esta mujer que lleva la cuenta exacta de los días que lleva en España cuando cuenta su historia "3 años y 10 días".

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Tres meses después ya no lo soportó más. "Me escapé como pude porque ya no podía aguantar. Me violaba, me maltrataba, me quemaba con cigarrillos en las manos… Fue una pesadilla", asegura.

Aadab tuvo suerte y logró denunciar lo ocurrido y que la organización Proyecto Esperanza le acogiera en uno de sus recursos para víctimas de la trata en los que el año pasado esta organización atendió a casi un centenar de víctimas de la trata.

La trata invisible

La historia de Aadan es solo una de las miles de víctimas de trata más invisibles que hay: la trata con fines de explotación para trabajos domésticos. Tan invisibles que apenas existen estadísticas ni denuncias que la ilustren. Así lo denuncia el informe Fronteras difusas, víctimas invisibles que acaba de presentar la Fundación Surt tras dos años de investigaciones.

Los primeros casos denunciados en España desde que se tipificó el delito de la trata de personas en 2010 tardaron más de tres años en aparecer. Fue en 2013 cuando por primera vez la policía identificó en España a tres trabajadoras domésticas que habían sido víctimas de trata de Paraguay a España con fines de explotación laboral. Los traficantes habían pagado el billete de avión, por lo que habían contraído una deuda con ellos, según el informe.

En el caso de la Fiscalía General del Estado, realizó nueve investigaciones en 2013 en España relacionadas con este delito, todas gracias a que la víctima había denunciado el presunto delito.

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A pesar de la escasez de los datos, las asociaciones y ONG que trabajan con mujeres inmigrantes y luchan contra la trata están habituadas a detectarlas e identificarlas y aseguran que son un tipo de trata mucho más habitual de lo que se cree.

Campaña de sensibilización de Accem sobre la trata de seres humanos con fines de explotación laboral.

Casos detectados pero no denunciados

A la familia Sánchez les convenció un primo lejano para que se vinieran a España. Les había conseguido una casa y un trabajo como guardas de una finca. Ganarían más que en Bolivia y trabajarían parecido, así que el trato les convenció. Pero al llegar la madre y la hija a la casa no hubo rastro del sueldo prometido, y la situación en la que vivieron fue prácticamente de semiesclavitud. No les pagaban, se quedaron con sus pasaportes y no podían salir de la vivienda donde recibían constantes malos tratos.

"Escuchamos miles de casos como éste. Historias terribles de mujeres encerradas, secuestradas, traídas como esclavas, les quitan el pasaporte, y las mantienen sometidas argumentando que tienen deudas adquiridas", explica a VICE News Ane Azkunaga, técnica del área internacional y referente de trata de personas en la ONG Accem, que trabaja facilitando la inserción de inmigrantes y refugiados en la sociedad.

"En otras ocasiones las hacen trabajar a cambio de alojamiento y comida, pero eso acaba convirtiéndose en un círculo vicioso de dependencia porque no les permite tener una mínima autonomía para salir de allí, como no tienen dinero, están condenadas a ser las esclavas de quien les da sustento y comida", añade Jennifer Zuppiroli, técnica del Área Internacional de Accem.

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Para los miembros de esta ONG, en todos estos casos podemos hablar de trata porque existen todos los elementos definitorios necesarios para que se trate de un delito de trata: que haya una captación, que se dé un traslado físico de la persona o una recepción que puede ser entre distintos países, dentro del país o en la propia ciudad, que se dé una explotación laboral o física de la persona y que se restrinja su libertad de movimiento. En algunos casos hasta el extremo, como le ocurrió a Ana, nombre ficticio, que permaneció cuatro años encerrada en la vivienda donde cuidaba a un enfermo de alzhéimer en Guadalajara.

'Historias terribles de mujeres encerradas, secuestradas, traídas como esclavas, les quitan el pasaporte, y las mantienen sometidas argumentando que tienen deudas adquiridas'.

Pero a pesar de que está ocurriendo a diario y a nuestro alrededor la historia no trasciende porque apenas llegan a denunciarlo. "Si no tenemos víctimas no podemos investigar y las víctimas o bien no quieren denunciarlo o a veces ni siquiera son conscientes de que son víctimas de un delito", explica a VICE News Javier Menéndez, inspector de Policía de la Brigada Central contra la Trata de Seres Humanos.

Además, se añade un elemento más que complica estos casos. Este delito sucede en la esfera privada. Esto puede hacer más fácil aún identificar la explotación laboral en el servicio doméstico.

Tal y como indica Accem, es muy difícil tener acceso a un hogar particular, debido al principio de la inviolabilidad de domicilio. Aunque el consentimiento verbal del propietario del domicilio puede ser suficiente para superar esta inviolabilidad y permitir que los inspectores laborales accedan a los hogares particulares, la experiencia práctica demuestra que es más complicado porque el consentimiento verbal es difícil de demostrar.

