Tres veces AMLO: una carrera de fondo por la presidencia de México
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Tres veces AMLO: una carrera de fondo por la presidencia de México

No es un gran orador, pero su empeño y sentido de trascendencia lo han mantenido en la vida política desde hace décadas, y ahora parece estar convencido de que la tercera es la vencida. Un retrato a partir de sus compañeros en este largo viaje.

Viajaban en una vieja camioneta tipo Dodge color blanco, y cada día iban a dos o más reuniones en distintos pueblos de Tabasco para luego descansar unas horas y hacer lo mismo al día siguiente.

Durante los largos trayectos por la bochornosa planicie, José Ángel Gerónimo, al volante, fumaba cigarrillos Marlboro. Andrés Manuel López Obrador fumaba Raleigh; y a veces ambos iban escuchando y cantando boleros de Los Panchos. Normalmente viajaban solos, pero casi siempre se daban cuenta de que traían “cola”: un Tsuru y un vocho con policías vestidos de civil.

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Gerónimo, su "hermano de lucha" además de su chofer, era un nutriólogo al que había conocido en 1981, cuando era delegado en Tabasco del Instituto Nacional Indigenista. Una vez —cuenta— se les ponchó una llanta en una terracería bajo un fuerte aguacero, camino a la última reunión del día en un pequeño pueblo llamado El Pichi.

López Obrador tomó una decisión y se acercó a los “espías” para pedirles un ride.

— ¡Pero son orejas! —le advirtió Gerónimo, según recuerda.
— ‘No te preocupes por eso’, me dijo, ‘son gente del pueblo, y tarde o temprano, van a terminar con nosotros. Va a ser gente nuestra’ —respondió.

López Obrador se marchó a la reunión en el auto de los "espías'" y dejó a Gerónimo en medio del fango y la oscuridad de la noche cambiando el neumático.

Andrés Manuel López Obrador y 'Súper Barrio' durante la marcha de las cacerolas en apoyo a los plantones de trabajadores petroleros. Septiembre de 1993. Foto por Eloy Valtierra/Cuartoscuro.com

Corría el año de 1988, y López Obrador, recién salido del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI), tenía la misión de formar el ala tabasqueña de lo que sería el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de ahí su periplo a lo largo y ancho de Tabasco, su tierra natal.

Han pasado tres décadas de aquello, y estos largos recorridos pueblo por pueblo han seguido siendo el eje rector de su estrategia política para construir una sólida base de apoyo para sus aspiraciones.

López Obrador, también conocido en México como AMLO —por sus iniciales— hizo un primer intento por llegar a la presidencia de la República en el año 2006, y después de este primer fracaso, visitó cada uno de los 2.448 municipios de México por lo menos una vez. Tras una nueva derrota en el año 2012 vendría una nueva gira, también por todos los municipios. Su tercer intento llega este 2018, ya con 65 años cumplidos.

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Y es que si Andrés Manuel tiene un rasgo fundamental es la inquebrantable confianza en su causa, y en la idea que él la personifica. Nadie más lo podría representar en sus visitas a los pueblos, y pocos tendrían tanta fe en su propia habilidad para persuadir a otros de unirse a su movimiento, sean ‘espías’ policiales o miembros de lo que más adelante llamaría “la mafia del poder”.

Esto es, quizá, la clave para entender porqué —pase lo que pase el 1 de julio, día de la elección— AMLO ya tiene ganada la posición de uno de los líderes sociales más naturales y duraderos que el México moderno haya tenido.

AMLO en 1988. Foto por Eloy Valtierra/Cuartocusro.com.

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El hijo más famoso del pueblito ribereño de Tepetitán, en el municipio de Macuspana, ha llegado a pronunciar buenos discursos, pero nunca ha sido un gran orador. López Obrador habla lento, se repite mucho, y se enreda tanto que fácilmente pierde a su público. Sus ironías y el frecuente uso de dichos populares tienen encanto teatral, pero tampoco ha mostrado dotes de showman político de gran escala.

Pero lo que sí logra transmitir de manera sincera, sin la necesidad de dramaturgia, es que se considera el heredero de algunos de los protagonistas de la historia mexicana, como Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.

