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Música

Lea una selección de 'Guitarra Negra', el libro de poesía de Luis Alberto Spinetta

Se cumplen 40 años del lanzamiento del único libro de poemas publicado por el Flaco.
Collage: Mateo Rueda |Noisey en Español

Todos los seguidores de Luis Alberto Spinetta saben —o intuyen— que su música siempre estuvo estrechamente relacionada con la poesía. En el Flaco —un poeta en todo el sentido de la palabra— siempre hicieron eco, implícita y explícitamente, sus lecturas: se sabe que bebió de las fuentes oníricas del surrealismo, recordemos el álbum Artaud, del que Spinetta dijo alguna vez: “Quiero aclarar que yo le dediqué ese disco a Artaud, pero en ningún momento tomé sus obras como punto de partida. El disco fue una respuesta al sufrimiento que te acarrea leer sus obras”, publicado como Pescado Rabioso, aunque en realidad es su segundo disco como solista; y la obra de Rimbaud, poeta que tiene bastante influjo en el álbum Pescado Rabioso 2.

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La extensa obra del músico-poeta argentino, que falleció en el año 2002 a sus 52 años, supera los treinta álbumes, y entre las bandas que fundó se encuentran: Almendra, Pescado Rabioso e Invisible. Guitarra Negra, por su parte, es el único libro de poemas publicado por Spinetta, lanzado originalmente por Ediciones Tres Tiempos en 1978.

La obra Guitarra Negra consta de 71 poemas divididos en 8 partes. Planteo que la lectura de esta pequeña selección de 8 poemas (uno por parte), se haga como el autor nos advierte al inicio del libro: “propongo que se olvide cada palabra a medida que ella se lea”.

***

LOS LOCOS

Los locos corren
por el pasto sin gritos
por la pradera venenosa
y por la piel, entre la luna.

Y los locos giran
sin temor al mareo.
De la casa al árbol,
de la ayuda al horror.

Cuando uno de los locos hable,
los cuerdos, retozando en la penumbra,
oirán el ruido
y verán las verdades.

Los locos que parecen aprisionados
por la muerte selecta del escándalo
tienen pechos rugosos
y bordeados de lumbre.
Y los locos lo saben.
Desde su atónito lenguaje,
por intersticios de meninges espectaculares,
los locos se precipitan
a paralizar el mundo de la muerte.
Aunque más no sea,
para sentarse a llorar.

No hay soles en sus días
y en sus noches
sobreviven los colores de un ojo que no los ha deseado.

Por eso,
y porque la ventosa de fuego
rebalsa de temor
ante la fantasía de los sanos;
el obturador de los locos está presto
como una lanza.
Y al perforarnos de una vez
con una certera puntada entre la vida y el cielo?

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VOZ DE DIOS

Oigo su gemido de papiro
de suceso que dice
de inabarcable reposo,
de pensamiento.

Y le oigo desde aquí,
desde donde sólo soy su desierto.
Oigole desde el desierto de su alma,
desde la soledad del silencio
y desde las voces de la mía.

Es una flor transparente
murmurada por sus pétalos
y vociferada por su tallo.
Sencilla es su mirada que retorna.
Todos sus colores son la luz que se ahuyenta
y su forma que se corroe.

Más óigole decir innumerables veces:
“Yo soy de otro reino
venid a mí
venid a mí”.

III

A Grigori Lefimovich Rasputín

Una desesperada mueca ha encontrado el teatrero
en el fondo estaba olvidada
aún sin estar oculta
oscura apenas en el poro de un armiño de la casa.

-¡Ea!, ¿qué saben ustedes?-
espera indolente
recurriendo a la tosca pena del encubrimiento.
Y en su fina boca,
alborotado cerebro prominador,
se dibuja un ancho secreto.

Luego se va.
Ha cerrado nuestra puerta sin conocerle las manos.
Ha posado su duda y ha vuelto a sumergirse.
Es tan blanco en el polvo
como en la nieve sangrienta.

25 de enero/76.

EL MISERABLE

Desencajados los enormes océanos de tu plegaria a nadie,
discreta palabra,
saludo al éxodo de la virtud.