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El estudio de la Fundación Surt destaca que el hecho de no encontrarse a la víctima en la puerta y que cuente lo sucedido, dificulta poder entrar en la vivienda y demostrar lo que está pasando.

¿Por qué no denuncian?

En Accem explican que los casos les llegan cuando el delito ya ha ocurrido y que la mayoría de las afectadas sólo quieren pasar página y olvidar lo ocurrido. "También tiene que ver con que está aceptado socialmente que quien pasa por un proceso migratorio tiene que asumir que debe haber una vulneración de derechos en el proceso. Quien inicia un proceso migratorio con el esfuerzo que supone para una familia enviar a alguien a España, se asume que sus derechos se vulneren. Además, en muchos casos los derechos laborales en sus países son mucho peores que en España y les parece que esa explotación es lo que toca, y que quizá en su país estarían incluso peor", destaca Jennifer Zuppiroli.

Otro de los motivos por los que son reacias a denunciar lo ocurrido es el miedo a la policía, que muchas veces en sus países de origen no son tanto un aliado como el enemigo, y el miedo a ser deportadas y que su proceso migratorio y la oportunidad de que el esfuerzo de su familia sea compensado desaparezca.

"Su prioridad es ganar dinero y enviarlo a casa. Viven a veces estos atropellos como el peaje normal. Ni se plantean denunciar porque se arriesgan a que les acaben expulsando. La denuncia no garantiza protección ninguna y además corren el riego de no encontrar otro empleo. A veces incluso hay extorsiones en sus propios países hacia sus familias", señala Ane Azkunaga.

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También contribuye a que se silencie esta situación y que ellas no se sientan víctimas que los procesos de captación son muy informales. "Se trata de particulares que reclutan a personas, por ser conocidos, por venir de su mismo pueblo… No son redes delictivas organizadas, por ello para la policía es complicado identificarlo, pues se ha centrado principalmente en investigar y desmantelar redes organizadas de traficantes", explica el informe de la Fundación Surt.

Reportaje de Proyecto Esperanza sobre la problemática de la trata de mujeres.

¿Por qué no huyen?

Desde Accem tratan de explicar también por qué las víctimas no huyen de su situación. "Primero porque se resignan. Se culpan diciéndose que ellas ya sabían que mucho no les iban a pagar, y no tienen argumentos suficientemente fuertes para justificar su marcha. Pero también hay un proceso de inhabilitación mental. Las constantes humillaciones generan un mecanismo mental que las inhabilita para actuar. Son sumamente vulnerables", añade Azkunaga.

Imagínate alguien que ha venido directo del avión a una casa, no conoce nada en España, sólo a sus empleadores, humilladas constantemente, no tiene dónde ir, no tiene información, están asiladas, algunas analfabetas, otras ni siquiera hablan el idioma… en esas condiciones no es fácil actuar racionalmente y por eso se da esta inactividad, pasividad y sumisión completa a la persona que le explota. Han anulado su identidad, es imposible que una víctima así salga sola de esta situación", explica Zuppiroli.

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Crueldad de los empleadores

Uno de los motivos por los que, según Accem este tipo de trata se siga dando a nuestro alrededor es que socialmente está aceptada la vulneración de los derechos en el empleo doméstico. "Se toleran barbaridades, como no contratarlos, secuestrarlos o pretender que trabajen por 3 euros la hora y se permiten todo tipo de irregularidades que jamás se tolerarían en otro sector. Los sindicaos no le han dado la importancia que merece, los inspectores de trabajo tampoco le ponen remedio, y está tan poco regulado que los empleadores se creen que su empleado, prácticamente esclavo tiene que estar disponible 24 horas sin descanso", explican en Accem, que llevan años organizando unos talleres para informar a trabajadores domésticos de sus derechos.

Además, es habitual que los empleadores asuman un rol paternalista y muchas veces se creen que le hacen un favor a la persona. "Algunos empleadores que nos vienen a ofrecer trabajo para inmigrantes nos llegan a decir: 'Pobrecitas… si no las tuviéramos aquí de internas, cómo estarían en sus países…".

De hecho gran parte de la culpa de que existan estos esclavos del siglo XXI en España y que sigan proliferando es de los empleadores. "Si ofreces unas condiciones laborales de semiesclavitud, o estás dispuesto a pagar una miseria por un trabajo que debe ser compensando como cualquier otro, te traerán a casa eso, esclavos", apunta Zuppiroli. Como consejo para combatir este tipo de trata sólo dan uno y está al alcance de cualquiera: "Denunciar los casos que sospeches y hacer buenas contrataciones y empoderar a quienes trabajen en tu casa explicándoles cual son sus derechos", concluye.

Sigue a Beatriz Lucas en Twitter: @beitalucas