Armando Padilla Herrera no vio nada especial en López Obrador cuando iban juntos a la secundaria en Villahermosa —capital de Tabasco—, y cuenta que su afilado olfato estratégico y sus ambiciones históricas empezaron a mostrarse, más bien, hasta sus días de estudiante en los años 70s. En este entonces, añade el hoy profesor universitario, tenía mucha simpatía por la Revolución Cubana, pero rechazaba la viabilidad de la lucha armada en México. Su héroe era el presidente chileno Salvador Allende. Su sueño, llevar el socialismo a su propio país por la vía electoral.

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“Si hay algo que define a Andrés Manuel es el sentido de trascendencia que tiene que ver con un cambio de estructura en el país”, dice Padilla. “De esto está convencido, y se ve”.

AMLO con la fotografía de Benito Juárez detrás. Foto por Rodolfo Angulo/Cuartoscuro.com.

El cineasta Lorenzo Hagerman cuenta cómo López Obrador aceptó darle un acceso extraordinario para filmarlo durante el proceso de su desafuero en 2004, cuando era jefe de gobierno de la Ciudad de México, y el presidente Vicente Fox quería bloquear su primera candidatura a la presidencia intentando llevarle a juicio por una presunta irregularidad en la construcción de una calle. “Siendo amante de la historia, lo que más le gusta leer es la historia, sabía que lo que hiciéramos iba a dejar un registro histórico”, recuerda Hagerman. “El tenía esta consciencia”.

La película que resultó de ese acercamiento titulada 0.56% ¿Que le Pasó a México?, muestra a un López Obrador sereno y confiado durante el desafuero, mientras que algunos de sus colaboradores parecen muertos del susto.

Más tarde, durante la campaña del 2006, en una escena filmada desde dentro de su coche, la cámara capta cómo sus seguidores le gritan “no nos falles” con agresiva pasión. El cineasta también lo filma después de las elecciones que llevaron a Felipe Calderón a la presidencia, reconociendo que si estuviera en “el palacio” (en el poder) tendría que “moderarse” y “limitarse” más.

La cinta termina con la imagen de unas cuantas personas, ya sin evidente entusiasmo, acercándose a escuchar a López Obrador, en un pueblo yucateco en enero del 2007, cuando las protestas alegando fraude ya se habían desvanecido y él estaba prácticamente derrotado.
“No era un momento que (sus colaboradores) quisieran presumir, estaban muy nerviosos, (pero) él no” recuerda Hagerman sobre esa filmación.

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Protestas contra el desafuero de AMLO en el año 2004. Foto por Nelly Salas/Cuartoscuro.com.

López Obrador tenía razón en confiar en su capacidad de recuperación y su visión de largo plazo. Durante los siguientes cinco años logró reposicionarse a través de la construcción del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA, que le debía lealtad sólo a él y le dio la capacidad de imponerse a su rivales y asegurar que el PRD le diera su segunda candidatura presidencial en el año 2012.

Enrique Peña Nieto, del PRI, llegó a la campaña electoral con enorme ventaja, con los grandes medios de su lado, y con un presupuesto aparentemente inagotable para promocionarse entre los votantes, pero López Obrador emergió durante la contienda como un competidor real que iba acortando la distancia. A pesar de que la mayoría de las encuestas lo situaban muy atrás hasta el final de la campaña, terminó perdiendo por sólo 6,6 puntos porcentuales. Aún así, no se desanimó.

Su siguiente paso fue transformar a MORENA en un partido político capaz de dejar atrás al PRD y llevarlo a las puertas de la campaña de 2018 como el candidato a vencer.

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Por impresionantes que sean los logros de un liderazgo tan personalizado y centralizado, hay algo de verdad en el dicho de que el peor enemigo de López Obrador es López Obrador.

Un veterano político de izquierda que le conoce bien, recuerda que nadie de su entorno imaginaba que López Obrador podía perder en el 2006. Sentían que les tocaba llegar al poder, como generación, y cuenta que hasta la inteligencia militar les mostraba encuestas donde iba diez puntos arriba. Pero también admite que, con o sin fraude, AMLO cometió errores que ayudaron a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) a cerrar la brecha.