Dilapidados los lingotes de tu estadio de crucifixiones
saciado el oro en su sed de manos malditas
y arrojado a la turba el guisante de la demencia maestra
bebido tu vino,
ya nada permanecerá en tu corazón.
Sus sentimientos y sus alegorías
se habrán marchado hacia el latir de otro reposo.

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¡De entre las brasas de tu albergue
cantarás nuevamente tu canción diabólica!

MÁS PELIGROSO QUE

Penetraron inexplicablemente
quince monos en mi habitación.
Comencé a llorar,
a pedir auxilio.
Y mis vértebras hervían.

Uno de los monos tenía un revólver
Y comenzó a disparar.
En menos de un minuto eliminó a los otros catorce.
¡Ahí vi mi aventura!
¡Cómo se deslizaba fatalmente mi suerte!

Luego me habló de la muerte absoluta,
algo con lo que advertí que dañaba mi conciencia.
Me apuntaba mientras tanto
y le supliqué que se fuera.

Pero el mono me disparó a mi también.
Mientras moría,
vi renacer a los simios.
Recobraban la vida rápidamente
y escapaban de mi cuarto.

SONETO INTRAUTERINO

Desde el oráculo del vientre abierto se ve una placenta
Es una figura de mármol que adquiere movimiento
Apenas un espejo y un sol parecen los destellos del fondo.

A la vez, una melodía recorre el eco de este espacio.
La naturaleza realiza su descripción
y nosotros emitimos la fe de nuestro secreto
y se sabe que en un suburbio del abismo perlamos nuestro ahogo.

Madre eterna, tu creación es serena.
Es la seda que el tiempo no corrompe
Porque su alma vuela hacia la luz
Porque su corazón se ilumina de magia.

TU VIDA

No llegues a mí sin pronunciar mi nombre
No te acerques sin que la lluvia te haya besado
Ni los iluminados te hayan respondido
Ni pequeños pájaros azules y verdes hayan volado sobre ti.

Abre la ventana que te acechaba,
Que miraba hacia adentro
y cubría tus ojos de deseos ignotos
(La virtud asomará como una señal en los vitrales),
y al olvidar, al volver,
serás la misma.

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Entonces no te acerques sin que cure tu mal.
Y huya tu muerte.
Yo soy tu vida.
Malentiéndeme.

III

Se torna difícil escribir con la misma brutalidad con que se piensa. Se torna raro advertir los desmanes de algún término equivocado, porque la valentía de estos signos nos va proponiendo otro idioma despierto.

Pero en la brutalidad, en esa orfandad de tersura de los pensamientos, de tanto drenar el adobe corrupto de los otros, no hay salvación posible que no contenga a la muerte, que necesariamente no reanime su sopor con una parálisis perfecta, quizás un schock electrocutor o un despiadado estrellarse de corpulencia inacabada.

La totalitaria vergüenza de estos pensamientos locos, se desenmascara sólo para proyectarlos contra las fragmentadas evoluciones de la carcasa consciente, redimiendo esa incontenible borrasca animal con un grito, una contracción del gesto teatral de la sílaba.

Veo que la brutalidad del pensamiento es tan solo otro pensamiento que se ejecuta con violencia y parece estampado contra su propia sombra como los objetos arrasados por la bomba de Hiroshima. Es obvia la deducción: el pensamiento animal que proyectamos es tan selecto y vigoroso, que sólo dura el instante fugaz de una mariposa concebida al azar.

Pero en el atropellado desfiladero de la mente expuesta al sufrimiento de las miserias sociales distintas -por siempre distintas sean las miserias de vivir en la poesía, de aquellas en las que vivir en la poesía representa un complot para saciar el estómago-, la soledad de estas barbaries mentales ejerce sobre el resto de los pensamientos una corriente de energía liberadora.

Por los agujeros que profanaron estos brutales delirios al detonar en su corta existencia, pasan centenares de delicadezas e hilios, y son estas prometidas certidumbres las que nos permiten iniciar y luego ahogar el verdadero diálogo con el universo.

***

Para leer el libro completo haga click aquí.