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La decisión de no ir al primer debate y gritar “cállate chachalaca” al todavía presidente Fox dañaron brutalmente su imagen.

Además el hecho de rehusarse a hablar con los grandes empresarios, y rechazar ofertas de apoyo de actores políticos como la líder magisterial Elba Esther Gordillo y de algunos gobernadores priístas, alimentó la animosidad en su contra entre cúpulas importantes de poder. Y cuando llegó la ‘guerra sucia’ que lo tachaba de “peligro para México,” no escuchó a los que le urgían a responder con más fuerza.

“Fue sobreconfianza y soberbia,” dice el político. “El quería llegar sin compromisos con nadie. Esto fue su cálculo y su error”.

También hubo errores obvios en 2012, según Luis Costa Bonino, un consultor político uruguayo que trabajó en su segunda campaña, hasta que fue despedido en mayo de ese año. Uno de ellos, dice, fue la negativa de López Obrador de prepararse para los debates.

“Él antes que nada quiere ser auténtico y desconfía enormemente de cualquier ayuda técnica o profesional” dice Costa Bonino.

Vicente Fox con López Obrador en el año 2000. Foto por Pedro Mera/Cuartoscuro.com.

Lo positivo y lo negativo de un liderazgo tan enfocado en su persona también está presente en la actual campaña, empezando por su promesa de eliminar la corrupción.

Su oferta cobra legitimidad gracias a que vive de manera sencilla y a que ya casi nadie intenta acusarlo de enriquecimiento oculto. No hay ‘Casas Blancas’ —una lujosa casa construida especialmente por la familia del actual presidente Peña Nieto por un contratista de su gobierno—, ni departamentos en Miami, ni Rolex en su muñeca. Lo peor que sus enemigos le han podido señalar hasta ahora son los tenis Louis Vuitton, con los que su hijo apareció en un mitin.

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“A él no le interesa el dinero. Esto lo puedo jurar, firmar, y poner mi vida de por medio”, dice Polimnia Romana. Ella acompañó a López Obrador desde que fue contratada como su asistente personal cuando era jefe de gobierno en febrero de 2003. Lo dejó en diciembre 2011, agotada y resentida porque, dice, él intentó vetar sus ambiciones políticas.

En el inter dirigió su grupo de seguridad femenino conocido como Las Gacelas. Lo acompañó durante la campaña del 2006, y posteriormente a una de sus giras por el país.

Romana dice que el equipo batallaba mucho por asegurar que su jefe calzara zapatos en buen estado, tanto que tenían que cambiar sus viejos zapatos por unos nuevos sin su autorización, aprovechando el momento en que se los quitaba para jugar baseball, deporte que practicaba regularmente hasta que sufrió un ataque cardiaco en 2013.

Ella recuerda que en una ocasión Ricardo Monreal, ex gobernador de Zacatecas y coordinador de la campaña de López Obrador en 2012, le regaló una chamarra de Hugo Boss para una gira a Zacatecas, pero nunca se la puso por la marca.

Foto por Cuartoscuro.com.

Aunque ahora califica muchas propuestas lopezobradoristas como inviables, Romana asegura que su empatía con la población, cuando se acercaba a contarle sus sufrimientos, era sincera. En varias ocasiones lo vio llorar, especialmente cuando se trataba de gente mayor, por quienes siente un afecto especial, según coinciden varias fuentes.

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Pero la calidad moral de López Obrador en estos temas, no quita lo simplista que suena cuando habla como si su mero ejemplo sirviera como una suerte de ‘limpia política’. Ahí hay casos de corrupción en contra de algunos de sus excolaboradores, como René Bejarano, quien fue filmado recibiendo dinero de un empresario en 2003. “Vamos a eliminar la corrupción,” dijo AMLO en un evento en el Auditorio Nacional en noviembre de 2017. “Si el presidente es honesto, los gobernadores van a tener que ser honestos, y los presidentes municipales igual”.

Claudia Sheinbaum es la actual precandidata de MORENA a la jefatura de la Ciudad de México y también estuvo en el gabinete de López Obrador, cuando fue el Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000 a 2005). Ella insiste en que él no es tan egocéntrico como parece.

En una entrevista, aseguró que López Obrador recortó dramáticamente la corrupción en la capital del país con métodos institucionales. Y hace hincapié en que fue su propio gobierno el que encarceló a Bejarano, acusado de corrupción. También insiste que el centralismo de su liderazgo y la fuerza de su ejemplo no lo hacen ni populista, ni antidemocrático. Resalta que ha sido siempre firme en su compromiso con la no violencia, y lo compara con lo que llama “los grandes pacifistas” como Nelson Mandela.

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Hay críticos que ven a Andrés Manuel López Obrador como el creador de un especie de culto a su alrededor, una posición ejemplificada por Enrique Krauze en un ensayo publicado en 2006, titulado Mesías Tropical. También el conocido académico estadounidense George W. Grayson tituló a su minuciosa biografía The Mexican Messiah (2007).

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Mesías o no, López Obrador juega con una colección ecléctica de simbolismos religiosos que parecen tomar un papel cada vez más importante en su vida, lo que a veces causa malestar entre sus propios colaboradores. Siempre ha sido discreto, o por lo menos ambiguo, sobre su propia filiación religiosa.

Cuando era jefe de gobierno y acompañaba a misa a su primera esposa Rocío Beltrán —quien falleció en 2003— y a sus tres hijos, se solía sentar en las filas de atrás de la iglesia ubicada en Copilco, cerca de su departamento de entonces. Según el Padre Miguel Concha, sigue participando en una misa cada año para recordar a su mujer. El sacerdote dice que segunda esposa, Beatriz Gutiérrez, y el hijo de ambos, también van a su iglesia en ocasiones.

Al mismo tiempo, López Obrador no ha frenado las versiones de que se ha vuelto protestante. Incluso se ha proclamado “admirador de Jesús Cristo” y comentado que por eso llamó a su hijo más pequeño Jesús Ernesto (además de por el Che Guevara). A pregunta expresa se ha dicho “Cristiano, en el más amplio sentido de la palabra”.

Mientras tanto, ha mostrado un gusto por incluir guiños religiosos en sus estrategias políticas desde hace tiempo. En 1991 bautizó como El Éxodo por la Democracia a una marcha de protesta que organizó desde Villahermosa hasta la Ciudad de México. Lanzó su actual candidatura presidencial el 12 de diciembre (día de la Virgen de Guadalupe), y lo hace representando a un partido que nombró MORENA. Asimismo, el tono predicador de sus discursos ha aumentado.

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Romana, su exasistente, recuerda que en 2007 empezó a notar que llevaba una Biblia a sus giras, y empezaba a hablar con sus cercanos en términos más moralinos.


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Un hombre de la tercera edad en un mitin a favor de AMLO. Foto por Francisco Guasco/Cuartoscuro.com.

En la campaña de 2012 prometió La República de Amor y ya lleva tiempo hablando del “amor al prójimo.” Este 2018 ha dicho que aprovechar la “grandeza espiritual” del pueblo mexicano es una parte importante de su estrategia de seguridad.

López Obrador siempre ha buscado buenas relaciones con figuras religiosas de todo tipo. Actualmente está cerca del Padre Alejandro Solalinde, el activista de migrantes vinculado con la Teología de la Liberación.

Pero también ha hecho una alianza electoral con el Partido Encuentro Social, el PES, formado por evangélicos ultraconservadores.

El tres veces candidato presidencial normalmente esquiva preguntas sobre el aborto o los derechos LGBT, y varias fuentes afirman que es personalmente conservador en estos temas, pero se suponía que él nunca apoyaría políticas abiertamente conservadoras por respeto —y quizá miedo— al arraigo de ideas progresistas en una parte importante de la izquierda mexicana.

La alianza con el PES amenazó esta confianza y provocó una protesta pública por parte de la escritora Elena Poniatowska y la comediante Jesusa Rodríguez, dos mujeres consideradas sus incondicionales. López Obrador tranquilizó los ánimos con un inusual mensaje dirigido a la comunidad LGBT, pero la inquietud sigue latente.

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Dada la cantidad de situaciones complejas y conflictivas que López Obrador ha manejado durante su larga trayectoria política, llama la atención que todos los entrevistados lo describan como una persona relajada.

Gerónimo, su chófer en aquéllas giras por Tabasco, habla de lo “cariñoso y juguetón” que era con sus hijos mayores, a quienes llevaba a la lucha libre en Villahermosa, y bromeaba apoyando a los ‘rudos’ para molestarlos.

Sheinbaum resalta que aún en tiempos de tensión política, cuando era jefe de gobierno, se tomaba el tiempo para checar lo que iban a comer sus hijos tras la muerte de su madre. Romana dice que adora a su hijo más pequeño.

En ámbitos más públicos, siempre parece abierto a los abrazos y palmadas de sus seguidores; y sus colaboradores confirman que tampoco impone protocolos de distancia.

Maricarmen Fernández, exproductora de un programa de televisión titulado La Verdad Sea Dicha —creado para promover la visión de López Obrador— que se transmitía por TV Azteca en las madrugadas del 2007, cuenta la manera en que Jesusa Rodríguez le perseguía con bloqueador solar en los mítines y ‘Nico’, su chofer, pasaba y, sin avisar, le bajaba su ‘gallo’ rebelde.


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AMLO con Claudia Sheinbaum. Foto por Cuartoscuro.com.

Pero por muy amable y cercano que sea, lo que no le gusta a Andrés Manuel es halagar al personal. Claudia Sheinbaum entiende que él parte de la idea de que todos deberían trabajar tan duro como él. Su antiguo procurador en la Ciudad de México —actualmente propuesto para fiscal general— Bernardo Bátiz, recuerda con orgullo las dos únicas veces que le felicitó en seis años. “Aunque yo siempre hacía las cosas bien”, se ríe.

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Pero también es difícil encontrar anécdotas de algún regaño público, y mucho menos gritos o manotazos. Es más habitual que si pierde la confianza en alguien, o tiene una diferencia política importante, le aparte por completo.

Pero, según cuatro de las fuentes consultadas, es mucho mas común que López Obrador muestre una exagerada y extraña tolerancia con sus cercanos, aun cuando sus acciones le perjudican.

“Le mienten,” dice Romana, apuntando a varios de sus “favoritos” que no le han cumplido, por ejemplo, las promesas de asegurar que tuviera representantes en todas las casillas durante elecciones. “Pero cuando la gente le falla, vuelve a confiar en ellos.”

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Si bien es cierto que López Obrador ha cometido muchos errores a lo largo de años, a menos de cinco meses de las elecciones, todo indica que esta vez se está dejando el alma para convertir a esta ‘tercera, en la vencida’, e incluso ha cambiado algunos viejos hábitos.

Se le ve más arreglado que en las otras dos campañas, más dedicado a mostrarse de buen humor, más interesado en buscar el voto joven, y hasta a gusto con los redes sociales. Un video en la cual responde a acusaciones sobre una supuesta intervención rusa en su campaña, y en el que bromea con cambiar su nombre a ‘Andresmanuelovich’ y esperar un barco lleno de oro de aquel país, fueron todo un hit.

AMLO juega con la ironía de 'Manuelovich' en su actual campaña. Foto por Cuartoscuro.com.

Y, sobre todo, ahora parece casi obsesionado con mostrar su lado pragmático, al hacer alianzas antes inconcebibles, incluso a costa de hacer enojar a sus bases y dar espacio para acusaciones de oportunismo. Ha incluido a los dueños de Televisa y TV Azteca —que tanto hicieron para asegurar sus derrotas en 2006 y 2012—, dentro de una lista de “empresarios buenos”, ha recibido con los brazos abiertos a antiguos enemigos del PAN, y hasta ha dado un escaño casi seguro en el Senado al desprestigiado líder minero acusado de corrupción a gran escala Napoleón Gómez Urrutia.

Pero aún pactando hoy con los intocables de ayer, López Obrador no parece cuestionar este “sentido de trascendencia”, el cual ha sido central en su visión de sí mismo desde joven, empezando con el nombre de su coalición, Juntos Haremos Historia.

“Andrés Manuel ha tenido un proceso de maduración en estos años, sin lugar a dudas,” dice el senador Alejandro Encinas, quien lleva décadas trabajando con él. “Pero su personalidad sigue siendo fundamentalmente la misma”.

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